martes, 1 de octubre de 2024

 

DÍA INTERNACIONAL DE LA TRADUCCIÓN

Amadeo Albuquerque Lara

Dedico esta corta nota a mis colegas Hernán Navas y Rolando Téllez, traductores profesionales

Ayer 30 de septiembre fue el Día Internacional de la Traducción.  Por tal motivo voy a dedicar esta corta nota a esa noble labor. Traducir de un idioma a otro es una ciencia que no cualquiera domina. El traductor debe tener dominio absoluto sobre las dos lenguas en la que trabaja. Traducir textos de dos lenguas en contacto no es tan difícil como lo es traducir de una lengua clásica antigua de la que el traductor tiene poco conocimiento de la cultura y giros idiomáticos, refranes, leyendas, etc. Me refiero a la traducción de los idiomas hebreo, arameo, griego y latín, al romance castellano, catalogada como lengua vulgar y sacrílega.

La Escuela de Traductores de Toledo era un grupo de profesionales conocedores de las lenguas clásicas, de tal manera que el Rey Alfonso X el Sabio confió en ellos la traducción de la Biblia llamada Alfonsina, en el año 1,280. Sin embargo, aunque la traducción es al romance castellano, tuvo como idioma origen la Biblia Vulgata Latina y no los idiomas originales. La traducción de la  Vulgata Latina la hizo el políglota Jerónimo de Estridón conocido como San Jerónimo, quien dominaba el hebreo, el griego, y el latín, entre otros. De manera que llegó a ser un gran latinista, “y muy buen conocedor del griego y de otros idiomas, pero muy poco conocedor de los libros espirituales y religiosos” (Crédito: Aciprensa). Por tal razón la traducción de la Vulgata no se basó en los idiomas hebreo y arameo, sino en la Septuagina, o versión griega de la Biblia Hebrea.

Es una lástima que los feligreses católicos de Masaya no hayan sido instruidos por sus párrocos acerca de la magna obra de traducción de la Biblia Vulgata Latina hecha por San Jerónimo. Si así hubiera sido no cometerían el error de llamarlo “El doctor de los pobres”, ni tampoco mezclar su celebración con consumidores de aguardiente; pues San Jerónimo era doctor en Teología Sagrada, no era doctor en medicina. Pero sus biógrafos afirman que Jerónimo, antes de sus estudios bíblicos leía más libros paganos que religiosos; tal vez a eso se deba el cariz que han tomado sus celebraciones.

No obstante, me voy a referir a un traductor que sí era muy espiritual y consagrado a la fe evangélica. Se trata de Casiodoro de Reina, exmonje del Monasterio de San Isidoro del Campo, convertido al Protestantismo. Él fue quien tradujo la Biblia del Oso al romance castellano basado en los idiomas originales hebreo, arameo y griego. Pero por traducirla al romance fue perseguido por la llamada “Santa Inquisición” de España, en donde ésta era muy apegada al Decreto del Concilio de Trento (1546) y al “Index Bibliorum Prohibitorum” o “Índice de Libros Prohibidos”, el cual incluía la Biblia traducida al romance castellano. Por tanto, Casiodoro de Reina tuvo que salir huyendo de España para evitar ser quemado en la hoguera de la Inquisición católica, ya que él había traducido el Nuevo Testamento al romance castellano; y le resultaría muy peligroso quedarse para traducir el Antiguo Testamento al romance. En consecuencia, Casiodoro huyó de España a Frankfurt, y de allí a Inglaterra y después a Basilea, Suiza, donde sí tradujo la Biblia completa al castellano, la cual fue publicada el 28 de septiembre de 1569.

Otro traductor de las Sagradas Escrituras de los textos originales al alemán popular es Marín Lutero (1483-1546), quien también fue víctima de la Santa Inquisición y especialmente, del Papa León X (1475-1521). Afortunadamente, Lutero contó con la amistad de personajes de poder político y religioso como Federico III de Sajonia (1463-1525), quien fingió un secuestro y lo refugió en el Castillo de Wartburg, en donde Lutero tradujo el Nuevo Testamento del griego al alemán, mientras se libraba de la persecución y de la quema en la hoguera.

De manera que el oficio del traductor no es solamente difícil por trasladar, un idioma a otro, de interpretar la cultura, los giros idiomáticos y los matices semánticos de la lengua de origen a la lengua meta, sino que atreverse a traducir un texto considerado sagrado a una lengua llamada vulgar, puede ser considerado digno de una muerte terrible, como era la hoguera de la Edad Media.

Afortunadamente, ahora ya no existe esa amenaza de la Inquisición, la cual fue abolida por el Papa Pablo VI (1897-1978), durante el Concilio Vaticano II (1962-1965). Sin embargo, la labor de traducir sigue siendo difícil y depende de traductores e intérpretes profesionales; generalmente es una profesión multidisciplinaria, según la complejidad del texto de donde se traduce. Actualmente, el traductor debe ser lingüista, experto en la gramática y semántica de los idiomas involucrados en la traducción. De no ser así, la traducción no resultará en una obra muy semejante a la lengua original, en materia de interpretación; y además muy literaria y gramatical en cuanto a la lengua meta, o lengua a la que se traduce.

Esta breve nota es un tributo a los profesionales dedicados a la difícil tarea de la traducción, por Amadeo Albuquerque Lara, especialista en Lingüística y Master en Teología y Educación Religiosa (UNAN, Managua, University of North Dakota, USA, Central Baptist Theological  Seminary, Kansas City, Kansas).

No hay comentarios:

Publicar un comentario