martes, 18 de octubre de 2016


LA COMPLEJA CONJUGACIÓN DEL VERBO “IR”
Amadeo Albuquerque Lara

¿SABÍA USTED QUE LA CONJUGACIÓN DEL VERBO IR ES UNA MEZCLA DE LOS PARADIGMAS DE CUATRO VERBOS LATINOS?
Si el verbo “ser” nos parece difícil de conjugar por sus variadas raíces etimológicas, el verbo “ir” resulta más complejo aún tomando en cuenta que proviene de cuatro verbos: tres formas del latín clásico: ire, vadere y esse, y una del latín tardío, de la lengua hablada: el verbo habere, en sus formas ya evolucionadas con carta de ciudadanía en el romance castellano. Por ejemplo: procedentes del verbo vadere son las formas voy, vas, va, vamos, etc. y del verbo latino esse, las formas fui, fuiste, fue, fuimos, etc. y las formas del pretérito imperfecto fuera, fueras, fuera, fuéramos, etc.

La evolución que sufrió el verbo ir a partir del siglo III antes de Cristo es muy interesante, pues aún algunos escritores clásicos, como el comediógrafo latino, Tito Maccio Plauto (251 a.C.-Roma, 184 a.C.) utilizaba estas formas verbales tempranas en su rumbo a la formación del latín hablado que fue el agente para la formación de las lenguas romances. Según su biografía citada por Wikipedia, “Plauto usa un rico y vistoso lenguaje de nivel colloquial”, más la popularidad de sus comedias, tuvo una influencia grande para la aceptación de formas verbales propias de la lengua hablada.

La conjugación del verbo “ire” en latín resultaba demasiado complicada para el hablante común, por lo que el verbo “vadere” (caminar, andar, desplazarse) resultó más conveniente si se combinaba con formas conjugadas del verbo “esse” (ser) del latín clásico, en la conjugación de las formas simples; Ej.: “fui, fuiste, fue, fuimos”, etc. y las formas del latín clásico: fueram, fueras, fuerat, fueramus, etc., formas que comparten tanto el verbo “ser” como “ir”, en español: pero para la formación del futuro, el condicional simple y de las formas compuestas o perfectas del romance, fue necesario incluir el verbo “haber”, tanto en su forma de presente: “ir + he, has, ha, hemos”, etc:  “iré, irás, irá, iremos”, etc., como también del pretérito imperfecto del modo indicativo: habebam, que evolucionó a la forma “ía”: “Ir + ía”:  “iría, irías, iría, iríamos”, etc.

Tal fue la pluralidad de formas que tomaron parte en la evolución del verbo ir en el romance castellano y que ha llegado hasta nosotros en los paradigmas de los diferentes modos y tiempos. Como este verbo conserva el significado de movimiento hacia adelante, el regimen verbal exige la presencia de la preposición “a”: ir a; por eso, los españoles combinan esta preposición con la preposición “por”, así: “Ir a por agua”. Mientras que en nuestro continente no consideramos necesaria esta combinación. De manera que decimos: “ir por agua”.

La sustitución de un verbo por otro, no nos debe resultar rara, pues en español, especialmente en Nicaragua, hemos sustituido el verbo “caber” por el verbo “alcanzar”. La razón obvia es por las formas de poco uso como en presente del verbo caber: “quepo” y el paradigma de la conjugación en pretérito indefinido: “cupe, cupiste, cupo, cupimos, cupisteis, cupieron”; solamente para citar estos dos tiempos. Entonces ha resultado más cómodo y más familiar el paradigma de la conjugación del verbo de conjugación regular, “alcanzar”: alcanzo, alcanzas, alcanza, alcanzamos, etc. Así se dice en la lengua popular: “Alcanzó Pilatos en el credo”. Además, el hablante común y corriente prefiere las formas regulares de los verbos, para evitarse complicaciones al conjugarlos. Se cumple así “la ley del menor esfuerzo”.

Otra sustitución de un verbo por otro en español es la forma del imperativo del verbo “ir” por “andar”; de manera que no decimos, por lo menos en Nicaragua, “vete” sino que usamos la forma de presente de indicativo, segunda persona plural del verbo italiano “andar”: “andate”, especialmente tratándose del voseo o el uso de “vos”. Por lo tanto, resulta comprensible la sustitución de un verbo por otro u otros, cuando se trata de la evolución del latín clásico al latín hablado y luego de éste a las lenguas romances.

Refiriéndome siempre a las sustituciones, tenemos otros ejemplos con los verbos ir y andar. Por ejemplo: la forma “id” del imperativo de segunda persona plural, en el habla popular ha perdido la “d” final y ha quedado reducida a “I”: “Ite preparando la comida”, le dice la madre a la hija. Otra forma popular en Nicaragua es “andite”, forma que resulta de la combinación de las formas de mandato: “andá + ite”. Ambas oraciones en la forma de mandato son sinónimas: “Ite preparando la comida” y “Andite preparando la comida”.

Nuestros gramáticos puristas le lllaman “vulgarismos” a estas formas utilizadas por las personas con bajo nivel de escolaridad; y peor aún si son analfabetas; sin analizar que tales formas no son más que producto de la evolución que sufren las palabras cuando entran al dominio y uso en la lengua hablada; y que además, son la continuación del proceso evolutivo del latín popular al romance castellano. Hablar de vulgarismos sin asomarse al torrente evolutivo de las palabras, es querer ignorar la realidad del cambio léxico de las lenguas naturales; o seguir afirmando que las reglas gramaticales y léxicas deben ser dictadas por “gentes cultas”.


Con esta breve nota he querido demostrar que el latín, nuestra lengua madre, ha sufrido cambios necesarios en la formación de las lenguas romances, desde el momento en que el latín clásico quedó fosilizado en los libros, mientras que la lengua del pueblo: el latín hablado o popular, originó por lo menos diez lenguas romances, incluido el español.

jueves, 13 de octubre de 2016


POR QUÉ EL VERBO SER ES DIFÍCIL DE CONJUGAR
SUS VARIADAS RAÍCES
Amadeo Albuquerque Lara

La mayoría de los verbos españoles conservan uniformidad común al conjugarse, aunque los que presentan irregularidades no resultan tan complicados. Pongamos algunos ejemplos de verbos irregulares, como dar, tener, poner, caer, satisfacer, conducir, etc. Por mucho que su raíz cambie, no se distancia mucho de su raíz de infinitivo. El verbo “dar”, en presente de indicativo es “doy, das, da, damos”, etc.; en pretérito indefinido en el que se comporta con visible irregularidad: “di, diste, dio, dimos”, etc.; el presente perfecto: “he dado, has dado, ha dado, hemos dado”, etc. El verbo “tener”: “tengo, tienes, tiene, tenemos”, etc. pretérito indefinido: “tuve, tuviste, tuvo, tuvimos”, etc. Así podría seguir poniendo ejemplos de verbos irregulares en los cuales se puede identifica la raíz aunque sea irregular, queda por lo menos la primera letra de su raíz. Otro verbo difícil de identificar su raíz al conjugarlo en sus diferentes modos y tiempos es el verbo “ir”: “voy, vas, va, vamos”, etc. y el pretérito indefinido se confunde con las formas del verbo “ser”: “fui, fuiste, fue, fuimos”, etc. Pero seguiré refiriéndome a la irregularidad del verbo “ser”, para ser consecuente con el tema.

Cuando conjugamos el verbo “ser” nos encontramos con diferentes formas, las cuales no nos permiten identificar la raíz si lo comparamos con el infinitivo. Por ejemplo: “soy, eres, es, somos”, etc.; en pretérito indefinido, “fui, fuiste, fue, fuimos”, etc. Con estos pocos ejemplos nos preguntamos: ¿de dónde salen las formas “es”, “eres”, “fui”, “fuiste”, “fue”, etc?

Las principales razones por qué el verbo “ser” tiene diferentes raíces, se deben a su etimología. Este verbo toma sus formas en sus diferentes modos y tiempos del indoeuropeo, del latín clásico y del latín tardío o llamado vulgar. Es interesante observar la evolución para la formación del infinitivo del verbo latino sedere, que significa sentarse. Sedere evoluciona al castellano con la pérdida de las letras “d” y, “e” final, por lo que queda la forma “seer”. Más tarde, se fusionan las dos “ee” y se produce nuestro infinitivo “ser”. Por otro lado, la forma proveniente del indoeuropeo y del latín clásico “esse” origina la raíz “-es”, por la fusion de las dos “ss” y la pérdida de “e” final. Por lo tanto, el verbo “ser” se origina de dos verbos latinos: “sedere” y “essere”. Esta última forma viene del latín clásico “esse”.

Pero preguntémonos: ¿de dónde vienen las formas conjugadas: “soy, eres, es, somos, sois, son”? Obviamente, vienen de la conjugación latina del verbo “ser” en presente: sum, es, est. sumus, estis, sunt. Pero las formas “eres, era, eras, erais” se originan del futuro imperfecto latino: ero, eris, erit, erimus, etc.; y del pretérito imperfecto latino: eram, eras, erat, eramus, etc. En tanto que las formas: “fui, fuiste, fue, fuimos”, etc. provienen del pretérito perfecto latino: fui, fuisti, fuit, fuimus, etc. En tanto que las formas españolas: “fuera, fueras, fuera, fuéramos,” etc. provienen del pretérito pluscuamperfecto latino: fueram, fueras, fuerat, fueramus, etc.

Por otro lado, el futuro y el condicional tomaron el infinitivo del verbo ser más las formas conjugadas del verbo haber. Así, el futuro español “seré” se formó de ser + he, con pérdida de la “h” muda; el condicional simple, del infinitivo del verbo ser + el imperfecto del verbo latino habere: “ser + habebam”, esta última forma, ya evolucionada: –ía. Por lo tanto, se forma el condicional “ser + ía”:“sería”. Como es fácil de observar, el futuro imperfecto y el condicional simple en español son producto de la evolución del latín llamado vulgar en su paso al castellano. Recordemos que el romance castellano, así como las otras lenguas romances, evolucionan a partir del latín hablado por estar más expuesto a los cambios fonéticos y morfológicos.


En conclusion, la irregularidad que presenta el verbo “ser” en español en sus diferentes modos y tiempos al ser conjugado es muy especial debido a los préstamos que hace de los diferentes modos y tiempos del latín clásico y del latín llamado vulgar, al cual prefiero referirme como latín hablado o tardío, por cuanto la palabra “vulgar” refiriéndose al latín hablado, resulta peyorativa o despectiva. No quiero finalizar esta breve nota sin citar al gramático Barthol Lovaina, quien al referirse a la lengua de España en el siglo XVI la catalogó como “lengua vulgar”, pues así tituló su obra: Gramática de la Lengua Vulgar de España (1559), continuando con el criterio academicista de que la lengua del pueblo es “vulgar”. Por lo tanto, prefiero evadir el término peyorativo de “latín vulgar”, puesto que era la lengua del pueblo y de donde se originó el español que hablamos ahora.