jueves, 30 de enero de 2020



"LA POESÍA CASTELLANA"  Rubén Darío, (El Salvador, 1882)
Amadeo Albuqurque Lara

Comparto  un comentario sobre el poema “La poesía castellana” de Rubén Darío, como un tributo lingüístico en ocasión de los 153 años de su nacimiento (1867 – 1916).
Rubén Darío fue un poeta desde niño. Muy temprano en su niñez empezó a escribir poemas con temas familiares y de la cultura que compartía. Sin embargo, no voy a referirme a esos poemas de la niñez, sino a uno muy especial de su adolescencia. Se trata del poema “La poesía castellana” escrito en el El Salvador, en 1882, cuando apenas tenía quince años de edad.

Pero me llama la atención que Google no lo registre en su motor de búsqueda; pero más raro es todavía que los escritores y estudiosos darianos no le den el valor que tiene. No voy a elucubrar las razones del porqué, pero es una lástima.

El poema “La poesía castellana” tiene 47 estrofas en las que imita el léxico, la ortografía y la sintaxis de la época de cada poeta, comenzando con los siglos once y doce hasta el siglo diecinueve. El conocimiento que Rubén tenía del estilo, métrica, ortografía y vocabulario de cada escritor y su época es maravilloso. Por razones de espacio y para ahorrar el tiempo de los lectores, sólo voy a transcribir una estrofa de los primeros poetas de los siglos doce hasta el quince, para que gocen del ingenio de nuestro Rubén.

Rubén comienza el poema “La poesía castellana” con el poema del Cantar de Mio Cid, de los siglos once y doce. Observen cómo imita la producción literaria de un trovador y su interpretación popular por juglares de esos siglos.

Fablávase rvda et torpe fabla
cuando vevía grand Cid Campeador,
e lvego quando le fiçieron trovas,
ben sopieron trovas le far.

A continuación, lo parafraseo en español actual:
(Hablábase ruda y torpe habla
Cuando vivía el gran Cid Campeador,
Y luego cuando le hicieron trovas,
Bien supieron hacerle trovas.)

La siguiente prosa que imita Rubén es de la época del rey Alfonso X El Sabio; notemos que mientras nuestro poeta llama al castellano de los siglos once y doce “lengua ruda y torpe”, sin embargo, ensalza la prosa del siglo trece, del rey Alfonso, con los adjetivos “clara”, “letrada”, “artizada”, “deleytosa”, “admirada” y “precyosa”, según la estrofa que sigue.

Façia ya assaz clara e assaz letrada prosa
el sabio rey Alphonso, e era bona cosa:
ca ovo ya artizado e era deleytosa
e ovo de ser admyrado
ca foé assaz precyosa.

(Hacía ya también clara y también letrada prosa
el sabio rey Alfonso, y era buena cosa: porque hubo ya era artística y era deleitable
y hubo de ser admirado, porque fue también preciosa).

 Del estado de lengua de los siglos once y doce al trece, ha trancurrido un siglo de evolución del castellano, pero Rubén percibe ese cambio lingüístico con la precisión de un filólogo.

El siguiente poeta es don Juan de Mena. principios y mediados del siglo quince, trova que Rubén considera “con gracia no poca”, “tyernas”, “querellosas” y “muy dignas”. A continuación, una estrofa dedicada a este poeta.

Lvego Johan de Mena con graçia non poca
 fiço las trovas tyernas, querellosas,
e fveron entonce ya mui dinas cosas
trovas que cantava la su dolçe boca.

(Luego Juan de Mena con gracia no poca
Hizo las trovas tiernas, querellosas,
Y fueron entonces ya muy dignas cosas
Trovas que cantaba la su dulce boca.)

Para la época de don Juan de Mena han transcurrido cinco siglos en la evolución del romance castellano y así lo capta en su ingenio nuestro poeta Rubén. El adolescente Darío nunca estudió en una universidad, pero desde niño había leído la Biblia, El Quijote, las Mil y una noches, etc. Es decir, Rubén fue un encomiable autodidacta, con un cerebro capaz de interpretar, conservar y reproducir lo que leía. Rubén fue un devorador de libros e intelectual precoz, admirado por muchos, rechazado por el gobierno de turno de su país natal, pero bienvenido por gobiernos e intelectuales extranjeros.

Darío en su poema “La poesía castellana” continúa su recorrido por los siglos dieciséis, diecisiete hasta el diecinueve. Y para finalizar, en la penúltima estrofa de su largo poema de 47 estrofas, menciona a José María Heredia  (Santiago de Cuba, 31 de diciembre de 1803; † Ciudad de México, 7 de mayo de 1839), Ricardo Palma. (Lima, 1833 - Miraflores, 1919) y José Manuel Marroquín Ricaurte.

A los diecinueve años se fue a Chile y, aunque al principio sufrió menosprecio, con su libro Azul saltó al reconocimiento del afamado escritor español, don Juan Valera, quien le dio el espaldarazo literario. Desde entonces Rubén Darío fue reconocido como el padre del movimiento literario llamado Modernismo y como Príncipe de las letras castellanas.

Y para finalizar, aunque Darío apenas comenzaba su carrera literaria, sus poemas demostraban la erudición tanto en la poesía, como en la lengua castellana. Sin embargo, Rubén empezó a conocerse a nivel internacional con su libro Azul escrito en 1888, en Chile. Pero fue don Juan Valera, quien en una carta  elogiaba la calidad de la obra de nuestro poeta. A partir de Azul las obras de Darío circularon por el mundo literario, especialmente en Chile, Argentina y España. Queda aquí expresado mi tributo lingüístico a nuestro ilustre poeta Rubén Darío, por el poema de su adolescencia: “La poesía castellana”.