domingo, 24 de octubre de 2021

 

JOSÉ Y LOS ISMAELITAS

Génesis 30:22–24; 37:3; Gén 39:7–12; Gén 41; 45:4–15; 49:22–26).; 1ro Crón. 5:1–2

Amadeo Albuquerque Lara

José es hijo de Jacob y Raquel, descendiente de la línea genealógica de Abraham y Sara; mientras que Ismael es hijo de Abraham y Agar, sierva de Sara. José nació en casa de Labán, padre de su madre, Raquel, la esposa que Jacob amaba. Jacob con Raquel tuvo dos hijos: José y Benjamín. Aunque hijos de un mismo padre, hubo rivalidad entre los descendientes de Abraham y Sara y los descendientes de Abraham y Agar.

La discordia comienza por quién es realmente el legítimo primogénito; puesto que Ismael nació primero en el matrimonio de Abram y Sarai, trece años antes del nacimiento de Isaac, cuando Abram tenía 86 años de edad (ambos con esos nombres todavía); y además, la misma Sarai pidió a su marido Abram que tomara a su sierva egipcia Agar para que le pariera hijo. Este conflicto perdura hasta hoy entre israelíes y árabes. Pero hoy día, el pleito no es solamente por la primogenitura, sino por la ocupación de territorios.

No obstante, mi estudio se centra en José, los ismaelitas y Egipto. José por ser hijo de Raquel, era el preferido de su padre Jacob; por eso, sus hermanos, que no eran de padre y madre, lo odiaban y procuraban su muerte; pues sólo José y Benjamín eran hermanos de padre y madre. Pero Dios tenía otro plan para José y para su familia, sin distingo de esposas o concubinas.

Por otro lado, los ismaelitas eran descendientes de Ismael, hijo del patriarca Abraham y su criada egipcia Agar. Pero Dios no distingue entre amigos o enemigos en el cumplimiento de su plan. Esta historia es un poco rara, desde el punto de vista humano; porque el actuar de Abraham y Sara es en apariencia una injusticia, según la óptica humana. Como Sarai era estéril, le dijo a su marido Abram que tomara a Agar, su criada para que ésta concibiera al heredero de la promesa, según planes del matrimonio. De esta unión nació Ismael, padre de los ismaelitas o árabes. Pero según el plan de Dios, Ismael no sería el heredero de la promesa, sino Isaac, que nacería posteriormente de la estéril Sarai. Sin embargo, desde el embarazo de Agar hubo celos entre Sarai y Agar; y posteriormente, entre Ismael e Isaac. De manera que echaron de la familia a Agar y a su hijo, la cual sufrió vicisitudes en el desierto, con su hijo Ismael.

Luego, cuando Abram tenía la edad de 99 años, Dios se le apareció y le confirmó la promesa de que sería padre de muchedumbres, le confirmó la posesión de la tierra de Canaán, le cambió el nombre de Abram a Abraham y a su mujer Sarai a Sara y además, Dios lo instruyó para que tanto él como todo el que naciera en su casa fueran circuncidados, a los ocho días de nacido. La circuncisión sería para todo varón entre ellos por todas las generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero; y además, a cualquier extranjero, que no fuera del linaje de Abraham (Gén 17:10-14).

 Abraham tenía 99 años, cuando se circuncidó junto con su hijo Ismael de trece. De aquí en adelante, todo varón israelita debía ser circuncidado (Gén 17:5- 27).

Tanto Isaac como Ismael serían herederos de la promesa de ser padres de muchedumbres, según Génesis 17:19-21, porque Ismael fue padre de doce príncipes, forjadores de tribus nómadas, del desierto de Parán, mientras que Isaac sería el heredero de la promesa que Dios le había hecho al patriarca Abraham de darle la tierra prometida. Por tanto, el hogar de Ismael fue el desierto de Parán, al sur del mar mediterráneo y al oeste del reino de Edom (Génesis 21). Pero también, Dios les dio tierras a los hijos de Esaú, el monte Seir; posteriormente, el reino de Edom. A los hijos de Lot les dio las tierras de Moab y Amón. Todos en posesión muchos años antes que Israel conquistara la tierra de Canaán.

Por cosas del destino, diríamos los humanos, pero no. Según el plan de Dios, los ismaelitas sirvieron para el cumplimiento del plan divino. Como los ismaelitas eran comerciantes que viajaban en caravana para Egipto, compraron a José, por iniciativa de Judá, hermano mayor de José, con la intención de salvarlo de la muerte que planeaban sus hermanos. (Génesis 37:25-28).

Según el plan de Judá, los ismaelitas compran a José y viajan con él para Egipto. Al llegar a Egipto, los ismaelitas ofrecen a José en venta a Potifar, jefe de la guardia de Faraón. Potifar compra a José y lo nombra mayordomo de la servidumbre de su casa. Pero la esposa de Potifar se enamora de José y le propone que se convierta en su amante. Sin embargo, al rechazarla José, ella se siente culpable y teme ser delatada por José, ante Potifar. Por tanto, ella se adelanta a delatarlo injustamente, ante su marido Potifar.

Aunque parezca raro, estas escenas estaban dentro del plan de Dios, porque Potifar encierra en la cárcel a José y allí José se da a conocer como el intérprete de sueños ante el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos de Faraón, quienes compartían prisión con José. De manera que esta plataforma le sirve a José para interpretar los sueños del mismo Faraón.

En su sueño, Faraón ve subir del río siete vacas gordas y hermosas; pero luego ve subir del río también siete vacas flacas y feas; pero estas flacas devoraban a las siete vacas gordas. Luego, Faraón tiene un segundo sueño de siete espigas llenas y hermosas que eran devoradas por siete espigas vanas, abatidas por el viento (Génesis 41).

Aunque Faraón llamó a sus sabios y magos para que le interpretaran los sueños, ninguno los supo interpretar. Era el plan de Dios destacar a José ante el mismo Faraón, para convertirlo en el segundo después de Faraón. Entonces, el copero recuerda que estando él y el jefe de los panaderos en prisión, un joven hebreo que estaba también en la prisión, les interpretó a cada uno su sueño, lo cual se cumplió en cada uno de ellos. Al escuchar esta historia, Faraón manda a llamar a José y éste le dice que Dios le ha manifestado a Faraón lo que va a suceder. De manera que José le explica a Faraón que los dos sueños son uno solo, y luego le interpreta el significado. Le anuncia que van a haber siete años de abundancia y luego, siete años de escasez, como nunca la ha habido en tierra de Egipto. Por tal razón, le aconseja que busque a un varón prudente y sabio; y que además, nombre gobernadores por todo Egipto, para que durante los años de abundancia, se llenen los graneros de Egipto, para suplir los años de escasez. Entonces

 “dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios?” (Gén 41:38).

En esta historia observamos que Dios tenía un plan para José y para que Faraón reconociera a Yavé como el Dios cuyo espíritu estaba en José. También era el plan de Dios para que sus hermanos se rindieran ante José y que lamentaran la maldad de ellos en contra de su hermano; pero en especial, para el beneficio de su pueblo.

El plan de Dios había comenzado varios años antes, cuando José era pequeño, en casa de su padre Israel. Primeramente, José tiene sueños que le cuenta a sus hermanos y a su padre. El primer sueño de los manojos que se inclinan a él, tiene que ver con su supremacía sobre sus hermanos; pero el segundo sueño es más intimidante, pues tiene que ver con su superioridad no sólo ante sus hermanos, sino ante su padre y su madre.

Todo esto resulta en malestar entre sus hermanos. Además, la preferencia de Israel, por su hijo José, acentúa más el odio de sus hermanos. El odio de los hermanos de José, los hace que preparen el plan para matarlo (Gén 37:18-36; pero Dios hace que Rubén tome la iniciativa para no matarlo, sino solamente echarlo en el pozo, con la intención de rescatarlo después y devolverlo a su padre. Sin embargo, Judá propone un mejor plan para no hacerle daño a su hermano, sino venderlo a los mercaderes ismaelitas. Al comprarlo los ismaelitas, viajan con él a Egipto y lo ofrecen en venta a Potifar. Pero la lujuria de la mujer de Potifar y su falsa acusación, lo envían a prisión. Los compañeros de prisión, los coperos y panaderos lo destacan como intérprete de sueños, para interpretar los sueños de Faraón. La interpretación de los sueños de Faraón, lo catapultan como el segundo después de él, para la ejecución del plan de Dios. Luego, la escasez de víveres por toda la tierra de Israel, hace que sus hermanos vayan en busca de trigo a Egipto. En Egipto los recibe su hermano José, aunque ellos no lo reconocen; pero en vez de vengarse de ellos, les enseña la lección de que se arrepientan por el odio con que ellos lo trataron. Pero además, su alto puesto en Egipto, descubrió la mentira con la cual engañaron a su padre Israel. También, la historia demuestra que José poseía una actitud de perdón hacia sus hermanos; pero antes, les enseñó la lección de que el engaño tiene consecuencias.

CONCLUSIÓN

En esta historia hay algunas lecciones que aprender. Primero, Israel dio a conocer su predilección por José, lo cual despertó el odio de sus demás hermanos. Al vestirlo con colores especiales, acentuó más la desigualdad entre los hermanos. Además, José y Benjamín eran medio hermanos de los demás hijos de Israel, porque lo eran de diferentes mujeres.

Por otro lado, en el cumplimiento de su plan, Dios cambia las malas intenciones de los humanos. Por el odio de sus hermanos, José fue vendido como esclavo en Egipto; pero Egipto era el lugar en donde José surgiría como segundo en el mando después de Faraón. José en el pozo hubiera sido sólo un cadáver; José como esclavo de Potifar, seguiría siendo esclavo, sin la acusación de la mujer de Potifar. Pero José en la prisión de Potifar hubiera sido sólo un prisionero, sin los sueños del copero y del panadero. Además, José hubiera quedado para siempre en la cárcel, si Faraón no hubiera tenido los dos sueños; y si el copero y el panadero no lo hubieran recomendado.

En consecuencia, fue el plan de Dios que fueran sucediendo todas estas escenas, para que José se convirtiera en el instrumento de Dios para rescatar de la hambruna a su familia y, además, para que se establecieran en Egipto con  distinciones de Faraónpor causa de José.

Todas estas etapas en la vida de José, nos debe hacer reflexionar que no debemos rasgar nuestros vestidos con la primera experiencia desagradable que tengamos, sino pedir la dirección de Dios y estar dispuestos a ser el barro que Dios vaya moldeando, hasta llegar al cumplimiento de su divina voluntad. Naamán, el sirio, no hubiera sido limpio de su lepra si no hubiera cumplido el ciclo de sus siete zambullidas en las aguas turbias del río Jordán. De manera que Dios, en el cumplimiento de su plan, nos conduce a una serie de etapas que él espera que completemos. Por último, nuestra obediencia para el cumplimiento del plan de Dios, nos lleva a la victoria.

 

 

martes, 12 de octubre de 2021

 

LAS DOCE TRIBUS DE ISRAEL

Génesis 32:22-30, 35:9-11 y 22-26; Jueces 17-21, 1ro Crónicas 1-9; y Apocalipsis 7:5-8;

Amadeo Albuquerque Lara

Al revisar la lista de las doce tribus de Israel, noto que hay diferencias entre la lista del primer libro de las Crónicas y la del capítulo siete de Apocalipsis; y aun en los capítulos 17 al 21 del libro de Josué. En estas listas hay nombres omitidos y nombres añadidos de las doce tribus. Por tanto, en este estudio me propongo descubrir las razones de estas diferencias. Es interesante darse cuenta que también hay diferencias entre el Israel terrenal y el Israel espiritual, en cuanto al contenido de estas listas del Antiguo Testamento, y la lista de Apocalipsis.

En mi estudio anterior, titulado “Las varas mondadas de Jacob”, mencionaba en la Conclusión que Dios escogió a Jacob ya con nombre de Israel cambiado por el Ángel con quien luchó en Peniel (Génesis 32:22-30;), para ser el fundador del pueblo del Israel terrenal y político; y que las familias de sus doce hijos serían los fundadores de las doce tribus tanto del Israel terrenal, como del Israel espiritual del cual habla el autor del libro de Apocalipsis. También me propongo demostrar que un estudioso de la Biblia, en vez de encontrar contradicciones, debe encontrar razones de esas diferencias.

En cuanto a las representaciones terrenales y espirituales, intuyo que quizás esa sea la razón de las dos apariciones de Dios a Jacob. En la primera aparición Jacob, con ese nombre, lucha con un varón o ángel de Dios y le cambia el nombre de Jacob a Israel (Gén 32:22-30). En la segunda aparición, Dios mismo le aparece en persona en Betel para confirmarle el cambio del nombre por el ángel (¿el Israel terrenal?) y, además, para confirmarle la promesa hecha a Abram y a Isaac, que a su descendencia le daría la tierra prometida (Gén 35:9-15). ¿Un Israel espiritual que perpetraría la fe en un Dios que no cambia?

De los doce hijos que Jacob engendró de cuatro diferentes mujeres: de las dos esposas, Lea y Raquel y de las dos siervas, once nacieron en Padan- Aram, en casa de su suegro y tío Labán; y Benjamín nació en el camino de Betel yendo para Belén, en tierra de Judá. Bilha, sierva de Raquel, tuvo a Dan y Neftalí; y de Zilpa, sierva de Lea, tuvo a Gad y Aser.

De su esposa Lea tuvo a Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón y a Dina. Y de su esposa favorita, Raquel, tuvo a José, el último en casa de Labán. Y Benjamín fue el último de Raquel., porque ella murió en las labores del parto (Gén 35:16-19). Ahora bien, de estos doce hijos varones, diez fueron los fundadores de las doce tribus de Israel; porque la casa de José fue representada por sus dos hijos: Manasés y Efraín, por decisión de Israel, cuando ya estaba muy enfermo (Gén 48:1-4). Y la casa de Leví fue una familia sacerdotal, sin derecho a tierras, como las demás tribus; aunque posteriormente, pidieron ciudades de las demás tribus. Por tanto, diez hijos de Israel y dos nietos conforman las doce tribus de Israel.

Al principio de este estudio he afirmado que he notado las diferencias de nombres de las doce tribus de Israel en el libro 1ro de Crónicas 1-9 y en Apocalipsis capítulo 7. Por tal razón, me he propuesto encontrar una respuesta. Por ejemplo, en la lista de las doce tribus del Israel espiritual, en relación con los 144 mil sellados, que se encuentra en el capítulo 7 de Apocalipsis, se menciona la tribu de Leví; pero no se mencionan las tribus de Dan y Efraín, porque fueron calificadas como idólatras; y perdieron su derecho en el Israel espiritual.

Hay que notar que Moisés repartió tierras en Galaad, al este del Jordán a la media tribu de Manasés, Rubén y Gad, porque ellos poseían abundancia de ganado y esa tierra era fértil y de buenos pastos, incluyendo los pastizales del Valle de Basán, al norte. Sin embargo, Moisés les puso la condición de que debían luchar en la guerra de conquista de Canaán, junto con sus demás hermanos (Números 32, Deuteronomio 3:10-20). Al sur, también quedó la tribu de Judá; pero Josué incluyó en este territorio extenso, la tribu de Simeón. Pero quedaban siete tribus sin asignarles tierras (Josué 18:2). Por tanto, Josué ordena que tres hombres de cada una de esas siete tribus recorran el territorio, para él darles su territorio, por suertes. Estas asignaciones se dieron después de estar establecidos en Canaán.

La casa de Leví fue separada para ser una familia sacerdotal. El sacerdocio de Jehová era la heredad de ellos. Por eso, en vez de tierras y ejidos, les asignaron ciudades de cada una de las doce tribus que sí tenían territorios y ejidos para sus ganados (1ro Crón 6:64; Josué 18:7).

Por otro lado, en 1ro Crónicas 1-9, no se menciona a la tribu de Dan, por su idolatría y apostasía; pero sí se menciona en la repartición de tierras, en Josué capítulo 19 y Jueces 18; pero su territorio había quedado incompleto. Por tanto, ellos buscaron un lugar fácil de conquistar y ese lugar fue en el Monte de Efraín. En el libro de Jueces capítulo 18 se encuentra la razón de su idolatría. Los hijos de Dan enviaron a cinco representantes, hombres guerreros, en busca de un territorio fácil de conquistar. Cuando llegan al Monte de Efraín, se proponen reconocer la tierra de Lais, la cual consideran sin protección militar, ni pueblo cercano que la defienda. Por eso, la escogen para poseerla para completar su territorio tribal.

Estos cinco espías llegan a la casa de Micaía o Miqueas, bisnieto del rey Saúl, en el Monte de Efraín; pero estos espías estando en la casa de Micaía ven que allí hay una imagen de talla y otra de fundición, que había dado a fabricar la madre de Micaía, para hacer de la casa un centro de adoración idolátrica. Además, dio a hacer un efod, así como terafines o ídolos familiares.

Cuando los cinco espías regresan a Zora y Estaol, de donde los habían enviado, ellos cuentan que Lais es fácil de conquistar. Entonces emprenden el viaje con 600 hombres valientes armados. Pero, después de derrotar y destruir con fuego a Lais, llegan de nuevo a la casa de Micaía con la intención de robar los ídolos. Pero, además del robo de los ídolos y el efod, los cinco espías, más 600 hombres armados de espadas, convencen y se llevan al sacerdote levita que administraba estos ídolos de la familia de Micaía. Se los llevan consigo para hacerlos sus propios dioses, y al levita lo nombran su sacerdote, en provocación contra el Dios de su padre Israel (Jueces capítulo 18).

Entonces, esta tribu de Dan pierde su lugar en la genealogía de Crónicas y en el libro de Apocalipsis, debido a este acto idolátrico y de apostasía. Pero con la derrota de Lais, ellos le dan el nombre de Dan y queda constituida como tribu entre las otras once, colindante con la media tribu occidental de Manasés, el mar mediterráneo al oeste, los filisteos, Judá y Simeón, al sur, y la tribu de Efraín al este. Hay que notar que Josué introdujo la tribu de Simeón en territorio de Judá, por considerar que era inmenso.

Ya he mencionado que Moisés repartió las tierras al este del Jordán y al sur. Por tanto, Josué repartió las tierras al oeste del Jordán, comenzando de sur a norte; pero la tribu de Dan, queda en el centro del territorio, cuyos límites los describo en el párrafo anterior.

Por otro lado, aunque Apocalipsis 7 incluye a la tribu de Leví, en la lista de tribus, hemos visto que fue nombrada familia de sacerdotes, encargados de ministrar al pueblo de Israel; por lo tanto, no tuvieron derecho a tierras ni ejidos. En consecuencia, José fue sustituido por sus dos hijos: Manasés y Efraín; y Leví por ser una familia sacerdotal, no recibió tierras ni ejidos. Dan, aun con su idolatría, ocupó un lugar en la repartición, en el Israel terrenal, pero no tuvo lugar en el Israel espiritual. Entonces, según el mapa de las doce tribus de Israel, son: de norte a sur, Aser, Neftalí, Zabulón, Isacar, las dos medias tribus de Manasés, Dan, Efraín, Benjamín, Gad, Rubén, Judá y Simeón; pero les quedaron de enemigos los amalecitas. Al final, Manasés fue, en primer lugar, el más favorecido en cuanto a extensión de tierra, porque le quedaron posesiones al este y al oeste del río Jordán; y en segundo lugar, Judá al sur. Zabulón, Isacar y Benjamín fueron los de menor territorio. Sin embargo, en el Israel espiritual de Apocalipsis se menciona la tribu de José; pero no se menciona la tribu de Efraín. La razón está en el libro del profeta Oseas 11:2-3, 12; 12:1, 14.

“Efraín ha provocado a Dios con amarguras; por tanto, hará recaer sobre él la sangre que ha derramado, y su Señor le pagará su oprobio” (Oseas 12:14).

Como se ve, la lista de tribus en el capítulo 7 de Apocalipsis se ajusta al último discurso de Moisés, por el cual les repite la ley dada en el Sinaí y los amonesta a que sean fieles al pacto con Dios y que observen sus mandamientos. Por tanto, Dan y Efraín quedan fuera de la lista del capítulo 7 de Apocalipsis, según el Israel espiritual.

Sin embargo, para entender el derecho del establecimiento de las doce tribus en Canaán, debemos recordar el llamado a Abraham, por ser el patriarca fundador del pueblo de Israel, llamado también hebreo, en honor a Heber. Abram sale de Ur de los Caldeos con su padre Taré y su sobrino Lot siguiendo el mandato de Dios de salir de su tierra y de su parentela, una familia idólatra, y se fuera a la tierra de Canaán, la cual se la daría por posesión a él y a su parentela: Israel, y a las familias de sus doce hijos.

Taré o Teraj, sale de Ur de los caldeos, en Mesopotamia; pero muere en Harán o Arán, a la edad de 205 años (Gén 11:24-32). Abraham y Lot siguen su camino hacia la tierra de Canaán y llegan hasta el sur, la que sería Judá, de donde vendría el Mesías.

La genealogía de Abraham comienza con Isaac, y Jacob, quien se convierte en Israel, el fundador del pueblo llamado en su nombre (1ro Crón 2:1-2). Israel y su familia se establecen en Canaán, la Tierra Prometida, pero no sin antes haber luchado contra Sehón, rey de los amorreos y con Og, rey de Basán, tierra de gigantes; así como con otros pueblos cananeos (Números 21:21-35).

Según historiadores y arqueólogos reconocidos, el establecimiento del pueblo de Israel en Canaán lo registran en el siglo XIII a. C, el año 1,220. Esta fecha la han consensuado los historiadores Michael Benner y Gabrielle Sed-Rajna; así como el Rabino e historiador Jesy Eisenberg. También apoya esta fecha la arqueóloga Sarah Rochav. De manera que la narración bíblica acerca de la conquista de Canaán por el pueblo de Israel, no es un mito, como creen algunos; sino que ha sido constatada, consensuada y ubicada por la historia y la arqueología. Es la Biblia apoyada por la historia y la arqueología.

CONCLUSIÓN

La historia que hemos escudriñado en este breve escrito, comenzó con una promesa hecha a una persona de fe llamada Abram que vivía en una tierra idólatra, con un padre adorador y vendedor de ídolos. Por eso, Taré no llega con Abraham y Lot a la Tierra Prometida, porque muere en Arán.

Por tanto, Dios escogió no al idólatra, sino a su hijo Abram cuyo nombre fue cambiado por Abraham, para ser el padre de multitudes, fundador del pueblo del Israel terrenal, y espiritual; o pueblo hebreo, como se conoce también; y fue además, padre de doce hijos, de los cuales, diez de ellos y sus dos nietos son los fundadores de las doce tribus de Israel.

Estas doce tribus fueron constituidas como el reino de Israel, durante el período monárquico de David y Salomón. Pero dividido en diez tribus del norte y dos del sur, por las pésimas decisiones y conductas idolátricas y de uniones con mujeres paganas de sus reyes posteriores a Salomón, los cuales igualaron al Israel terrenal, con los pueblos vecinos que tenían reyes.

Lastimosamente, de una persona que vivía en una ciudad idólatra, Dios la sacó de allí para fundar un pueblo monoteísta, santo y fiel a su Dios y guardador del Pacto. Sin embargo, la decisión de tener reyes y dioses, como los pueblos vecinos, condujo al pueblo de la santidad, a cometer actos de idolatría, de desobediencia y de provocación. Estos actos idolátricos llevaron a este pueblo a los cautiverios y a la desmoralización de su religión, de su concepto monoteísta, y a la destrucción dos veces de sus mismos templos. La decisión del pueblo de Israel de tener reyes, y otros dioses como sus pueblos vecinos, lo igualó a los pueblos que Dios ordenó que destruyeran.

Por tanto, queda muy claro que Dios, conocido como Yavé o YHWH o Elohim por el pueblo de Israel, es un Dios celoso que castiga a quienes lo sustituyen por dioses de piedra, de plata o de oro; de talla o de fundición. “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. 3 No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:2-3).