lunes, 27 de diciembre de 2021

 

LAS FUENTES CONFIABLES DE LOS CUATRO EVANGELIOS

La multitud de testigos oculares

Amadeo Albuquerque Lara

Los cuatro evangelios canónicos fueron escritos entre los años 50 y 90 d.C. y de los autores, sólo Mateo, el recolector de impuestos, y Juan, hijo de Zebedeo, el empresario de la pesca, fueron del grupo de los doce apóstoles. Juan Marcos fue un joven perteneciente a una familia adinerada que probablemente era dueña de la casa en donde participaron de la última cena, y del aposento alto, el día de Pentecostés. Juan Marcos acompañó a Bernabé y al apóstol Pablo en sus viajes, y estuvo presente en el juicio de Jesús. Además, el apóstol Pedro lo considera su hijo en la fe (1ª Pedro 5:13) Lucas fue un médico de gran preparación académica y con excelente dominio del griego clásico; y además, fue compañero de viajes del apóstol Pablo. Lucas era un gentil que escribió a los gentiles, por medio de un gentil culto de nombre Teófilo, a quien le escribe en griego clásico, y que, además, se dirige a él con el título honorífico de “Excelentísimo”. Esto supone que Teófilo era un personaje importante dentro del mundo griego, y quien, además, ya tenía formación cristiana.  Estos tres evangelios reciben el nombre de sinópticos, porque los tres concuerdan en los hechos y ministerio de Jesús, de manera clara y resumida.

Juan fue de los primeros apóstoles que Jesús escogió, y perteneció al círculo íntimo de Jesús, junto con Santiago y Pedro; pero de Juan se dice: “Y uno de sus discípulos, a quien Jesús amaba, estaba reclinado en el pecho de Jesús” (Juan 13:23).

El evangelio de Juan aporta varios aspectos de la vida de Jesús que no registran los tres sinópticos; y además, se concentra más en la divinidad de Jesús, desde el inicio de su evangelio. Y su énfasis fue el ministerio de Jesús en Judea y Jerusalén, ciudades sureñas. En tanto que los otros tres, enfatizan en el ministerio de Jesús en Galilea y ciudades vecinas, al norte del territorio. Por lo tanto, el ministerio de Jesús está atestiguado tanto en el norte, como en el sur del territorio de Israel; desde Tiro y Sidón hasta Judea y Jerusalén; en donde Jesús fue crucificado y resucitado.

“Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mateo 9:35)

Algunos críticos cuestionan que por qué el cristianismo acepta sólo cuatro evangelios, cuando existen más de cincuenta evangelios considerados apócrifos, gnósticos o coptos. La respuesta es obvia; en primer lugar, los cuatro evangelios se basan en el testimonio de testigos oculares, además de ser, Mateo y Juan, parte del grupo de los Doce, y Juan Marcos fue testigo ocular incluyendo los acontecimientos en el juicio de Jesús, y como compañero de viajes de Bernabé y Pablo. En segundo lugar, los demás evangelios apócrifos se comenzaron a escribir hacia finales del primer siglo, cuando surgieron las enseñanzas de los gnósticos, Marción de Sinope, y otros herejes. Este período abarca hasta el siglo cuarto de la era cristiana, cuyos relatos se encuentran alejados de los hechos históricos; además, los evangelio apócrifos han sido rechazados por la Iglesia Ortodoxa, Comunión Anglicana, y las iglesias protestantes, por no considerarlos como escritura inspirada por el Espíritu Santo.

Sin embargo, según el testimonio de Lucas 1:1-4, en su tiempo ya se conocían muchos escritos intentando escribir los hechos y milagros y la vida de Jesús. Por tanto, ya circulaban varias versiones de los acontecimientos generados por Jesús y por el grupo de los doce apóstoles.

“Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, 2 tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, 3 me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, 4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido” (Lucas 1:1-4)

Por su preparación académica, Lucas se propone llenar ciertos requisitos para su escrito: 1) investigar con diligencia; 2) presentar el origen de los hechos; 3) escribirlos por orden, en una estructura cronológica; y 4) preocuparse para que se conozca bien la verdad de los hechos ciertísimos, narrados por él.

De los cuatro evangelios, los eruditos de la crítica textual concuerdan que Marcos escribió primero su evangelio, y que tanto Mateo como Lucas, aprovecharon información de Marcos, más cierta información de manuscritos que no incluye Marcos. Además, Marcos tiene como fuente de información el testimonio de Pedro, quien lo reconoce como hijo en la fe (1ª Pedro 5:13) más la tradición oral, pues los testigos oculares compartían con las iglesias, la vida, milagros y ministerio de Jesús, a los cuales se refiere el evangelista Lucas.

Por otro lado, Marcos escribe para los creyentes romanos, gentiles, no judíos. En tanto que Mateo escribe para los judíos; por eso, comienza su evangelio con la genealogía de Jesús para probar que es el Mesías descendiente del linaje de David. Mateo como autor, demuestra preparación profesional, pues su oficio anterior al de apóstol fue recaudador de impuestos del imperio romano. Sin duda tenía conocimientos contables, como para optar al oficio de recaudador de impuestos.

Por todas estas evidencias, los cuatro evangelios que componen la primera parte del Nuevo Testamento, reciben el reconocimiento de la Iglesia Ortodoxa, la Iglesia Católica, la Comunidad Anglicana, y las iglesias protestantes y evangélicas.

Ahora echemos un vistazo a la proliferación de escritos apócrifos o psedoepigráficos, los cuales tuvieron inicio a partir de finales del primer siglo de nuestra era, y se siguieron produciendo hasta el siglo cuarto, y en el período intertestamentario: entre Malaquías y el Nuevo Testamento. Algunos de estos escritos imitan el estilo de los evangelios canónicos; otros, se atribuyen autoría de personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento, por lo que se conocen como pseudoepigráficos.

Según historiadores cristianos y críticos textuales, en los primeros siglos después de Cristo aparecieron en circulación algo más de cincuenta evangelios. Algunos eran de confesión gnóstica, copta, armenia, griega, egipcia, etc. Resulta difícil en este corto estudio citar el grupo de estos escritos; pero mencionaré algunos.

Evangelios al estilo de los canónicos

Evangelio de Tomás, Protoevangelio de Santiago, Evangelio de Marción, Evangelio de María Magdalena, Evangelio de Judas, Evangelio apócrifo de Juan, Evangelio de Valentín o Evangelio de la Verdad, Evangelio griego de los egipcios, Evangelio armenio de la infancia de Jesús, etc.

Evangelios de la Natividad

Protoevangelio de Santiago, Evangelio del pseudo-Mateo, Evangelio de la natividad de María, Extractos del Liber de infantia Salvatoris (cód. Arundel 404 del British Museum), y Evangelio Secreto de la Virgen María.

Evangelios de la Infancia

Evangelios de la infancia, de Tomás, Evangelio árabe de la infancia, Historia de José el carpintero, Evangelio armenio de la infancia, Liber de Infantia Salvatoris (ms. lat. 11867 de la Biblioteca Nacional de París), Evangelio de Pseudo Mateo y otros.

Evangelios de la Pasión y Resurrección

Evangelio de Pedro (fragm. de Akhmim), Evangelio de Nicodemo, también llamado Hechos de Pilatos (Acta Pilati) y Escritos complementarios, Evangelio de Bartolomé, Evangelio de Gamaliel, etc.

Evangelios asuncionistas

Libro de San Juan Evangelista (el Teólogo), Libro de Juan, arzobispo de Tesalónica, Narración del Pseudo José de Arimatea.

Otros evangelios con otros temas

Evangelio secreto de Marcos, Evangelio cátaro del pseudo-Juan, Evangelio de Bernabé, Evangelio de Taciano, Evangelio de los nazarenos, Evangelio de Ammonio, Evangelio de la Venganza del Salvador, Evangelio de la muerte de Pilato, Evangelio apócrifo de Galilea, y las listas siguen.

Estas listas no agotan los nombres de los evangelios y otros escritos apócrifos y pseudoepigráficos; pero basta para demostrar cuán abundantes fueron los escritos en los primeros siglos del cristianismo; y cuán difícil fue para los primeros cristianos seleccionar el Canon del Nuevo Testamento. Sin embargo, los cuatro evangelios de nuestro Nuevo Testamento, son suficiente fuente de doctrina y principios cristianos para reconocer la autenticidad, e historicidad del relato de la vida, ministerio y milagros de nuestro Señor Jesús.

Sin embargo, algunas ramas del cristianismo han adoptado hechos y nombres de esos escritos apócrifos, como la Iglesia Católica y algunas iglesias protestantes, las cuales les dan crédito también. Por eso, citaré un fragmento documentado por Wikipedia.

“Entre las tradiciones conservadas únicamente en los apócrifos, se cuentan los nombres de los padres de María, (Joaquín y Ana), el episodio de la Presentación de la Virgen niña en el templo, el número y los nombres de los Reyes Magos (Melchor, Gaspar, Baltasar), y la presencia de un asno y un buey en el pesebre donde María dio a luz. Allí también se encuentran los nombres y las historias del Buen Ladrón (Dimas) y del Mal Ladrón (Gestas); la historia de Verónica (recogida inclusive en la devoción piadosa del Via Crucis, de tradición católica); el nombre de Longinos, el centurión que atravesó el costado de Jesús en la cruz; o la primera sugerencia explícita de la virginidad perpetua de María, que se encuentra en el Protoevangelio de Santiago. La fuerte presencia de esas tradiciones en la liturgia lleva con frecuencia a olvidar que ninguno de ellos ha sido incluido entre los Evangelios canónicos” (Wikipedia)

Para concluir, los cuatro evangelios canónicos se escriben por apóstoles y discípulos de Jesús, quienes fueron testigos presenciales; y que además, recibieron información de otros testigos oculares, quienes todavía estaban vivos al tiempo de escribirse los principales hechos y milagros efectuados por Jesús. Aunque sólo dos de los autores, de los cuatro evangelios, Mateo y Juan, pertenecieron al grupo de los Doce, Juan Marcos fue el joven que huyó desnudo, cuando se realizaba el juicio de Jesús. Y fue testigo ocular en el ministerio de Jesús, y compañero en los viajes de Bernabé y Pablo.

Lucas, aunque no perteneció al grupo de los Doce, fue compañero de viajes del apóstol Pablo, y escuchó el testimonio de los muchos testigos presenciales pertenecientes a las iglesias visitadas. Y como académico, utilizó las técnicas rigurosas de investigación desde el origen de los hechos, puso en orden esos acontecimientos, con la intención de presentar la verdad para la edificación de los gentiles griegos. Y por último, Juan fue discípulo amado, y único que murió de muerte natural, del grupo de los Doce, y sus escritos prueban el origen divino de Jesucristo, desde su nacimiento, hasta su resurrección y apariciones posteriores.

Por último, Juan finaliza su evangelio con estas palabras: “Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero. 25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén” (Juan 21:24-25). Los estudiosos de la Biblia creen que Juan murió de muerte natural hacia el año cien de nuestra era cristiana.

 


lunes, 20 de diciembre de 2021

 

DOCTRINAS Y PRÁCTICAS DE LA IGLESIA PRIMITIVA DE JERUSALÉN

Base Bíblica: Hechos de los apóstoles y epístolas de Pablo

Amadeo Albuquerque Lara

El libro de los Hechos de los apóstoles es la fuente bíblica de la historia de la iglesia primitiva de Jerusalén y algunas de las epístolas del apóstol Pablo. Por tal razón, debemos escudriñar las prácticas y doctrinas de este primer grupo de creyentes en Jesús, el Mesías de Israel. Aclaro que digo creyentes y no cristianos, porque fue en Antioquía, mucho tiempo después, en donde los primeros discípulos fueron llamados cristianos (Hechos 11:26). Se supone que ya había transcurrido bastante tiempo desde la venida del Espíritu Santo, el día de Pentecostés. Ya Pablo había visto la visión en el camino a Damasco, después de haber participado en la persecución de los discípulos de Jesús.

Ya Esteban había sido martirizado, pero los que habían sido esparcido después de su muerte, sólo evangelizaban a los judíos. Pero en Antioquía les hablaron del evangelio del Señor Jesús, también a los griegos; no obstante, esta noticia molestó grandemente a la Iglesia de Jerusalén. Por eso, enviaron a Bernabé a Antioquía. Bernabé constata la conversión de los hermanos de Antioquía, se regocija y exhorta a los creyentes a que permanezcan fieles al Señor. La razón era que Bernabé “era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo” (Hechos 11:24). Como consecuencia, una gran multitud fue agregada al Señor, en Antioquía.

“Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. 26 Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (Hechos 11:25).

Pero no solamente fueron llamados cristianos, sino que también el grupo de seguidores de Jesús se conocía como los del Camino; Hechos 19:9, 24: 14 “Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas” Hechos 24:14) Además de estos nombres, fueron conocidos como la secta de los nazarenos (Hechos 24:5). Notemos que la base bíblica para la evangelización a judíos y gentiles es la ley y los profetas, para probar la autoridad que tenía Jesús, como el Mesías prometido. El mismo Jesús citó la ley y los profetas a sus discípulos incrédulos, para probarles que él era el Mesías.

“Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? 27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”. (Lucas 24”25-27)

Sin embargo, por lo que hemos leído, no sólo existió la iglesia de Jerusalén, sino que por la predicación de los apóstoles y creyentes, se fueron organizando iglesias por toda el Asia Menor. a medida que los seguidores del Camino eran fustigados, debido a la cruenta persecución de parte de los líderes religiosos de la religión judía.

Pero volvamos a las prácticas del grupo de creyentes que formaban la Iglesia de Jerusalén. El criterio general que se tiene de las prácticas religiosas de estos primeros creyentes es que 1) eran unidos, 2) que practicaban mucho la oración en grupos, 3) que compartían el pan en las casas de los demás creyentes, 4) que vendían sus posesiones para el beneficio de los más necesitados; y 5) que eran muy entregados a compartir su fe por donde quiera que se desplazaban, al ser perseguidos por creer en el Jesús resucitado; y además, debido al espíritu de hermandad de estos seguidores de Jesús, “sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles” (Hechos 2:43-47). Todo esto era muy bueno, pero sus doctrinas todavía eran judías; por eso, no aceptaban a los gentiles.

De manera que todas estas prácticas las hemos tomado como base de una verdadera doctrina y fe evangélicas, con la creencia de que no hubo problemas doctrinales ni de comportamiento humano que requiriera una fuerte disciplina de parte de los apóstoles. Pero ya hemos visto que también las “columnas de la Iglesia” se plegaban a la ley de Moisés. Hacía falta un Pablo para que reprendiera hasta al mismo Pedro.

Por tanto, examinemos unos pequeños problemas que se suscitaron, respecto al repartimiento del pan, y a la venta de las posesiones. En cuanto al repartimiento del pan y la ayuda a los necesitados, hubo quejas de parte de los griegos.

En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquellos eran desatendidas en la distribución diaria (Hechos 6:1).

Recordemos que los creyentes griegos eran considerados gentiles e incircuncisos de parte de los hebreos judaizantes. Por tanto, ya se empieza a manifestar el descontento racial y religioso. Sin embargo, los apóstoles resuelven el problema, nombrando diáconos para que atiendan a los necesitados, sin distingo de etnias, a fin de que ellos, los apóstoles, se dedicaran a la predicación del evangelio. Por ende, debido a este conflicto se instituye el diaconado, como segunda autoridad, después de los apóstoles. Pero veamos los requisitos para el nombramiento de estos siete diáconos.

“Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. 4 Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra” (Hechos 6:3-4).

Mas, en cuanto a la venta de las posesiones para beneficio de los más necesitados, hubo un problema mayor. Un matrimonio formado por Ananías y Safira, venden sus posesiones, pero mienten a los apóstoles y “tientas al Espítu del Señor” al entregar sólo parte del dinero de la venta. Aquí se manifiesta el pecado de la mentira y la falsa piedad y honestidad. Sin embargo, este pecado no queda sin castigo. Ananías muere primero al afirmar que ha entregado completo el producto de la venta de sus posesiones; y posteriormente, también su esposa Safira, cae muerta como consecuencia de la misma mentira y falsa piedad de su difunto marido. Estos dos ejemplos, sirven como prototipo de los futuros comportamientos que se han dado dentro de las iglesias: quejas por la discriminación en los beneficios a los pobres; y la falta de honestidad en las dádivas a la iglesia (Hechos 5:1-11).

Preparación incompleta de parte de los dirigentes de la iglesia.

Cabe señalar que los dirigentes reconocidos como “columnas” en la Iglesia de Jerusalén son Santiago el Justo, Pedro y Juan. Pero observemos que los doce apóstoles fueron comisionados por el mismo Jesús para que además de predicar la cercanía del Reino de Dios, también sanaran enfermos, echaran fuera demonios y poder sobre los espíritus inmundos. Según el evangelio de Marcos 3:13-19, el Señor Jesús escoge a doce discípulos para que anden con él (estrategia del Reino de Dios, Marcos 1:14). Notemos que no puede haber predicación, ni poderes sobrenaturales, sin que antes haya intimidad con el Maestro.

En razón de esta intimidad, los envía con el poder sobre los demonios. El énfasis de la misión es en contra de los demonios, los espíritus inmundos, y sobre toda clase de enfermedades, que eran las plagas de la época; y también era la base para la aceptación de la predicación. De manera que estos poderes hacían que se despertara un gran “temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles” (Hechos 2:43). Sin embargo, según Mateo, la orden del Maestro es ir primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel; porque los instruye: “No vayáis por el camino de los gentiles, y no entréis en ninguna ciudad de los samaritanos” (Mateo 10:5). Por tanto, había una premura de predicar primeramente a los judíos. Por esa razón, la Iglesia de Jerusalén tiene una visión judaica, a favor de 1) la estricta observancia de la ley de Moisés, 2) de la circuncisión y 3) de no comer animales considerados por la ley de Moisés como inmundos.

Por tanto, estas tres bases doctrinales provenientes de la ley de Moisés, se convierten en una restricción en contra de los gentiles, especialmente, en contra de los griegos. El mismo apóstol Pedro se pliega a estas creencias, de manera que Pablo le reclama fuertemente, en la cara, porque no se comporta conforme a la verdad del evangelio. Pablo reprende a una de las “columnas” de la Iglesia de Jerusalén.

“Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?” (Gálatas 2:14).

Las exigencias de los judaizantes dentro de la Iglesia de Jerusalén fueron un obstáculo serio para la evangelización de los gentiles. Pero estos problemas surgen dentro de la iglesia organizada, porque el día de Pentecostés, la predicación del Jesús resucitado fue efectiva para judíos y gentiles, porque “el Señor añadía cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47). El Señor no sólo salva a judíos, sino a quienes habían de ser salvos. Muchas veces, los líderes de las iglesias modernas obstaculizan el trabajo de la evangelización, y la formación espiritual de los creyentes, en defensa de las tradiciones creadas por los hombres.

La doctrina de Pablo en cuanto a la ley de Moisés

Observemos que Santiago, Pedro y Juan, son las columnas de la Iglesia de Jerusalén, pero se dejan llevar por el judaísmo. Hasta el mismo Bernabé se hace a favor de los judaizantes; aunque más tarde en Antioquía, cambia su punto de vista doctrinal, en favor de los gentiles de Antioquía (Gálatas 2:11-21). En este pasaje, el apóstol Pablo expone la doctrina del evangelio que recibió cuando fue comisionado como apóstol a los gentiles. Su doctrina en cuanto a la ley de Moisés es clara, según la carta a los gálatas. La salvación es por la fe en Cristo y no conforme a los rudimentos de la ley mosaica.

La doctrina en cuanto a la circuncisión

Tito, siendo griego, y por tanto gentil, no fue obligado a circuncidarse; pero el escándalo por la exigencia de la circuncisión era tan fuerte, que tuvo que organizarse un concilio en la Iglesia de Jerusalén para tratar la doctrina de la ley de Moisés y la circuncisión (Gálatas 2:3-8 y Hechos 15:1-5)

“Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. 2 Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión”. (Hechos 15:1-2).

Esta postura de los que vinieron de Judea era una herejía muy clara, aunque las “columnas” de la Iglesia de Jerusalén no lo consideraron así en su momento. Más bien, le dieron tanta importancia, que convocaron a un concilio para tratar esta cuestión. Pues la no circuncisión, se oponía al cumplimiento de la ley de Moisés. En consecuencia, esta doctrina se constituía contra la fe y la gracia salvadora de Jesús; circuncisión versus gracia.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9)

Otra carta de Pablo que expone la verdadera doctrina evangélica, en cuanto a la salvación por gracia, no por la ley, ni tampoco por obras, se manifiesta en la carta a los Efesios.


 

La doctrina en cuanto a los animales inmundos

La tercera polémica que se desarrolla en la Iglesia de Jerusalén se relaciona también con la ley de Moisés. Se trata de no comer animales considerados inmundos. Para contrarrestar esta falsa doctrina, Pedro recibe una visión de un lienzo que baja del cielo con toda clase de animales inmundos; sin embargo, esta visión más bien tiene que ver con la aceptación de los gentiles por parte del apóstol Pedro, quien había recibido la misión de predicarle solamente a los de la circuncisión; es decir, a los judíos y no a los gentiles. Cornelio era gentil, y sin esta visión, Pedro no lo hubiera considerado digno de la fe evangélica (Hechos 10:9-16). Pedro se sincera ante Cornelio y los que lo acompañaban, y les dice:

“Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo” (Hechos 10:28)

Por sus palabras, Pedro expresa el horrible concepto que tiene de los gentiles: abominables, comunes e inmundos. Para Pedro, antes de esta visión, los gentiles son gente abominable, común e inmunda. Es decir, si el mismo apóstol Pedro tiene este concepto, ¿qué se podía esperar de los demás apóstoles y miembros de la Iglesia de Jerusalén? ¿Qué había pasado con la Gran Comisión de Mateo 28:19-20 y Marcos 16:15-18?

Por lo visto, la Iglesia de Jerusalén tenía serios problemas doctrinales en cuanto al cumplimiento de la Gran Comisión encomendada a los apóstoles por Jesús, antes de ascender al cielo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19, Marcos 16:15).

¿Se pueden imaginar a una iglesia fundada por los apóstoles de Jesús, que tuviera tantas doctrinas en contra del cumplimiento de la Gran Comisión dada a quienes se consideraban “columnas de la iglesia de Jerusalén”? Y esto que, según el libro de los Hechos, la fuente de la historia de los primeros creyentes,

“Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; 45 y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. 46 Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 47 alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo” (Hechos 2:44-47).

Además, hay que tomar en cuenta que estos creyentes habían recibido el Espíritu Santo y habían sido bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Lo que quiere decir que hacía falta un apóstol Pablo para que les enseñara la verdad del evangelio de Jesucristo. El comportamiento de los apóstoles demuestra que a pesar de los tres años que pasaron en la intimidad de Jesús, y de haber recibido poderes sobrenaturales, no lo habían conocido. Tomás dudó al verlo resucitado; también los demás discípulos creyeron que se habían robado el cuerpo de Jesús, igual criterio que los líderes religiosos, cuando aconsejaron que pusieran guardia a cuidar el sepulcro; y aun hablando con ellos, después de resucitado, no lo reconocían.

La lección que captamos de los comportamientos de los apóstoles y creyentes de la Iglesia de Jerusalén es que la institución humana apela y prioriza el poder de mando y la estructura administrativa, antes que al Poder del Espíritu Santo, y al mandato de Jesús, manifestado en la Biblia, como la Gran Comisión.