lunes, 20 de diciembre de 2021

 

DOCTRINAS Y PRÁCTICAS DE LA IGLESIA PRIMITIVA DE JERUSALÉN

Base Bíblica: Hechos de los apóstoles y epístolas de Pablo

Amadeo Albuquerque Lara

El libro de los Hechos de los apóstoles es la fuente bíblica de la historia de la iglesia primitiva de Jerusalén y algunas de las epístolas del apóstol Pablo. Por tal razón, debemos escudriñar las prácticas y doctrinas de este primer grupo de creyentes en Jesús, el Mesías de Israel. Aclaro que digo creyentes y no cristianos, porque fue en Antioquía, mucho tiempo después, en donde los primeros discípulos fueron llamados cristianos (Hechos 11:26). Se supone que ya había transcurrido bastante tiempo desde la venida del Espíritu Santo, el día de Pentecostés. Ya Pablo había visto la visión en el camino a Damasco, después de haber participado en la persecución de los discípulos de Jesús.

Ya Esteban había sido martirizado, pero los que habían sido esparcido después de su muerte, sólo evangelizaban a los judíos. Pero en Antioquía les hablaron del evangelio del Señor Jesús, también a los griegos; no obstante, esta noticia molestó grandemente a la Iglesia de Jerusalén. Por eso, enviaron a Bernabé a Antioquía. Bernabé constata la conversión de los hermanos de Antioquía, se regocija y exhorta a los creyentes a que permanezcan fieles al Señor. La razón era que Bernabé “era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo” (Hechos 11:24). Como consecuencia, una gran multitud fue agregada al Señor, en Antioquía.

“Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. 26 Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (Hechos 11:25).

Pero no solamente fueron llamados cristianos, sino que también el grupo de seguidores de Jesús se conocía como los del Camino; Hechos 19:9, 24: 14 “Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas” Hechos 24:14) Además de estos nombres, fueron conocidos como la secta de los nazarenos (Hechos 24:5). Notemos que la base bíblica para la evangelización a judíos y gentiles es la ley y los profetas, para probar la autoridad que tenía Jesús, como el Mesías prometido. El mismo Jesús citó la ley y los profetas a sus discípulos incrédulos, para probarles que él era el Mesías.

“Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? 27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”. (Lucas 24”25-27)

Sin embargo, por lo que hemos leído, no sólo existió la iglesia de Jerusalén, sino que por la predicación de los apóstoles y creyentes, se fueron organizando iglesias por toda el Asia Menor. a medida que los seguidores del Camino eran fustigados, debido a la cruenta persecución de parte de los líderes religiosos de la religión judía.

Pero volvamos a las prácticas del grupo de creyentes que formaban la Iglesia de Jerusalén. El criterio general que se tiene de las prácticas religiosas de estos primeros creyentes es que 1) eran unidos, 2) que practicaban mucho la oración en grupos, 3) que compartían el pan en las casas de los demás creyentes, 4) que vendían sus posesiones para el beneficio de los más necesitados; y 5) que eran muy entregados a compartir su fe por donde quiera que se desplazaban, al ser perseguidos por creer en el Jesús resucitado; y además, debido al espíritu de hermandad de estos seguidores de Jesús, “sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles” (Hechos 2:43-47). Todo esto era muy bueno, pero sus doctrinas todavía eran judías; por eso, no aceptaban a los gentiles.

De manera que todas estas prácticas las hemos tomado como base de una verdadera doctrina y fe evangélicas, con la creencia de que no hubo problemas doctrinales ni de comportamiento humano que requiriera una fuerte disciplina de parte de los apóstoles. Pero ya hemos visto que también las “columnas de la Iglesia” se plegaban a la ley de Moisés. Hacía falta un Pablo para que reprendiera hasta al mismo Pedro.

Por tanto, examinemos unos pequeños problemas que se suscitaron, respecto al repartimiento del pan, y a la venta de las posesiones. En cuanto al repartimiento del pan y la ayuda a los necesitados, hubo quejas de parte de los griegos.

En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquellos eran desatendidas en la distribución diaria (Hechos 6:1).

Recordemos que los creyentes griegos eran considerados gentiles e incircuncisos de parte de los hebreos judaizantes. Por tanto, ya se empieza a manifestar el descontento racial y religioso. Sin embargo, los apóstoles resuelven el problema, nombrando diáconos para que atiendan a los necesitados, sin distingo de etnias, a fin de que ellos, los apóstoles, se dedicaran a la predicación del evangelio. Por ende, debido a este conflicto se instituye el diaconado, como segunda autoridad, después de los apóstoles. Pero veamos los requisitos para el nombramiento de estos siete diáconos.

“Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. 4 Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra” (Hechos 6:3-4).

Mas, en cuanto a la venta de las posesiones para beneficio de los más necesitados, hubo un problema mayor. Un matrimonio formado por Ananías y Safira, venden sus posesiones, pero mienten a los apóstoles y “tientas al Espítu del Señor” al entregar sólo parte del dinero de la venta. Aquí se manifiesta el pecado de la mentira y la falsa piedad y honestidad. Sin embargo, este pecado no queda sin castigo. Ananías muere primero al afirmar que ha entregado completo el producto de la venta de sus posesiones; y posteriormente, también su esposa Safira, cae muerta como consecuencia de la misma mentira y falsa piedad de su difunto marido. Estos dos ejemplos, sirven como prototipo de los futuros comportamientos que se han dado dentro de las iglesias: quejas por la discriminación en los beneficios a los pobres; y la falta de honestidad en las dádivas a la iglesia (Hechos 5:1-11).

Preparación incompleta de parte de los dirigentes de la iglesia.

Cabe señalar que los dirigentes reconocidos como “columnas” en la Iglesia de Jerusalén son Santiago el Justo, Pedro y Juan. Pero observemos que los doce apóstoles fueron comisionados por el mismo Jesús para que además de predicar la cercanía del Reino de Dios, también sanaran enfermos, echaran fuera demonios y poder sobre los espíritus inmundos. Según el evangelio de Marcos 3:13-19, el Señor Jesús escoge a doce discípulos para que anden con él (estrategia del Reino de Dios, Marcos 1:14). Notemos que no puede haber predicación, ni poderes sobrenaturales, sin que antes haya intimidad con el Maestro.

En razón de esta intimidad, los envía con el poder sobre los demonios. El énfasis de la misión es en contra de los demonios, los espíritus inmundos, y sobre toda clase de enfermedades, que eran las plagas de la época; y también era la base para la aceptación de la predicación. De manera que estos poderes hacían que se despertara un gran “temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles” (Hechos 2:43). Sin embargo, según Mateo, la orden del Maestro es ir primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel; porque los instruye: “No vayáis por el camino de los gentiles, y no entréis en ninguna ciudad de los samaritanos” (Mateo 10:5). Por tanto, había una premura de predicar primeramente a los judíos. Por esa razón, la Iglesia de Jerusalén tiene una visión judaica, a favor de 1) la estricta observancia de la ley de Moisés, 2) de la circuncisión y 3) de no comer animales considerados por la ley de Moisés como inmundos.

Por tanto, estas tres bases doctrinales provenientes de la ley de Moisés, se convierten en una restricción en contra de los gentiles, especialmente, en contra de los griegos. El mismo apóstol Pedro se pliega a estas creencias, de manera que Pablo le reclama fuertemente, en la cara, porque no se comporta conforme a la verdad del evangelio. Pablo reprende a una de las “columnas” de la Iglesia de Jerusalén.

“Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?” (Gálatas 2:14).

Las exigencias de los judaizantes dentro de la Iglesia de Jerusalén fueron un obstáculo serio para la evangelización de los gentiles. Pero estos problemas surgen dentro de la iglesia organizada, porque el día de Pentecostés, la predicación del Jesús resucitado fue efectiva para judíos y gentiles, porque “el Señor añadía cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47). El Señor no sólo salva a judíos, sino a quienes habían de ser salvos. Muchas veces, los líderes de las iglesias modernas obstaculizan el trabajo de la evangelización, y la formación espiritual de los creyentes, en defensa de las tradiciones creadas por los hombres.

La doctrina de Pablo en cuanto a la ley de Moisés

Observemos que Santiago, Pedro y Juan, son las columnas de la Iglesia de Jerusalén, pero se dejan llevar por el judaísmo. Hasta el mismo Bernabé se hace a favor de los judaizantes; aunque más tarde en Antioquía, cambia su punto de vista doctrinal, en favor de los gentiles de Antioquía (Gálatas 2:11-21). En este pasaje, el apóstol Pablo expone la doctrina del evangelio que recibió cuando fue comisionado como apóstol a los gentiles. Su doctrina en cuanto a la ley de Moisés es clara, según la carta a los gálatas. La salvación es por la fe en Cristo y no conforme a los rudimentos de la ley mosaica.

La doctrina en cuanto a la circuncisión

Tito, siendo griego, y por tanto gentil, no fue obligado a circuncidarse; pero el escándalo por la exigencia de la circuncisión era tan fuerte, que tuvo que organizarse un concilio en la Iglesia de Jerusalén para tratar la doctrina de la ley de Moisés y la circuncisión (Gálatas 2:3-8 y Hechos 15:1-5)

“Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. 2 Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión”. (Hechos 15:1-2).

Esta postura de los que vinieron de Judea era una herejía muy clara, aunque las “columnas” de la Iglesia de Jerusalén no lo consideraron así en su momento. Más bien, le dieron tanta importancia, que convocaron a un concilio para tratar esta cuestión. Pues la no circuncisión, se oponía al cumplimiento de la ley de Moisés. En consecuencia, esta doctrina se constituía contra la fe y la gracia salvadora de Jesús; circuncisión versus gracia.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9)

Otra carta de Pablo que expone la verdadera doctrina evangélica, en cuanto a la salvación por gracia, no por la ley, ni tampoco por obras, se manifiesta en la carta a los Efesios.


 

La doctrina en cuanto a los animales inmundos

La tercera polémica que se desarrolla en la Iglesia de Jerusalén se relaciona también con la ley de Moisés. Se trata de no comer animales considerados inmundos. Para contrarrestar esta falsa doctrina, Pedro recibe una visión de un lienzo que baja del cielo con toda clase de animales inmundos; sin embargo, esta visión más bien tiene que ver con la aceptación de los gentiles por parte del apóstol Pedro, quien había recibido la misión de predicarle solamente a los de la circuncisión; es decir, a los judíos y no a los gentiles. Cornelio era gentil, y sin esta visión, Pedro no lo hubiera considerado digno de la fe evangélica (Hechos 10:9-16). Pedro se sincera ante Cornelio y los que lo acompañaban, y les dice:

“Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo” (Hechos 10:28)

Por sus palabras, Pedro expresa el horrible concepto que tiene de los gentiles: abominables, comunes e inmundos. Para Pedro, antes de esta visión, los gentiles son gente abominable, común e inmunda. Es decir, si el mismo apóstol Pedro tiene este concepto, ¿qué se podía esperar de los demás apóstoles y miembros de la Iglesia de Jerusalén? ¿Qué había pasado con la Gran Comisión de Mateo 28:19-20 y Marcos 16:15-18?

Por lo visto, la Iglesia de Jerusalén tenía serios problemas doctrinales en cuanto al cumplimiento de la Gran Comisión encomendada a los apóstoles por Jesús, antes de ascender al cielo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19, Marcos 16:15).

¿Se pueden imaginar a una iglesia fundada por los apóstoles de Jesús, que tuviera tantas doctrinas en contra del cumplimiento de la Gran Comisión dada a quienes se consideraban “columnas de la iglesia de Jerusalén”? Y esto que, según el libro de los Hechos, la fuente de la historia de los primeros creyentes,

“Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; 45 y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. 46 Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 47 alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo” (Hechos 2:44-47).

Además, hay que tomar en cuenta que estos creyentes habían recibido el Espíritu Santo y habían sido bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Lo que quiere decir que hacía falta un apóstol Pablo para que les enseñara la verdad del evangelio de Jesucristo. El comportamiento de los apóstoles demuestra que a pesar de los tres años que pasaron en la intimidad de Jesús, y de haber recibido poderes sobrenaturales, no lo habían conocido. Tomás dudó al verlo resucitado; también los demás discípulos creyeron que se habían robado el cuerpo de Jesús, igual criterio que los líderes religiosos, cuando aconsejaron que pusieran guardia a cuidar el sepulcro; y aun hablando con ellos, después de resucitado, no lo reconocían.

La lección que captamos de los comportamientos de los apóstoles y creyentes de la Iglesia de Jerusalén es que la institución humana apela y prioriza el poder de mando y la estructura administrativa, antes que al Poder del Espíritu Santo, y al mandato de Jesús, manifestado en la Biblia, como la Gran Comisión.

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