miércoles, 22 de mayo de 2019



UNA MADRE QUE SÍ DEJÓ HERENCIA
Amadeo Albuquerque Lara
Este estudio analítico de unas hipótesis acerca de las lenguas romances, se propone dar a conocer al lector la amplia bibliografía existente sobre el tema de las lenguas indoeuropeas, de la lengua latina en especial, y que el latín hablado, conocido como vulgar es la madre de las lenguas romances, En consecuencia, en el desarrollo de mi estudio, me referiré, a las posturas del fallecido Yves Cortez, así como de algunos escritores españoles, quienes proponen algunas raras hipótesis de que las lenguas romances no provienen de la lengua latina, que el euskera es la antigua lengua de Europa y que en la región vascuence apareció la humanidad.
Mi tesis es que las lenguas romances, románicas o neolatinas provienen del latín vulgar, que son un subgrupo de la rama itálica que proviene de la familia de lenguas indoeuropeas, y que el latín vulgar resultó de la caída del imperio romano de occidente (476 d.C.), cuando el latín clásico dejó de ser la lengua oficial del imperio y se transformó en lo que hoy conocemos como el latín vulgar. Como consecuencia, al constituirse en la lengua hablada, pero no escrita, se fue fraccionando en las diferentes regiones del sur de la península y por lo tanto, este fraccionamiento dio origen a diferentes dialectos que se fueron diferenciando uno del otro. Esto fue el origen de las lenguas romances, origen que pretenden desconocer los defensores de las hipótesis a las que he hecho referencia en el primer párrafo de este escrito.
Me ha llamado la atención que recientemente (1984-2009) han aparecido varias hipótesis sobre unos extraños orígenes de las lenguas romances y de las lenguas europeas, como la hipótesis de Jorge María Ribero-Meneses (Valladolid, 1945), quien sostiene que el euskera actual es el resultado de la evolución de la más antigua del mundo, de la cual provienen las restantes europeas, así como que los vascos son los habitantes más antiguos del continente europeo; otros autores dicen que las lenguas romances se originan del catalán, pero hay otros que dicen que provienen del íbero, como lo afirma la escritora Carme Jiménez Huertas (San Justo Desvern, España, 1958); pero el fallecido francés Yves Cortez (Filólogo de vocación, ¿?- 2009) defiende su hipótesis de que las lenguas romances se originan del italiano antiguo o proto-italiano, sin citar ningún texto de ese italiano, y por eso, Julio Hubard (1962), dice: resulta que las “Hijas más viejas que su madre”; ni tampoco los otros escritores críticos exponen textos de donde supuestamente vienen las lenguas romances.
También, a principios del siglo diecisiete, Don Francisco de Quevedo (1580 - 1645) afirmaba, en su libro España Defendida, (1609 y 1612). que la lengua de España tiene más afinidad con el hebreo, porque a diferencia del griego y el latín, no se declina:
“nuestra grammática, que es la propia hebrea en declinaziones de nombres i en conjugaziones de verbos, i por eso mas elegante que muchas”.
Y luego defiende que la lengua de España es anterior a la lengua latina:
“Llamo lengua propia despaña la que mesclaron con la suia los romanos, penos i moros; despues la propia de los españoles, de la qual pocas reliquias, sin rrazon despreziadas, apenas guarda la antiguedad, pues solas tenemos las que perdono el tiempo en algunos libros, i aun esas no sabemos si son çiertas” (p. 47, ff. 53r-54r). (Citado por Antonio Azaustre Galiana, en Bulletin Hispanique, 2012).
Por lo tanto, el español es más antiguo que el latín, según Quevedo, inclinado más a la alabanza de la lengua de España, como lo demuestra el título de su libro. Otro autor que afirma que el español es anterior al latín es Gregorio López Madera (1562), en su exaltación de las virtudes y cualidades de la monarquía española. Así que, los autores modernos aficionados a la filología clásica, no están solos en sus afirmaciones que las lenguas romances no vienen del latín y muchas otras teorías de la más diversa índole, pero con un marcado sesgo político, laudatorio, nacionalista o regionalista.
Por su parte, Carme Jiménez Huertas, afirma que el latín vulgar no existió. Además, dice que las lenguas romances provienen de una lengua madre con característica aglutinante; pero no la nombra. Posteriormente voy a demostrar que el latín vulgar sí existió, pues Jerónimo de Estridón, (siglo IV), tradujo la Biblia Vulgata Latina de las lenguas originales al latín vulgar. Además, Fray Luis de León fue acusado por la Santa Inquisición, por haber traducido al romance el libro bíblico, “El Cantar de los cantares” (1560 y 1561). Por lo tanto, existe la evidencia.
Además, Stephen Brown, traductor profesional por 40 años, ante la pregunta sobre el origen de las lenguas romances, el 7 de diciembre de 2017, contesta que las lenguas romances provienen del latín vulgar:
“Vulgar Latin, which was spoken but not written, came from Latin, which came from Latino-Faliscan, from Italic, from Proto-Indo-European”
(“El latín vulgar, el cual era hablado, pero no escrito, vino del Latín, el cual vino del Latino-Falisco, del italic, del Proto-Indo-Europeo”)
Luego, este traductor enumera la siguiente lista completa de lo que él considera como dialectos romances:
(Apulian, Aragonese, Aromanian, Asturian, Bolognese, Catalan, Northern Corsican, Southern Corsican, Emilian, Extremaduran, Franco-Provençal, French, Friulian, Galician, Gallurese, Italian, Judaeo-Spanish, Ladin, Leonese, Ligurian, Lombard, Magoua, Milanese, Mirandese, Mozarabic, Neapolitan, Norman, Occitan, Picard, Piedmontese, Portuguese, Romagnol, Romanian, Romansh, Southern Sardinian, Northern Sardinian, Sassarese, Sicilian, Spanish, Tuscan, Umbrian, Venetian, Walloon).
Por todo, él nombra 43 dialectos que más tarde se redujeron a un número menor de lenguas romances, y que se constituyeron en lenguas oficiales en sus respectivos países. Y a continuación explica que
“all came from dialects of Vulgar Latin (such as Ibero-Romance, Occitano-Romance, Gallo-Romance, Proto-Romanian, Proto-Italian)”.
(‘Todas vinieron de dialectos del Latín Vulgar (tales como el Íbero-romance, el occitano-romance, el galo-romance, el proto-románico y el proto-italiano”).


La Cámarabilbao, afirma lo siguiente:
“Entre los idiomas que agrupan las lenguas romances podemos encontrar las siguiente: en el grupo galorrománico están el francés y el arpitán, en el grupo italo-rumano están el rumano, italiano y el siciliano, en el grupo occitano-románico están el occitano el friulano y el catalán, en el grupo iberrománico están el navarroaragonés, el español, el asturleonés, el gallego y el portugués”. (Historia de las lenguas romances).
A continuación, la Cámarabilbao establece una corta cronología del latín vulgar:
“Entre el 200 A.C. y el 400 aproximadamente: diferentes formas del latín vulgar.
Entre el 500 y 600: estas formas comienzan a distinguirse entre sí.
A partir del 800: Se reconoce la existencia de las lenguas romances”.
Debemos suponer que de esta clasificación de lenguas romances, los filólogos citados en el primer párrafo de este artículo, y que la mayoría de ellos son filólogos de vocación), han tomado como base para formular su respectiva hipótesis sobre “el origen de las lenguas romances” o, como lo plantean ellos, “Las lenguas romances no provienen del latín”.
Pero en una revisión que hice del “Journal of Romance Studies”, desde los años 2001 al 2019, no encontré ningún artículo académico que se refiera a los postulados teóricos de los escritores Ribero-Meneses, de Yves Cortez ni de Carme Jiménez Huertas; pero sí encontré una afirmación acerca del lugar y época en que se hablaba romance y de los intercambios culturales, lo cual tiene el propósito de: “informar nuestro entendimiento de los intercambios culturales en las partes de la Europa medieval, en donde las lenguas romances se hablaban”. Además de afirmar lo anterior, los autores académicos Simon Gaunt y Julian Weiss, de la Universidad de Liverpool, advierten sobre las opiniones modernas acerca del ‘Mundo románico’
“significa que las ideas modernas acerca de lo que pudo haber constituido el ‘Mundo romance’ en el pasado con frecuencia son influidos por modernos intereses políticos, culturales e ideológicos”. (Cultural traffic in the medieval Romance world. Volume 4, Issue 3, 2004)
Y exactamente es lo que demuestran los críticos que suponen que las lenguas romances no vienen del latín. En sus argumentos hay sesgo político, nacionalista, laudatorio e ideológico muy significativo. Por eso, sus hipótesis no encajan en el campo académico, ni histórico, ni demuestran profundas raíces de investigación.
Por esta razón, a continuación, voy a citar a algunas autoridades de gobierno, así como a afamados filólogos españoles, políglotas, historiadores y paleógrafos, quienes afirman con claros ejemplos textuales que las lenguas romances provienen del latín vulgar.
Por ejemplo, el Ayuntamiento de Chozas (León, España) sostiene que en León aparecieron las primeras líneas del castellano, citando el documento, bautizado como 'Nodicia de Kesos' y fechado el 24 de enero del año 959. Afirma además, que un monje despensero del monasterio de San Justo y San Pastor, en La Rozuela, “garabateó” las primeras quince líneas de lo que sería el castellano o leonés.
Volviendo a los documentos de los siglos IX al XII, el Archivo Histórico Nacional, presenta el original del Cartulario de Valpuesta: “Cuando el latín vulgar se volvió castellano”, Editorial Siloé (siglo IX) en el cual constata que un monje copiaba, muy temeroso, el informe de bienes recibidos por el monasterio del arcedianato de Santa María de Valpuesta, en lo que hoy es el nordeste de la provincia de Burgos, pero copiaba las primeras palabras del castellano o romance. Es decir, son los monjes de estos monasterios citados los que primero plasman por escrito las primeras palabras o líneas de lo que sería el romance castellano, según han documentado filólogos, historiadores y paleógrafos, especialistas en documentos medievales; por lo tanto, el que las lenguas romances provienen del latín vulgar, no es “dogma”, como han querido desestimar los citados autores de hipótesis a partir de 1984.
Pero en la época del eminente doctor en filología hispánica, Ramón Menéndez Pidal, lo comúnmente documentado eran las Glosas Emilianenses y las Glosas Silenses, también producto de glosas de los monjes de los monasterios de San Millan de la Cogolla y de Santo Domingo de Silos, respectivamente. En todos estos casos, son los “scriptorium” (escritorios) de los monasterios los primeros en documentar los “balbuceos” del romance.
Yves Cortez, se supone, apoya la hipótesis del eminente filólogo Jorge María Ribero-Meneses, (Valladolid, 1945), expuesta en su libro, que el latín y demás lenguas europeas, y como consecuencia, las lenguas romances provienen del euskera, aunque no sin ocultar un sesgo nacionalista; porque según él, la humanidad tiene su origen en el norte de la Península Ibérica, la región vascuence. Pero no demuestra, aunque lo afirma en el título de su libro, que el castellano proviene del vasco, aunque se contradice al expresar que el castellano se originó en Castilla y León. De manera que las hipótesis de Ribero-Meneses e Yves Cortez afirman hechos diferentes: euskera como cuna de la humanidad, contra Italiano antiguo: hipótesis de Cortez.
Este filólogo, Ribero-Meneses, se presentó ante la UNESCO con documentos que según él, señalan la fecha del nacimiento del castellano.
“En octubre del año 2002 impugnó ante la UNESCO el itinerario del denominado «Camino de la Lengua Castellana» presentando como soporte científico ante este organismo internacional varios centenares de documentos altomedievales que demuestran que la lengua castellana no nació en el siglo XI en la Rioja sino en época muy anterior y en la región epónima del Castellano: Castilla. Sostiene también que el norte de la península ibérica fue cuna de la primera civilización y que su lengua -el euskera actual- es el resultado de la evolución de la más antigua del mundo, de la cual provienen las restantes europeas, así como que los vascos son los habitantes más antiguos del continente europeo”.
De tal manera que este autor desconoce la existencia del desaparecido proto-indoeuropeo, o proto-indogermano, los cuales han sido reconstruidos mediante el método comparativo, según las lenguas indoeuropeas descendientes, que lo sobrevivieron, por eminentes gramáticos comparatistas, quienes tomando el idioma sánscrito, realizaron comparaciones fonológicas y gramaticales con el griego y latín; y además, fueron fundadores de la gramática comparada y reconstructiva, entre ellos cito a los siguientes:
William Jones (1675-1749) célebre en particular por su redescubrimiento de la familia de las lenguas indoeuropeas; Franz Bopp (1791-1867), iniciador de la filología comparada y catedrático de sánscrito en 1821, Rasmus Kristian Rask (1781-1832), lingüista danés, pionero en la gramática comparada; Jacob Ludwig Karl Grimm (1785-1863), fundador de la gramática histórica. August Schieicher (1821-1868), autor de Compendio de gramática comparada de las lenguas indoeuropeas (1861-1862) y Friedrich Karl Brugmann (1849-1919), profesor de sánscrito y lingüística comparada
Entonces, la hipótesis de Ribero-Meneses de que el idioma vasco da origen a las lenguas europeas, queda fuera del contexto histórico; y que afirme que el latín como lengua europea proviene del euskera, sin realizar estudios comparativos y reconstructivos, se sitúa fuera del ámbito de la gramática histórica y comparada, y además ignorando una vasta bibliografía sobre el estudio de las lenguas indoeuropeas.
“Ribero Meneses muestra ’El verdadero origen de los vascos: la primera Humanidad’, en su libro que presentó en Donostia- San Sebastián en junio de 2007”. Sin embargo, Ribero-Meneses no afirma que las lenguas romances provienen del italiano antiguo, sino más bien que “el euskera actual es evolución de la más antigua del mundo”; es decir, que el euskera es la lengua original de Europa. Tampoco este autor afirma que el euskera haya sido una lengua hablada por autóctonos iletrados. Por supuesto, las lenguas como el latín vulgar eran habladas por gente de poca cultura, pero no por eso deben ser menospreciadas. Un articulista que cita la obra de Cortez, escribe:
“En 2007 el ingeniero-urbanista y lingüista Yves Cortez publicó este libro en que el autor plantea una tesis afín a la de Ribero-Meneses en cuanto a una lengua hablada por los autóctonos, iletrados en su mayoría, distinta del latín, que era la lengua de comunicación “culta”. (El blog “Instituto Lingüístico de Invierno”)
Me llama la atención que el ingeniero Cortez se base en una tesis afín a la de Ribero-Meneses, porque su hipótesis difiere en mucho; y segundo, él acepta la existencia de una lengua hablada por iletrados, distinta del latín “culto”. Es decir, la tesis de Cortez no demuestra que sea el resultado de un exhaustivo estudio comparativo y reconstructivo entre el latín vulgar y la evolución de las lenguas romances.
La hipótesis del francés Yves Cortez, plantea la posibilidad de que las lenguas romances no provienen del latín. Más bien, dice él, estas lenguas latinas provienen del italiano antiguo o paleo-italiano, pero en su escrito no presenta ningún texto de ese proto-italiano al que se refiere. Sin duda, Cortez observa que el idioma italiano permanece más cerca al latín. En cambio, en el idioma español existen innumerables documentos, como los citados de los monasterios y de los libros del filólogo de profesión y académico, Ramón Menéndez Pidal en los cuales se encuentran abundantes huellas de esa lengua madre: el latín vulgar, que Cortez y los otros prefiere ignorar.
En su pequeño libro de 12 capítulos, Cortez pretende demostrar que las lenguas romances no presentan huellas de la lengua latina, porque ésta tenía declinaciones, que no tenía preposiciones, que aquel tenía nombres y pronombres neutros y que la gramática era totalmente diferente. Cito textualmente lo que dice Cortez:
Sin embargo, si unas lenguas evolucionan a partir de otras, deberíamos poder encontrar las huellas de tal evolución. En otras palabras, las lenguas hijas deberían portar en sí mismas las huellas hereditarias de la madre”.
Me sorprende esta afirmación, pues según renombrados estudiosos de la lengua española, aseguran que el 70% del vocabulario español proviene del latín vulgar. Además, él ignora que las lenguas habladas por personas sin escolarización, sin saber leer ni escribir, evolucionan con mayor rapidez que las lenguas escritas. Por eso, el ingeniero Cortez duda de la pronta evolución que sufrieron las lenguas romances, incluyendo la lengua materna que él hablaba: el francés.
Plantear lo dicho por Cortez es querer ignorar la evolución de las lenguas al pasar de los años, no de milenios. Hay un sinnúmero de ejemplos en el vocabulario del castellano incipiente, y del español actual, que demuestran que el vocabulario, la sintaxis y otros rasgos morfológicos, fonéticos y semánticos, se encuentran presentes en las lenguas romances, como huellas del latín vulgar o “sermo rústico”. Por ejemplo, la palabra latina focum («fuego» en español) es fuoco en italiano estándar, foc en rumano y feu en francés. Así podría citar muchos ejemplos, en los cuales se observan las huellas del latín vulgar, no clásico.
La autoridad académica y filológica queda demostrada en su currículo y en varios de sus libros de don Ramón Menéndez Pidal:
“Filólogo e historiador español. Verdadero iniciador de la filología hispánica, creó una importante escuela de investigadores y críticos. Fue discípulo de Marcelino Menéndez Pelayo en la Universidad de Madrid, donde se doctoró en 1893. Miembro de la Real Academia desde 1902, presidió esta institución a partir de 1925”.
“Menéndez Pidal incorporó a los estudios lingüísticos y literarios de su país los métodos comparatistas e historicistas europeos, con lo que sentó las bases de la moderna filología hispánica y se convirtió en uno de los más prestigiosos romanistas de la época”.
Menéndez Pidal, como investigador y experto en filología hispánica, propició el surgimiento de una nueva generación de investigadores como Américo Castro, Dámaso Alonso o Antonio García Solalinde.
Escribió varios libros y ensayos, como 
“La España del Cid (1929), en la que manifestó su dimensión de historiador. Aportación fundamental a la ciencia filológica fue su Manual elemental de gramática histórica española (1904), (1924), Orígenes del español (1926), La lengua de Cristóbal Colón y otros ensayos (1942), España, eslabón entre la cristiandad y el Islam (1956) y El padre Las Casas y su doble personalidad (1963).
Estas obras de don Ramón Menéndez Pidal han demostrado a lo largo de varios años, los orígenes de las lenguas romances. También es meritorio el respaldo que la Real Academia Española de la Lengua (RAE) ha dado a los documentos de los Cartularios de Valpuesta.
Desconozco si Yves Cortez tuvo en su bibliografía a estos fundadores de la gramática histórica y comparada, todos investigadores y profesores de prestigiosas universidades europeas; o de los filólogos e historiadores de la lengua española, o prefiere ignorar semejante aporte al estudio de los orígenes de las lenguas europeas y romances. La verdad es que Cortez confunde el antecedente latín vulgar con el latín clásico, escrito y hablado por gente culta. Cortez dice que el latín es lengua muerta, pero el caso es que el latín clásico, como lengua muerta, no es la madre de las lenguas romances, sino el latín vulgar que sobrevive en sus hijas: las lenguas romances, las cuales heredan sus rasgos gramaticales, fonéticos y morfosintácticos.
No he leído a ningún autor, especializado en lenguas romances, que afirme que tales lenguas provienen del latín clásico. Siempre se han documentado los cambios fonéticos y morfosintácticos que han experimentado las lenguas romances, en su evolución a partir de los Cartularios de Valpuesta (siglos IX-XII, de las Glosas Silenses y Emilianenses; y según Anne Cenname de la Universidad de Almería, UAL, Departamento de Filología, las jarchas, consideradas primeras voces de la Iberia medieval, escritas en un dialecto arábico-andaluz; y las cantigas, que eran acompañadas de instrumentos, ejecutadas y cantadas de pueblo en pueblo las aventuras de los héroes, especialmente en Galicia y Portugal; además de los libros El Cantar de Mío Cid (siglo XII), atribuido a un juglar mozárabe y Milagros de Nuestra Señora (siglo XIII) del riojano Gonzalo de Berceo, solamente para mencionar unos cuantos.
Estas son muestras o “huellas” del latín vulgar, que es la madre que sí dejó herencia y muy rica, al romance, producto de la evolución fonética y morfosintáctica. Sin embargo, no he visto ningún documento que muestre la existencia de ese “italiano antiguo” que haya dejado herencia de una evolución semejante a la demostrada por los eminentes investigadores, filólogos e historiadores que he citado.
Cortez se pregunta por qué las lenguas romances tienen preposiciones, cuando el latín no las tenía. Afirmación que demuestra que este autor sigue señalando al latín clásico como “lengua madre”, cuando a ésta hay que ubicarla en el latín común o vulgar.
No sería de esperar que todas las lenguas romances poseyeran declinaciones, pues éstas ya no son necesarias debido al papel sintáctico que ejercen las preposiciones, las cuales pasaron a desempeñar la función gramatical de los casos del latín clásico. Por otro lado, debemos reconocer los avances gramaticales que ha habido a partir de mediados del siglo pasado, por la aportación de la gramática generativa introducida por el afamado lingüista estadounidense, Noam Chomsky (Estructuras sintácticas, 1957). Este autor y Charles J. Fillmore (Gramática de casos, 1968), han señalado las funciones del caso abstracto, en las diferentes funciones sintácticas y semánticas, características que han diferenciado al español al distanciarse de la lengua madre: el latín vulgar.
 Es más, posteriormente voy a citar fragmentos del texto de la Biblia Vulgata Latina, la cual fue traducida por Jerónimo de Estridón (382 d.C., (conocido como San Jerónimo) de los textos hebreo, y griego al latín vulgar, trabajo encargado por el papa Dámaso I; por tal razón, esta traducción se llama “Vulgata Latina”.
Al leer el texto de la Vulgata, aun sin saber latín se notan y se entienden la mayoría de las palabras, que fueron heredadas al español, sin mencionar las otras lenguas romances. En el texto se nota la presencia, además del léxico, preposiciones, conjunciones y la incipiente sintaxis, como la posposición del verbo; elementos que el señor Cortez y la escritora Carme Jiménez Huertas prefieren desconocer como herencia del latín vulgar.
Es evidente que una lengua natural evoluciona a partir del habla común, con sus diferentes registros, practicada y compartida por sus hablantes. Una lengua escrita permanece en libros y documentos históricos, literarios, legales, religiosos o poéticos. Por eso, Cortez y Jiménez afirman que esta evolución sería muy lenta, de muchos siglos. Pero si la lengua materna de Cortez es el francés y la de Jiménez Huertas es el español, de larga experiencia de años, deben reconocer que su lengua materna ha evolucionado comparada con el habla de su niñez a esta época. Por ejemplo, el idioma inglés en un período menor de cien años ha perdido la aspiración de las palabras “when, what, where, y whatever, con la excepción de “who, whom y whose”; sólo para citar estos pocos ejemplos. En tanto que el español ha perdido la aspiración del sonido [h] en algunos casos, y en otros, la “h” ha pasado al sonido [j], como las palabras “halar”/“jalar”; así como las palabras “historia y hasta”. El caso del vocablo “historia” proviene del griego que lleva un espíritu áspero en el primer sonido vocálico [i] para indicar aspiración y por eso se representó con el sonido [h], en español; mientras que la preposición “hasta” es producto del cambio de “f” (fasta) en “h”, en su evolución fonética.
Refiriéndose al castellano, léase la Gramática Castellana (1492) de don Antonio de Nebrija y notará los cambios que han ocurrido tanto en el vocabulario como en la morfología, la ortografía y la sintaxis a partir de 1492 hasta principios del año 2019, en solamente 527 años. Esto es para no mencionar documentos de los siglos IX al XXI. ¿Reconocerán el crítico Jorge María Ribero-Meneses, el Ingeniero Cortez y la Licenciada Jiménez, los cambios que se han registrado en estos once o doce siglos de historia de solamente el idioma español?
A continuación, transcribo las palabras del experto en textos medievales:
“El sacerdote franciscano Saturnino Ruiz de Loizaga (Tuesta, Álava, 1939) pasa por ser el mayor especialista vivo en el tema. Este experto en temas medievales, teólogo, paleógrafo y archivero del Vaticano vive hoy en Roma. Desde allí explica: “Muchos de estos vocablos constituyen las primeras indicaciones o menciones del idioma castellano. Sin lugar a dudas, las primeras voces escritas en lengua romance se encuentran en el Becerro de Valpuesta”, que es lo mismo que el Cartulario de Valpuesta, documento ya citado.
La declaración más cristalina de Cortez se encuentra en esta cita:
Como sabemos todos aquellos que hemos estudiado lenguas clásicas en el bachillerato o en la universidad, el latín, al igual que una gran parte de las lenguas indoeuropeas, es una lengua desinencial. Los sustantivos se declinan en casos dependiendo de la función gramatical que deben desempeñar en la oración. Ninguna lengua romance declina sus sustantivos, con la excepción del rumano que posee un sistema de casos muy reducido’.

 En su cita, él menciona sus estudios de lenguas clásicas en el bachillerato o la universidad, pero no menciona ninguna investigación ni ningún estudio especializado en una facultad de lenguas clásicas o románicas, ni tampoco de haber realizado estudios en filología clásica o de lenguas romances, tal como lo es el caso del sacerdote franciscano Saturnino Ruiz de Loizaga y del doctor en filología hispánica, Ramón Menéndez Pidal.
Otra declaración en favor de los textos de los Cartularios y de las Glosas, es la del sacerdote franciscano, teólogo y paleógrafo; así como el respaldo de la Real Academia Española de la Lengua:
“Sin ánimo de controversia, el teólogo y paleógrafo alavés no duda en confrontar los papeles de Valpuesta con las Glosas Emilianenses, reivindicadas tradicionalmente como origen del español: “Ramón Menéndez Pidal pensaba que las Glosas habían sido escritas en la segunda mitad del siglo X; pero esa datación no se puede sostener hoy. Las Glosas Emilianenses son probablemente de la segunda mitad del siglo XI, mientras que varias actas del cartulario de Valpuesta se redactaron en el siglo X y puede que alguna en el siglo IX”.
“La Real Academia Española (RAE) tomó cartas en el asunto hace seis años. En noviembre de 2010 editó en dos volúmenes los Becerros Gótico y Galicano de Valpuesta, en colaboración con el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Los autores del trabajo sostienen en él que los documentos del monasterio burgalés incluyen “términos que son los primeros vestigios del castellano y los más antiguos encontrados hasta ahora”. Desde el otro lado del teléfono, el entonces vicedirector de la RAE José Antonio Pascual, que lleva actualmente las riendas del Instituto de Historia de la Lengua de La Rioja, explica así la relevancia de los Cartularios: “Hasta el siglo XIII prácticamente no se escribe en lengua romance, así que estos documentos, que son de los siglos IX, X, XI y XII, son importantísimos, ya que en esos siglos van surgiendo muchas palabras y grafías, muchos gestos de escritura que van detectando cómo es el romance de esos momentos”.
Opuestos a las hipótesis planteadas por Cortez, Jiménez Huertas y Ribero-Meneses, he presentado las valiosas contribuciones al origen de las lenguas romances, tales como el paleógrafo, sacerdote franciscano, Saturnino Ruiz de Loizaga; así como la autoridad de la RAE, y la eminencia en filología hispánica, Ramón Menéndez Pidal.
 Para comprobar que el latín vulgar hereda de forma transparente: el vocabulario, las preposiciones y la incipiente sintaxis, reproduzco literalmente los primeros ocho versículos del evangelio de Juan, según la Vulgata Latina, traducción de Jerónimo de Estridón (finales del siglo IV), experto en lenguas clásicas:
1  In principio erat Verbum, (En el principio era el Verbo)
et Verbum erat apud Deum, (Y el Verbo era con/por/cerca de Dios)
et Deus erat Verbum. (Y Dios era el Verbo)
2  Hoc erat in principio apud Deum. (Éste era en el principio con Dios)
3  Omnia per ipsum facta sunt : (Todas las cosas son hechas por él)
et sine ipso factum est nihil, quod factum est. (y sin él nada es hecho, de lo que es hecho)
4  In ipso vita erat, (en él era/estaba la vida)
et vita erat lux hominum : (y la vida era la luz de los hombres)
5 et lux in tenebris lucet, (y la luz en las tinieblas resplandece)
et tenebræ eam non comprehenderunt. (y las tinieblas no la comprendieron, no la apagaron)
6 Fuit homo missus a Deo, (Fue un hombre comisionado/enviado por Dios)
cui nomen erat Joannes. (cuyo nombre era Juan)
7  Hic venit in testimonium (Vino aquí en testimonio)
ut testimonium perhiberet de lumine, (para que diera testimonio de la luz)
ut omnes crederent per illum. (para que los hombres creyeran por él)
8  Non erat ille lux, (No era él la luz)
sed ut testimonium perhiberet de lumine. (sino para que diera testimonio de la luz).

Jerónimo de Estridón no tradujo la Vulgata al italiano antiguo, ni al euskera, ni tampoco al íbero-romance, sino al latín vulgar, y en estos ocho versículos encontramos preposiciones, conjunciones, algunos casos y declinaciones como huellas de los casos y declinaciones del latín clásico heredados por el latín vulgar; así como muestras de la incipiente sintaxis que heredó el romance.
Se pueden identificar muchos rasgos heredados del latín clásico por el latín vulgar, tales como:
Flexión nominal, como huella de las declinaciones, flexión pronominal y verbal y sintaxis de los casos, la concordancia y el orden de las palabras.
Esto se observa en un pequeño trozo tomado del latín vulgar, no del clásico. Si el señor Yves Cortez y demás críticos de las lenguas romances, no los quieren reconocer, es porque prefieren ignorar la evidencia filológica y lingüística. Incluso, prefieren pasar por alto el testimonio histórico, filológico y gramatical de expertos filólogos, de expertos en gramática comparada y reconstructiva, de expertos en lenguas clásicas, así como de renombrados paleógrafos e historiadores medievales.
En conclusión, el filólogo Jorge María Ribero-Meneses no afirma que el euskera es el origen de las lenguas romances; más bien sostiene categóricamente que el castellano nació en territorio de Castilla y León. Por otro lado, el paleógrafo, sacerdote franciscano, Saturnino Ruiz de Loizaga confirma que según el Archivo Histórico del municipio de Chozas, León, las primeras líneas en romance castellano o leonés, son la contribución de los monjes copistas, con el apoyo del investigador Matías Díez Alonso.
Mientras que la Real Academia Española (RAE) apoya los documentos de los siglos IX al XII conocidos como los Cartularios de Valpuesta, como los primeros balbuceos del castellano romance, también como producto de informes de bienes recibidos por los monasterios.
Entonces, son las glosas de los monjes copistas, sentados en sus escritorios, los primeros en documentar los primeros vestigios del romance castellano o leonés; son las jarchas, de herencia mozárabe y las cantigas, en lengua románica, junto con las Glosas Emilianenses y las Glosas Silenses, son también contribución de los monasterios de San Millan de la Cogolla y de Santo Domingo de Silos.
Queda de esta manera demostrado que las lenguas romances provienen del latín vulgar o hablado y no del latín clásico, el cual era del dominio de escritores y hablantes cultos. También queda demostrado que el latín vulgar sí es una madre que dejó herencia a sus hijas: las lenguas romances: castellano, catalán, italiano, francés, provenzal, rumano, leonés, andaluz, extremeño, murciano, aragonés, valenciano, gallego y portugués. Por último, queda demostrado que existen innumerables documentos de los primeros vestigios del romance castellano, atestiguados por eminentes estudiosos y fundadores de la filología clásica e hispánica, así como de la máxima autoridad del idioma español, la Real Academia Española de la Lengua (RAE).

Bibliografía
Acantho Ideas & Culture. The origin of Romance Languages. https://www.acantho.eu/blog/origin-romance-languages.
Alonso, Dámaso. Cancionero y romancero español, Salvat, 1 de noviembre de 1982.
Alonso Dámaso. Dos estudios lingüísticos peninsulares. Gredos, 1 de diciembre, 1997.
Azaustre Galiana, Antonio. Estructura y argumentación de España defendida, de Francisco de Quevedo. https://journals.openedition.org/bulletinhispanique/1633#tocto1n3
Cortez, Yves. Las lenguas romances no provienen del latín. Francia, 2007.
Díaz-Montexano, Georgeos. “¿Usaban ya los íberos la voz BALE (vale) como un término especializado del léxico comecial?” Scientific Atlantology International Society (SAIS) / The Epigraphic Society (marzo 2018) www.academia.edu/36260734/
Jerónimo de Estridón (San Jerónimo), Vulgata Latina. 382 d.C.
Jiménez Huertas, Carme. - No venimos del latín (2013). Nueva edición corregida y completada en el 2016
Jiménez Huertas, Carme. La voz ibérica BALE. Comentario filológico del artículo de Georgeos Díaz-Montexano
Menéndez Pidal, Ramón. Manual Elemental de Gramática Española, Espasa-Calpe, 1904
Menéndez Pidal, Ramón. Dialecto leones, el. facsimil de la primera edicion y encuestas, con textos actuales. Búho viajero, El. 1 de noviembre, 2018
Menéndez Pidal, Ramón. Lengua castellana, Espasa-Calpe, 1 de abril, 1991
Nebrija, José Antonio. Gramática Castellana, edición facsimilar, 1492
Posner, Rebecca y Sala, Marius. Romance Languages. Encyclopaedia Britannica  
Ribero-Meneses, Jorge María. Iberia cuna de la humanidad, Ediciones de Cámara, 1984
Ribero-Meneses, Jorge María. El euskera, madre del castellano-- y demás lenguas "romances". Fundación Occidente, 22 de noviembre, 2007.
Ruiz de Loizaga, Saturnino. Lo sacro y lo profano en la España de los siglos xiv-xv . según documentos del Archivo Vaticano. Fundación Cultural Profesor Cantera Burgos, 1 de enero, 2007
Ruiz de Loizaga Saturnino. Los Cartularios góticos de Santa  María de Valpuesta (1090-1140), Diputación Foral de Álava. Servicio de Publicaciones = Araba Foru Aldundia. Argitalpenak Zerbitzu, 1 de julio, 1995.
Tagliavini Carlo., Le origini delle lingue neolatine. Introduzione alla filologia romanza, 5ª ed., Bolonia, Pàtron, 1969.
Tagliavini, Carlo, Origenes de las lenguas neolatinas (6ª ed.) s.l. Fondo de cultura económica de España, Juan Almela, Traductor, 1993.