jueves, 30 de abril de 2020



EN OCASIÓN DE LOS 307 AÑOS DE FUNDACIÓN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, EN ABRIL DE 1713

LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA Y LA LINGÜÍSTICA
Amadeo Albuquerque Lara

La Real Academia Española (RAE) fue creada en Madrid, España, el 1 de abril de 1713, bajo el reinado de Felipe V y por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco (1650-1725), marqués de Villena, quien también fue su primer director. Esta institución fue creada con el fin de regular el idioma español, según su lema: “LIMPIA, FIJA Y DA ESPLENDOR”.
En ocasión de que el 1 de abril de este año 2020 se cumplen 307 años de su fundación, he decidido dedicar unas cuantas líneas respecto al propósito, objetivo y funciones para los que fue ideada y, para destacar los cambios que ha experimentado en estos años de evolución y avances en el estudio de nuestra lengua. Desde su fundación, la RAE funcionó como un juez que decidía qué palabra o locución era correcta, y sigue siendo así, aunque en un mínimo de diferencia.
No obstante, pregunto: ¿Puede una corporación como la RAE ponerle reglas a una lengua que no sólo se habla en España, sino en gran parte del globo terráqueo? La respuesta lingüística es NO. La respuesta de la Gramática Normativa, a la que se aferra la RAE, es SÍ. Y esta ha sido la función de la RAE.
Por la misma razón, María Ángeles García, licenciada en filología hispánica afirma: ‘La lengua pertenece al pueblo, no a los académicos”. También el “catedrático Carlos Subirats, de la Universidad Autónoma de Barcelona […] critica a las academias:
“Las academias son anacrónicas y su incidencia en el mundo actual es nula. El problema de la lengua no es si se acepta una palabra o si ‘sólo’ lleva o no acento, el reto es el procesamiento de textos por medios electrónicos, por ejemplo, crear programas que entiendan textos enormes y te devuelvan una respuesta”. (Catedrático Carlos Sibirats, Barcelona)
El concepto de este catedrático de Barcelona está de acuerdo con los criterios de Noam Chomsky, creador de la Lingüística Generativa, la cual afirma que cada individuo nace con la facultad de una gramática universal (GU), capaz de aprender y dominar la gramática particular de la lengua en donde le toca nacer.
Sin embargo, la RAE comenzó su definición de ‘gramática’ como un arte y actualmente todavía lo confirma en su cuarta acepción de ‘gramática’: “Arte de hablar y escribir correctamente una lengua”. Quiere esto decir que quienes hablan y escriben una lengua sin aplicar la gramática de las “gentes cultas”, cometen “barbarismos”, “solecismos” y otros “vicios del lenguaje”, aunque manejen la gramática particular de esa lengua. Sin duda, aquí es donde se debe aclarar que la ‘gramática’ a la que se refiere la RAE es a la que impone una élite cultural, política y económica. Es la ‘gramática’ financiada, pensada y aprobada por reyes, marqueses y grandes empresas de la sociedad española. No se refiere pues a la gramática que maneja cada individuo que habla la lengua española, en nuestro caso específico.
Por esa simple razón, el catedrático Subirats defiende:
“La lingüística no es una cosa de letras y normas, implica neurociencias, psicología, ciencia computacional, inteligencia artificial...”,  (Subirats, director del proyecto del Diccionario Electrónico en Español y numerosos grupos de investigación” (eldiario.es).
Para entender la esencia del objetivo y funciones para los que fue creada la RAE, debemos primero examinar el nombre de la Corporación Española: “Real Academia Española…” La palabra “Real” viene de la realeza española (el Rey Felipe V); “Academia” entroniza el concepto de gente culta; y “Española”, se enmarca en el territorio en donde se desarrolló el idioma y en donde se fundó la ilustre Corporación.
En pleno siglo XXI, La Real Academia Española no es del pueblo español; ni tampoco de la comunidad hispanohablante. aunque su cuna sea España. Sin embargo, como son los reyes de España junto con otras empresas gigantes de España las que la financian, su nombre y los motivos de su creación no pueden cambiar.
Pero en cuanto a la definición de ‘Gramática” de la Real Academia Española, la Lingüística Generativa aclara lo que debemos entender por la gramática de una lengua natural:
“La gramática de una lengua debe tener como objetivo “formular las reglas y principios por medio de los cuales un hablante es capaz de producir y comprender todas las oraciones posibles y aceptables de su lengua”’. (Gramática generativa)
De manera que cualquier hablante de español sabe la gramática de su lengua si es capaz de producir y comprender todas las oraciones posibles y aceptables de su lengua; no necesariamente manejar la gramática de la élite española. Por tanto, sabe cuáles oraciones no son posibles ni aceptables, de forma natural. De manera que el concepto de gramática como “arte de hablar y escribir correctamente una lengua” queda descartado. La gramática como parte de la lingüística, es una ciencia. Este concepto de ‘gramática’ de la RAE se reduce a “las gentes cultas” y a la alta literatura, pero no a la gramática que maneja cualquier hablante de español.
Por si nos queda duda de los fines y objetivos de la creación de la RAE, veamos lo que afirma El director de la RAE, Santiago Muñoz Machado.
“la RAE tiene que centrar su actividad en los fines que le marcan sus estatutos. Desde su fundación, el diccionario, la gramática, la ortografía y la edición de obras representativas de la mejor literatura en castellano han sido sus misiones fundamentales”. (eldiario.es.)
Leamos otra vez:
“la edición de obras representativas de la mejor literatura en castellano han sido sus misiones fundamentales. Estas obras hay que mantenerlas al día porque la lengua evoluciona y nuestros textos marcan la normativa, la pauta que siguen los quinientos millones de hispanohablantes. Somos la entidad reguladora de la lengua, junto a las Academias integradas en la asociación Asale. Y lo hacemos a través de esas obras”. (Entrevista a eldiario.es).
Queda muy claro: los 46 académicos que forman la RAE en España son los “guardianes de la lengua española” de más de quinientos millones de hablantes de esta lengua, esparcidos en las distintas partes del planeta Tierra y es una lengua alimentada por las lenguas locales y las variantes y de las lenguas en contacto, entre ellas, las lenguas indígenas.
            Es decir, el ‘castellano’ de la mejor literatura, no el español general, es la base de la gramática normativa española. Son palabras del director de la RAE, no mías. El director quiere mantener la lengua española con el refinamiento de escritores cultos, representantes de la “mejor literatura”, y además, previene la evolución de la lengua.
Pero si una lengua, cualquier lengua, se somete a una sola norma: de la mejor literatura, no evoluciona, ni se enriquece. Se queda estática en los libros, como una fotografía del recuerdo. Es exactamente lo que pasó con el latín clásico. Pero fue la lengua del pueblo: el latín popular o llamado ‘vulgar’ el que dio origen a otras lenguas: las lenguas romances, de las cuales evolucionó el español que ahora hablamos; enriquecido por lenguas prerromanas, íberas, celtas, germanas, árabe y nativas de América; sólo para mencionar unas cuantas.
Con el fin de documentar mi escrito, me he referido a una entrevista publicada por el “eldirio.es” acerca de cómo funciona y quién financia a la Real Academia Española (RAE). Por eso, he transcrito fragmentos de la entrevista del director de la RAE, y de lingüistas calificados.
En cuanto a quiénes financian y cómo funciona la RAE, Raquel Ejerique escribe:
“Amparada por los reyes, las más grandes empresas y los sucesivos gobiernos, la Real Academia Española se dedica a la regularización lingüística del castellano desde principios del siglo XVI. (Raquel Ejerique, 29 de enero de 2020).
Pero la RAE tiene sus críticos, quienes entienden el papel de las academias y los avances en los estudios de la lengua española general. El catedrático Carlos Subirats, de la Universidad Autónoma de Barcelona, es uno de ellos.
Sin embargo, actualmente la RAE se ha dedicado a suprimir letras del alfabeto, a suprimir acentos que marcan la categoría léxica y a sugerir normas ortográficas para los extranjerismos; que si WhatsApp se debe escribir como “wasap” o como “guasap”, cuando los usuarios de esta aplicación prefieren la forma original. Pero ante el empuje de la tecnología, la RAE se ha conformado con dictar normas de cómo “españolizar” los extranjerismos; pero no en todos los casos, a sustituirlos.
“La lingüística no es una cosa de letras y normas, implica neurociencias, psicología, ciencia computacional, inteligencia artificial...”,
agregó Subirats, director del proyecto del Diccionario Electrónico en Español y numerosos grupos de investigación. (Entrevista a eldiario.es).
Para concluir, me resta afirmar que los objetivos, fines y funciones de la Real Academia Española, en sus más de trescientos años, es poco lo que han avanzado en cuanto a la filología, y menos en cuanto a la lingüística como ciencia; porque no hay que confundir ‘filología’ con ‘lingüística’. Son dos cosas diametralmente opuestas que algunos confunden. La filología estudia los textos de la mejor literatura; mientras que la lingüística estudia la gramática del habla, el habla de cualquier lengua o dialecto; pero no le pone epítetos a ninguna variante estudiada, sino que explica cómo se estructuran esas variantes en el habla de una lengua.
Pero en cuanto a la RAE, es natural que si recibe su apoyo económico de reyes de turno y grandes empresas españolas, tendrá que estar sometida a las normas de la élite que la sostiene.
Como actualmente la RAE cuenta con otras veintidós academias esparcidas en los países de habla hispana. En consecuencia, respeto la autoridad y capacidad intelectual y académica que ellos representan; pero en lo general, son pocas las contribuciones independientes. Porque la mayoría de las disposiciones normativas proceden de España, desde un salón en cuyos sillones se sientan 46 afamados escritores, y unas cuantas escritoras, todos representativos de la “mejor literatura”, quienes discuten y aprueban las principales disposiciones que regulan la lengua española, porque ellos son los “guardianes de la lengua española”. Ellos “limpian, fijan y dan esplendor”, según el lema de la Real Academia Española, lema impuesto a nuestro idioma” hablado por más de 500 millones,
Pero hace falta que por lo menos diez de esos 46 escritores fueran lingüistas que también le dieran crédito a la lengua hablada y explicaran los criterios del porqué la lengua de España y la de América tienen tantas variaciones, llamadas también dialectos; en vez de llamarles vicios del lenguaje, barbarismos, solecismos y otros ismos a esas variaciones que no solamente ocurren en el idioma español, sino que son producto de la creatividad y dominio de los hablantes. Y que no me nieguen estos académicos que en España no abundan los dialectos, según las distintas regiones.
Y recordemos: si a una lengua se le imponen reglas dictadas por una élite “de la mejor literatura”, esa lengua quedará estática, no evoluciona; por lo tanto, no será la lengua de esos más de 500 millones de hablantes. Sin embargo, repito: respeto la capacidad intelectual de los miembros de las otras 22 academias; pero ellos deben de ser conscientes que son aquellos 46 sillones en España los que dictan las normas definitivas.