RESUMEN DE LAS 95 TESIS DE MARTÍN LUTERO
Ligeramente adaptado para información de la familia de la fe cristiana
Por Amadeo Albuquerque Lara
Con el créito editorial de getAbstract
El
anuncio más explosivo en la historia de la humanidad
El
documento fundacional de la Iglesia evangélica
Cuando
Lutero fijó sus tesis en la puerta de entrada de la iglesia del Palacio de
Wittenberg, no podía imaginar que con ello cambiaría el rumbo de la historia de
la humanidad. Lo que le importaba era hablar públicamente sobre las
irregularidades de la Iglesia católica, que desde hacía siglos detentaba una
posición de poder y que se estaba autodestruyendo por la corrupción, la codicia
y los abusos. En retrospectiva, su provocación es equiparada con el comienzo de
la Reforma, que no solo transformó a la Iglesia sino a Europa. Solo unos pocos
han leído verdaderamente las tesis de Lutero, pero vale la pena hacerlo. Su
estilo cáustico, que deja entrever su postura inclaudicable, no ha perdido
fuerza con el transcurso de los siglos. Es un documento fascinante, que nos da
la posibilidad de observar el modo en que este renovador radical estructura sus
ideas.
Ideas
fundamentales
- La
publicación de las famosas 95 tesis de Martín Lutero es considerada
hoy en día como el punto de partida de la Reforma.
- Contenido:
Lutero cuestiona la práctica eclesiástica del comercio con las
indulgencias y ataca su justificación teológica.
- De
acuerdo con uno de sus contemporáneos, el 31 de octubre de 1517,
Lutero clavó sus tesis en la puerta de la iglesia del Palacio de
Wittenberg, para hacerlas públicas.
- Rápidamente,
Lutero se convirtió en el líder espiritual del movimiento reformista.
- La
Reforma trajo aparejado un debilitamiento de la posición de poder de la
Iglesia católica y la creación de un segundo culto cristiano.
- Las
tesis de Lutero fueron redactadas primero en latín y, un año más tarde,
comenzó a publicar sus escritos en la lengua vernácula.
- Las
tesis son una mezcla de argumentos científicos y teológicos, por un lado,
y de polémica de gran efecto público, por el otro.
- Muchas
de las tesis se basan en el dogma eclesiástico tradicional.
- Lutero
fue excomulgado tres años después de haber publicado sus tesis debido a su
crítica continua a la Iglesia católica.
- Cita:
“Cualquier cristiano que realmente se arrepienta de sus pecados tiene
el perdón de Dios, incluso sin una carta de indulgencia”.
Resumen
Tesis
1 a 7: Culpa y arrepentimiento
En
el Evangelio según San Mateo, Jesucristo asigna al hombre la tarea de
arrepentirse. Los creyentes deben ver su vida entera como un acto de
arrepentimiento. En este contexto, el arrepentimiento no debe verse como un
sacramento que, como en el caso de la confesión, solo los sacerdotes pueden
juzgar. El arrepentimiento del que habla Cristo es algo más que el
arrepentimiento interno que cada cristiano debe resolver por sí mismo. El
arrepentimiento debe tener un efecto hacia afuera y convertirse en un verdadero
arrepentimiento de corazón, que perdure hasta la muerte.
“Cuando
nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: ´Hagan penitencia´ etcétera (Mat.
4,17), quiso que la vida entera de los creyentes fuera una penitencia””.
El
Papa solo puede otorgar una indulgencia a los infractores de las reglas de la
Iglesia y de las normas que él mismo ha establecido en su rol de líder
eclesiástico. Él solo puede otorgar una indulgencia a los creyentes en nombre
de Dios, puesto que él es su representante en la Tierra. Esto significa que los
creyentes solo pueden obtener la indulgencia divina a través de la intervención
de un sacerdote.
Tesis
8 a 19: La muerte y el purgatorio
Los
sacerdotes no están autorizados a fijar cánones penitenciales a las personas
moribundas o necesitadas en nombre de la Iglesia. Si lo hacen de todos modos,
es porque así lo han aprendido o porque hacen el mal adrede. Por su conducta
cabe suponer que los castigos eclesiásticos pueden transformarse en castigos
que se pagarán en el purgatorio. Esta idea es incorrecta, pero se extiende como
la maleza. Antes, el proceso era el inverso: el sacerdote imponía una
penitencia al pecador para que pudiera demostrar que verdaderamente se
arrepentía de su conducta. Luego entonces el pecador recibía la absolución. Las
personas moribundas recibían siempre la absolución porque, como ya se ha dicho,
para ellas ya no rigen las leyes de la Iglesia.
“El
Papa no quiere ni puede otorgar indulgencias por castigos, excepto de aquellos
que él mismo ha impuesto por decisión propia o de las reglas de la Iglesia””.
Si
alguien está a punto de fallecer, y su fe y su amor a Dios no son lo
suficientemente fuertes, temerá la muerte. Esta es una situación horrible,
llena de miedo y de una sensación parecida a la desesperación. Ese ya es
castigo suficiente. El infierno, el purgatorio y el cielo se corresponden con
los sentimientos de desesperación, cuasidesesperación y seguridad. Está claro
que las almas que se encuentran en el purgatorio necesitan, sobre todo, dos
cosas: más amor y menos horror. En ningún lugar hay pruebas de que las almas en
este estado son estáticas. Más bien, todavía pueden hacer algo para cambiar su
destino. Es posible que algunas de estas almas no sepan que son
bienaventuradas.
Tesis
20 a 37: ¿Qué puede hacer una indulgencia y qué no puede hacer?
Cuando
el Papa declara una indulgencia total de todos los castigos, solo se refiere a
los castigos que él mismo ha impuesto. Sin embargo, hay algunos sacerdotes que
afirman que las indulgencias tienen un alcance que excede el ámbito de
responsabilidad del Papa. Esto es erróneo. Por ejemplo, en el purgatorio no es
posible otorgar una indulgencia por los pecados por los que el creyente debería
haber hecho penitencia en vida. Así, solo las mejores personas tendrían
verdaderamente la posibilidad de recibir una indulgencia total para todos sus
castigos, porque solo tendrían pocas culpas que expiar. Sin embargo, esto solo
alcanza a unos pocos. Es decir, la mayoría de las personas son engañadas cuando
les prometen la indulgencia total de todos sus castigos.
“Las
reglas eclesiásticas sobre la penitencia solo rigen para los vivos, según esto,
no es posible indicar penitencia a los moribundos””.
No
solo el Papa tiene poder sobre el destino de las almas en el Purgatorio;
también lo tienen los obispos y pastores. Pero no porque pueden resolver la
indulgencia, sino porque tienen el poder para interceder. Se dice que las almas
se libran del Purgatorio cuando pagan suficiente dinero para hacerlo. Pero las
indulgencias compradas solo logran que la avaricia y las ansias de ganar se
multipliquen. Además, nadie puede decir con certeza que las almas que compraron
su liberación, realmente serán aceptadas. Por lo visto, San Severino y San
Pascual querían quedarse en el purgatorio.
“Nadie
tiene la certeza de la sinceridad de su arrepentimiento, mucho menos si ha
obtenido la indulgencia total (del castigo por sus pecados)””.
Nadie
podrá saber jamás con certeza si su arrepentimiento fue suficiente. Mucho menos
es posible saber si uno realmente ha logrado comprar su absolución. Es
necesario protegerse de todas las personas que propagan la idea de la carta de
indulgencia como el método para la reconciliación definitiva; pues las
indulgencias solo cubren los castigos dados a las personas por infracciones a
las reglas eclesiásticas. Es incorrecto querer hacerle creer a las personas que
no deben arrepentirse de nada más una vez que cuentan con una carta de
indulgencia. Todos los cristianos tienen la posibilidad de recibir la
absolución de toda culpa y castigo si verdaderamente se arrepienten, y sin
tener que pagar por ello. Dios ha dado a todos los cristianos la misma
participación en su Iglesia, tanto en la vida como en la muerte.
Tesis
38 a 48: Indulgencia versus buenas acciones
Más
allá de toda crítica en contra del comercio de indulgencias, es necesario
recordar que la absolución de los pecados no debe verse como algo completamente
malo. La indulgencia es una certificación de que Dios ha perdonado al pecador.
Sin embargo, según el dogma cristiano, el exceso de indulgencias no puede ser
una buena señal: un verdadero cristiano se arrepiente de corazón y acepta
agradecido el castigo por su pecado. Sin embargo, hoy se compran tantas cartas
de indulgencia que uno tiene la impresión de que las personas ya no se
preocupan por el arrepentimiento, de que, en lugar de amar el castigo, lo
odian.
“Todo
cristiano que verdaderamente se arrepiente tiene derecho a recibir una
indulgencia total de sus culpas y castigos, incluso si no tiene una carta de
indulgencia””.
Algunas
personas pueden dejarse convencer de comprar una indulgencia en lugar de
destacarse por las buenas acciones de amor al prójimo. Es por ello que debería
enseñarse claramente que las acciones de caridad siempre superan el valor de
las indulgencias. Siempre es mejor ayudar a los pobres o prestarles algo a los
necesitados, en lugar de gastar el dinero en indulgencias. Solo con buenas
acciones se multiplica el amor y la humanidad se hace mejor.
“Hay
que enseñar a los cristianos que a dar a los pobres y a prestar a los
necesitados es mejor que comprar una indulgencia””.
Con
indulgencias nadie mejora, solo logran liberarse de los castigos. Quien compra
una indulgencia en lugar de usar el dinero para ayudar a su prójimo, actúa en
contra de la voluntad divina.
Los
que tienen suficiente en la vida, en ningún caso deberían malgastar su dinero
para comprar una indulgencia; por el contrario, mejor sería usar el dinero para
financiar su vida cotidiana. Todo lo demás es un despilfarro. Todo el mundo
debería saber que ningún cristiano está obligado a comprar indulgencias. Se
trata de una decisión puramente libre. Como contraprestación, lo mejor es
dedicarle una oración al Papa en agradecimiento por la absolución de los
pecados en lugar de darle dinero por ello.
Tesis
49 a 55: El accionar de los predicadores de la indulgencia
Recibir
una indulgencia es una cosa buena, siempre y cuando no nos confiemos en que,
por el solo hecho de tener una indulgencia, podemos olvidar el temor a Dios.
Seguramente, el Papa se enfurecería si supiera qué métodos utilizan los
predicadores de la indulgencia para hacer que las personas les den su dinero.
Con certeza no querría que los cristianos entreguen sus últimas monedas para
poder construirse una iglesia nueva. Y hasta estaría dispuesto a vender la
basílica de San Pedro para ayudar a los pobres a los que los predicadores de la
indulgencia les arrebataron sus ahorros.
“Hay
que enseñar a los cristianos que, si el Papa supiera de los métodos extorsivos
de los predicadores de la indulgencia, preferiría ver arder hasta las cenizas a
la basílica de San Pedro antes que dejar que se construya con la piel, la carne
y los huesos de sus ovejas””.
Nadie
puede esperar entrar al cielo por el solo hecho de tener una carta de
indulgencia, ni siquiera si el mismo Papa se lo promete. Y si en algunas
iglesias ya no se predica la palabra de Dios para fomentar la compra de
indulgencias, esto no puede ser el deseo de Dios. La misa nunca debería dedicar
más tiempo a la indulgencia que a la transmisión del Evangelio. El Evangelio es
cien veces más importante que la indulgencia.
Tesis
56 a 68: ¿Qué es el “tesoro de la Iglesia”?
El
pueblo no entiende muy bien cómo es que el Papa puede otorgar indulgencias a
partir del llamado “tesoro de la Iglesia”. No puede ser que se refiera a los
bienes en sentido estricto, pues la mayoría de los clérigos no los entregaría
con facilidad. Tampoco puede tratarse de los méritos de Jesucristo y los
Santos, puesto que ellos alcanzan a los creyentes sin la intervención del Papa.
Según San Laurencio, el tesoro de la Iglesia son “sus pobres”, pero él
utilizaba el término con un sentido diferente al que hoy conocemos.
“El
verdadero tesoro de la Iglesia es el Sagrado Evangelio de la magnificencia y de
la misericordia de Dios””.
Por
tesoro de la Iglesia se entiende más bien la “llave de la Iglesia”, que esta
recibió por el sacrificio de Jesucristo. Pero el mayor tesoro de la
Iglesia es el Evangelio, que habla de la misericordia y de la gloria de Dios.
Este tesoro hace que los primeros sean los últimos, mientras que la indulgencia
hace que los últimos sean los primeros.
“Esta
desvergonzada prédica sobre la indulgencia hace difícil para los estudiosos
proteger la imagen del Papa frente a las críticas malintencionadas y las
preguntas mordaces de los laicos””.
No
debe sorprender, pues, que sea tan codiciada. El Evangelio puede atrapar en sus
redes incluso a las personas ricas y hacer que ingresen al cristianismo, pero
la indulgencia solo atrapa la riqueza. Solo beneficia a los predicadores de la
indulgencia, que tienen en sus manos un negocio lucrativo.
Tesis
69 a 80: ¿Por qué hay que actuar en contra de los predicadores de la
indulgencia?
Los
obispos y sacerdotes deben apoyar a los comisarios designados por el Papa para
otorgar indulgencias. Pero hay que controlar de cerca a los predicadores de la
indulgencia e impedir que desparramen mentiras. El anatema del Papa los
alcanzará.
“¿Por
qué el Papa, que hoy es más rico que el más rico de los Craso, no puede
construir al menos una Iglesia de San Pedro con su propio dinero en lugar de
hacerlo con el de los pobres creyentes?””.
Es
una estupidez afirmar que la indulgencia papal podría liberar a un pecador de
todas sus culpas, incluso si hubiera atacado a la mismísima madre de Dios. La
indulgencia papal no podrá jamás, ni siquiera en los casos más mínimos,
absorber los pecados y hacerlos desaparecer. Se dice que la indulgencia es el
mayor obsequio que puede hacer el Papa, y que ni el mismo Pedro podría haber
hecho un obsequio más grande. No es cierto: el Papa tiene el Evangelio y, según
las cartas de los Corintios, también tiene el poder de sanar. Estos son dones
aún más grandes. Se afirma que la cruz de la indulgencia, que por estos días
cuelga en muchas iglesias, puede compararse con la cruz de Cristo. Los obispos,
sacerdotes y teólogos que permiten estas blasfemias deberían ser castigados.
Tesis
81 a 95: Cuestionamientos al Papa
La
conducta de los predicadores de la indulgencia ha llevado cada vez con más
frecuencia a que las personas responsabilicen al Papa por su conducta. Se
vuelve cada vez más difícil defender al líder eclesiástico. Entre las preguntas
mordaces que se formulan se encuentra, por ejemplo, por qué el Papa no libera
todas las almas del purgatorio, simplemente por amor a los más necesitados. En
lugar de eso, recoge el dinero que recibe para liberar las almas y construye
con él una Iglesia desventurada. Uno podría preguntar por qué siguen
celebrándose misas para los difuntos, si la liberación de sus almas ya fue
comprada y ya no necesitan oraciones. ¿Por qué el Papa no devuelve el dinero
donado para estas misas? ¿Por qué un hombre sin Dios puede comprar la libertad de
su alma, pero el Papa no puede liberarla por su solo deseo de hacerlo?
“Por
ello, deben desaparecer todos los profetas que predican a los cristianos: ´Paz,
paz´ cuando no hay paz””.
Algunos
críticos también se preguntan por qué el Papa no usa por una vez su propio
dinero para construir una iglesia, si es lo suficientemente rico como para
hacerlo. ¿Y qué pasa con esas raras personas que muestran total
arrepentimiento? ¿Qué indulgencia puede otorgar el Papa o qué puede darles, si
tienen derecho a recibir una indulgencia total? ¿Por qué el Papa, que por estos
días otorga indulgencias una vez por día, no puede multiplicar esta acción y
garantizar indulgencias a todos los creyentes?
“Es
imprescindible animar a los cristianos a esforzarse por seguir a Cristo, su
líder, a pesar de los castigos, la muerte y el infierno; y a confiar en que
entrarán al cielo después de muchas tribulaciones, en lugar de tranquilizarse
con una falsa seguridad espiritual””.
Estas
preguntas básicas pueden resultar difíciles de responder, incluso para los
estudiosos. Pero no es posible ignorarlas: Si no se encuentran argumentos
decisivos en contra de estos reproches, quedamos en manos de los enemigos de la
Iglesia y del cristianismo. Sin embargo, sería muy sencillo cortar las alas de
los críticos: utilizando la indulgencia de acuerdo con las enseñanzas
cristianas. Por eso, debemos exhortar a detener y expulsar a los falsos
profetas. A los creyentes debería volver a transmitírseles que al cielo se
llega por un camino de tribulaciones, castigos y muerte, y no con indulgencias
y falsas esperanzas.