EL
TERCER CIELO EN LA BIBLIA
Amadeo
Albuquerque Lara
2 Corintios
12:2-5; 1 Reyes 8, Salmos 103-105
El apóstol
Pablo en su segunda epístola a los corintios les refiere una experiencia extracorporal
y de trascendencia espiritual que tuvo hacía catorce años entonces. Pablo
asegura que “fue arrebatado hasta el tercer cielo”. En el Antiguo Testamento
leemos acerca del arrebatamiento de dos personas que anduvieron consagradamente
con Dios. El primer personaje es Enoc, quien caminó con Dios y desapareció
porque se lo llevó, según el relato de Génesis 5:24; el segundo personaje es el
profeta Elías quien “fue llevado al cielo en un carro de fuego” (2 Reyes 2:11).
Según el
relato bíblico, ambos personajes no experimentaron la muerte física, porque se
los llevó Dios. Aunque sólo en el caso de Elías se menciona que fue llevado al
cielo, pero si Enoc fue arrebatado por Dios, se lo llevó al cielo; aunque en
ninguno de los relatos se expecifica si ambos fueron al tercer cielo, la morada
de Dios, es obvio que Dios se los llevó consigo. Según el relato bíblico del
apóstol Pablo en 2 Corintios 12, el Paraíso y el tercer cielo son divisiones
del cielo en armonía con el concepto hebreo; aunque también Pablo en otros
pasajes se refiere a lugares celestiales:
“asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”
(Efesios 2:6). Al estar en Cristo, los creyentes son considerados santos y
completos ante Dios, con una posición de prestigio y gloria en los lugares
celestiales. El Señor Jesús aseguró a sus discípulos que en la casa de su padre
hay muchas moradas (Juan 14:2), lo que significa que el apóstol Pablo confirma los
lugares celestiales con Cristo Jesús, basándose en lo que les dijo Jesús a
sus discípulos de las muchas moradas que Jesús fue a preparar para los
creyentes.
Por tanto,
no hay ninguna contradicción bíblica en lo que el apóstol Pablo relata que fue
arrebado al tercer cielo, la morada de Dios según el concepto hebreo, porque el
Apóstol “estaba en Cristo”. Y aunque él no sabe si la experiencia ocurrió en el
cuerpo o fuera del cuerpo; está conciente que fue arrebado al paraíso,
en donde escuchó palabras que no recibió permiso para expresarlas. Según el
relato de Pablo el tercer cielo y el paraíso son un mismo lugar; aunque hay
otros pasajes que se refieren al paraíso como otro lugar del cielo, como cuando
Jesús está muriendo en la cruz y le responde al ladrón arrepentido: “hoy
estarás conmigo en el paraíso”; pero Jesús estuvo en el sepulcro tres días, y 40
días después de su resurrección manifestándose a sus discípulos. Sin ninguna
especulación, este contexto permite interpretar el paraíso como el lugar de
eterna salvación que Cristo prometió en su ministerio terrenal y que ahora se
la ofrece al ladrón arrepentido.
La
experiencia extracorporal de Pablo supone un estado inconsciente en cuanto al
cuerpo físico, pero real en el ámbito espiritual. El apóstol Pablo fue
arrebatado al paraíso mediante una experiencia extracorporal: Es la sensación
de que la conciencia o el cuerpo espiritual se separa del cuerpo físico. A
veces se experimenta como flotar fuera del cuerpo, ver el propio cuerpo desde
afuera, según la autoscopia; o proyectarse a otros lugares, según
lo explica la psicología clínica y psiquiátrica. Pero esa explicación de la
psicología no concuerda con la experiencia de Pablo. Él está conciente, y es
explícito al expresar que fue arrebatado al tercer cielo, a la morada de Dios; si
fue separado del cuerpo físico, él confiesa que no lo sabe, sólo Dios lo sabe. Según
la Psicología clínica, la autoscopia es “el fenómeno psicológico y
neurológico en el que un individuo se percibe a sí mismo y a su propio cuerpo
desde una perspectiva externa, como si estuviera fuera de sí mismo”; pero la
experiencia del apóstol Pablo es totalmente diferente, porque él no sabe si
ocurrió en el cuerpo o fuera del cuerpo; por lo tanto, sólo Dios lo sabe.
A
continuación, transcribo los versículos que se refieren a la experiencia de
Pablo:
“Conozco
a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si
fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer
cielo. 3 Y conozco al tal hombre (si en el
cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), 4 que
fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al
hombre expresar. 5 De tal hombre me gloriaré; pero
de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades”
(2 Corintios 12:2-5)
La
experiencia narrada por Pablo no admite especulaciones, porque él mismo asegura
que no sabe si aquella fue en el cuerpo o fuera del cuerpo. La posible razón de
esta experiencia extracorporal y de trascendencia espiritual es que Pablo fue
apedreado en Listra y dado por muerto por sus verdugos. Sin duda, Pablo entró
en trance de muerte. Según “Perspectiva médica/fisiológica”: el trance
de muerte se puede describir como el estado que precede a la muerte, un momento
crítico y decisivo en el que la persona está cerca del final de su vida”. Pero Pablo estaba en “un acto de trascendencia
espiritual, el cual es un estado mental que te permite ir más allá de tus
limitaciones personales y del mundo físico, conectándote con una realidad más
profunda y universal” y espiritual, añado yo. (Idem).
Por lo
tanto, es muy probable que Pablo tuvo esta experiencia “fuera del cuerpo”,
porque él no está seguro, según sus palabras; pero sí pudo escuchar palabras
inefables que no se pueden expresar en un mundo físico. En esta experiencia el
apóstol Pablo sufrió un desdoblamiento de su vida. Él dice: “De tal hombre
me gloriaré; pero de mí mismo en nada me gloriaré”. En ese trance de muerte
Pablo se dividió en un ser espiritual por lo cual fue capaz de penetrar en el
“tercer cielo”. Pero tampoco desapareció el ser físico que sus enemigos dieron
por muerto; con todas las debilidades humanas; de de las cuales el apóstol no
se gloría. Por tal razón, Dios tampoco lo libró de la “espina en la carne” que
lo atormentaba como un mensajero de Satanás.
Según los
relatos bíblicos referentes a las personas que fueron arrebatadas por Dios,
existe diferencia entre el arrebatamiento de Enoc y del profeta Elías para no
experimentar la muerte física, y el arrebatamiento del apóstol Pablo quien fue
trasladado hasta el tercer cielo, pero en un estado de trascendencia espiritual
y que en el momento no experimentó la muerte física; pero sí varios años más
tarde cuando fue ejecutado por el Emperador romano, según la tradición
cristiana, en Roma.
En cuanto al
arrebatamiento al tercer cielo, se debe descartar todo indicio mitológico. La
idea de múltiples cielos se encuentra en la mitología sumeria, y es una
creencia antigua. Específicamente los sumerios creían en la existencia de siete
cielos, creencia que los islámicos adoptaron. Para los islámicos el séptimo
cielo es la morada de Dios.
El libro
apócrifo, espúreo, o pseudo-epigráfico de Enoc, describe un viaje de Enoc a
través de diez cielos, lo que demuestra la existencia de múltiples capas
celestiales en la literatura apócrifa judía; pero no en el más puro concepto
espiritual plasmado en los relatos bíblicos. No obstante, en este estudio no quiero
trasmitir la idea de que el tercer cielo del que habla Pablo sea producto de
influencia mitológica; pues más adelante me referiré al concepto bíblico de los
tres cielos; los que nada tienen que ver con mitología, sino que este criterio no
contradice al concepto científico de manera más ampliada debido a los adelantos
tecnológicos de nuestro tiempo.
Según el
heliocientífico de la NASA, Douglas E. Rowland, el espacio atmosférico se
extiende hasta la órbita lunar; ‘El experto explicó en una entrevista publicada
en YouTube por la propia NASA que la atmósfera no finaliza de manera abrupta,
sino que se vuelve cada vez más tenue a medida que se asciende. "No se
detiene sobre nuestras cabezas, ni en la cima del Everest, ni donde vuelan los
aviones; continúa hasta alturas inimaginables", señaló Rowland, destacando
que incluso a grandes distancias sigue presente, aunque con menor densidad” (El
experto explicó que la atmósfera no finaliza de manera abrupta, sino que se
vuelve cada vez más tenue a medida que se asciende. "No se detiene sobre
nuestras cabezas, ni en la cima del Everest, ni donde vuelan los aviones;
continúa hasta alturas inimaginables", señaló Rowland, destacando que
incluso a grandes distancias sigue presente, aunque con menor densidad.
(Entrevista publiada en You Tube). Lo que explica Roland es que el espacio
atmosférito (primer cielo en el concepto bíblico) se extiende desde la Tierra
hasta la órbita lunar. En tiempos bíblicos, el primer cielo se extendia desde
la superficie de la Tierra hasta donde vuelan las aves y anidan en los árboles.
“Rowland
recordó que tanto la Tierra como la Luna se encuentran inmersas en la atmósfera
solar. "Pasas de la atmósfera terrestre a la solar y solo al alcanzar la
heliopausa abandonas ese entorno", explicó, insistiendo en que no existe
un límite nítido que marque el inicio del espacio profundo” (Idem).
También la
ciencia astronómica explica el espacio profundo en donde se encuentran los
astros y las grandes galaxias; lo que los textos bíblicos explican como el
segundo cielo, separado de los cielos de los cielos, la morada de Dios, pero
que la ciencia no reconoce, porque niega a Dios.
“Las
distancias entre estos astros son inmensas y se miden en años luz, y las
galaxias tienen diversas formas como elípticas, espirales e irregulares” (Idem)
Aunque la
explicación de los científicos es altamente técnica, el concepto de dos cielos:
atmosférico e interestelar, más bien reafirma el concepto hebreo documentado en
el Tanaj, nuestro Antiguo Testamento y las palabras de Jesús en
las narraciones de los evangelios canónicos. Basado en la Biblia, este estudio se
enfocará en el concepto del primer cielo como la capa donde las aves vuelan y
anidan en los árbolas, según lo entendía el mismo Señor Jesús. Salirse de este
concepto sería anacrónico, pues en aquella época no existía la tecnología que
tenemos ahora. El segundo cielo documentado en la Biblia, la ciencia
astronómica lo explica sin entrar en contradicciones, lo cual demuestra que las
Escritura fueron inspiradas por Dios. A pesar que los escritores bíblicos no
tenían los conocimientos científicos de la actualidad, Dios los inspiró de
manera que en los distintos pasajes citados en este estudio, no se registran
contradicciones.
Según la
Encyclopedia Britannica, el cielo atmosférico es el que separa el cielo de los
astros, pero que el “tercer cielo” es el entorno del cielo donde Dios tiene su
morada. Es decir, aquí están expresados los tres cielos que es el tema de este
estudio (Crédito: Encyclopedia Britannica)
El concepto
de tres cielos se atestigua muy claramente en el libro primero de los Reyes
capítulo 8, en el cual el rey Salomón los describe durante la ceremonia de
dedicación del Templo que él se dispuso construir en Jerusalén. En este
contexto, el primer cielo es la capa atmosférica en donde vuelan las aves y en
donde hay presencia de nubes. El segundo cielo es el nivel astronómico: el sol,
la luna, las galaxias con millones de astros; más lo que los astrónomos llaman
el espacio profundo. El tercer cielo es la morada de Dios, según el concepto
hebreo expresado en los Salmos, en los profetas, y en la oración del rey
Salomón en la dedicación del Templo; y, por supuesto, en el relato de su
arrebatamiento al tercer cielo del apóstol Pablo. Obviamente, la ciencia niega
a Dios y jamás se referirá a los cielos de los cielos como la morada de Dios.
En este concepto no hay nada mitológico ni ninguna otra influencia de
civilizaciones pasadas. En la tradición judía, el "cielo de los
cielos" o "tercer cielo" se considera el lugar más elevado y
sagrado, donde se manifiesta la presencia de Dios (Crédito: Theological views
of St. Paul the Apostle).
Por otro
lado, la palabra hebrea para “cielo” en singular es la misma para el plural: שָׁמַיִם,
tanto para referirse al firmamento, como para referirse a “los cielos de los
cielos”, o la morada de Dios. Lo mismo ocurre en el idioma griego. La palabra
para “cielo” o para “firmamento” en griego antiguo es Οὐρανός: Uranos. Así que
los traductores hicieron las diferencias de acuerdo con el contexto
sintáctico-semántico, más los puntos suscritos en cada palabra.
“Los cielos
de los cielos” en hebreo se traduce שְׁמֵי הַשָּׁמַיִם (Shmei ha-shamayim); o
sea que la forma plural del sustantivo para "cielos" (שָּׁמַיִם,
shamayim) sintácticamente da un énfasis superlativo, indicando así la idea de
un "cielo más elevado" o “los cielos de los cielos” a los que se
refiere el rey Salomón en su oración de dedicación del Templo, algo así como el
lugar santísimo en idioma inglés: “The holy of holies” o “The Most
Holy Place”. Cualquier otra interpretación que quisiera darse al concepto
de “cielo” y “cielos” en las referencias bíblicas, sería anacrónico, porque
tampoco el griego hace distinción entre el cielo o firmamento y el cielo la
morada de Dios. Esta es la frase griega para “los cielos de los cielos”: τοὺς οὐρανοὺς
τῶν οὐρανῶν.
Volviendo a
la experiencia del apóstol Pablo en el capítulo doce de la segunda carta a los
corintios, en la cual les relata la experiencia espiritual que tuvo hacía
catorce años, vale citar la lapidación que sufrió en la ciudad de Listra, en
donde los enemigos judíos y gentiles lo declaron muerto. En esta ocasión,
predicando él en la ciudad de Listra, después de que Pablo sana a un cojo y muchos
se convierten por su predicación, vinieron unos judíos de Antioquía de Pisidia
para apedrear al Apóstol.
“Entonces
vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio, que persuadieron a la multitud,
y habiendo apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la ciudad, pensando que
estaba muerto” (Hechos 14:19).
Según los
estudiosos del libro de los Hechos de los Apóstoles, Pablo tuvo la experiencia
de su conversión en el camino a Damasco, en el año 34 d. C.; y el primer viaje
misionero de Pablo por las regiones de Chipre y el Asia Menor, según los
relatos bíblicos, ocurrió entre los años 47 y 48 d.C. En este viaje,
acompañaron a Pablo Bernabé y Juan Marcos. Por lo tanto, según estas dos
fechas, el arrebatamiento de Pablo hasta el tercer cielo ocurrió en Listra
cuando la multitud embravecida, “lo arrastraron fuera de la ciudad dejándolo
por muerto” (Hechos 14:19-21). Los enemigos no lo hubieran dejado vivo, pues
constataron que estaba muerto. Sin embargo, Dios lo transportó hasta el tercer
cielo. Pablo escuchó palabras que no se pueden expresar, pero volvió a la vida
para continuar con su obra misionera; porque el Señor Jesús le había dicho a
Ananías que el recién convertido Saulo de Tarso le era instrumento escogido. Por
tanto, los catorce años a los que les refiere Pablo a los corintios concuerdan con
la fecha de su conversión en el año 34 y la fecha de su primer viaje misionero
entre 47 y 48 d.C. (Hechos 14:8-19).
A
continuación, este estudio fundamentará la existencia de tres cielos, según la
literatura bíblica en el Tanaj hebreo. Específicamente se citará
el capítulo 8 del libro primero de Reyes, en donde Salomón en su oración de
dedicación del Templo, va citando diferentes esferas de regiones celestiales,
comnenzando por la región atmosférica en donde vuelan las aves o primer cielo;
la región de los astros como el sol, la luna y las estrellas o segundo cielo; y
por último el tercer cielo, la morada de Dios, según el mismo rey Salomón lo
expresa. Asimismo, se tomarán en cuenta algunos pasajes de Génesis, los
evangelios, algunos profetas y Salmos, como el 103, 104, y 105.
Primer
Cielo:
La
atmósfera terrestre: Esta región se irá explicando con distintos pasajes
comenzando con el libro del Génesis y luego, con los evangelios. En párrafos
anteriores se ha aclarado que la región atmosférica será considerada como el
primer cielo al que el mismo Señor Jesús se refirió como la capa en donde
vuelan las aves y anidan en los árboles. Los relatos de los evangelios son
tomados de las palabras de Jesús en sus sermones predicados a sus oyentes y
seguidores.
En el libro de Génesis, refiriéndose a la expansión, la
palabra hebrea es “Raqia" (רָקִיעַ), que significa la separación entre las
aguas y las aguas de las aguas, en la atmósfera terrestre o primer cielo. Otro
pasaje en Génesis habla de "que las aves vuelen sobre la tierra y
crucen el cielo azul", Génesis 1:2.6,8)
El
evangelista Mateo cita las palabras textuales de Jesús refiriéndose al primer
cielo: "Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni
recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis
vosotros mucho más que ellas? (Mateo 6:26).
A uno de
los escribas que le dijo a Jesús que quería seguirlo adonde él fuera, le
contestó: “Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos;
mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza” (Mateo 8:20, Lucas
9:58). Nótese que Jesús menciona la frase “la aves de los cielos” para
referirse a la capa atmosférica; porque el idioma hebreo no hace diferencia
entre el firmamento y los cielos de los cielos o tercer cielo.
En una
ocasión, Jesús le reclama a las multitudes que lo escuchan, pero no siguen sus
enseñanzas. Jesús no tolera que la multitud sepa interpretar los signos
meteorológicos, pero no saben distinguir “este tiempo”; es decir, el tiempo
presente en que deben arrepentirse y seguir sus enseñanzas.
“Y
decía también a la gente: Cuando veis una nube que sale del poniente, enseguida
decís: Lluvia viene; y así sucede. 55 Y cuando sopla el viento del sur, decís:
Hará calor; y lo hace. 56 ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y
de la tierra, ¿y cómo no distinguís este tiempo?” (Lucas 12:54-56)
Al
describir la lluvia, las nubes y los vientos, estos pasajes se refieren a la
expansión o el firmamento que rodea la Tierra que ya se ha documentado que en
el concepto hebreo se refiere al primer cielo.
En las palabras finales de Jesús instruyendo a
sus discípulos en los acontecimientos escatológicos, se refiere al espacio
entre la Tierra y las nubes, en donde aparecerá la señal en el cielo o primer
cielo. La idea de que Jesús vendrá sobre las nubes del cielo es totalmente
congruente con otros pasajes del Antiguo Testamento, cuando dice: “He aquí
que Jehová monta sobre una ligera nube y entrará en Egipto. Los ídolos de
Egipto temblarán delante de él, y desfallecerá el corazón de los egipcios ...”
(Isaías 19:1)
También el
salmista usa las metáforas y símiles de Dios extendendo los cielos como
cortina, más las imágenes de Dios que usa las nubes como carroza; y como un ave
gitantesca anda sobre las alas del viento y convierte las llamas de fuego como
sus ministros. “El que pone las nubes por su carroza, El que anda sobre las
alas del viento; 4 El que hace a los vientos sus mensajeros, Y a las flamas de
fuego sus ministros” Salmo 104:3-4).
Así que
tanto el Padre como el Hijo, convierten las nubes en sus carrozas para
demostrar su poder y gran gloria. El evangelista Mateo reproduce las palabras
apocalípticas de Jesús narrando su aparición en las nubes en su segunda venida.
“Entonces
aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas
las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes
del cielo, con poder y gran gloria” (Mateo
24:30).
Según los
pocos pasajes citados en esta parte del estudio, el pensamiento hebreo acerca
de lo que ellos consideraban “el primer cielo” está bien claro en la
documentación bíblica. Incluso, se han documentado las palabras de Jesús en
diferentes contextos pero con referencia al mismo tema: la atmósfera terrestre
entre la Tierra y las nubes que tanto el Padre como el Hijo utilizan como
carroza, según el salmista citado. El profeta Isaías presenta la imagen de Dios
sentado sobre el círculo de la Tierra: “Él está sentado sobre el círculo de
la tierra, cuyos moradores son como langostas; él extiende los cielos como una
cortina, los despliega como una tienda para morar” (Isaías 40:22). El
concepto del firmamento es el mismo, ubicado sobre el círculo de la Tierra;
además, la bella metáfora que presenta a Dios extendiendo los cielos como una
cortina, y luego el profeta presenta un símil con la imagen de de Dios desplegando
los cielos como toldo de campaña o tienda para morar.
Posteriormente,
este estudlio documenta el criterio hebreo expresado en otros pasajes de
nuestro Antiguo Testamento, empezando con la oración del rey Salomón, y con otros
salmos, reforzando el criterio del primer cielo o firmamento, cuando el rey
Salomón extiende sus manos al cielo o firmamento: “Luego se puso Salomón
delante del altar de Jehová, en presencia de toda la congregación de Israel,
y extendiendo sus manos al cielo […] (1 Reyes 8:22)
Al comenzar
su reinado, Salomón hijo de David, pidió sabiduría a Dios en vez de poder y
riquezas; por tal razón, Dios le concedió la sabiduría para gobernar y mantuvo
unido el reino hasta su muerte. Lamentablemente, Salomón cayó como hemos caído
algunos líderes religiosos, persiguiendo una falsa felicidad en el engañoso
mundo de las mujeres amantes de dioses falsos, incluyendo el dinero y la fama.
Pero en
esta faceta del rey Salomón, el estudio se centra en la oración de dedicación
del Templo en Jerusalén, la ciudad de David su padre. La oración trasmite la
sabiduría que Dios le había concedido; por eso, el estudio se basa en el
concepto hebreo de los tres cielos. Salomón pide a Dios su misericordia para
con su pueblo, desde el aspecto material como la lluvia tan necesaria para la agricultura
y la ganadería hasta lo espiritual como la necesidad de ser bendecidos, de ser
escuchados y de ser perdonados por los pecados cometidos.
“Si
el cielo (primer cielo) se cerrare y no lloviere, por haber ellos pecado
contra ti, y te rogaren en este lugar y confesaren tu nombre, y se volvieren
del pecado, cuando los afligieres, 36 tú oirás en los cielos (tercer cielo),
y perdonarás el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, enseñándoles el
buen camino en que anden; y darás lluvias (las nubes del primer cielo)
sobre tu tierra, la cual diste a tu pueblo por heredad” (1 Reyes 8:35-36).
Los paréntesis son para refuerzo.
El final de
la oración de dedicación es cuando Salomón se levanta de estar de rodillas con
sus manos extendidas al cielo; o sea hacia el firmamento y hacia la morada de
Dios, como él lo confiesa. Una vez más, este texto confirma el léxico hebreo de
que el mismo vocablo en singular se usa también para el plural: el cielo o
firmamento y los cielos de los cielos: שָׁמַיִם (shamayim).
“Cuando
acabó Salomón de hacer a Jehová toda esta oración y súplica, se levantó de
estar de rodillas delante del altar de Jehová con sus manos extendidas al
cielo; 55 y puesto en pie, bendijo a toda la
congregación de Israel” (1 Reyes 8:54)
Habiendo
documentado el criterio hebreo con las palabras del rey Salomón en el libro
primero de los Reyes y el capítulo ocho, este estudio se basa a continuación en
el criterio de los cielos de algunos Salmos, así como un versículo de la
epístolas a los Hebreos y del capítulo 55 del profeta Isaías.
Después que
el pueblo de Israel salió de la esclavitud de Egipto bajo la dirección
espiritual de Moisés y su hermano Aarón, al entrar al desierto sintieron la
necesidad de la alimentación en un lugar en donde ellos no abrigaban las
esperanzas de sobrevivencia. Pero Dios no los dejaría morir de hambre en el el
desierto. Dios tenía un plan compatible con la misma naturaleza: hizo llover
maná y codornices, pan y carne de los cielos, tal como les recuerda el salmista
en el Salmo 78. A pesar de las protestas y rebeliones del pueblo, Dios les
envió la alimentación que ellos añoraban “las ollas llenas de carne”. Un
símbolo de la seguridad alimentaria que ellos sentían en Egipto y que en el
desierto no tendrían.
“Sin
embargo, mandó a las nubes de arriba, Y abrió las puertas de los cielos, 24 E
hizo llover sobre ellos maná para que comiesen, Y les dio trigo (el maná)
de los cielos” (Salmo 78:23-24). El paréntesis es aclaración).
“Movió
el solano en el cielo, Y trajo con su poder el viento sur, 27 E hizo llover
sobre ellos carne como polvo, Como arena del mar, aves que vuelan (las
codornices). 28 Las hizo caer en medio del campamento, Alrededor de sus
tiendas” (Salmo 78:26-28). El paréntesis es aclaración.
En otro
Salmo, se presenta a Dios proveyendo y alimentando a toda la obra de la
creación, a las bestias del campo, a los asnos monteces, las aves de los
cielos. Otra vez, el idioma hebreo usa el plural para significar también el
cielo en singular (שָׁמַיִם (shamayim), en donde habitan las aves de los cielos
(el firmamento) y hace su casa la cigüeña.
A sus
orillas habitan las aves de los cielos; Cantan entre las ramas. Allí
anidan las aves En las hayas hace su casa la cigüeña (Salmo
104:12-17).
El salmista
admira la obra de la creación, al contemplar el firmamento, o sea, la esfera
celeste que los humanos contemplamos al alzar la vista al espacio inmediato o
firmamento. “Los cielos cuentan la
gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1,
Hebreos 11:10-12). El salmista iguala “los cielos” con el “firmamento”; lo que
corrobora lo que hemos venido documentando que el idioma hebreo tiene la misma
palabra para cielo bajo y los cielos de los -cielos, con la palabra firmamento,
sin ninguna contradicción.
Y el
escritor de la epístola a los Hebreos corrobora la afirmación del Salmo 19:1,
con las siguientes palabras: “Tú, oh Señor, en el principio fundaste la
tierra, Y los cielos son obra de tus manos” (Hebreos 11:10).
El profeta
Isaías establece la distinción y dimensión de los cielos. Menciona la lluvia
que desciende de los cielos, las nubes en sentido implícito, porque son las que
producen la lluvia, en el plano atmosférico. Nótese el uso del plural “cielos”
en referencia al firmamento en donde se mueven las nubes que producen la lluvia;
en igual sentido léxico que el salmista en el Salmo 19:1.
“Como
son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que
vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Porque como
desciende de los cielos la lluvia y la nieve (las nubes en el espacio
atmosférico), y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar
y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra
que sale de mi boca” (Isaías 55:9-10). El paréntesis es aclaración.
Habiendo
examinado con profundidad los conceptos de firmamento, el cielo, y los cielos
de los cielos, según el concepto hebreo שָׁמַיִם (shamayim). en el Tanaj
y en nuestro Antiguo Testamento, este estudio pasa a documentar el segundo
cielo.
Segundo
Cielo:
El espacio
exterior con los cuerpos celestes, o el reino de las fuerzas
espirituales. (Hebreos 11:12, Mateo 24:29). Nótese que la epístola a
los Hebreos divide el segundo cielo en dos estamentos: 1) el espacio exterior
con los cuerpos celestes; y 2) el reino de las fuerzas espirituales.
1) En
cuanto al concepto del espacio exterior con los cuerpos celestes:
El libro de Génesis expresa el concepto del espacio exterior con los cuerpos
celestes al que se refiere el escritor de los Hebreos.
“Dijo
luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de
la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, 15 y
sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra.
Y fue así. 16 E hizo Dios las dos grandes
lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor
para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. 17 Y
las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la
tierra, 18 y para señorear en el día y en la noche,
y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno”
(Gén 1:14-18).
“E
inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se
oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del
cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. 30 Entonces
aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas
las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes
del cielo, con poder y gran gloria” (Mateo
24:29-30).
En el Salmo 8 el salmista admira y engrandece
la obra de la creación al ver los cielos. Se refiere al espacio de los astros;
o sea el segundo cielo. “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y
las estrellas que tú formaste, 4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él
memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmo 8:3-4).
Y el
salmista continúa admirando la obra de la creación, en el espacio de los
astros: “Hizo la luna para los tiempos; El sol conoce su ocaso. 20 Pones
las tinieblas, y es la noche;” “Sale el sol, se recogen, Y se echan en
sus cuevas” (Salmo 104:19-22).
2) En
cuanto al concepto del reino de las fuerzas espirituales:
Pablo incluye a los ángeles, principados y potestades como cosas creadas que no
podrán separar el amor de Dios de los creyentes en Cristo Jesús Romanos 8:38-39,
Colosenses 1:16: Se afirma que todas las cosas en los cielos y en la tierra,
incluyendo tronos, dominaciones, principados y potestades, fueron creadas por
medio de y para Cristo. Efesios 6:12: Pablo explica que la lucha del creyente
no es contra la sangre y la carne, sino contra principados, potestades y las
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Claramente,
Pablo confirma el concepto del escritor de los Hebreos, en la epístola a los
efesios.
Tercer
Cielo:
El tercer
cielo es la morada de Dios, el reino celestial o los cielos de los cielos. El
cielo es un lugar preparado por Dios donde los creyentes vivirán eternamente en
comunión con Él, alabándolo, sirviéndolo y conociéndolo más. Además, Jesús
prometió que él iba a preparar lugar en donde él estaría con los redimidos. Él
dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo
hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2). Lo
que significa que en el mismo cielo hay lugares para los ángeles, para las
fuerzas espirituales que sirven a Dios y para los redimidos, después del Gran
Juicio Final.
El reconstructor
de las murallas de Jerusalén, Nehemías, clama al Señor con las siguientes
palabras: "Tú eres el único Señor. Tú hiciste los cielos, los cielos de
los cielos con todo su ejército, la tierra y todo lo que hay en ella”
(Nehemías 9:6). Dios es el creador de los cielos, los ejércitos del cielo, así
como también de la Tierra. Es un concepto compartido también por el salmista
David, quien se había propuesto construir el Templo en Jerusalén, la ciudad de
David. Tanto Nehemías reconstructor de las murallas, así como David, fundador
de la ciudad que lleva su nombre, claman a Dios en los dominios celestiales.
David declara: “Jehová estableció en los cielos su trono, Y su reino domina
sobre todos” (Salmo 103:19)
El libro de
Salmos está lleno de ejemplos acerca del concepto de “cielo”, “cielos” y
“firmamento”. El Salmo 2: 4 se refiere al trono de Dios, o la morada de Dios: "El
que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos".
En el Salmo
8 David está consciente que Dios es el creador de todo cuanto existe y lo
representa sobre los cielos: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu
nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos” (Salmo 8:1)
“Por la palabra de Jehová fueron
hechos los cielos,Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca”
(Salmo 33:6). Este versículo exalta la creación de los cielos y todo el
ejército de ellos; lo que implica que incluye los tres cielos: el espacio
atmosférico, el espacio de los astros y las galaxias, y el cielo la morada de
Dios. Todo fue hecho por el aliento de su boca. Eso nos lleva al libro de
Génesis cuando dice: “Dijo Dios”, “luego dijo Dios”, “dijo también Dios”, “después
dijo Dios”; era la Palabra de Dios, “el aliento de su boca” creando el
universo; pero la creación culmina con las palabras: “Entonces dijo Dios:
Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”; la
palabra “Entonces” es la conclusión de la obra creadora; palabra que se usa al
final de un silogismo para indicar que todo lo anterior es verdad y se completa
en la conclusión. El silogismo consta de tres partes: 1) Premisa mayor, 2)
Premisa menor, y 3) la conclusión. La premisa mayor es la creación de los
cielos y la tierra; la premisa menor es la creación de la luz, de la hierba,
los árboles, las semillas, las lumbreras, la creación de los seres vivientes; y
luego, la conclusión: la creación del hombre a imagen y semejanza del Creador.
Siguiendo
con el Antiguo Testamento, para fundamentar el concepto de los cielos, este
estudio citará la oración de dedicación del Templo por el rey Salomón. Salomón,
el hijo de David y a quien Dios escogió para la construcción del Templo en
Jerusalén, dijo:
“Jehová
Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo en
la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus
siervos, los que andan delante de ti con todo su corazón” (1 Reyes 8:23).
Así
comienza la oración de dedicación del Templo en Jerusalén en presencia del
pueblo de Israel. Salomón al principio de su reinado tiene su corazón
consagrado al único Dios; pero el poder, el lujo y la fama lo llevan a buscar
mujeres extranjeras quienes lo apartaron de sus principios religiosos y cayó en
la idolatría de sus mujeres paganas.
La oración
de Salomón fue muy solemne dirigida al Dios que le había aparecido para dotarlo
de sabiduría y poder. Salomón ruega a Dios por el bienestar de su pueblo. Le
pide a Dios que escuche la oración, así como el clamor de su pueblo. Sin
embargo, aunque el Templo era una joya arquitectónica, él reconoce que Dios no
necesita ese edificio, siendo que ni los cielos de los cielos lo pueden
contener: los cielos de los cielos es la morada de Dios, o el tercer cielo.
“Pero
¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los
cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he
edificado? 28 Con todo, tú atenderás a la
oración de tu siervo, y a su plegaria, oh Jehová Dios mío, oyendo el clamor y
la oración que tu siervo hace hoy delante de ti” (1 Reyes 8:27-28). Oye,
pues, la oración de tu siervo, y de tu pueblo Israel; cuando oren en este
lugar, también tú lo oirás en el lugar de tu morada, en los cielos;
escucha y perdona (1 Reyes 8:30). “tú oirás en los cielos,
y perdonarás el pecado de tu pueblo Israel, y los volverás a la tierra que
diste a sus padres” (1 Reyes 8:34, 36, 39, 43, 45 y 49).
Con la
frase hebrea tomada del Tanaj “los cielos de los cielos” שְׁמֵי הַשָּׁמַיִם
(Shmei ha-shamayim) finaliza este estudio la documentación de “los tres
cielos”, según lo expresado en el Tanaj hebreo (תַּנַךְ), o “las Escrituras”
a las que se refirió Jesús muchas veces en sus sermones y discusiones con los
intérpretes de la Ley mosaica; y que luego lo leemos en nuestro Antiguo
Testamento, así como la confirmación que el mismo Señor Jesús hace en los
evangelios canónicos, y reafirmado por el apóstol Pablo en su relato a los
corintios acerca de su experiencia extracorporal y de trascendencia espiritual
al tercer cielo.
CONCLUSIÓN
Con la
documentación del tercer cielo que ofrece el libro de Génesis, el profeta
Isaías, algunos Salmos, y el mismo Señor Jesús citado por los evangelios
canónicos, se concluye la doctrina bíblica de “los cielos de los cielos” o
“tercer cielo”, la morada de Dios; criterio que se basó en la experiencia del
apóstol Pablo en la segunda epístola a los corintios, en el capítulo doce.
Luego, el estudio se basó en diferentes textos del Antiguo y del Nuevo
Testamento.
La
documentación demostró que no hay indicios de mitología en la doctrina de “los
cielos de los cielos” o “tercer cielo”, y que ambos Testamnentos concuerdan sin
contradicciones. Es más, la documentación del primero y segundo cielo estudiado
en la Biblia, no se contradice con la teoría heliocientífica explicada por el
científico de la NASA, Douglas E. Rowland. Obviamente, la ciencia niega a Dios
y jamás se referirá a los cielos como la morada de Dios. De manera que su
existencia la encontramos atestiguada ampliamente en la Biblia, la base de la
fe cristiana.
Para
finalizar, cito un párrafo expresado por Protestante Digital, en el cual
incluso los creyentes entienden el concepto del cielo de manera muy superficial,
tan así que el cielo no parece atractivo para nadie; y eso debe preocupar a los
pastores de iglesias, a los predicadores de la Palabra de Dios y a los mestros
de la Biblia. Si los cielos de los cielos o tercer cielo es la morada de Dios
como se ha documentado, debe ser un tema obligado en la doctrina cristiana como
el lugar en donde los creyentes en Cristo pasarán la eternidad. ¿Lo predicamos?
¿Lo entienden los creyentes? ¿Se preparan los creyentes para estar con Cristo
en la eternidad?
“Paradójicamente,
al igual que el infierno ꟷaunque por causas diferentesꟷ, el cielo es también un
tema que la defensa de la fe se ha visto obligado a abordar, pues es tan
incomprendido por los creyentes o entendido de una forma tan superficial,
infantil y pueril, que en realidad no parece atractivo para nadie, entre ellos
una buena proporción de creyentes incluidos, perdiendo su potencial para
estimularnos a una vida de santidad y compromiso apasionado con la causa de
Dios, a la espera de poder llegar a disfrutar de él, anhelándolo y
preparándonos diligente y disciplinadamente en el curso de toda nuestra vida
actual para asegurarnos de pasar nuestra eternidad en él” (Crédito: Protestante
digital).
REFERENCIAS
Biblia
Reina Valera 1960, en todas las citas bíblicas
Encyclopedia
Britannica (the earthly realm, the atmospheric region, and the heavenly realm
of God)
Jewish
& Early Christian Cosmological Views
Perspectiva
médica/fisiológica
Protestante
digital, el cielo tema de la fe
Reddit, What is up with the "Third
Heaven"
Rowland,
Douglas E., heliocientítifico de la NASA
Theological
views of St. Paul the Apostle
World
History Encyclopedia, “Querubín, el reino celestial”