“POR EL ALIENTO DE SU
BOCA”
 La Creación: la Adoración, la
Alabanza y la gratitud
Amadeo
Albuquerque Lara
Las tres
grandes obras de la creación del universo, según el libro de Génesis, son: el
cielo, la Tierra, y el espíritu humano “por la palabra de la boca Dios” y “por
el aliento de su boca”. El libro de Génesis es el primero en declarar
la obra grandiosa de la creación del universo, sin dar fechas astronómicas que
los científicos han inventado; sino señalando como tiempo, “en el
principio”; y como creador, la “palabra de la boca de Dios”. Único
documento irreemplazable e indiscutible de la “obra de sus dedos” (Salmo 8:3)
de la creación del universo. 
Cuando Dios
creó al ser humano (Adán), Dios sopló en su nariz el aliento de vida, o el
espíritu de vida. La palabra “espíritu” en hebreo es “ruach” (רוח) que también
se traduce como viento o “aliento”. Ruach es el “aliento de su boca”
(Salmo 33:6), por el cual Dios creó el universo. Después que Dios sopló
espíritu de vida en el ser humano, Adán “vino a ser ‘alma’ viviente”: “Así
también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el
postrer Adán, espíritu vivificante” (1 Corintios 15:45). La palabra “alma”,
“ser humano” y “persona” en hebreo es “nephesh” (נֶפֶשׁ) con el
significado bíblico más amplio, refiriéndose a la persona completa como un ser
vivo y físico, con pensamiento y sentimientos. Destacado es mío.
Cuando nos
referimos a la creación del universo, no nos preocupamos por probar ni argumentar
“la obra de sus manos” (Salmo 19:1) ni la “obra de tus dedos”
(Salmo 8:3) refiriéndose a la magna obra de la Creación del universo, más que
evidenciada en la creación misma; sino apelar a brindar alabanzas, gloria, y
gratitud por tan magna obra de los cielos, la Tierra, los cielos de los cielos
y de todo cuanto existe, incluyendo el “espíritu” humano. El espíritu que Dios
sopló en el ser humano es el mismo Espíritu Santo, perdido en el Edén por la
desobediencia y el pecado, pero recobrado en el Nuevo Testamento por los
discípulos de Cristo cuando él “sopló” sobre ellos después de la resurrección y
les dijo: “recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:22). También Jesús les
dio órdenes a sus discípulos que no salieran de Jerusalén hasta que fueran
investidos por el Espíritu Santo. El profeta Joel había profetizado este magno
acontecimiento del derramamiento del Espíritu Santo, no sólo sobre los
discípulos de Jesús, sino “sobre toda carne”. 
“Y
después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán
vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros
jóvenes verán visiones. 29 Y también sobre los siervos y sobre las siervas
derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Joel 2:28-29). Destacado es mío.
El ser
humano no puede existir sin el “espíritu de vida” o “el soplo que
insufla el Espíritu de Dios o Espíritu Santo”. (Romanos 8:2), el cual fue dado
en el momento de la Creación del universo. El espíritu de vida o Espíritu Santo
Adán lo perdió en el paraíso; pero fue recobrado por sus discípulos cuando
Jesús “sopló” sobre ellos el Espíritu Santo; posteriormente, el Espíritu Santo
fue derramado sobre toda carne; es decir, en el Nuevo Testamento se convirtió
como el sello después del arrepentimiento de pecados y de alcanzar la salvación
por la fe de Jesucristo. El apóstol Pablo les pregunta a los creyentes: “recibisteis
el Espíritu Santo cuando creísteis” (Hechos 19:2). El mismo Saulo de Tarso
recibió el Espíritu Santo después de su conversión, mediante imposición de
manos de Ananías (Hechos 9:17). Los apóstoles en el período apostólico no
concebían la conversión a Jesucristo sin recibir el Espíritu Santo. Lo
recibieron los apóstoles y todos los que creyeron en Jesús el día de
Pentecostés – unas 3,000 personas (Hechos 2:41); Saulo de Tarso fue lleno del
Espíritu Santo posterior a su conversión (Hechos 9:17-18); lo recibieron los creyentes
de Samaria (Hechos 8:14-17) ; lo recibió Cornelio y su familia (Hechos
10:44-48); y fue reclamado por el apóstol Pablo a los creyentes de Éfeso, como
sello divino para todos los que creían y confesaban sus pecados: “¿Recibieron
ustedes el Espíritu Santo cuando creyeron?” (Hechos 19:2-6).
Por otro
lado, el “espíritu de vida” que Dios sopló en la nariz del primer ser humano; y
el Espíritu Santo dado por Jesús a sus discípulos, y a todo aquel que cree, demanda
a todo ser humano, a la creación misma, a los cielos de los cielos, y a todos
los que moran sobre la Tierra a reconocer, a alabar y agradecer al Creador del
universo, por la existencia misma de la Creación.
 La epístola a los Hebreos añade que por fe
entendemos la creación por la Palabra de su boca, de la nada Hebreos 11:3
afirma que "por la fe entendemos que el universo fue creado por la
palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía"
(Hebreos 11:3).
En el
Antiguo Testamento, el salmista, en un sinnúmero de Salmos, basado en la obra
de la creación ha confirmado que la “palabra de Dios”, o “el aliento de su
boca” son la única razón o comprobación de la creación del universo y de
todo lo que existe (Salmo 33:6). Además, la Creación es la obra grandiosa de
Dios para que el ser humano la habite, lo adore, lo alabe y le cante alabanzas
de gratitud. El libro de los Salmos invita a la Creación entera con todos los
seres que la habitan a alabar al Creador del universo; y es toda la intención del
autor de este estudio. (Salmo 33: 6 y 148).
El libro de
los Salmos o Tehillim (תהילים) en hebreo, o “Libro de alabanzas”
pertenece a los Escritos o Ketuvim (כְּתוּבִים) en hebreo, los
cuales son parte de los tres grupos contenidos en el Tanaj. El libro de
los Salmos contiene múltiples exhortaciones a reconocer al Dios de la Creación,
a la adoración, a la alabanza y gratitud “porque para siempre es su
misericordia”; porque la Creación tuvo un propósito de ofrecer el hogar
exclusivo al ser humano, a todos los que habitan en la Tierra y en los cielos
de los cielos. Después de crear los cielos y la Tierra y todo cuanto existe,
Dios le proporcionó al ser humano los recursos para su alimentación (vegetales
y animales) para que en consecuencia se postrara en adoración y alabanzas de
gratitud al Creador del Universo, por “el espíritu de vida” insuflado en el ser
humano en el momento de la Creación, el cual también es el Espíritu Santo en la
vida de los creyentes en Cristo. Los escritores bíblicos fueron inspirados por
Dios para plasmar lo grandioso de la creación, así como el deber del ser humano
para admirar las maravillas de los cielos y de toda la creación, como la razón
para adorar y alabar a Dios. El Salmo 33:6 confiesa que todo lo que existe fue
creado por la palabra y aliento de su boca.
“Por
la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por
el aliento de su boca” Salmo 33:6).
Entre los innumerables
pasajes de la Biblia que claman por la alabanza de parte de la creación misma y
de los seres que pueblan la Tierra y los cielos de los cielos, se encuentra el
profeta Isaías: declara que Dios, el Creador de los cielos y la tierra, “el que
da el aliento” a las personas que viven sobre la Tierra y da “el
espíritu” a quienes en ella andan (Isaías 42:5). Este versículo también
enfatiza en que Dios es el Ser que creó y extendió los cielos, y que formó la Tierra
y todo lo que produce.
“Así
dice Jehová Dios, Creador de los cielos, y el que los despliega; el que
extiende la tierra y sus productos; el que da aliento al pueblo que mora
sobre ella, y espíritu a los que por ella andan” (Isaías 42:5) Destacado
es mío.
Dios al
crear al ser humano sopló en su nariz “aliento de vida” y le dio espíritu;
y el hombre se convirtió en un ser viviente, con el espíritu como medio de
comunión y comunicación con su Creador: “Entonces Jehová Dios formó al
hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y
fue el hombre un ser viviente” (Gén 2:7) Jesús el mismo día de su
resurrección y estando ellos reunidos les dijo a sus discípulos: “Como me
envió el Padre, así también yo os envío. 22 Y habiendo dicho esto, sopló,
y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:21-22). Destacado es
mío.
El “aliento
de vida” y el espíritu se repiten en escritos y declaraciones
en toda la Biblia. Esta expresión la registran el libro de Génesis, los
profetas, los Salmos, y los escritores del Nuevo Testamento, para demostrar que
Jesús tiene el mismo poder creador que el Padre, “sopló” sobre sus
discípulos para entregarles el Espíritu Santo. Aquí hay una coordinación
entre el Padre y el Hijo. El Padre sopló en la nariz de Adán para darle el
espíritu de vida para que fuera un ser viviente; el Hijo sopló sobre sus
discípulos para darles el Espíritu Santo para darles poder de ser testigos
hasta lo último de la Tierra. Destacado es mío.
 En el Antiguo Testamento, el salmista está
consciente de su deber de alabar a Dios por las mismas obras de la Creación; y
lo demuestra en muchos de los Salmos: 
"Te
alabaré, porque formidables, maravillosas son tus obras; maravillosas son tus
obras, y mi alma lo sabe muy bien" (Salmo
139:14).
En otro
Salmo leemos que Dios no solamente es bueno para con todos, sino también que su
misericordia se extiendo sobre todas sus obras de la Creación: "Bueno
es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras"
(Salmo 145:9).
En el Salmo
9, el salmista no solamente promete adorar a Dios con todo su corazón,
mandamiento que destacó el Señor Jesús como el primero de los dos grandes
mandamientos, que cumplen la ley y los profetas. Pero el salmista también
promete proclamar todas las maravillas de la Creación: alabarlo, proclamar
todas sus maravillas, y cantarle con alegría y regocijo: 
“Te
alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; Contaré todas tus maravillas. 2 Me
alegraré y me regocijaré en ti; Cantaré a tu nombre, oh Altísimo.
(Salmo 9:1-2).
En dos
versos del Salmo 9 el salmista usa varios verbos en tiempo futuro del modo
indicativo, significando que cumplirá sin fallar ninguno. Los verbos son: alabaré,
contaré (o proclamaré), me alegraré, me regocijaré, y cantaré a tu nombre oh
Altísimo. El “Altísimo” es una alusión clara a la morada de Dios o los cielos
de los cielos. Durante la peregrinación del pueblo de Israel, en el tabernáculo
del testimonio había dos lugares sagrados: el Lugar Santo, donde permanecían la
mesa de los panes, el candelero y el altar del incienso; y el Lugar Santísimo. En
el Lugar Santísimo se guardaba el Arca del Pacto (o Arca del Testimonio), donde
la presencia de Dios residía sobre el propiciatorio. En el Nuevo Testamento
tenemos entrada al lugar santísimo por el sacrifiio de Cristo, y como Sumo
Sacerdote. Y por admirar las obras y maravillas de la Creación tenemos la
obligación o deber de cumplir con la adoración al Creador utilizando todos los
verbos que cita el salmista.
Voy a
finalizar la esencia de las alabanzas proclamadas en los Salmos con uno de
ellos que invita a alabar a Dios desde la Tierra hasta “los cielos de los
cielos”, la misma morada de Dios, que estaba prefigurada en el Lugaar Santísimo
en el Tabernáculo del testimonio. También el salmista clama por la adoración al
Creador a sus ángeles y a toda la Creación sin distingos de humanos, animales y
demás obras de la Creación. No es que el salmista proclame el panteísmo; no, él
no proclama adorar la Creación, sino al Autor de la Creación del universo, por
medio de sus obras maravillosas. 
“Alabad
a Jehová desde los cielos; Alabadle en las alturas. 2 Alabadle, vosotros todos
sus ángeles; Alabadle, vosotros todos sus ejércitos. 3 Alabadle, sol y luna; Alabadle,
vosotras todas, lucientes estrellas. 4 Alabadle, cielos de los cielos, Y
las aguas que están sobre los cielos. 5 Alaben el nombre de Jehová; Porque él
mandó, (por el aliento de su boca) y fueron creados. 6 Los hizo ser
eternamente y para siempre; Les puso ley que no será quebrantada” (Salmo
148:1-6). Énfasis y paréntesis míos.
El Salmo
148 es el más completo en proclamar la alabanza por todo cuanto existe tanto en
los cielos de los cielos, la morada de Dios, los ángeles y la Creación entera.
Con razón, el libro de los Salmos también se llama “Libro de Alabanzas”. La
palabra "Tehillim” (תְּהִלִּים) significa literalmente
"alabanzas".  Como se ha
documentado, el libro de los Salmos formaba el encabezado de “los
Escritos” o Ketuvim de la Biblia hebrea o Tanaj; por tal
razón, el Señor Jesús no sólo observaba en ellos la alabanza de los seres
humanos y elementos de la Creación, sino que los Salmos eran citados por él
destacando las profecías que se refieren a su mesiazgo; así como a sus
sufrimientos, crucifixión, y resurrección. Los Salmos no son el “amuleto” que
algunos creyentes creen confiar como defensa contra las amenazas o enfermedades.
Cristo los citó frecuentemente – unas 180 veces 
-  porque en ellos se destacan las
profecías que se cumplen en el Nuevo Testamento.
También los
profetas coinciden con el salmista en cuanto a que la creación entera adora a
su Creador. Nehemías se acerca a las palabras del salmista: 
“Tú
solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo
su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay
en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te
adoran” Nehemías 9:6).
El profeta
Isaías se refiere al Creador como el que da aliento y el espíritu
a los moradores de la Tierra, como una referencia clara a la creación del ser
humano mediante el soplo o aliento de vida; no olvidemos que cuando Isaías se
refiere al aliento, él rememora el aliento de vida que el Creador sopló en la
nariz del ser humano; y el espíritu que dio Dios al ser humano como el medio de
comunión con su Creador: 
“Así
dice Jehová Dios, Creador de los cielos, y el que los despliega; el que
extiende la tierra y sus productos; el que da aliento al pueblo que mora sobre
ella, y espíritu a los que por ella andan” (Isaías 42:5).
Pero la
adoración al Creador no sólo se observa en el Antiguo Testamento; en el Nuevo
Testamento, el escritor de la epístola a los Hebreos, y los siguientes
apóstoles invocan la adoración a Dios como el autor de la Creación “en el
principio.  “Tú, oh Señor, en
el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos”
(Hebreos 1:10). El salmista dice que los cielos son obra de los dedos de Dios.
Énfasis mío.
Sólo voy a
citar dos epístolas del apóstol Pablo que destacan la creación del universo;
ellas son la epístola a los colosenses y la epístola a los Romanos. El apóstol
Pablo, creador de la teología cristológica, advierte a los cristianos de Colosa
que todo cuanto existe fue creado por la palabra de Dios  - o por medio del Verbo -  según Juan 1:1-3; y que todo fue creado
por él y para él. Énfasis mío.
“Porque
en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay
en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean
principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él”
(Colosenses 1:16).
“Este
era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él
nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:2-3). El apóstol Juan usa
la palabra “Verbo” que en griego es Λόγος ‘Logos’ o ‘palabra’; y concuerda con
“el aliento de su boca”, que registra la Biblia hebrea en el Salmo 33:6:
("בדבר יהוה שמים נעשו": B'd'var Adonai shamayim na'asu)
El apóstol
Pablo, y el apóstol Juan refuerzan la proclama del salmista cuando afirman que
todo fue creado por el Hijo (el Verbo: Λόγος) y para él. El Nuevo Testamento no
deja por fuera al Verbo o Palabra (o “aliento de su boca”, como medio para
crear todo cuanto existe (Juan 1:2-3).
Y en la
epístola a los Romanos, el apóstol Pablo instruye a judíos y gentiles que las
cosas invisibles de Dios se hacen claramente visibles desde la creación del
mundo; la naturaleza y atributos de Dios, como su eterno poder y su deidad, los
cuales son revelados a través de su creación.  De modo, que nadie tiene excusa por no reconocer
al Creador del universo, porque él ha sido revelado por la creación misma.
“Porque
las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente
visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas
hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20). 
Después de
examinar los diferentes pasajes de la Biblia en cuanto a la autoría de la
Creación del Universo, se han destacado los principios que el universo fue
creado por la enunciación de la palabra de Dios o por “el aliento de su boca”.
Por todo el Antiguo Testamento se ha documentado que Dios “en el principio”
creó los cielos, la Tierra y todo cuanto existe sobre ella; asimismo, en el
Nuevo Testamento, los escritores sagrados se han respaldado en los escritos del
Antiguo Testamento para proclamar la adoración al Creador. Por tanto, todo ser
humano, especialmente los cristianos tenemos la obligación de alabar al Creador
del universo, reconociendo en su Hijo Jesucristo la Palabra o el Verbo (Juan 1:1)
por quien fue creado todo cuanto existe visible e invisisble. Sin embargo, en
las iglesias cristianas evangélicas muy pocas veces se escucha el clamor a
alabar, a cantar y a agradecer al Creador del universo; y a reconocer las tres
grandes obras de la Creación.
CONCLUSIÓN
El objetivo
de este estudio ha sido destacar la creación del universo por la palabra de
Jehová, o por el “aliento de su boca”, como un hecho innegable y
evidente: Este divino “aliento” simboliza el Espíritu y el poder creador de
Dios, quien provee vida y sustento a toda la creación, incluyendo el “aliento
de vida” que Dios le dio al ser humano, en el primer momento de la creación. La
proclamación de reconocer y a alabar al Creador del universo se extiende por
todos los escritos de la Palabra de Dios, desde el libro de Génesis, hasta el
último libro de la Biblia conocido como Apocalipsis.
Todos los
escritores de la Biblia concuerdan por inspiración divina que la creación del
universo ha sido obra de Dios; y que el ser humano tiene el deber de reconocer en
la obra de la creación, el poder y demás atributos de Dios, ya sean visibles o invisibles,
porque ellos son revelados en la creación misma del universo.
De modo que
si la ciencia no reconoce la creación del universo mediante la palabra de Dios
o por el “aliento de su boca”, es porque Dios mismo los ha enloquecido
al perder ellos el “espíritu de vida” o el “aliento de su boca”. Por eso,
leemos con frecuencia que los mismos científicos rectifican sus propias afirmaciones,
o rectifican las afirmaciones de los demás, en cuanto al origen del universo y
han creado tantas llamadas “teorías” o hipótesis como demostración de su
enloquecimiento del que hablan Pablo a los corintios, y el profeta Isaías al
pueblo de Israel.
“Pues
está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el
entendimiento de los entendidos. 20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el
escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la
sabiduría del mundo?” (1 Corintios 1:19-20). Énfasis mío.
Como
siempre, Pablo respalda sus afirmaciones con textos del Tanaj hebreo,
aunque no cita al autor de la expresión, porque en la mayoría de veces él cita pasajes
de memoria; pero el Apóstol en la epístolas a los corintios cita las palabras
del profeta Isaías al pueblo de Israel, en contra de sus sabios. “porque
perecerá la sabiduría de sus sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus
entendidos” (Isaías 29:14b).
La base
bíblica de este estudio ha sido principalmente el Antiguo y el Nuevo Testamento,
o las Escrituras citadas por Jesucristo y por Pablo. En el
Antiguo Testamento se han citado Salmo 33:6, Nehemías 9:6 e Isaías 45:5; y en
el Nuevo Testamento, la Palabra creadora de Dios se ha referido al Verbo
divino, el cual es Jesucristo. Para esta afirmación bíblica se han citado entre
otros, Colosenses 1:16, Juan 1:1-5; y Hebreos 1:10. Sin embargo, se ha
documentado que desde el libro de Génesis hasta el libro de Apocalipis se registra
la creación del universo por la palabra de su boca o el “aliento de su boca”,
refiriéndose al mandato de Dios en la creación del universo (Sea, haya,
produzca, hagamos). Se ha documentado que Dios creó el universo como la
habitación del ser humano, de todo cuanto existe sobre la Tierra, incluyendo
los cielos de los cielos para la alabanza, la adoración y la gratitud porque su
misericordia es para siempre (Salmo 136).
REFERENCIAS
Biblia
Interleal hebreo-español
Biblia
Reina Valera 1960, en todas las citas.
Encyclopedia
Britannica > The breath of his mouth
Estudio
inductivo de la Biblia > por el aliento de su boca
Protestantedigital.com
> dios
Wisdom Library
> el aliento de su boca
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