domingo, 28 de abril de 2024

 

PARÁBOLA DEL FARISEO Y EL PUBLICANO

Lucas 18:9-14

Amadeo Albuquerque Lara

El capítulo 18:1-8, del evangelista Lucas comienza con la enseñanza de Jesús sobre la necesidad de insistir en la oración, y para eso, propone la parábola de una viuda y un juez totalmente incrédulo. Por eso, en el verso ocho Jesús se pregunta: pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿hallará fe en la tierra? De manera que desde el verso uno hasta el ocho, Jesús recalca la persistencia y la fe, en cuanto a la oración.

 En los versos nueve al catorce el Señor propone una parábola de un fariseo que está en actitud de oración; pero de manera equivocada. Al hacer su oración, en Lucas 18:9-14, el fariseo oraba, pero consigo mismo, justificándose de cómo él cumplía con la Ley de Moisés: “El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano”. El fariseo “le da gracias a Dios”, porque se considera mejor que los demás, ni siquiera como el publicano que también ora al igual que él. El fariseo se presenta ante Dios como el más puro religioso, cumplidor de la Ley de Moisés. Pero el Señor Jesús da a entender en la parábola que ni el ayuno ni dar los diezmos, hace mejor a este fariseo.

Si analizamos la actitud del fariseo y del publicano, podemos aprender las siguientes lecciones:

EL FARISEO:

Ora consigo mismo, no en comunión con Dios

Se cree mejor que los demás

Sus gracias a Dios son falsas

Demuestra su discriminación social y religiosa contra el publicano

El ayuno y los diezmos no le valen ante los ojos de Dios

Demuestra que su religión es falsa, porque no ama a su prójimo como a él mismo

No demuestra arrepentimiento del pecado, lo cual es la esencia del cristianismo

Por último, el fariseo salió del templo sin ser justificado, porque Jesús vino para justificar al pecador arrepentido

EL PUBLICANO:

Se aisla del fariseo y se pone de lejos, en actitud de humildad

Levanta sus ojos al cielo, al lugar de donde espera su aceptación

Se golpeaba el pecho, confesando su condición de pecador

Ruega a Dios para que escuche su oración, porque sabe que es pecador y no merece el favor de Dios

Luego, viene la lección de Cristo en el verso catorce al exponer dos actitudes religiosas totalmente opuestas: “Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”.  La oración sin humillación no recibe respuesta positiva por parte de Dios. La altivez de espíritu recibe rechazo de Dios; y el creerse superior a los demás no demuestra sinceridad ni contrición de espíritu, ni amor al prójimo.

La parábola no menosprecia la oración, sino que nos enseña cuál debe ser nuestra actitud al dirigirnos a Dios. Jesús en el Sermón del monte amonesta cuál debe ser nuestra relación con nuestro hermano: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda (Mateo 5:23-24).

No olvidemos que el Sermón del Monte es la doctrina que nos hace acreedores justificados y dignos de la ciudadanía del Reino de los cielos. Las bienaventuranzas y doctrina de Mateo 5-7 son los requisitos para alcanzar la vida eterna. Por  último, Jesús deja claro en la Parábola del fariseo y el publicano que la religión vacía de principios y de amor al prójimo, no vale nada, y que nadie es mejor que los demás, y que al orar, debemos pedir por nuestra justificación por la fe que es en Cristo Jesús.

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