sábado, 4 de mayo de 2024

 

UN GENERAL DE SIRIA Y UN PROFETA DE ISRAEL

2do Reyes 5:1-14

Amadeo Albuquerque Lara

En el capítulo cinco del libro segundo de los reyes de Israel hay una historia muy interesante, en donde toman parte varios personajes de la Biblia. Primeramente, el general Naamán era un varón de alta estima para el rey de Siria, porque él, con la ayuda de Dios, había librado al país de invasiones extranjeras. Sin embargo, el general tenía un fuerte impedimento: era leproso. Por otro lado, Eliseo era un profeta del reino de Israel, el cual vivía en Samaria la capital del reino. Pero en la historia de estos dos personajes, interactúan otros personajes que lejos de ser secundarios contribuyen a la sanidad del afamado general sirio, y destacan la representatividad divina en la persona del profeta Eliseo.

La esposa del general Naamán tenía una empleada que unas bandas armadas habían secuestrado de la tierra de Israel. La muchacha era ferviente creyente en los milagros efectuados por el profeta Eliseo, pues este profeta había heredado el espíritu de Dios que habitaba en el profeta Elías. La muchacha, aunque temerosa, le refiere a su empleadora que si el general le ruega al profeta que está en Samaria (Eliseo), él lo sanaría de la lepra. Pero, como siempre, los que se creen grandes en el poder, siguen las pautas del poder político. El general no sigue el consejo de la empleada de su esposa, sino que por instrucciones del rey de Siria, le envía una carta y regalos en kilos de plata, kilos de oro y vestiduras reales al rey de Israel, como si el rey de Siria enviara la carta, diciendo: “yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra” (verso 6b). En consecuencia, el rey de Israel piensa que la carta es una excusa para provocar una guerra entre los dos países; por eso rasga sus vestiduras reales. Destacado es mío.

Afortunadamente, el profeta Eliseo escucha la reacción enojadiza del rey de Israel y le aconseja que le envíe a él al general Naamán y que él lo sanará de la lepra: “Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel” (verso 8c). Por tanto, aquí entra en acción el segundo personaje principal de los cuales escribo en el primer párrafo. Pero el general sirio lleva en su mente los delirios de grandeza montado en su carruaje y con sus asistentes, en caballos de guerra. Él piensa que el profeta Eliseo lo va a salir a recibir rindiéndole homenajes militares a los que el general está acostumbrado, pero no. El profeta Eliseo le envió un mensajero para que le dijera que se zambullera siete veces en el río Jordán y que con eso sería sanado de su lepra. El río Jordán de Israel era mucho más sucio que los ríos Abana y Farfar de Siria. Por tanto, el general se enoja en contra del mandato de Eliseo y al principio rechaza al profeta, y piensa mejor zambullirse en uno de los ríos de su país.

Sin embargo, el general anda rodeado de criados fieles y le aconsejan que es mejor que acate el mandato del profeta. Si el profeta le hubiera mandado otra cosa más difícil, ¿no lo haría? Es aquí el momento en que el general se rinde a acatar el mandato en beneficio de su salud. Se fue al Jordán, se zambulló siete veces “conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio” (verso 14b).

No son los dos reyes quienes contribuyen a la sanación del afamado general sirio; sino por el consejo de la humilde empleada de la esposa del mismo general, y los fieles criados que lo acompañan en su viaje hacia tierras de Israel en su búsqueda de sanación de la lepra. Tampoco el profeta Eliseo recibe soborno de parte del general sirio, sino su deseo es que tanto el rey de Siria, como el mismo general reconozcan que hay profeta de Dios en Israel; y que no son necesarios los kilos de plata, ni los kilos de oro, mucho menos las caras vestiduras reales que portan los criados del ostentoso general.

En esta historia hay varias lecciones que aprender: 

La lepra era una enfermedad contagiosa y quienes la adquirían eran aislados de la sociedad

En la casa del general trabaja una muchacha creyente en Dios y sabe que el profeta Eliseo es un representante de Dios, y que tiene poder sanador

La muchacha está pronta a testificar de su fe en el Dios de su país, Israel

La carta se dirige al personaje equivocado, porque el rey de Siria se dirige al rey de Israel y no al profeta Eliseo, quien en nombre de Dios tiene poder sanador

El rey de Siria piensa que el rey de Israel puede sanar de la lepra a su general, porque confunde el poder político con el poder de la fe

El rey de Israel reconoce que él no posee el poder de Dios para sanar, pero tampoco piensa en el profeta Eliseo

El profeta Eliseo interviene ante el rey de Israel para que le envíe al poderoso general

El general Naamán espera un recibimiento especial de parte del profeta, porque no piensa tanto en la humildad, sino en la investidura militar que posee en su país

El resultado de su misión al reino de Israel termina en simples zambullidas en el río Jordán y no en ceremonias de imposición de manos ni de reconocimiento de las charreteras militares, de parte del profeta.

Por último, la sanación del general se debe al testimonio de la empleada hebrea, y del consejo de sus fieles criados, quienes lo hacen bajar de su orgullo y humillarse ante el mandato del profeta del Dios de Israel.

COROLARIO: Ante el orgullo fatuo, la humildad.

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