lunes, 2 de octubre de 2023

 

EL “DESGRACIADO ALMIRANTE” NO FUE EL PRIMERO EN AMÉRICA

Amadeo Albuquerque Lara

Hace mucho tiempo que hemos leído y escuchado que el almirante Cristóbal Colón no fue el primero en descubrir América. Porque según un artículo de divulgación de “educahistoria”, los científicos y arqueólogos han descubierto huellas de asentamientos vikingos en Terranova, Canadá. Por tanto, aquí se destaca la diferencia entre los Vikingos y don Cristóbal Colón.

Los historiadores nos narran que el Almirante primeramente se halló en las Antillas y desembarcó en la isla de Guanahaní, la que Colón llamó San Salvador, el 12 de octubre de 1492. En tanto que los Vikingos se establecieron en Terranova, según las sagas nórdicas (Leyenda poética contenida en dos colecciones de primitivas tradiciones heroicas y mitológicas de la antigua Escandinavia llamadas Eddas, según Oxford Dictionary). Según los descubrimientos científicos y arqueológicos, 500 años antes que el navegante genovés “descubriera América”, los vikingos se asentaron en Terranova, Canadá. (Crédito: educahistoria). Los paréntesis son míos.

Según Educa Historia, “La expedición a América fue liderada por Leif Eriksson, hijo de Erik el Rojo, el fundador del primer asentamiento europeo en Groenlandia. Según la “Saga de los Groenlandeses”, Eriksson no llegó a América por accidente, sino que había oído hablar de una tierra extraña al oeste de un comerciante islandés, Bjarni Herjolfsson, quien más de una década antes había pasado por las costas de América del Norte sin desembarcar. Eriksson compró el barco del comerciante, reunió a una tripulación de 35 hombres y siguió la ruta descrita por Herjolfsson” (Destacado es mío).

Aquí tenemos una gran diferencia con Colón. Los historiadores nos cuentan que el Almirante buscaba una ruta hacia la India interesado por las especias, tan caras como ingredientes de cocina. Se dice que la cocina europea consumía el azafrán, la canela, el jengibre y el clavo de olor. Como él había leído “Los viajes de Marco Polo”, creyó que podía encontrar la ruta hacia las riquezas que buscaba; pero en su lugar, su desorientación en la navegación, lo trajo a tierras americanas. Así que el Almirante vino a tierras americanas por puro accidente.

Por lo tanto, existe otra gran diferencia entre las dos expediciones al continente americano. Cuando los españoles se dieron cuenta de las riquezas en oro de las tierras americanas, se adueñaron de esas riquezas mediante la explotación y matanza de los pueblos originarios. Basta leer el libro de Eduardo Galeano, “Las venas abiertas de América Latina” para darnos cuenta de las crueldades cometidas por los llamados “conquistadores” españoles. Tuvo razón nuestro eminente poeta Rubén Darío, cuando escribió: “¡Desgraciado Almirante! Tu pobre América,

tu india virgen y hermosa de sangre cálida,

la perla de tus sueños, es una histérica

de convulsivos nervios y frente pálida. […]

¡Pluguiera a Dios las aguas antes intactas

no reflejaran nunca las blancas velas;

ni vieran las estrellas estupefactas

arribar a la orilla tus carabelas!” (Rubén Darío)

En tanto que, según las sagas y los arqueólogos, “Las interacciones entre los vikingos y los pueblos indígenas de América del Norte fueron, en su mayoría, hostiles. Los vikingos se refirieron a los nativos como “skraelings”, un término despectivo que significa “gente miserable”. A medida que las relaciones se deterioraban, los vikingos finalmente abandonaron sus asentamientos en América del Norte, posiblemente bajo una lluvia de flechas. Sin embargo, su breve estancia en el continente dejó una huella indeleble en la historia de la humanidad, al ser los primeros europeos conocidos en establecerse en América del Norte, siglos antes de que Cristóbal Colón “descubriera” el Nuevo Mundo” (Crédito: educahistoria).

Por tanto, no tenemos nada que reconocer por el llamado “Descubrimiento de América”; aunque hay quienes se consideran “europeos” y bañan de flores a quienes acabaron con la población de los pueblos originarios y saqueo del oro que fue la causa de su desmedida y cruel ambición.

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