lunes, 13 de mayo de 2013

LIMITACIONES LÉXICAS EN EL LENGUAJE ESCRITO


LIMITACIONES LÉXICAS EN EL LENGUAJE ESCRITO
Amadeo Albuquerque Lara
El periodismo ha sido el fundamento de la mayoría de los escritores afamados de hoy en día. Escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa –ambos premio nobel de literatura- Rubén Darío y otros tantos, además de escritores han ejercido la noble profesión del periodismo. Por lo tanto, son los periodistas los que además de influir en la opinión pública, deben enriquecer el vocabulario de sus lectores sin aparecer pedantes ni esnobistas, pero enriquecedores del idioma.
El oficio de escritor requiere mucha lectura e investigación para estar al día tanto con los acontecimientos nacionales y mundiales así como con el léxico propio de esos acontecimientos. Los periodistas deben ser acuciosos en la investigación de las noticias y en la elaboración de reportajes especiales tanto para mantener informados a sus lectores así como para mantener y exaltar el prestigio de su diario. La lectura de libros de escritores reconocidos enriquece el léxico personal y se puede utilizar para enriquecer el vocabulario del público lector.
Sin embargo, para redactar las noticias el periodista no dispone de mucho tiempo, por eso debe utilizar correctamente el régimen preposicional de los verbos, las técnicas de redacción, un léxico balanceado pero correcto, ajustado al nivel de sus lectores; el periodista debe evitar los errores gramaticales, las ambigüedades sintácticas que tanto proliferan en los diarios y emisiones radiales y televisivos; así como los extranjerismos y el  esnobismo. El idioma español es rico en expresiones, sinónimos y términos propios sin tener que recurrir a extranjerismos. Hoy se lee en los diarios y se escucha en emisiones de noticias tanto nacionales como internacionales una serie de expresiones calcadas del inglés, especialmente, como que no existieran términos equivalentes en nuestra lengua. Eso puede catalogarse como limitaciones de vocabulario o de presumir de esnobismo.
Nuestro idioma tiene palabras muy específicas para describir los distintos tipos de crímenes contra las personas. Por ejemplo, el padre o la madre que mata a su propio hijo o hija, es filicida; la persona que mata a su hermano o hermana, es fratricida; el que priva de la vida a su esposa o compañera es un uxoricida (hoy en día el lenguaje feminista le llama “femicidio”); el hijo o hija que mata a su madre o a su padre, es parricida; la madre que aborta intencionalmente es una feticida; el poderoso que persigue y asesina a un pueblo es genocida; la persona que asesina a su semejante es homicida; el asesinato de un infante es infanticidio y el hombre que asesina a una mujer por el hecho de ser mujer es un misógino o feminicida. Sin embargo, hoy toda esta terminología ha quedado reducida a su mínima expresión. Es más la mayoría de los periodistas me imagino que ni siguiera han oído de hablar de estos términos.
Antes de aparecer el anglicismo “femicida”, se leía la palabra parricida aplicada tanto al que mataba a sus padres como a su cónjuge (ya se iba reduciendo el léxico preciso). Hoy en día ya está desapareciendo el término parricidio y uxoricidio ya no se usa ni se conoce, creo yo; en su lugar se usa “femicidio” si se trata de un asesinato de la esposa o compañera de vida; pero se usa mal. Esto es un ejemplo de cómo el léxico se ha ido empobreciendo en el lenguaje escrito, tanto en el periodismo como en el lenguaje judicial, sólo para citar un área de la criminalidad, pues la Ley 779 utiliza el término “femicidio”, lo cual es un anglicismo. De esto no se dieron cuenta nuestros legisladores, sin duda. Además, las leyes relacionadas con la violencia contra las mujeres tomaron la terminología del movimiento feminista, las que a su vez copiaron de la terminología inglesa. Descubriríamos más limitaciones si nos extendiéramos a otras áreas de la actividad social.
Por tanto, si los que se dedican a la labor de escribir han limitado su repertorio léxico, ¿qué podremos esperar de nuestros estudiantes, quienes desde ya tienen una educación deficiente en las escuelas y quienes serán los futuros profesionales y forjadores culturales? Es tiempo, por lo tanto, de comenzar a educar a nuestra sociedad nicaragüense en el uso de un vocabulario adecuado a las circunstancias; pero esta labor la tienen los maestros y profesores universitarios que educan a los periodistas, a los abogados y demás profesionales. Ojalá nuestro léxico no se siga empobreciendo.
El autor es excatedrático de Lingüística en la UNAN y la UCA

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