sábado, 1 de enero de 2011

REFLEXIONES DE AÑO NUEVO Y DE UNA NUEVA DÉCADA


Amadeo Albuquerque Lara

El templo del dios romano, Janus, estaba situado sobre una calle llamada Argiletum. La lista más completa de nombres de dioses romanos generalmente comenzaba con Janus, el dios de los dos rostros en direcciones opuestas, significando que mientras un rostro miraba al pasado, el otro lo hacía al futuro. Por eso el primer mes del año, enero,  en latín Januarius y en inglés January, lleva ese nombre en honor a este dios. Se dice que, originalmente, el año romano constaba de diez meses y comenzaba con el mes de Martius, marzo; pero Numa Pompilius, el segundo rey de Roma, cerca del año 700 antes de Cristo, añadió dos meses: Januarius y Februarius. Además, hizo que el año comenzara con Januarius y que el segundo mes fuera Februarius. Así se completó el año de doce meses.
Janus era considerado el dios de las puertas, de las transiciones, de las entradas y del principio y del fin. La imagen de la izquierda representa a ese dios, mientras que la imagen de la derecha es un monumento que se cree repuso al antiguo templo de madera dedicado a Janus. En la parte de abajo, a la derecha, está la imagen de una moneda en honor también al referido dios.




El año 2011 no solamente es el principio de un nuevo año, sino el inicio de una nueva década: 2011 a 2020. La década que acabamos de terminar ha sido una de las más difíciles. Ha habido guerras sangrientas, algunas sin causa inmediata y otras por la ambición de poder. Generalmente, las guerras se originan por adquirir más poder económico y político o por ambiciones personales. No solamente ha habido guerras, sino terremotos y maremotos gigantescos e inundaciones sólo comparadas con el diluvio bíblico que han cambiado el clima de la tierra, sin duda debido a la intervención humana. Potentes bombas atómicas detonadas en el subsuelo en épocas pasadas, más el acomodamiento de las placas submarinas, han ocasionado desastres como el ocurrido en Asia, en Haití y Chile. Se habla que estos cataclismos han cambiado el eje terráqueo y con esto, los consecuentes fenómenos que más tarde puedan ocurrir.
Otra causa de estos desastres es la emanación de gases producidos por la carburación de los automóviles, y los gases de las fábricas, al punto que ya se ha dañado buena parte de la capa de ozono, más los consecuentes daños a la salud humana, la contaminación de ríos, lagos y mares, los derrames de petróleo que han matado a miles de especies marinas y la extinción de otras especies terrestres. Lo triste de esta situación es que los países industrializados están haciendo muy poco por remediar la contaminación de los elementos de la naturaleza y estamos dejando a las futuras generaciones una tierra contaminada, asolada y con menos posibilidades de vida.
Las actuaciones políticas también han dado mucho que desear, no solamente en Nicaragua, sino en el resto del mundo. Existe actualmente una ambición desmedida por el poder, por la fama o por las riquezas económicas. Rubén Darío, en su poema “Los motivos del lobo”, afirma: “En el hombre existe mala levadura. /Cuando nace viene con pecado. Es triste. /Mas el alma simple de la bestia es pura”. El apóstol Santiago también confirma esta verdad: “De donde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? Pues de los malos deseos que siempre están luchando en su interior” (Santiago 4:1). La frase latina atribuida a Plautus “Homo homini lupus” que significa el hombre es el lobo del hombre, también fue acogida por el filósofo Thomas Hobbes en la dedicación de su obra De cive (1651). Entonces, a través de la historia ha habido pensadores que han sabido interpretar ese sentimiento malévolo que hay en el ser humano, especialmente cuando se quiere arrogar la autoridad de pisotear el derecho de los demás.
En el campo religioso también ha habido divisiones entre hermanos de la misma fe. Esas facciones han dado origen a la formación de nuevos grupos, iglesias o denominaciones. El deseo de sobresalir como líderes dentro de los grupos sociales ha conducido a la proliferación de estas sectas. Hay quienes se proclaman mesías enviados por Dios para redimir a la humanidad, ignorando de esta manera a Jesucristo. Hay quienes veneran al mismo diablo como a un dios moderno, otros veneran a la ciencia y a la sabiduría. Por esta razón, la humanidad se muestra huérfana de valores morales y de principios democráticos y éticos. No existe religión que salve, no existe creencia religiosa que supere a otras. “La religión pura y sin mácula delante de Dios y Padre es esta: Visitar los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha de este mundo.” (Santiago 1:27).
La década que finaliza ha visto adelantos tecnológicos en la medicina, la biología, la astronomía y la clonación de animales y la intención de clonar células madres para el trasplante y la sustitución de órganos humanos, sólo para mencionar unos pocos. La informática domina el mundo moderno. Internet, la computadora, las redes sociales y la telefonía celular han impuesto un nuevo estilo de vida. Las leyes del consumismo están obligando a muchos a ir sustituyendo los aparatos electrónicos “pasados de moda” por otros más deslumbrantes. Esta tendencia ha conducido a muchos a endeudarse sin razón por la facilidad que se cree ofrecen las tarjetas de crédito, nuestro dinero plástico. Pero este desenfreno ambicioso también ha obligado a las compañías emisoras de tarjetas a protegerse contra los morosos e irresponsables que no saben controlar sus cuentas. Han emitido leyes y reglamentos que obligan a los tarjeta-habientes a pagar o ir a la cárcel, o sufrir la hipoteca de sus bienes. Parece que vivimos en un mundo de fantasía en donde el lujo toma el lugar de las necesidades básicas.
Entonces, ¿qué nos depara esta nueva década? ¿Confiaremos en la ciencia, en la tecnología o en cualquiera de los adelantos modernos para sentirnos que marchamos al ritmo del grito de la moda? Recordemos que no es por el tipo de computadora que tengamos, ni por cuántos amigos nos siguen por las redes sociales, ni por el tipo de edificio de la iglesia que visitamos o somos miembros, sino por la empatía que debemos sentir por los más pobre y desvalidos, es el sentir la necesidad de otros como si fuera la nuestra. Es amar a Dios y ponerlo en primer lugar. Ya Jesús nos dio la pauta:  “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mateo 22:38 – 40). Así resumió Jesús los diez mandamientos. De manera que no nos escudemos en nuestra sabiduría, ni en los grados académicos que tengamos, ni en la universidad de la que somos egresados, ni en la iglesia que visitamos. Empecemos esta nueva década con este espíritu de entrega a Dios y a los demás y así nuestro mundo será mejor y la tierra que heredemos a nuestras futuras generaciones les ofrecerá mejores oportunidades de sobrevivencia. Dejemos el egoísmo, y no pensemos que sólo nosotros merecemos explotar las riquezas naturales que hoy tenemos.




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