jueves, 13 de octubre de 2016


POR QUÉ EL VERBO SER ES DIFÍCIL DE CONJUGAR
SUS VARIADAS RAÍCES
Amadeo Albuquerque Lara

La mayoría de los verbos españoles conservan uniformidad común al conjugarse, aunque los que presentan irregularidades no resultan tan complicados. Pongamos algunos ejemplos de verbos irregulares, como dar, tener, poner, caer, satisfacer, conducir, etc. Por mucho que su raíz cambie, no se distancia mucho de su raíz de infinitivo. El verbo “dar”, en presente de indicativo es “doy, das, da, damos”, etc.; en pretérito indefinido en el que se comporta con visible irregularidad: “di, diste, dio, dimos”, etc.; el presente perfecto: “he dado, has dado, ha dado, hemos dado”, etc. El verbo “tener”: “tengo, tienes, tiene, tenemos”, etc. pretérito indefinido: “tuve, tuviste, tuvo, tuvimos”, etc. Así podría seguir poniendo ejemplos de verbos irregulares en los cuales se puede identifica la raíz aunque sea irregular, queda por lo menos la primera letra de su raíz. Otro verbo difícil de identificar su raíz al conjugarlo en sus diferentes modos y tiempos es el verbo “ir”: “voy, vas, va, vamos”, etc. y el pretérito indefinido se confunde con las formas del verbo “ser”: “fui, fuiste, fue, fuimos”, etc. Pero seguiré refiriéndome a la irregularidad del verbo “ser”, para ser consecuente con el tema.

Cuando conjugamos el verbo “ser” nos encontramos con diferentes formas, las cuales no nos permiten identificar la raíz si lo comparamos con el infinitivo. Por ejemplo: “soy, eres, es, somos”, etc.; en pretérito indefinido, “fui, fuiste, fue, fuimos”, etc. Con estos pocos ejemplos nos preguntamos: ¿de dónde salen las formas “es”, “eres”, “fui”, “fuiste”, “fue”, etc?

Las principales razones por qué el verbo “ser” tiene diferentes raíces, se deben a su etimología. Este verbo toma sus formas en sus diferentes modos y tiempos del indoeuropeo, del latín clásico y del latín tardío o llamado vulgar. Es interesante observar la evolución para la formación del infinitivo del verbo latino sedere, que significa sentarse. Sedere evoluciona al castellano con la pérdida de las letras “d” y, “e” final, por lo que queda la forma “seer”. Más tarde, se fusionan las dos “ee” y se produce nuestro infinitivo “ser”. Por otro lado, la forma proveniente del indoeuropeo y del latín clásico “esse” origina la raíz “-es”, por la fusion de las dos “ss” y la pérdida de “e” final. Por lo tanto, el verbo “ser” se origina de dos verbos latinos: “sedere” y “essere”. Esta última forma viene del latín clásico “esse”.

Pero preguntémonos: ¿de dónde vienen las formas conjugadas: “soy, eres, es, somos, sois, son”? Obviamente, vienen de la conjugación latina del verbo “ser” en presente: sum, es, est. sumus, estis, sunt. Pero las formas “eres, era, eras, erais” se originan del futuro imperfecto latino: ero, eris, erit, erimus, etc.; y del pretérito imperfecto latino: eram, eras, erat, eramus, etc. En tanto que las formas: “fui, fuiste, fue, fuimos”, etc. provienen del pretérito perfecto latino: fui, fuisti, fuit, fuimus, etc. En tanto que las formas españolas: “fuera, fueras, fuera, fuéramos,” etc. provienen del pretérito pluscuamperfecto latino: fueram, fueras, fuerat, fueramus, etc.

Por otro lado, el futuro y el condicional tomaron el infinitivo del verbo ser más las formas conjugadas del verbo haber. Así, el futuro español “seré” se formó de ser + he, con pérdida de la “h” muda; el condicional simple, del infinitivo del verbo ser + el imperfecto del verbo latino habere: “ser + habebam”, esta última forma, ya evolucionada: –ía. Por lo tanto, se forma el condicional “ser + ía”:“sería”. Como es fácil de observar, el futuro imperfecto y el condicional simple en español son producto de la evolución del latín llamado vulgar en su paso al castellano. Recordemos que el romance castellano, así como las otras lenguas romances, evolucionan a partir del latín hablado por estar más expuesto a los cambios fonéticos y morfológicos.


En conclusion, la irregularidad que presenta el verbo “ser” en español en sus diferentes modos y tiempos al ser conjugado es muy especial debido a los préstamos que hace de los diferentes modos y tiempos del latín clásico y del latín llamado vulgar, al cual prefiero referirme como latín hablado o tardío, por cuanto la palabra “vulgar” refiriéndose al latín hablado, resulta peyorativa o despectiva. No quiero finalizar esta breve nota sin citar al gramático Barthol Lovaina, quien al referirse a la lengua de España en el siglo XVI la catalogó como “lengua vulgar”, pues así tituló su obra: Gramática de la Lengua Vulgar de España (1559), continuando con el criterio academicista de que la lengua del pueblo es “vulgar”. Por lo tanto, prefiero evadir el término peyorativo de “latín vulgar”, puesto que era la lengua del pueblo y de donde se originó el español que hablamos ahora.

1 comentario:

  1. Muy interesante tu explicación, algo que mucho no conocíamos. Deberías vertir toda esta sabiduría en un libro o folleto para beneficio de los jóvenes que tanto necesitan ese tipo de enseñanza.

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