CONSTANTINO
I, Y EL PRINCIPIO DEL PAPADO
Amadeo
Albuquerque Lara
Constantino
I, Emperador romanos durante los años 306 hasta 337, experimentó una visión en
el año 312 d.C. en la Batalla del Puente Milvio, hecho que lo condujo a la
adopción del cristianismo romano. Adoptó la religión cristiana, pero sin
haberse convertido a Jesucristo. Mediante El Edicto de Milán en el año 313
d.C. el emperador Constantino I declaró la libertad religiosa en el Imperio
Romano, incluyendo al cristianismo como la religión del Imperio.
Por otro
lado, volviendo a los años 42-44, según la Historia secular, el apóstol Pedro
llegó a Roma pero no como Papa, ni nombrado Papa en Roma, sino como apóstol,
título que les dio Jesucristo, cuando los llamó para que fueran sus sucesores. La
epístola de Gálatas 2:9 registra que Santiago, Pedro y Juan eran las “columnas”
de la Iglesia de Jerusalén. De haber sido Pedro nombrado Papa, hubiera sido por
los líderes de la Iglesia de Jerusalén, porque en Roma ni siquiera había un edificio
reconocido como Iglesia, sino que los cristianos en Roma se reunían en casas de
los creyentes. Ninguna iglesia cristiana fue reconocida por el Imperio Romano,
sino hasta que Constantino I declaró la libertad religiosa y respaldó el primer
papado en la persona de Silvestre I.
El título común para los discípulos originales
nombrados por Jesucristo fue el de “Apóstol”. Cristo llamó a doce apóstoles y
les sopló el Espíritu Santo para que predicaran el Evangelio a todas las
naciones (Juan 20:22-23). Cristo sopló el Espírtu Santo a todos los once
apóstoles, no sólo a Pedro. En ninguna parte de la Biblia dice que Jesús nombró
Papa al apóstol Pedro; ni tampoco Pedro se identificó como Papa, sino como
Apóstol de Jesucristo, lo mismo que Pablo. Tampoco existió el título de Papa
durante los siglos I, II y III. Hasta comienzos del siglo IV, como queda dicho.
La historia
secular afirma que el apóstol Pedro llegó a Roma aproximadamente en los años
42-44. Esto se puede comprobar por la Historia secular y por las Enciclopedias
reconocidas, no por la Tradición católico-romana. Según la historia secular,
Nerón Emperador romano se mantuvo en el trono durante los años 54 hasta su
muerte en el año 68. La historia registra el martirio del apóstol Pedro
ejecutado por Nerón entre los años 66-67. Por tanto, si el apóstol Pedro
hubiera sido Papa, Nerón no lo hubiera mandado a matar, porque los Papas desde
el siglo IV en adelante, tuvieron autoridad muchas veces mayor que el mismo
emperador. Así que Pedro fue víctima de la persecución religiosa en contra de
cristianos y judíos por los emperadores romanos Nerón, Domiciano, Trajano,
Marco Aurelio, Septimio Severo, Maximiano, Decio, Valeriano, Aureliano y
Diocleciano.
Nadie puede
negar que hubo una persecución implacable en el Imperio Romano en contra de
cristianos y judíos. En el año 64 hubo un enorme incendio en la ciudad de Roma
y se culpó a los cristianos como los autores, hecho que encendió la hoguera en
contra de los cristianos. Los cristianos ardían como antorchas humanas para
diversión del Emperador. Por eso, los apóstoles Pablo y Pedro fueron puestos a
muerte por el emperador Nerón, en los años 66-67 aproximadamente. No fue sino
hasta que el Emperador Constantino I declaró la religión cristiana como oficial
del Imperio, que cesó la persecución en contra de los cristianos, a principios
del siglo IV. El propio Emperador Contantino I elevó al Papado a “San Silvestre
I”, desde el año 315 hasta 335. Por tanto, Silvestre I fue el primer Papa en
Roma a principio del siglo IV, y no el apóstol Pedro. Así que cuando muere un
Papa y un cónclave elige a otro, no está eligiendo al sucesor de San Pedro,
sino al sucesor del que acaba de fallecer.
Quienquiera
que tenga la voluntad de investigar sin ningún prejuicio estos datos en la
Historia secular y en Enciclopedias reconocidas, podrá confirmar lo que he
escrito en esta breve nota. Todo lo que se cree hoy en día sobre la historia
del papado, se basa en la Tradición de la Iglesia católica romana, Tradición
que fue proclamada por el Concilio de Trento en los años 1545 y 1563. Este
Concilio proclamó que las Escrituras y la Tradición eran las únicas autoridades
reconocidas por la Iglesia; y la Biblia Vulgata, como la base de las
Escrituras.
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