miércoles, 18 de diciembre de 2024

 

REFLEXIÓN DE NAVIDAD Y AÑO NUEVO

Amadeo Albuquerque Lara

Hoy miércoles 18 de diciembre de 2024, muy temprano en la mañana leí una publicación que alguien compartió en Facebook. El relato era acerca de un anciano jubilado que a pesar de tener un hijo trabajando en Alemania, el anciano era viudo y vivía solo, con limitados recursos económicos, y en abandono del hijo que sin duda gozaba de amplios recursos sociales y de finanzas. El apartamento que ocupaba el anciano lucía desvencijado y sin que nadie se preocupara ni por el inmueble, mucho menos por el pobre anciano desnutrido, de manos temblorosas, de andar dificultoso y muy corto de vista.

Este triste relato me hizo reflexionar en las bondades, amor, y misericordia infinita de Dios con mi persona. En primer lugar, aunque padezco de varias enfermedades crónicas y muy complicadas, tengo acceso a medicamentos mensuales prescritos para mis dos enfermedades que amenazan mi existencia. Cuento con servicios de personal médico especializado, exámenes de especialidades muy costosos, incluyendo los de imagenología, proporcionados por el Seguro Social, gracias a la pensión que los cubre por completo.

Como si esto fuera poco, tengo una familia inmensamente amorosa, muy cristiana, que vive pendiente de mi situación de salud cuando se trata de emergencias y se necesitan los servicios de médicos privados, especialistas según la urgencia. Pero además, a pesar de mi avanzada edad, cuento con los cuidados de mi muy estimada esposa Jissel que me asiste diariamente en las actividades que no puedo realizar, preparándome la alimentación, y dándome el ánimo que en tales circunstancias son muy valiosas.

Entre tantas bendiciones tan grandes, cuento con el amor y cuidados de tres hijas, un hijo, y unos nietos mayores, y un yerno que contribuyen con el transporte para mis citas médicas en Managua. Por tal razón, al leer la publicación que alguien compartió en Facebook, inmediatamente reflexioné acerca de cuantos favores gozo por los que me siento grandemente bendecido y agradecido por la inmensa misericordia y amor de Dios, con la esposa que me apoya y me acompaña diariamente, con la amorosa familia, mis hijas, mi hijo, mis nietos, mi yerno, y con la Institución Social que me atiende.

Comparto esta reflexión con humildad y gratitud; no para vanagloriarme por tantas bendiciones de Dios, sino para mostrar mi especial reconocimiento a todos los que contribuyen al bienestar en estos años de senectud que pudieran ser de soledad y abandono para mi desgastada salud. Pero en vez de soledad, gozo de compañía; en vez de abandono cuento con apoyo; y en vez de  desesperación, cuento con la misericordia y amor de un Dios que en distintas ocasiones me ha librado de la muerte. Durante la pandemia, me levantó; de una enfermedad letal como la sepsis, también me proveyó los servicios médicos privados, exámenes, y medicamentos pagados por mis cuatro hijos amorosos que también Dios me ha regalado. Quiera Dios bendecir a toda mi familia, incluyendo a mi estimada esposa y a sus dos hijos que también me han servido como hijos propios.

Así que ya Dios me ha ofrecido el MEJOR REGALO DE NAVIDAD.

 

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