SEIS DE
ENERO, ¿DÍA DE REYES?
Amadeo
Albuquerque Lara
El Nuevo
Testamento no registra el dato de los tres reyes magos. El evangelista y
apóstol Mateo afirma lo siguiente: “Cuando Jesús nació en Belén de Judea en
días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, 2 diciendo:
¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto
en el oriente, y venimos a adorarle” (Mateo 2:1-2). Pero ninguno de los otros
tres evangelios canónicos se ocupa de la visita de estos hombres sabios, sin
duda astrónomos, pues mencionan la aparición de una rara estrella, la cual los
impulsó y los guió hasta donde estaba el niño recién nacido. Destacado es mío.
Sin
embargo, los evangelios apócrifos, sin canonicidad y sin la aprobación de las
iglesias católica y evangélica, se ocupan con minuciosos detalles de la visita
y adoración de estos raros personajes, que la tradición cristiana ha nombrado
como “La adoración de los Reyes Magos” el seis de enero. Pero la realidad es
otra. El evangelio apócrifo llamado “El Evangelio Armenio de la Infancia”
relata el nacimiento de Jesús el seis de enero, y la visita de los magos tres días después, acompañados por un ejército de doce mil personas entre príncipes,
magos y reyes de tres países: Persia, India y Arabia. Todo este ejército
acampado en las afueras de la ciudad de Jerusalén, lo cual llenó de temor tanto
al rey Herodes, como a la población.
XI 1. Y
José y María continuaron con el niño en la caverna, a escondidas y sin
mostrarse en público, para que nadie supiese nada. Pero al cabo de tres días,
es decir. el 23 de tébeth, que es el 9 de enero, he aquí que los
magos de Oriente, que habían salido de su país hacía nueve meses, y que
llevaban consigo un ejército numeroso, llegaron a la ciudad de Jerusalén. El
primero era Melkon, rey de los persas; el segundo, Gaspar, rey de los indios; y
el tercero, Baltasar, rey de los árabes. Y los jefes de su ejército, investidos
del mando general, eran en número de doce. Las tropas de caballería que los
acompañaban, sumaban doce mil hombres, cuatro mil de cada reino. Y todos habían
llegado, por orden de Dios, de la tierra de los magos, su patria, situada en las
regiones de Oriente. Porque, como ya hemos referido, tan pronto el ángel hubo
anunciado a la Virgen María su futura maternidad, marchó, llevado por el
Espíritu Santo, a advertir a los reyes que fuesen a adorar al niño recién
nacido. Y ellos, habiendo tomado su decisión, se reunieron en un mismo sitio, y
la estrella que los precedía, los condujo, con sus tropas, a la ciudad de
Jerusalén, después de nueve meses de viaje (Evangelio
Armenio, XI).
Esta
visita multitudinaria comenzó su viaje nueve meses antes que naciera el niño
Jesús por mandato divino, cuando el ángel anunció a María que daría a luz al
Mesías, según lo afirma el citado Evangelio apócrifo. Otro dato importante es
que esta narrativa registra el nacimiento de Jesús en una cueva que los
pastores de la región usan para resguardar del frio del invierno a sus rebaños
de ovejas. Resulta que la hora del parto le viene a María en un lugar
despoblado, y tienen que refugiarse en esa cueva, en donde también hay un
pesebre. Sigue la narrativa que quien asiste en el parto a María es Eva, la “madre
de la humanidad” (IX 1. Y, cuando José y nuestra primera
madre vieron aquello, se prosternaron con la faz en el polvo, y, alabando a
Dios en voz alta, lo glorificaban, y decían: Bendito seas, Dios de nuestros
padres, Dios de Israel, que, por tu advenimiento, has realizado la redención
del hombre; que me has restablecido de nuevo, y levantado de mi caída; y que me
has reintegrado en mi antigua dignidad. Ahora mi alma se siente engrandecida y
poseída de esperanza en Dios mi Salvador (Evangelio Armenio, IX). Así que
el nacimiento de Jesús sucede el seis de enero, y esa fecha la registra el
escrito apócrifo para la adoración de los magos y reyes de los tres países citados
anteriormente.
No obstante, me llama la atención que tanto católicos, como evangélicos y protestantes, celebran estos acontecimientos que no los registra el Nuevo Testamento, y que sólo se encuentran en los evangelios apócrifos, especialmente, el Evangelio Armenio de la Infancia; pero sin ningún respaldo canónico. Los datos apócrifos son los siguientes: tres reyes magos vienen a adorar al niño Jesús el seis de enero; pero la fecha que registra el escrito apócrifo para la adoración de los magos y reyes de los tres países citados anteriormente, es tres días después del nacimiento. Pero también aceptan los nombres de los tres magos: Melchor, Gaspar y Baltazar. También aceptan el color de la piel de cada uno: uno de ellos es negro y los demás son blancos.
El Nuevo
Testamento no menciona el número de los magos, ni la fecha de la adoración, ni
el nombre de los magos, ni los nombres de los países de donde proceden, ni del
color de la piel de ellos. Pero en el cuadro del nacimiento de Jesús en las
iglesias evangélicas aparecen los tres reyes con sus tres regalos: oro,
incienso y mirra; pastores y animales. Sin embargo, ni los evangelios
canónicos, ni el evangelio apócrifo citado mencionan la presencia de animales
alrededor del pesebre; pues la cueva estaba vacía mientras los pastores estaban
en el campo cuidando sus respectivos rebaños.
Por
último, no estoy a favor de que no se celebre el nacimiento de Jesús, ni el
relato de la adoración de los magos; pero sí no estoy de acuerdo que se acepten
los datos de los evangelios apócrifos, mezclados con el relato de los dos
evangelistas que narran el nacimiento del Mesías: Mateo y Lucas. Mateo es un
judío que escribe para judíos; y Lucas es un gentil que escribe para quienes
aman a Dios; pues menciona como el destinatario de su evangelio a un personaje
alegórico llamado Teófilo: amigo de Dios.
Los otros
dos evangelistas del Nuevo Testamento no se ocupan del nacimiento físico de
Jesús. Marcos comienza su evangelio, con el ministerio de Jesucristo; y Juan se
interesa por demostrar la divinidad y eternidad del Verbo hecho humano; o sea,
Dios hecho carne, o Dios en forma humana.
Es mi
propósito que esta información sirva para que los pastores de iglesias y
quienes escriben las historias de los dramas navideños, eliminen de sus tramas narrativas
los datos y personajes que no pertenecen a los relatos del Nuevo Testamento.
Dejemos que la tradición siga sin rumbo y sin respaldo canónico.
REFERENCIAS
Evangelio
de Mateo, capítulo 2, RVR 1960
Evangelio
de Lucas, capítulo 2, RVR 1960
Evangelio
armenio de la Infancia (Anónimo, y apócrifo)