miércoles, 8 de mayo de 2024

 

LA CONVERSIÓN DE NAAMÁN

Y EL CASTIGO DEL CRIADO DE ELISEO

2 Reyes 5:15-27

Amadeo Albuquerque Lara

Los primeros versos del capítulo 5 del segundo libro de los reyes de Israel contienen la historia de la sanación de la enfermedad de la lepra del poderoso general Naamán; así como la intervención de los reyes de Siria e Israel, como también la oportuna recomendación de la criada de la esposa del general sirio, y el consejo sabio de los fieles criados del general. En esta segunda parte del capítulo cinco, versos 15-27, continúan los personajes de Naamán y el profeta Eliseo; pero entra en acción lamentable el criado del profeta por sus horrendas mentiras y detestable ambición. Giezi es el criado de Eliseo y ha escuchado la conversación entre el profeta y el general Naamán. Se da cuenta que el sirio es portador de una gran riqueza y que Eliseo la ha despreciado. Ante el rechazo del profeta, Giezi trama las mentiras que dirá al poderoso general, y decide ir tras la comitiva del convertido general para hacerle saber que el profeta Eliseo ha decidido recibir parte de la fortuna que antes rechazó.

En esta segunda parte de la historia de Naamán y Eliseo trataré de la ambición de Giezi de recibir la recompensa que el profeta Eliseo despreció.  Ante la negativa del profeta de ser recompensado por parte del rey de Siria y del general Naamán, a quien sanó de la lepra, Giezi piensa en los kilos de plata y oro, más las vestiduras reales. Naamán llevaba valiosos regalos en kilos de plata y en kilos de oro, más vestiduras costosas como recompensa por su sanación de la horrible enfermedad: la lepra. Eliseo era un profeta de Dios y no aceptó ninguna recompensa; esto nos indica que la salvación no se compra con plata, ni oro, ni costosas vestiduras. La salvación es un regalo de Dios para quienes se convierten de todo corazón y se transforman en nuevas criaturas.

Pero Giezi no está a tono con el plan de salvación de Dios; en consecuencia, el criado Gezi deseaba desesperadamente recibir las riquezas rechazadas por el profeta. Por tanto, planifica la manera de cómo beneficiarse, sin que Eliseo se dé cuenta de su trampa. Por otro lado, mientras el criado de Eliseo piensa en las riquezas materiales rechazadas, el afamado general siente que en su ser se ha efectuado un cambio espiritual: su conversión al Dios que lo había sanado por la intervención de su profeta. Ahora Naamán es una nueva criatura, ha renacido a un estado espiritual.

Mientras tanto, Giezi es la persona que comete pecado y piensa que lo hace a escondidas de Dios. Adán y Eva pretendieron esconderse de Dios; Ananías y Safira creyeron que escondían el pecado de la falsa piedad sosteniendo una mentira ante los apóstoles. El salmista, en el Salmo 139:8-12, reconoce: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? 8 Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. 9 Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar, 10 Aun allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra. 11 Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; Aun la noche resplandecerá alrededor de mí. 12 Aun las tinieblas no encubren de ti, Y la noche resplandece como el día; Lo mismo te son las tinieblas que la luz”.

Afortunadamente, los versos 15-19 registran la conversión al Dios verdadero de parte del sirio Naamán. Ya despojado de su orgullo militar y agradecido por el milagro de su sanación, pero siempre pensando en la recompensa material, regresa adonde el profeta para insistir en la recompensa: “Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente de tu siervo”. “Mas él (Eliseo) dijo: Vive Jehová, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré” (15-16). Por tanto, Naamán se da cuenta que el profeta no acepta recompensa, y que en vez de lo material debe pensar en lo espiritual. Ahora Naamán piensa en el regreso a su puesto militar ante el rey de Siria, el idólatra. Por tanto, reflexiona cuál debe ser su conducta ante las prácticas idolátricas del rey a quien Naamán sirve. Destacado es mío.

Los versos 17 y 18 relatan la conversión de un altivo general, postrado ante la presencia del verdadero Dios. Naamán se ha convertido de los ídolos a Dios. “Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová. 18 En esto perdone Jehová a tu siervo: que cuando mi señor el rey entrare en el templo de Rimón para adorar en él, y se apoyare sobre mi brazo, si yo también me inclinare en el templo de Rimón; cuando haga tal, Jehová perdone en esto a tu siervo”. El rey de Siria adoraba al dios Rimón, pero Naamán era obligado a acompañarlo a adorar a su Dios. He aquí el dilema del convertido general al monoteísmo y su testimonio ante las prácticas idolátricas de su jefe, el rey de Siria. Ruego a Dios que quienes se convierten a Dios por medio del Evangelio de Jesucristo, regresen a su familia inconversa con un testimonio de cambio de vida. El dilema es: confesar su cambio de vida, o rogar a Dios que perdone la infidelidad idolátrica en que sus padres lo criaron. Contra esa nueva experiencia religiosa tuvo que luchar el condecorado general sirio ahora convertido al verdadero Dios. Él estaba seguro que en su vida interior ya no adoraba al dios Rimón, pero sabía que su jefe, el rey de Siria esperaba que su general también adorara a su dios. Evidentemente, Naamán no gozaba del apoyo de un grupo de creyentes fieles congregados en una iglesia, ni de un grupo familiar creyente; mucho menos que gozara del apoyo de su jefe idólatra

Por eso, el testimonio de la empleada hebrea de la esposa de Naamán fue muy valioso para dar a conocer su fe en un profeta que representaba al Dios verdadero, y que estaba segura que su Dios podía sanar de la lepra al esposo de su jefa. La muchacha hebrea trabajaba en un ambiente de adoradores de ídolos, pero su fe estaba arraigada en la fe que le cimentaron sus padres. Aunque fue llevada a fuerza a una tierra extraña, su corazón y su mente estaban presente con la fuerza del Dios de sus padres.

Lamentablemente, los versos 20-27 registran el contraste entre la profunda fe de esta joven hebrea y la convicción del general Naamán ahora convertido al Dios verdadero, contra la despreciable avaricia de Giezi, el criado del profeta Eliseo. Esto demuestra que el haber nacido y haber sido criado en una familia de creyentes no garantiza el estado espiritual de una persona. Se hace necesaria la conversión, el nacer de nuevo, y dar testimonio de ser una nueva criatura. Giezi era el criado del profeta, testigo de la vida entregada a Dios de este ser humano; sin embargo, a la hora de la prueba, se comportó peor que el recién convertido general sirio.

La Biblia dice que el ser humano es de continuo inclinado a hacer lo malo: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5). A Giezi no le interesa la conversión de Naamán, ni la entereza del profeta Eliseo de no recibir premio por efectuar un milagro que destaca el poder de Dios; sino que su ambición desmedida eran las riquezas que acaba de rechazar su jefe Eliseo. En consecuencia, los versos 20-27 registran el terrible castigo que Giezi recibe de parte del profeta. Giezi jura en nombre de Dios: “Vive Jehová, que correré yo tras él y tomaré de él alguna cosa” (verso 20b). Esa “alguna cosa” era la plata, el oro y las vestiduras costosas. Desde ese momento Giezi se ha apartado de Dios y ha entrado en una especie de locura impulsada por el pecado por poseer la plata, el oro y las vestiduras reales del sirio; “porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1ra Timoteo 6:10).  El dinero no es malo; es el desmedido amor al dinero al que aspira Giezi que lo apartó de la fe, la cual el profeta le había enseñado con su ejemplo. Así como también es malo el desmedido amor a las riquezas que obliga al ser humano a codiciar, a robar, y hasta cometer crímenes contra sus víctimas. Giezi urde una serie de mentiras al general convertido y demanda la recompensa que el profeta rechazó; pero Giezi piensa que él hace toda esta maldad a escondidas del profeta, y jamás imaginó que recibiría un horrendo castigo; al igual que el pecador que se deleita en los placeres de la carne, sin pensar en el castigo al final de su existencia. Cuando el ser humano hace lo malo, piensa que nadie descubrirá su maldad; pero entre cielo y tierra no hay nada oculto.

Primer pecado: “Mi señor me envía a decirte: He aquí vinieron a mí en esta hora del monte de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata, y dos vestidos nuevos” (verso 22). Mentira

Segundo pecado: “Y así que llegó a un lugar secreto, él lo tomó de mano de ellos, y lo guardó en la casa”. Giezi piensa que ha actuado a escondidas del profeta y esconde en su casa el tesoro mal habido (verso 24). Como todo pecador, piensa actuar sin ser descubierto

Tercer pecado: Ante la pregunta del profeta a Giezi que dónde ha estado, contesta con mentira:“Tu siervo no ha ido a ninguna parte” (verso 25c). Giezi sigue con sus mentiras; porque una vez cometido un pecado, vienen en cadena otras mentiras peores que conducen a la condenación.

 Por tanto, el pecado de Giezi no quedará sin castigo. Eliseo descubre que su criado ha mentido en nombre del profeta de Dios ante el sirio Naamán, quien ha experimentado una transformación espiritual; mientras su criado se encuentra hundido en el pecado de la avaricia y de la mentira; en consecuencia, la lepra que una vez atormentó a Naamán se le pegó a Giezi; porque Eliseo con voz de Dios lo reprende: “Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de delante de él leproso, blanco como la nieve” (verso 27). Destacado es mío.

La Biblia expresa que “El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él” (Ezequiel 18:20).  En el caso del ambicioso Giezi, no sólo él recibe el castigo, sino también su descendencia. Por otro lado, el justo es el general sirio convertido al Dios verdadero; mientras que el impío es el mentiroso criado del profeta Eliseo. Porque la mentira es fuertemente castigada en la Biblia. Ananías y Safira mintieron ante los apóstoles y su castigo fue la muerte (Hechos 5:1-21).

 

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario