LA PITONISA DE ENDOR
Amadeo Albuquerque Lara
En el libro primero de Samuel, capítulo 28, se
encuentra el pasaje acerca de una consulta que el rey de Israel, Saúl, hace con
una pitonisa de la ciudad de Endor. El relato es bastante raro, por lo que algunos
estudiosos de la Biblia han planteado distintas hipótesis, por tratarse de
necromancia; o sea, hablar con un muerto. Primero, se trata de entender por qué
Saúl recurre a una adivina o pitonisa, siendo que él mismo había prohibido esa
práctica en tierra de Israel, cuando él obedecía a Dios. Segundo, a los
estudiosos de la Biblia les cuesta aceptar que Saúl hable con el espíritu del fallecido
profeta Samuel, pues es un tema de carácter teológico y doctrinal.
La palabra pitonisa y sus sinónimos
En otras versiones de la Biblia titulan este pasaje
como Saúl y la adivina de Endor, o Saúl y la médium de Endor. Pero la versión
Reina Valera Revisada usa la palabra pitonisa, por ser un término más culto. La
palabra pitonisa viene del latín pytnisa,
y éste del griego pytho. Otros
sinónimos para pitonisa son adivina, nigromante o necromante, bruja,
clarividente, médium, entre otros. Pero lo que sucede en este capítulo 28 es un
caso de necromancia, pues la pitonisa habla con el fallecido profeta Samuel.
La situación de la consulta con la
pitonisa
A continuación, expondré la situación en que se da
este caso raro, en cuanto a teología y doctrina. El profeta Samuel había muerto
y el pueblo de Israel lo había lamentado y guardado luto por él. El ejército de
los filisteos estaba acampado en Sunén, para atacar a Israel, mientras Saúl
tenía su ejército acampado en Gilboa, muy cerca de Sunén. David estaba del lado
de Aquis, rey filisteo (1º Samuel 28:1-2), porque Saúl lo perseguía para
matarlo; y sólo allí no lo perseguiría Saúl había abandonado los preceptos de
Dios, y lo había desobedecido al no atacar a los amalecitas; a pesar de que
Saúl consultaba a Dios por sueños, por profetas, o por suertes, Dios no le
contestaba, porque Dios lo había abandonado. Y, por consiguiente, se sentía
solo, lleno de miedo y terror.
Cuando Saúl ve el numeroso ejército filisteo tuvo
miedo (1º Sam. 28:5), sabiendo que no le quedaba más recurso, les pregunta a sus soldados que dónde puede
consultar con una mujer de adivinación. Los soldados le responden que en Endor
hay una mujer pitonisa, pero Saúl había expulsado a todas las personas que
practicaban la adivinación, y la necromancia, en cumplimiento de Levítico
19:31, pero en estas circunstancias, Saúl viola esa ley. Endor era una ciudad
localizada al pie del monte Tabor, al sur, y al norte de Sunén; pero allí
estaba el ejército de los filisteos, muy cerca de Endor.
Sin embargo, Saúl está decidido a violar no sólo la
ley de Dios contra las prácticas de adivinación, sino también su propia ley; y
además, a arriesgarse a ir a Endor, ciudad cercana al campamento filisteo. Para
que la adivina pueda acceder a la petición de Saúl, decide dejar sus ropas
reales y disfrazarse de ciudadano común, para que la médium no lo reconozca.
El encuentro con el espíritu del
profeta Samuel
Después que Saúl, ya disfrazado, convence a la adivina,
en nombre de Jehová, otra violación, que nada le pasará (1º Sam 28:10). Entonces,
ella pregunta a quién hace venir; Saúl le contesta que a Samuel. Pero cuando
ella reconoce a Samuel, se asusta, porque también reconoce al rey Saúl. La necromante
le reclama por qué la ha engañado, Saúl le pregunta: “¿Qué has visto? Y la mujer respondió a Saúl: He visto
dioses que suben de la tierra” (RVR 1960), o “veo un espíritu que sube de la
tierra” (NVI); o “veo a un dios subiendo de la tierra” (NTV). La palabra hebrea
elohim se traduce como dioses, dios,
espíritu o jueces. Entonces Saúl
reconoce que es Samuel. Una vez que Samuel le reclama a Saúl por qué lo ha inquietado
haciéndolo venir, Saúl le responde:
“Estoy
muy angustiado, pues los filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de
mí, y no me responde más, ni por medio de profetas ni por sueños; por esto te
he llamado, para que me declares lo que tengo que hacer”.
Según las declaraciones tanto de Saúl, como de Samuel,
el encuentro es real. Se trata de un caso de necromancia. Samuel refiere que
Saúl lo ha inquietado haciéndolo venir de donde está. Supuestamente, en el seno
de Abraham, lugar donde van los muertos, según el mismo Señor Jesús, en Lucas
16:22, en el caso del rico y Lázaro. Samuel le dice que por qué le pregunta a
él si Dios se ha apartado de él; y también le recuerda a Saúl que ha
desobedecido a Dios, al no arremeter contra Amalec (amalecitas, 1º Sam
15:28-29); y que, además, Dios le ha quitado el reino y se lo ha entregado a
David, que Dios entregará a Israel a los filisteos; y que, además, morirá él y
sus hijos, al siguiente día. “Y volviéndose Samuel para irse, Saúl se asió de
la punta de su manto, y éste se rasgó;” (1º Sam 15:27) lo que dejó a Saúl
totalmente horrorizado. Esto es una razón clara que es Samuel, el profeta,
quien habla con Saúl. Un demonio, como creen algunos estudiosos de la Biblia,
no puede hablar en nombre de Dios, como lo hizo Samuel.
Qué podemos aprender
La lección que queda muy clara en este pasaje, es la
siguiente: el rey Saúl se había apartado de Dios, lo había desobedecido al no
arremeter contra los amalecitas, había perseguido a David para matarlo, en vez
de respetar los designios de Dios; porque quería deshacerse de su rival. Por
encima de que Dios lo había abandonado, también David se vio forzado a hacerse
al lado de los filisteos, enemigos crueles contra el pueblo de Israel (1º Sam
27:1).
Ahora Saúl, rodeado por el ejército filisteo,
desamparado de Dios, sin alguien en quien confiar y pedir consejo, se siente
solo, horrorizado. Esta soledad es producto de su pecado de rebelión; y por el
mismo pecado se ve impulsado a violar la ley de su Dios y su propia ley. Es la
consecuencia de apartarse de Dios. Un pecado lleva a otro pecado hasta el punto
de la desesperación y la muerte (Romanos 6:23).
Cuando el pecador se da cuenta que Dios lo ha
abandonado y que no le responde más, recurre a los medios humanos: adivinos,
agoreros, a quienes leen las cartas tarot, a quienes hablan con el espíritu de
los muertos, en violación a las leyes de Dios. La ausencia de Dios en la vida
humana, obliga a buscar sustitutos humanos y hasta ídolos de piedra, yeso o
madera. Por último, la ausencia de Dios en la vida humana, produce
desesperación, miedo y terror. Esto obligó a Saúl a violar la ley de Dios y su
propia ley.
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