ROMANOS: TRATADO DE TEOLOGÍA CRISTOLÓGICA
Cristo murió por nuestras transgresiones y resucitó para nuestra
justificación
(Romanos 4:25)
Amadeo Albuquerque Lara
La epístola del apóstol Pablo a los Romanos es un
profundo tratado teológico y cristológico; sin embargo, ha sido mal
interpretado por predicadores y maestros de la Biblia. Pablo se dirige a los
judíos y gentiles que estaban establecidos en la ciudad de Roma, en el año 58
d. C., desde la ciudad griega de Corinto (Crédito: Diccionario Enciclopédico de
Biblia y Teología). La tesis del apóstol Pablo es que por la ley no viene la
justicia, porque Cristo es el fin de
la ley; “porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel
que cree” (Romanos 10:4). Decimos que la epístola está dirigida a judíos,
porque el tema de la carta es que por la ley ningún ser humano se justifica;
porque la justificación es por la fe en Cristo Jesús, porque el justo por la fe
vivirá (Romanos 1:17, Habacuc 2:4, Hebreos
10:38-39).
“Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela
por fe y para fe; como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Rom 1:17).
Pablo cita al profeta Habacuc, porque se dirige a judíos familiarizados con los
profetas del Antiguo Testamento; pero que eran creyentes sin ser confirmados
(Rom 1:11). Además, al citar al profeta Habacuc, Pablo demuestra a los judíos
conocedores de la ley y los profetas, tan citados por el mismo Señor
Jesucristo, que su evangelio tiene sus raíces en el Antiguo Testamento. Pero
también advierte a los gentiles que no se jacten, porque ellos, siendo parte
del olivo silvestre, han sido injertados en el verdadero olivo.:
“Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú,
siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho
participante de la raíz y de la rica savia del olivo, 18 no te jactes contra
las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a
ti” (Romanos 11:11-24).
El apóstol Pablo en su tratado de teología
cristológica, sienta las bases de que Cristo murió por nuestras transgresiones
y resucitó para nuestra justificación (Rom 4:25). Pablo les recuerda a los
judíos que Cristo fue “entregado” a las autoridades romanas para ser muerto,
por nuestras transgresiones; pero también les recuerda que Cristo resucitó para
nuestra justificación. La
muerte y la resurrección de Cristo es un tema altamente teológico en las
enseñanzas de Pablo. Por sus profundas
enseñanzas en la carta a los Romanos, esta epístola fue fundamental en las
enseñanzas de Agustín “Exposición incoada
a la carta a los romanos”; Calvino “Comentarios
a la Carta de los Romanos”; Lutero “Lecciones
sobre la Carta a los Romanos” y Wesley “El
concepto wesleyano de Gracia” (citado por DEBT, editado por Albuquerque).
Sin embargo, cada uno de estos fundadores usó las enseñanzas de Romanos,
dándole su propia interpretación). Hay muchos comentaristas y escritores bíblicos que vierten su opinión
sobre Romanos; por ejemplo: Stedman, Ray C. “La Epístola de Pablo a los Romanos es, sin duda alguna, el documento
humano más poderoso que jamás se ha escrito y es oro puro de principio a fin” (citado
por Lambert Dolphin)
Pablo presenta su currículo ante los judíos radicados
en Roma, porque ellos desconfiaban de la correcta interpretación que Pablo daba
al Evangelio: “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado
para el evangelio de Dios, 2 que él había prometido antes por sus profetas en
las santas Escrituras…” (Rom 1:1). Pablo se presenta como apóstol, apartado
para el evangelio de Dios, y que su doctrina se basa en la Ley, los Profetas y
los Salmos, según las santas Escrituras. Evidentemente, Pablo no está
inventando una nueva doctrina, ni un Evangelio falso, en contra de la ley
judía, porque, en adelante, Pablo les hace saber que mediante la ley, ninguna
carne (ser humano) se justifica. Su tesis es que si por la ley fuera la
justificación, entonces Cristo murió en vano, tal como se lo plantea a los
gálatas (2:21); porque la cristología del apóstol Pablo se manifiesta en todas
sus epístolas.
En cuanto a que Romanos es un tratado de teología
cristológica, lo afirmo por su profunda argumentación a favor de la gracia de
Dios y la justificación por medio de la fe en Jesucristo. El Diccionario
Enciclopédico de Biblia y Teología afirma que la carta a los Romanos “Es la
exposición más completa, profunda y sistemática del pensamiento religioso y
teológico de su autor, convirtiendo este libro en uno de los más importantes
del N. T.”; pero como consta en mi introducción a este escrito, Romanos ha sido
mal interpretado, con sesgos teológicos y doctrinales que desorientan a los
lectores y oyentes de tales expositores. Quienes se basan en un solo versículo
de Romanos, en el cual Pablo cita el Salmo 14:3, que “no hay justo ni aun uno” (Rom
3:9), dejan fuera el contexto más importante, y menosprecian la muerte de
Cristo por los pecados del género humano; y degradan la justificación por la fe,
mediante la resurrección de Jesucristo. Pero también, dejan de lado la fuente
de la cual cita Pablo, el Salmo 14, en el cual el salmista se refiere al
“necio”: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen
obras abominables; No hay quien haga el bien”. Naturalmente, tanto el salmista,
como el apóstol Pablo no se refieren a los que han sido justificados, sino a
quienes no buscan a Dios, y a quienes no invocan a Jehová (Salmo 14:2-4).
El contexto al que me refiero, se encuentra, además
del Salmo 14, en los versículos 20, 24-26, y citaré el verso 28, porque aquí
Pablo concluye sus argumentos referentes a la ley y en favor de la
justificación. “Concluimos, pues, que el
hombre es justificado por fe
sin las obras de la ley. 29 ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No
es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. 30
Porque Dios es uno, y él justificará
por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la
incircuncisión” (Rom 3:28-30). Además, quienes niegan la justificación por la
fe en Cristo, ignoran a propósito todo el tratado teológico y cristológico que
se encuentra en Romano 1-11. Sin mencionar otros pasajes de la Escritura tanto
en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento, como Pablo “Porque la ley del
Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la
muerte” (Romanos 8:2). La pregunta de Pablo de que si Dios es solamente Dios de
los judíos, nos demuestra que la epístola a los Romanos está dirigida tanto a
judíos como a gentiles. Destacado es mío
Pablo, escribiendo a judíos radicados en Roma, les
recuerda que la justificación por la fe no es solamente para los judíos
(circuncidados), sino que también es para los gentiles (incircuncidados),
porque él cita la fe de Abrahán, que creyó a Dios y la fe le fue contada por justicia, antes de ser circuncidado, para convertirse en el padre de la fe, tanto de los circuncidados,
como de los incircuncidados. Pablo ha comenzado su presentación de la
justificación por la fe, tanto a judíos como a gentiles, al final del capítulo
3 y lo continúa en el capítulo 4, mencionando la fe de Abrahán, la cual le fue
contada por justicia (Rom 4:9-18).
Luego, en el capítulo 5, continúa con la doctrina de
la justificación. “Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz
para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 2 por quien también
tenemos entrada por la fe a
esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos
en la esperanza de la gloria de Dios” (5:1). Aquí el apóstol refiere lo
siguiente: 1] Somos justificados por la
fe, 2] tenemos paz con Dios, 3] por Jesucristo tenemos entrada a esta gracia,
4] por la gracia estamos firmes, 5] nos gloriamos en la esperanza de la gloria
de Dios. Esa esperanza no es más que el tiempo que nos queda mientras vivimos,
para experimentar la gloria de Dios, la cual gozaremos al final de los tiempos.
“y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Rom 5:5). En consecuencia, la firmeza en la fe se debe a
la gracia y al Espíritu Santo en nuestros corazones, porque por la ley nadie
experimenta esta fe, esta gracia, y la justificación. Por medio de esta
esperanza, el amor de Dios está en nuestros corazones, como dádiva del Espíritu
Santo. Es más, “estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de
la ira” (5:9). En el Antiguo Testamento, la ira de Dios se representa como
fuego consumidor que no se apaga, como respuesta de Dios al pecado y a la
desobediencia. “¿Quién permanecerá
delante de su ira?, ¿y quién quedará en pie en el ardor de su enojo? Su ira se
derrama como fuego, y por él se hienden las peñas. Jehová es bueno, fortaleza
en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían”. (Nahúm 1:6-11 RVR1960). También, véase el
libro de Amós, en cuanto a los que desean el día de Jehová (Amos 5:18-20).
Y eso tiene en mente el apóstol Pablo, cuando menciona
que por la sangre de Cristo seremos salvos de la ira, siempre que estemos firmes y arraigados en la fe de Jesucristo.
También, en el capítulo 5 el apóstol se refiere al
pecado cometido por Adán, como representante de la raza humana. La transgresión
de uno trajo la condenación a todos, pero la justicia de uno, vino a todos los
hombres la justificación de vida (Rom 5:18). Pablo presenta ciertas antítesis: condenación vs justificación; Adán vs
Jesucristo. De manera que por la obediencia de uno (Jesucristo) los
muchos (los pecadores) serán constituidos
justos (5:19). Por lo tanto, quienes basan su doctrina sesgada de que
nadie es justo, en el contexto de la misma carta de Pablo tenemos la respuesta:
somos salvos por gracia por medio de la fe en Jesucristo; somos justificados por la resurrección de Jesús, y por la
obediencia de Jesucristo somos constituidos
justos. Ser constituidos es ser dotados de una nueva condición. Por eso, Pablo afirma que “De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Destacado es mío.
Con este pensamiento, Pablo escribe el capítulo 6: “¿Qué,
pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? 2 En
ninguna manera. Porque los que hemos muerto
al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (6:1-2). Los que son
justificados están “muertos al pecado”, por tanto, no pueden seguir viviendo en
el pecado. Luego, Pablo se refiere al bautismo como prefigura de la muerte al
pecado y la vida nueva, porque el
cuerpo del pecado es destruido junto con el viejo hombre (6:6). Porque
el que ha muerto, ha sido justificado
del pecado (6:7). Destacado es mío.
El capítulo 7 confirma que Pablo se refiere a los que
conocen la ley; es decir, a los judíos. La ley se enseñorea en tanto que vive.
La nueva condición del creyente es la de estar muerto a la ley para ser
posesión del que resucitó de los muertos. Por otro lado, el capítulo 7 versos
14-25 es otra sección que ha sido mal interpretada para justificar la permanencia en el pecado. Los pesimistas que
se sienten eternamente esclavos del pecado, se olvidan que Pablo sigue
comparando la inutilidad de la ley, contra la gracia de Jesucristo, condición
que describe en el capítulo 8: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo
Jesús, los que no andan conforme a la
carne, sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida
en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” 8:1-2). Aquí
Pablo presenta otra antítesis: carne vs Espíritu. Esta antítesis marca la
diferencia entre los que defienden las pasiones de la carne, contra los que
viven conforme al Espíritu. Otra antítesis: cuerpo muerto al pecado vs espíritu
vivo a causa de la justicia (8:10).
El capítulo 9 comienza definiendo quiénes son los
verdaderos israelitas, así como Pablo es también israelita. De los verdaderos israelitas “son la
adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas;
5 de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo,
el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” Con esta
definición, Pablo les prueba a quienes desconfían de su evangelio, que él es un
israelita verdadero, heredero de todo lo que Dios ha dado a Israel. Recordemos
que el apóstol Pablo está escribiendo esta carta a los Romanos, solamente
veinticinco años después de la muerte y resurrección de Jesucristo. Es el año
58 de nuestra era. Pablo no habla de un nuevo Israel, sino del que “según la carne, vino Cristo”. Destacado es mío.
Luego, les aclara quiénes son los hijos de Dios. “No
los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son
hijos según la promesa son contados como descendientes” (9:8). Por lo tanto,
estos judíos radicados en Roma, no tiene nada de qué jactarse de ser herederos
de la promesa, si no son salvos por la fe en Jesucristo.
En el versículo 24, Pablo plantea otra antítesis:
judíos vs gentiles, con otra antítesis, en el verso 27: el pueblo numeroso de
Israel vs el remanente que será salvo. Además, los versos 30-31 plantean otra
antítesis: los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la
justicia, por fe; vs Israel, que iba tras una ley de justicia, que no la
alcanzó. Otra vez, la oposición:
justicia por la fe vs justicia por la ley que no se alcanza.
El capítulo 10 recrimina a los judíos que “ignorando
la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado
a la justicia de Dios; 4 porque el
fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (10:3-4).
Qué lucha la del apóstol Pablo contra estos llamados israelitas que confían en
su propia justicia, amparándose en la ley; por eso les planta esta verdad: “el
fin de la ley es Cristo”. Destacado es mío.
Esto nos lleva al capítulo final del tratado
teológico-cristológico, el capítulo 11, en el cual el apóstol se despide de
estos judíos radicados en Roma, después de profundizar al máximo que la ley no
proporciona la justificación, porque según la ley, “no hay justo, ni siquiera
uno”.
El capítulo 11 comienza con una pregunta, que si Dios
ha rechazado a su pueblo, por la rebeldía de confiar más en la ley que en la
gracia de Dios y en la justificación por la fe en Cristo. Pablo contesta la
pregunta retórica, con la figura del remanente. En tiempos del Profeta Elías,
él pensaba que sólo él había quedado fiel a Dios, porque clama diciendo que el
mismo Israel ha matado a sus profetas; pero Dios le contesta: “Me he reservado siete
mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal” (11:4). Otra vez,
Pablo enfatiza la figura del remanente
que ha quedado fiel a Dios. He afirmado que el capítulo 11 es el final
del tratado teológico cristológico, porque los capítulos 12 al final, el
Apóstol se dedica a dar instrucciones para la vida en Cristo:
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de
Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a
Dios, que es vuestro culto racional. 2 No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos
12:1-2).
Los versos finales del capítulo 12 son una réplica de
las enseñanzas del Maestro Jesucristo de quien Pablo ha sido constituido
Apóstol para los gentiles. Y el capítulo 13 continúa con el comportamiento de
amor al prójimo, el abandono de una vida desenfrenada, y a “vestirse del Señor Jesucristo” (13:8 al final). Destacado
es mío.
CONCLUSIÓN
Este estudio de la Epístola a los Romanos, afirma con
argumentos bíblicos, que Romanos es un profundo tratado de Teología Cristológica,
especialmente los capítulos uno al once; porque los capítulos 12 al 16 son
instrucciones del apóstol Pablo a los cristianos que ya han sido justificados
por la fe en Jesucristo. Pablo expone con claridad meridiana que la Ley de
Moisés no justifica, sino que la justificación se da mediante la fe en Cristo;
y especialmente, por su resurrección.
Este estudio deja claro que mediante la JUSTIFICACIÓN
por la fe somos librados de la ley del pecado y de la muerte. Pablo también escribió
dos epístolas similares en cuanto a teología cristológica: Romanos y Gálatas,
cuyos contenidos doctrinales son similares en cuanto a la Ley, el pecado y a la
justificación por la fe en Cristo. Por eso, les aclara a los gálatas que la ley
fue nuestro ayo (niñera e
institutriz) para llevarnos a Cristo: De manera que la ley fue nuestro ayo para
llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24).
De manera que Pablo, tanto a los Romanos, como a los gálatas, les presenta una
misma cristología, apoyado en el Antiguo Testamento, especialmente citando la
Ley, los Profetas y los Salmos, al igual que lo hacen los evangelistas
sinópticos.
Pablo se apoya en el Antiguo Testamento con abundantes
citas de la Ley, los Profetas y los Salmos para demostrarles que él no ha
inventado un falso evangelio, sino la misma profecía mesiánica referida al
Señor Jesucristo, siglos antes, de quien se proclama Apóstol a los gentiles,
sin dejar de mencionar que es verdadero israelita, apóstol tanto de la
circuncisión, como de la incircuncisión.
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