LIBRO DE LOS HECHOS: VIDA Y
MISIONES DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS
La conexión entre el Evangelio de Lucas y los Hechos
de los Apóstoles
Amadeo Albuquerque Lara
El Evangelio de Lucas y el libro de los Hechos son dos
tomos de la Obra escrita por un mismo autor. Los dos libros se complementan tan
bien, que no quedan dudas de quién los escribió. El libro de los Hechos
comienza con la conclusión del Evangelio de Lucas, desde el verso 47 al 49, con
el mandato de quedarse en Jerusalén, hasta que fueran investidos de poder. Requisito
indispensable para poder cumplir con la Misión de “que se predicase en su
nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén” (verso 47).
La conclusión de Lucas se entrelaza con la
introducción de Hechos 1:4: “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de
Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis
de mí”. También, el libro de los Hechos
relata el cumplimiento de la promesa de Jesús de que seguiría dirigiendo la
expansión de su Evangelio: “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:20b).
Lucas fue compañero de viajes del
apóstol Pablo
Los estudiosos del libro de los Hechos afirman que
Lucas fue compañero de viajes del apóstol Pablo, y han analizado el uso de los
pronombres, en la narración de los viajes de Pablo. Por ejemplo, en el capítulo
20, Lucas comienza narrando en tercera persona hasta el versículo cuatro. A
partir del versículo cinco, comienza la narración en primera persona, tanto de
pronombres como de verbos:
“Estos,
habiéndose adelantado, nos esperaron
en Troas. 6 Y nosotros, pasados los
días de los panes sin levadura, navegamos
de Filipos, y en cinco días nos reunimos
con ellos en Troas, donde nos quedamos
siete días”. Destados son
míos.
En los capítulos anteriores del libro de los Hechos
Lucas narra en tercera persona, como un espectador; pero desde el capítulo 20:5
hasta el capítulo 28, Lucas participa de todas las actividades de Pablo, usando
los pronombres “nosotros”, y “nos”, así como las formas verbales, hasta su
llegada a Roma. Además, por medio de dos cartas escritas por el apóstol Pablo confirma
que Lucas fue su compañero de viaje. Las dos cartas son: Colosenses 4:14, y 2
Timoteo 4:11. Pablo escribiendo a los colosenses, en el capítulo 4 y verso 14,
menciona a Lucas enviando saludos a esos hermanos. Además, menciona que también
Demas está con él y envía saludos. Pero ya en la segunda carta de Pablo a
Timoteo, el Apóstol se queja de que Demas lo ha desamparado “amando a este
mundo”, y menciona que sólo Lucas está con él. Este dato nos indica que
Colosenses fue escrita primero que las epístolas a Timoteo, por el dato de
Demas; pero también las dos cartas confirman que Lucas fue compañero de viaje
de Pablo, y compañero en la misma Roma, pues esto lo sabemos por la narración
que hace Lucas de la tormenta que los azota en alta mar, así como las
peripecias durante el viaje a Roma.
El libro de los Hechos es muy importante porque además
de establecer la conexión con el Evangelio de Lucas, relata la esencia del
inicio de la Iglesia de Jesucristo. La espera en la ciudad de Jerusalén, la investidura
del Espíritu Santo en un evento participativo de apóstoles, y creyentes en el
Evangelio que estaban en una casa de tres pisos: el “Aposento Alto” (Hechos
20:8-12), esperando el cumplimiento de la promesa; así como la presencia de
judíos devotos de varias ciudades y regiones, participando de la fiesta de
Pentecostés. Pues las tres festividades judías más importantes eran la Pascua, Pentecostés y los Tabernáculos.
Además, el libro de los Hechos relata la historia de
los primeros cristianos, la comunidad conocida como la Iglesia de Jerusalén, y
las distintas casas de reunión y oración; éstas componían la comunidad que
compartía el pan y las posesiones para ayudar a los más pobres; sus reuniones
de oración, y la obediencia a las doctrinas de los apóstoles; y, además, relata
la fundación y organización de iglesias cristianas por todo el Asia Menor,
Grecia, Corinto, y sus alrededores.
La expansión del Evangelio por parte
de creyentes y Apóstoles
Esteban, además
de predicar, testifica ante el concilio judío; Felipe el evangelista predica
por toda Samaria; mientras Pablo, Bernabé, Silas, Timoteo, Juan Marcos, Lucas y
otros discípulos, viajan por varias ciudades fundando y confirmando iglesias
por todo el Asia Menor, comenzando en Antioquía de Siria, Chipre, Salamina y
Pafos. Por eso, he titulado este estudio: “Libro de los Hechos: vida y misiones
de los primeros cristianos”.
El libro de los Hechos destaca las misiones de los dos
apóstoles: Pedro y Pablo, las que constituyen las dos partes principales de la
estructura del libro de los Hechos. Al principio del libro se mencionan a los
doce apóstoles, con la elección de Matías; el apóstol Juan sólo se menciona
tres veces; Jacobo o Santiago, hijo de Zebedeo, es decapitado a espada por
Herodes Agripa I; a lo largo del libro también se menciona a Bernabé, a Juan
Marcos y a Santiago, el hermano del Señor, y a los que he mencionado en el
párrafo anterior.
División del libro de los Hechos
El contenido del libro se divide en dos partes principales,
en cuanto a los ministerios de dos apóstoles consagrados y comisionados,
mediante manifestaciones divinas, para extender el Evangelio, y llevarlo al
mundo de la época, tal como el mismo Jesús lo pidió: comenzando en Jerusalén y
luego, hasta lo último de la Tierra: los apóstoles son: Pedro y Pablo.
A] Primera parte: El Ministerio
Apostólico de Pedro ante la “Circuncisión”: capítulos 1 al 12.
Entendemos que
el apóstol Pedro tiene una participación destacada en este libro. El libro de
los Hechos registra, por lo menos, cinco discursos del apóstol Pedro: primero, el discurso para sustituir a Judas Iscariote, mediante la elección
por suertes entre José Barnabás y Matías, (Hechos 1:15-26); segundo, el discurso principal el día de
Pentecostés. Ante el asombro y las malas interpretaciones de las
experiencias espirituales de los apóstoles y demás discípulos de Jesús en el
día de Pentecostés, el apóstol Pedro ve la necesidad de explicarles a los
presentes que observaban la manifestación del Espíritu Santo, que esto era el
cumplimiento de la profecía del profeta Joel; por lo tanto, ninguno de los que
recibieron el Espíritu Santo estaba ebrio, pues apenas eran las nueve de la
mañana, sino que era el cumplimiento de la promesa hecha por el Señor Jesús a
sus discípulos, así como también la del profeta Joel.
“Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda
carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos
soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” (Joel 2:28).
El día de Pentecostés, el apóstol Pedro toma la
palabra para explicar a los presentes la razón del estruendo, las lenguas de
fuego, el hablar en lenguas diferentes, y la manifestación del Espíritu Santo
como cumplimiento de promesas hechas por Jesús y por el profeta Joel. Pedro
continúa en su discurso con el juicio condenatorio en contra de Jesús, de parte
de las autoridades judías; así como de su muerte y resurrección. Los oyentes,
al escuchar el sermón tan lleno de poder del Espíritu Santo, y tan convincente,
“se compungieron de corazón”, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles qué
debían hacer. Después del arrepentimiento, el bautizo con el Espíritu Santo, y
el bautizo en agua, pasaron a formar parte de la Iglesia, en número como de tres
mil personas (Hechos 2:14-42).
El tercer discurso de Pedro fue
ante el Pórtico de Salomón, en
relación con la sanidad de un cojo, mediante el cual llama al arrepentimiento a
sus oyentes judíos, (Hechos 3:11-26); y el
cuarto, el discurso en la casa del centurión Cornelio, en Cesarea, con el
resultado de la conversión, bautizo con el Espíritu Santo, y el bautizo en agua
de Cornelio, su familia, y de los demás invitados por él (Hechos 10:34-43). El quinto discurso fue ante los apóstoles y
ancianos, en la Iglesia de Jerusalén, debido a la acusación de parte de los
judaizantes venidos de Judea, en contra de la conversión de los gentiles en
Antioquía de Siria, sin que los obligaran a circuncidarse y a guardar la ley de
Moisés y demás ritos judíos (Hechos 15:7-11). El resultado de los discursos
segundo, tercero y cuarto del apóstol Pedro siempre es el mismo: el
arrepentimiento, la conversión, el bautizo con el Espíritu Santo, y el bautizo
en agua de los que han creído en el Evangelio de Jesucristo; especialmente,
judíos.
Por tanto, el
apóstol Pedro ejerce su liderazgo de entre los demás apóstoles, como
proclamador de Jesús como el Mesías e Hijo de Dios. Así fue
la fundación y confirmación de la Iglesia de Jesucristo narrada por el
evangelista Lucas, en el libro de los Hechos. El liderazgo de Pedro como
columna de la Iglesia de Jerusalén lo referiré más adelante.
B] Segunda parte: El ministerio
Apostólico de Pablo ante los Gentiles: capítulos 13 al 28
La conversión de Saulo de Tarso
En el capítulo nueve de los Hechos, Lucas narra la
conversión de Saulo de Tarso, el perseguidor acérrimo de los creyentes en
Jesucristo. La conversión de Saulo, además del libro de los Hechos, en el
capítulo nueve, el mismo Pablo la refiere en su epístola a los Gálatas,
capítulo 1: 11-17; y la repite otras veces ante los funcionarios romanos que lo
interrogan. Se la refiere al Tribuno Claudio Lisias, al gobernador Félix, y al rey
Agripa II. Pablo se convierte en el instrumento escogido de Dios, tal como se
lo dijo el Señor a Ananías en una visión, en la ciudad de Damasco.
El apóstol Pablo, antes de su conversión era conocido
como Saulo de Tarso, originario de Tarso, capital de Cilicia, la actual Turquía
o Türkiye, en el Asia Menor. En su casa familiar Saulo hablaba arameo, y sin
duda, hebreo; aunque en la circuncisión recibió el nombre hebreo de Saulo,
conforme al rito judío; pero en las escuelas aprendió griego. De esta manera,
entró en contacto también con la cultura helénica. Además, Saulo fue instruido
en la cultura y sistema de leyes de la civilización hebrea por el afamado
doctor de la Ley, Gamaliel. Saulo fue miembro de la secta de los fariseos,
“reconocido doctor de la ley y prominente miembro del Sanedrín”, hijo de Simón
y nieto de Hilel (Crédito: Wikipedia –Gamaliel).
Con razón, el Señor le dijo al discípulo Ananías en
Damasco, con respecto a Pablo: “Ve,
porque instrumento escogido me es este, para llevar mi nombre en presencia de
los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel” (9:15), porque Ananías
recuerda al Señor, con temor y temblor, que Saulo ha sido un perseguidor de la
Iglesia; entonces el Señor le dio el mandato referido a Ananías.
A Saulo en su encuentro con Jesús en el camino a
Damasco, lo cercó un resplandor de luz del cielo que lo dejó ciego
temporalmente. El Señor lo llama por su nombre hebreo de Saúl o Saulo; pero,
aunque Saulo también era Pablo, por ciudadanía romana. No es sino hasta en Hechos
13:9 que por primera vez nos damos cuenta de que Saulo es también Pablo. Los
estudiosos del Nuevo Testamento aseguran que Saulo era de la tribu de Benjamín,
a lo que Pablo confirma en su carta a los Filipenses (3:5-6), versos que
constituyen el currículo abreviado del Apóstol:
“circuncidado
al octavo día, del linaje de Israel, de
la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; 6 en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a
la justicia que es en la ley, irreprensible”. (Destacado es mío).
Saulo, al ser circuncidado, recibió ese nombre hebreo;
pero como ciudadano romano también fue llamado Paulus, en latín; por tanto, desde
su nacimiento es ciudadano romano, según el mismo Pablo le contesta al tribuno
Lisias.
A partir del
capítulo 13 de Hechos, la narración de los viajes misioneros, se refiere a él
como Pablo solamente. En la iglesia de Antioquía de Siria, dos de los “profetas
y maestros” de la membrecía reciben la imposición de manos y son enviados como
misioneros.
“Había
entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger,
Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y
Saulo. 2 Ministrando estos al Señor,
y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. 3 Entonces,
habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron” (Hechos 13:1-4).Destacado
es mío
Bernabé y Saulo salen en su primer viaje misionero de
Antioquía de Siria (Hoy esta ciudad se llama Antakya, en el sur de Turquía);
llegan a Chipre y después, a Salamina. Aquí anuncian la Palabra de Dios, y
salen para Pafos. En esta ciudad se encuentran con un mago llamado Barjesús o
Elimas, al cual Saulo, que también es Pablo, lo reprende, “porque procuraba
apartar de la fe al procónsul Sergio Paulo” (Hechos 13:6-12). Aquí pues, por
primera vez, nos damos cuenta que Saulo es también Pablo. También en este viaje
los acompaña Juan Marcos, pero para el segundo viaje Juan Marcos se separa y
regresa a Jerusalén (Hechos 13:13).
Saulo de Tarso después de que sanó de la vista, fue
bautizado y recibió el don del Espíritu Santo, y más tarde fue llamado a ser
apóstol y misionero de los gentiles, como hemos documentado antes. Dios preparó
a Pablo para fundar, organizar, y confirmar iglesias por todo el Asia Menor, en
Chipre, Salamina, e incluso, en Grecia, Corinto, y en la misma Roma, capital
del Imperio que llevó a la muerte y crucifixión al Señor Jesucristo, por medio
de sus funcionarios.
Sin embargo, el encuentro que tuvo con Jesús en el
camino a Damasco por medio de una visión divina, lo convirtió en el “Pablo,
siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de
Dios” (Rom 1:1). El camino a Damasco lo cambió de ser un perseguidor de la
iglesia, a ser el proclamador de Jesucristo, y fundador de múltiples iglesias;
y por último ser muerto como mártir en la Roma que le había otorgado la
ciudadanía al nacer (aunque su muerte por decapitación y como mártir, no consta
en ninguna parte del Nuevo Testamento).
Hasta aquí he documentado la contribución valiosa de
estos dos Apóstoles que llenan de fervor las acciones y misiones en el libro de
los Hechos; Pedro como apóstol que anduvo aprendiendo con Jesús durante tres
años, y Pablo, el convertido del judaísmo comisionado a ser el apóstol de los
gentiles, preparado en Arabia (sin duda, mediante oración y ayuno), durante
tres años también, según (Gálatas 1:17-18).
Otros hechos importantes
Dios en su plan de salvación para el género humano,
prepara a sus siervos para llevarlo a cabo. Dios llamó a Simón, a quien le puso
el sobrenombre de Pedro, para formar parte de los doce apóstoles, y líder de la
“Circuncisión”. Y Dios llamó a Saulo de Tarso, para convertirse en el Apóstol
de los gentiles, fundador de iglesias por el Asia Menor, y proclamador de su
Evangelio hasta en la misma Roma imperial.
Dios prepara a Pedro para
comprender su plan para la conversión de los gentiles, no sólo de judíos, o la “Circuncisión”.
El apóstol Pablo, en Gálatas 2:7-8 refiere que “como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión 8
(pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó
también en mí para con los gentiles)” Pero Pedro debía comprender que Dios
tiene un plan para la salvación de los gentiles, además de los judíos. (Destacado
es mío).
Dios para cambiar la discriminación de Pedro contra
los gentiles, hace uso de una visión celestial en dos lugares distintos, en dos
horas distintas, y en dos días de diferencia. Cornelio, un centurión gentil, en
Cesarea, tiene una visión que le ordena enviar a Jope para que Simón Pedro
venga a su casa. (Hechos 10:1-8). En una visión en Jope, Pedro ve bajar del
cielo una manta que contenía toda clase de animales inmundos. Dios le hace
saber que no llame inmundo a lo que Dios limpió. Para aclarar la visión, en ese
momento Pedro recibe la visita de tres hombres comisionados por un centurión
gentil, llamado Cornelio, para que Pedro llegue a su casa. (Hechos 10:9-23).
Era la primera vez que Pedro aceptaba mezclarse con un gentil; pero Pedro le
refiere a Cornelio que una visión divina los preparó a ambos para esta visita:
“Vosotros
sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un
extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo”
(Hechos 10:28).
En Jope, (ahora Jaffa), la Iglesia católica edificó,
en 1654, una iglesia dedicada a la visión de la manta con toda clase de
animales que tuvo el apóstol Pedro. La iglesia se llama “Iglesia de San Pedro”.
Qué concepto más terrible tenía Pedro respecto de los
gentiles, antes de esta visión. Pero Dios lo había cambiado para defender el
ministerio y conversión de los gentiles. De ahora en adelante, sería el
defensor de los gentiles ante el conflicto entre Pablo, Bernabé y los
judaizantes en Antioquía. Judíos venidos de Judea, específicamente de
Jerusalén, provocaron un conflicto contra Pablo y Bernabé por aceptar a los
gentiles sin someterlos a los ritos judíos. Este conflicto provocó que la
Iglesia de Jerusalén mandara llamar a Pablo y a Bernabé para que rindieran
cuenta; pero no sólo eso, también el conflicto provocó la formación de un
Concilio en la Iglesia de Jerusalén. Esto fue como que Pablo y Bernabé hubieran cometido un grave pecado
contra la Ley de Moisés.
No quedan dudas, que los primeros cristianos en
Jerusalén, y en otras partes en donde se proclamara el Evangelio a los gentiles,
todavía abrigaban doctrinas judaicas: la circuncisión, la Ley de Moisés y su
discriminación en contra de los gentiles convertidos (Hechos 15). Además, estas
creencias se diseminaban por dondequiera que hubiera una iglesia o una
agrupación de creyentes gentiles convertidos al cristianismo. El mismo Pablo circuncidó
a Timoteo (Hechos 16:1-3). Los líderes de la Iglesia de Jerusalén le dicen a
Pablo que se dice que él enseña a los judíos a apostatar de Moisés, diciéndoles
que no circunciden a sus hijos. Además, obligan a Pablo a purificarse junto con
los cuatro hombres que tienen la obligación de cumplir voto, y que les rasuren
la cabeza. Pero, además, que Pablo demuestre que anda “ordenadamente guardando
la ley”. Por tanto, Pablo circuncida a Timoteo, hace cumplir ritos judíos y
demuestra que él guarda la ley de Moisés. Esto último, para cumplir con la
orden de los líderes de la Iglesia de Jerusalén (Hechos 21:21-24).
.Por qué el
Concilio en la Iglesia de Jerusalén
Ante las noticias del conflicto en la iglesia en
Antioquía de Siria, generado por los judaizantes venidos de Judea, los líderes
de la Iglesia de Jerusalén convocan un Concilio con los apóstoles y ancianos de
la iglesia para conocer de este asunto entre Pablo, Bernabé y los judaizantes
de Judea. En la Iglesia de Jerusalén había mucho celo de parte de los judíos
convertidos al cristianismo. Ellos creían que los gentiles convertidos, debían
primero convertirse al judaísmo, guardando todos los ritos judíos: la
circuncisión, la Ley de Moisés, y la discriminación en contra de los gentiles.
Este sentimiento antigentil lo confiesa el mismo apóstol Pedro ante el
centurión Cornelio, cuando le dice que es “abominable para un judío mezclarse
con un extranjero” o gentil. Por eso, los miembros de la Iglesia de Jerusalén no
se habían desprendido de este sentimiento judaico. Además, los discursos de
Pedro y Jacobo ante el Concilio en Jerusalén, confirman que todavía la Iglesia
de Jerusalén no aceptaba por completo a los gentiles convertidos.
El discurso de Pedro ante el Concilio en Jerusalén: Hechos 15:6-11). Pedro
se levanta y expone ante el Concilio, cómo Dios ha escogido también a los
gentiles para convertirse al Evangelio, “Y
Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo
lo mismo que a nosotros; 9 y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos,
purificando por la fe sus corazones” (Hechos 15:8 y 9).
El discurso de Jacobo (hermano de Jesús), cita al profeta Amós 9:11-12,
para reforzar lo que Pedro había dicho en su discurso, y da la sabia recomendación
en favor de los gentiles.
La Profecía de Amós
“Después
de esto volveré Y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; Y
repararé sus ruinas, Y lo volveré a levantar, 17 Para que el resto de los
hombres busque al Señor, Y todos los
gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, 18 Dice el Señor, que
hace conocer todo esto desde tiempos antiguos”. (Hech 15:16-18, cita que se corresponde con la
profecía de Amós 9:11-12) Destacado es mío.
La Iglesia de Jerusalén hace propia la
recomendación de Jacobo:
La Iglesia en común acuerdo, decide enviar por escrito
los únicos requisitos que los gentiles deben cumplir:
“que
se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de
fornicación, de ahogado y de sangre. 21 Porque Moisés desde tiempos antiguos
tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada
día de reposo” (Hech 15:20-21).
La resolución final del Concilio de la Iglesia de Jerusalén, según carta enviada con Pablo
y Bernabé, Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y Silas. (No confundir a
José Barsabás, candidato a sustituir a Judas Iscariote, con Judas Barsabás). A
continuación, transcribo la parte medular de la carta enviada a los gentiles en
Antioquía. Antioquía de Siria se convirtió en un centro importante para la
difusión del Evangelio ante judíos y gentiles.
“Porque
ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga
más que estas cosas necesarias: 29 que os abstengáis de lo sacrificado a
ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis,
bien haréis. Pasadlo bien”.
Final de los tres viajes misioneros
del apóstol Pablo y compañeros de viajes (Capítulo 20 y siguientes)
El capítulo 20 de Hechos contiene la sentimental
despedida que le hacen a Pablo. En Troas, Pablo se despide con un larguísimo
discurso hasta el amanecer. A la media noche, Eutico se cae de la ventana del
tercer piso, vencido por el sueño (Hechos 20:9). Pablo, de Troas sale para
Mileto. Allí, Pablo manda llamar a los ancianos de Éfeso para despedirse con un
discurso; al terminar se puso de rodillas y oró con todos ellos. Hubo gran llanto
por la partida de Pablo, porque les dijo a los hermanos que no volverían a ver
su rostro (Hechos 20:17-36).
Viaje final de Pablo a Jerusalén
Concluyo este estudio con los acontecimientos en la
vida, viajes y misiones del apóstol Pablo, a partir del capítulo 21 del libro
de los Hechos de los Apóstoles. Pablo se enfrenta a una serie de juicios y
acusaciones de parte de los sacerdotes y ancianos judíos, pero Pablo se
defiende de la acusación, en diferentes escenarios ante los funcionarios
romanos, a quienes les refiere que él es ciudadano romano. Ante las acusaciones
de los líderes judíos, el apóstol Pablo se queda solo. No hubo testigos a su
favor de parte de la Iglesia de Jerusalén.
Primero, Pablo es acusado ante el concilio judío;
después, Pablo es llevado ante el tribuno Claudio Lisias, pero éste lo remite ante
el gobernador Félix. Sin embargo, Félix no toma ninguna decisión final respecto
a la acusación de los judíos, pero para congraciarse con ellos, lo deja en
prisión. El emperador Festo sustituye a Félix, y éste lo remite ante el rey Agripa
II. Pablo al comparecer ante Agripa, sabía que Herodes I, el Grande, bisabuelo
de Agripa II, había tratado de matar al recién nacido Mesías, Rey de Israel; su
abuelo, Herodes Antipas, había mandado a decapitar a Juan el Bautista (La
muerte de Antipas es también atestiguada por el historiador judeo-romano, Flavio
Josefo). Y su padre, Herodes Agripa I, había decapitado a espada al mártir Jacobo
o Santiago hijo de Zebedeo, el primero de los doce apóstoles en morir como
mártir. Este Herodes quiso también asesinar a Pedro, para congraciarse con los
judíos. Lo encarceló, pero Dios abrió las puertas de la cárcel (Hechos 12:1-18),
pero Herodes se vengó contra los guardias y los mandó a ejecutar. ¿Podría
hallar gracia Pablo ante este rey descendiente de una familia de asesinos?
Finalmente, los capítulos 27 y 28 de Hechos narran el
viaje de Pablo a Roma como prisionero, pasando por peligros de naufragio y
asesinato por parte de los soldados custodios; pero Dios le revela a Pablo que
no tema, que llegará a Roma, para completar su misión que el Señor le encomendó,
a raíz de su conversión, en el camino a Damasco: “El Señor le dijo (a Ananías):
Ve, porque instrumento escogido me es este, para llevar mi nombre en presencia
de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; 16 porque yo le mostraré
cuánto le es necesario padecer por mi nombre” (Hechos 9:15-16).
BIBLIOGRAFÍA
Enduring Word – Hechos 15 El Concilio de Jerusalén
Guzik, David. El Concilio de Jerusalén
Hechos de los Apóstoles RVR1960
“Hechos de los Apóstoles”, escrituras.lds.org
INTRODUCCIÓN A LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES - Mensaje y
características de este libro, Prof. Luis Fernando García F Viana
Loren Van Galder, El Concilio de Jerusalén
Wikipedia – Antioquía (Antakya)
Wikipedia - Gamaliel
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