JOSÉ Y LOS ISMAELITAS
Génesis 30:22–24; 37:3; Gén 39:7–12; Gén 41; 45:4–15;
49:22–26).; 1ro
Crón. 5:1–2
Amadeo Albuquerque Lara
José es hijo de Jacob y Raquel, descendiente de la
línea genealógica de Abraham y Sara; mientras que Ismael es hijo de Abraham y
Agar, sierva de Sara. José nació en casa de Labán, padre de su madre, Raquel, la
esposa que Jacob amaba. Jacob con Raquel tuvo dos hijos: José y Benjamín. Aunque
hijos de un mismo padre, hubo rivalidad entre los descendientes de Abraham y
Sara y los descendientes de Abraham y Agar.
La discordia comienza por quién es realmente el
legítimo primogénito; puesto que Ismael nació primero en el matrimonio de Abram
y Sarai, trece años antes del nacimiento de Isaac, cuando Abram tenía 86 años
de edad (ambos con esos nombres todavía); y además, la misma Sarai pidió a su
marido Abram que tomara a su sierva egipcia Agar para que le pariera hijo. Este
conflicto perdura hasta hoy entre israelíes y árabes. Pero hoy día, el pleito
no es solamente por la primogenitura, sino por la ocupación de territorios.
No obstante, mi estudio se centra en José, los
ismaelitas y Egipto. José por ser hijo de Raquel, era el preferido de su padre
Jacob; por eso, sus hermanos, que no eran de padre y madre, lo odiaban y
procuraban su muerte; pues sólo José y Benjamín eran hermanos de padre y madre.
Pero Dios tenía otro plan para José y para su familia, sin distingo de esposas
o concubinas.
Por otro lado, los ismaelitas eran descendientes de
Ismael, hijo del patriarca Abraham y su criada egipcia Agar. Pero Dios no
distingue entre amigos o enemigos en el cumplimiento de su plan. Esta historia
es un poco rara, desde el punto de vista humano; porque el actuar de Abraham y
Sara es en apariencia una injusticia, según la óptica humana. Como Sarai era
estéril, le dijo a su marido Abram que tomara a Agar, su criada para que ésta
concibiera al heredero de la promesa, según planes del matrimonio. De esta
unión nació Ismael, padre de los ismaelitas o árabes. Pero según el plan de
Dios, Ismael no sería el heredero de la promesa, sino Isaac, que nacería
posteriormente de la estéril Sarai. Sin embargo, desde el embarazo de Agar hubo
celos entre Sarai y Agar; y posteriormente, entre Ismael e Isaac. De manera que
echaron de la familia a Agar y a su hijo, la cual sufrió vicisitudes en el
desierto, con su hijo Ismael.
Luego, cuando Abram tenía la edad de 99 años, Dios se
le apareció y le confirmó la promesa de que sería padre de muchedumbres, le
confirmó la posesión de la tierra de Canaán, le cambió el nombre de Abram a
Abraham y a su mujer Sarai a Sara y además, Dios lo instruyó para que tanto él como
todo el que naciera en su casa fueran circuncidados, a los ocho días de nacido.
La circuncisión sería para todo varón entre ellos por todas las generaciones;
el nacido en casa, y el comprado por dinero; y además, a cualquier extranjero,
que no fuera del linaje de Abraham (Gén 17:10-14).
Abraham tenía
99 años, cuando se circuncidó junto con su hijo Ismael de trece. De aquí en
adelante, todo varón israelita debía ser circuncidado (Gén 17:5- 27).
Tanto Isaac como Ismael serían herederos de la promesa
de ser padres de muchedumbres, según Génesis 17:19-21, porque Ismael fue padre
de doce príncipes, forjadores de tribus nómadas, del desierto de Parán, mientras
que Isaac sería el heredero de la promesa que Dios le había hecho al patriarca
Abraham de darle la tierra prometida. Por tanto, el hogar de Ismael fue el
desierto de Parán, al sur del mar mediterráneo y al oeste del reino de Edom (Génesis
21). Pero también, Dios les dio tierras a los hijos de Esaú, el monte Seir;
posteriormente, el reino de Edom. A los hijos de Lot les dio las tierras de
Moab y Amón. Todos en posesión muchos años antes que Israel conquistara la
tierra de Canaán.
Por cosas del destino, diríamos los humanos, pero no.
Según el plan de Dios, los ismaelitas sirvieron para el cumplimiento del plan
divino. Como los ismaelitas eran comerciantes que viajaban en caravana para
Egipto, compraron a José, por iniciativa de Judá, hermano mayor de José, con la
intención de salvarlo de la muerte que planeaban sus hermanos. (Génesis 37:25-28).
Según el plan de Judá, los ismaelitas compran a José y
viajan con él para Egipto. Al llegar a Egipto, los ismaelitas ofrecen a José en
venta a Potifar, jefe de la guardia de Faraón. Potifar compra a José y lo
nombra mayordomo de la servidumbre de su casa. Pero la esposa de Potifar se
enamora de José y le propone que se convierta en su amante. Sin embargo, al
rechazarla José, ella se siente culpable y teme ser delatada por José, ante
Potifar. Por tanto, ella se adelanta a delatarlo injustamente, ante su marido
Potifar.
Aunque parezca raro, estas escenas estaban dentro del
plan de Dios, porque Potifar encierra en la cárcel a José y allí José se da a
conocer como el intérprete de sueños ante el jefe de los coperos y el jefe de
los panaderos de Faraón, quienes compartían prisión con José. De manera que
esta plataforma le sirve a José para interpretar los sueños del mismo Faraón.
En su sueño, Faraón ve subir del río siete vacas gordas
y hermosas; pero luego ve subir del río también siete vacas flacas y feas; pero
estas flacas devoraban a las siete vacas gordas. Luego, Faraón tiene un segundo
sueño de siete espigas llenas y hermosas que eran devoradas por siete espigas
vanas, abatidas por el viento (Génesis 41).
Aunque Faraón llamó a sus sabios y magos para que le
interpretaran los sueños, ninguno los supo interpretar. Era el plan de Dios
destacar a José ante el mismo Faraón, para convertirlo en el segundo después de
Faraón. Entonces, el copero recuerda que estando él y el jefe de los panaderos
en prisión, un joven hebreo que estaba también en la prisión, les interpretó a
cada uno su sueño, lo cual se cumplió en cada uno de ellos. Al escuchar esta
historia, Faraón manda a llamar a José y éste le dice que Dios le ha
manifestado a Faraón lo que va a suceder. De manera que José le explica a Faraón
que los dos sueños son uno solo, y luego le interpreta el significado. Le
anuncia que van a haber siete años de abundancia y luego, siete años de escasez,
como nunca la ha habido en tierra de Egipto. Por tal razón, le aconseja que
busque a un varón prudente y sabio; y que además, nombre gobernadores por todo
Egipto, para que durante los años de abundancia, se llenen los graneros de
Egipto, para suplir los años de escasez. Entonces
“dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos
a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios?” (Gén 41:38).
En esta historia observamos que Dios tenía un plan
para José y para que Faraón reconociera a Yavé como el Dios cuyo espíritu
estaba en José. También era el plan de Dios para que sus hermanos se rindieran
ante José y que lamentaran la maldad de ellos en contra de su hermano; pero en
especial, para el beneficio de su pueblo.
El plan de Dios había comenzado varios años antes,
cuando José era pequeño, en casa de su padre Israel. Primeramente, José tiene
sueños que le cuenta a sus hermanos y a su padre. El primer sueño de los
manojos que se inclinan a él, tiene que ver con su supremacía sobre sus
hermanos; pero el segundo sueño es más intimidante, pues tiene que ver con su
superioridad no sólo ante sus hermanos, sino ante su padre y su madre.
Todo esto resulta en malestar entre sus hermanos.
Además, la preferencia de Israel, por su hijo José, acentúa más el odio de sus
hermanos. El odio de los hermanos de José, los hace que preparen el plan para
matarlo (Gén 37:18-36; pero Dios hace que Rubén tome la iniciativa para no
matarlo, sino solamente echarlo en el pozo, con la intención de rescatarlo
después y devolverlo a su padre. Sin embargo, Judá propone un mejor plan para
no hacerle daño a su hermano, sino venderlo a los mercaderes ismaelitas. Al
comprarlo los ismaelitas, viajan con él a Egipto y lo ofrecen en venta a
Potifar. Pero la lujuria de la mujer de Potifar y su falsa acusación, lo envían
a prisión. Los compañeros de prisión, los coperos y panaderos lo destacan como
intérprete de sueños, para interpretar los sueños de Faraón. La interpretación
de los sueños de Faraón, lo catapultan como el segundo después de él, para la
ejecución del plan de Dios. Luego, la escasez de víveres por toda la tierra de
Israel, hace que sus hermanos vayan en busca de trigo a Egipto. En Egipto los
recibe su hermano José, aunque ellos no lo reconocen; pero en vez de vengarse
de ellos, les enseña la lección de que se arrepientan por el odio con que ellos
lo trataron. Pero además, su alto puesto en Egipto, descubrió la mentira con la
cual engañaron a su padre Israel. También, la historia demuestra que José
poseía una actitud de perdón hacia sus hermanos; pero antes, les enseñó la
lección de que el engaño tiene consecuencias.
CONCLUSIÓN
En esta historia hay algunas lecciones que aprender.
Primero, Israel dio a conocer su predilección por José, lo cual despertó el
odio de sus demás hermanos. Al vestirlo con colores especiales, acentuó más la
desigualdad entre los hermanos. Además, José y Benjamín eran medio hermanos de
los demás hijos de Israel, porque lo eran de diferentes mujeres.
Por otro lado, en el cumplimiento de su plan, Dios
cambia las malas intenciones de los humanos. Por el odio de sus hermanos, José
fue vendido como esclavo en Egipto; pero Egipto era el lugar en donde José
surgiría como segundo en el mando después de Faraón. José en el pozo hubiera
sido sólo un cadáver; José como esclavo de Potifar, seguiría siendo esclavo,
sin la acusación de la mujer de Potifar. Pero José en la prisión de Potifar
hubiera sido sólo un prisionero, sin los sueños del copero y del panadero.
Además, José hubiera quedado para siempre en la cárcel, si Faraón no hubiera
tenido los dos sueños; y si el copero y el panadero no lo hubieran recomendado.
En consecuencia, fue el plan de Dios que fueran
sucediendo todas estas escenas, para que José se convirtiera en el instrumento
de Dios para rescatar de la hambruna a su familia y, además, para que se
establecieran en Egipto con distinciones
de Faraónpor causa de José.
Todas estas etapas en la vida de José, nos debe hacer
reflexionar que no debemos rasgar nuestros vestidos con la primera experiencia
desagradable que tengamos, sino pedir la dirección de Dios y estar dispuestos a
ser el barro que Dios vaya moldeando, hasta llegar al cumplimiento de su divina
voluntad. Naamán, el sirio, no hubiera sido limpio de su lepra si no hubiera
cumplido el ciclo de sus siete zambullidas en las aguas turbias del río Jordán.
De manera que Dios, en el cumplimiento de su plan, nos conduce a una serie de
etapas que él espera que completemos. Por último, nuestra obediencia para el
cumplimiento del plan de Dios, nos lleva a la victoria.
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