MUJERES DE MALA FE
Mujeres que supieron “llevar a cabo su combate”, para
desviar a sus maridos de la fe de su Dios.
Amadeo Albuquerque Lara
INTRODUCCIÓN
La escritora y novelista francesa, Simone de Beauvoir,
ha escrito obras relacionadas con mujeres de mala fe. Una de ellas es La femme rompue, o “La Mujer destrozada”.
En este libro ella usa la frase “mauvaise foi”: la mala fe. Dice ella:
“Lo
que interesaba esencialmente en estas historias era la “mauvaise foi” (la mala
fe) más o menos testaruda con la que mis heroínas llevaban a cabo su combate” (Amparo Ariño, Universidad de Valencia)
He tomado esta expresión de la novelista de Beauvoir
para calificar a las mujeres de la Biblia que desviaron a sus maridos, para
hacerlos volverse en contra del Dios (YHWE) de sus padres. He seleccionado
solamente a tres de las mujeres de mala fe, por ser las peores en contra del
Dios de Israel, estas son: 1) Jezabel; 2) Atalía y 3) Dalila. A estas tres
mujeres las he llamado “mujeres de mala fe”, sin ningún sesgo de misoginia,
sino porque actuaron con premeditación en contra de Yavé.
La doctrina de Dios en la Biblia es que Él es “el que
es”. A Moisés se le presentó como: “Yo soy el que soy”. El primero de los diez
mandamientos es “No tendrás dioses ajenos delante de mí’ (Éxodo 20:3). El
mandato que Israel recibe de Dios, cuando haya entrado en la tierra prometida,
es derrotar, destruir del todo y no entrar en alianza, con las siete naciones
cananeas, ni tampoco dar a sus hijas a los hijos de ellos, ni tomar a sus hijas
para sus hijos. La razón era clara. Las mujeres cananeas harían ir detrás de
sus dioses paganos a los hijos de Israel; por eso, no debían tener misericordia
de esas siete naciones, porque su pueblo debía ser santo y honrarlo sólo a él. (Deut
7:1-6).
Algo más fuerte se halla en Deuteronomio 27:15: “Maldito el hombre que hiciere escultura o
imagen de fundición, abominación a Jehová, obra de mano de artífice, y la
pusiere en oculto. Y todo el pueblo responderá y dirá: Amén”. Sin duda Dios
tenía en mente la maldición de Aarón, cuando fabricó el becerro de oro,
mientras Moisés recibía la Ley, en el Monte Sinaí.
Además, Dios les dejó claro el mandato en contra de
los matrimonios desiguales:
“Porque
desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de
Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá pronto. 5 Mas así habéis de
hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y
destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus esculturas en el fuego” (Deut 7:4-5).
Sin embargo, la arqueología y la historia bíblica
atestiguan que Israel se fue tras los dioses cananeos. Estos pueblos adoraban a
tres diosas, con acompañamientos de orgía, en sus rituales de prostitución. Por
ejemplo: Asera, se la representaba en figuras y relieves como una hermosa
prostituta desnuda, de pie sobre un león y sosteniendo un lirio en una mano y
una serpiente en la otra. Esta representación evidencia el desenfreno sexual
que acompañaba su adoración.
La otra diosa cananea era Astarté, la cual se la
describe como una mujer desnuda sobre un caballo galopante, que lleva en las
manos un escudo y una lanza, también, la presentación es un llamado a la
inmoralidad sexual.
La tercera diosa cananea era Anat, descrita como "la
virgen", aunque, según la mitología cananea, había sido violada por su
hermano Baal, curiosa referencia sobre el degradado concepto cananeo de la
virginidad. (El Mundo Antiguo, Deidades
cananeas).
El celo de Jehová era que sus hijos no se fueran en pos
de los dioses paganos de esas siete naciones mucho más fuertes que ellos. La
respuesta de ese mandato lo tenemos en el actuar del sacerdote Finees, nieto de
Aarón, que cuando Zimri introdujo a Cozbi, mujer madianita al campamento de los
israelitas, tomó una lanza y los traspasó a los dos en el lecho conyugal y en
el mismo acto sexual. (Números 25:8).
Sin embargo, la historia de uniones desiguales entre israelitas
y mujeres cananeas se fue haciendo muy común a medida que se iban relacionando
con los pueblos vecinos.
Dos mandatos se destacan en las instrucciones que Dios
le da a su pueblo, antes de entrar a la tierra prometida: 1) No adorar a otros dioses
por la consiguiente prostitución que acompañaba el ritual, especialmente,
el de la diosa Asera, y el culto a Baal-Peor, y 2) No contraer matrimonio con
las mujeres cananeas, ni las mujeres israelitas, con hombres cananeos.
De el libro de Jueces, voy a tomar sólo dos ejemplos
de hombres tras mujeres cananeas o madianitas: Gedeón y Sansón. Y del período
de los Reyes, selecciono a Salomón.
La historia de Israel, en los libros de los Jueces narra
el error de Gedeón, quinto de los Jueces del pueblo de Israel, de quien se dice
que tuvo 71 hijos, incluyendo a Abimelec, hijo de una mujer de Siquem. Gedeón
tuvo muchas mujeres, lo cual demuestra su principal debilidad (Jueces 8:30)
El otro Juez fue Sansón, quien se enamoró y se casó
con una filistea, llamada Dalila, en contra del mandato de Dios y en contra del
consentimiento de sus padres. Aunque los madianitas y los filisteos fueron
siempre los enemigos del pueblo de Dios, estos Jueces buscaron mujeres de entre
ellos. El resultado de estas uniones fue la apostasía de estos jueces, con la
resultante de la depravación de su gente.
Por último, el rey Salomón, a pesar de haber pedido
sabiduría a Dios y de habérsela concedido el Señor, su debilidad fueron las
mujeres extranjeras. Primero, se casó con la hija de Faraón de Egipto, luego se
casó con 700 mujeres reinas, además de las 300 concubinas. Algunas eran mujeres
de Moab, otras eran de Edom, de Sidón y de los hititas Por esta razón, cuando
Salomón era viejo, construyó templos a los dioses de estas mujeres: Astarté,
Milcón y a Moloc. Estos fueron dioses funestos que desviaron de la fe de Yavé,
no solamente al rey, sino que a todo el pueblo de Israel. (1 Reyes 11)
CONCLUSIÓN
En esta introducción he estudiado los errores
cometidos por hombres del pueblo de Dios, contraviniendo el mandato de Dios de
1) destruir a esos siete pueblos, con sus respectivos dioses, con todos sus
altares, lugares altos de adoración y los árboles frondosos de Asera; y 2) de
no mezclarse con mujeres cananeas, o de otras naciones cercanas de los siete
pueblos que se mencionan en Deuteronomio capítulo siete.
Pero sucedió algo peor en el campamento de Sitim,
justo en las cercanías de la tierra prometida, donde pronto tomarían posesión:
“Mientras
Israel habitaba en Sitim, el pueblo comenzó a prostituirse con las hijas de
Moab. 2 Y estas invitaron al pueblo a los sacrificios que hacían a sus dioses,
y el pueblo comió y se postró ante sus dioses. 3 Así Israel se unió a Baal de
Peor[a], y se encendió la ira del Señor contra Israel. 4 Y el Señor dijo a
Moisés: Toma a todos los jefes del pueblo y ejecútalos delante del Señor a
plena luz del día[b], para que se aparte de Israel la ardiente ira del Señor” (Número 25:1-4).
En este campamento Moisés hace el nuevo censo de la
nueva generación, después que el pueblo de Israel había muerto como castigo por
los múltiples pecados en el desierto; y aún en Sitim la destrucción es grande,
porque despertaron el furor de Jehová por la prostitución desenfrenada con las
mujeres cananeas. Si no hubiera sido por el actuar del sacerdote Finees, el
cual aplacó el furor de Jehová, la mortandad habría sido peor. Pero aún nos
quedan lecciónes que aprender: 1) Dios es único y sólo a él se debe adorar; y
2) No juntarnos en yugo desigual. Ambos pecados provocaron el furor de Jehová y
las numerosas matanzas en contra de Israel.
El próximo artículo será sobre la perversa fenicia
Jezabel, esposa de Acab, rey de Israel.
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