PARÁBOLA DEL FARISEO Y EL PUBLICANO
Lucas 18:9-14
Amadeo Albuquerque Lara
El capítulo 18:1-8, del evangelista Lucas comienza con
la enseñanza de Jesús sobre la necesidad de insistir en la oración, y para eso,
propone la parábola de una viuda y un juez totalmente incrédulo. Por eso, en el
verso ocho Jesús se pregunta: pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿hallará fe
en la tierra? De manera que desde el verso uno hasta el ocho, Jesús recalca la
persistencia y la fe, en cuanto a la oración.
En los versos
nueve al catorce el Señor propone una parábola de un fariseo que está en
actitud de oración; pero de manera equivocada. Al hacer su oración, en Lucas
18:9-14, el fariseo oraba, pero consigo mismo, justificándose de cómo él
cumplía con la Ley de Moisés: “El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo
de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres,
ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12 ayuno dos veces a
la semana, doy diezmos de todo lo que gano”. El fariseo “le da gracias a Dios”,
porque se considera mejor que los demás, ni siquiera como el publicano que
también ora al igual que él. El fariseo se presenta ante Dios como el más puro
religioso, cumplidor de la Ley de Moisés. Pero el Señor Jesús da a entender en
la parábola que ni el ayuno ni dar los diezmos, hace mejor a este fariseo.
Si analizamos la actitud del fariseo y del publicano,
podemos aprender las siguientes lecciones:
EL FARISEO:
Ora consigo mismo, no en comunión con Dios
Se cree mejor que los demás
Sus gracias a Dios son falsas
Demuestra su discriminación social y religiosa contra
el publicano
El ayuno y los diezmos no le valen ante los ojos de
Dios
Demuestra que su religión es falsa, porque no ama a su
prójimo como a él mismo
No demuestra arrepentimiento del pecado, lo cual es la
esencia del cristianismo
Por último, el fariseo salió del templo sin ser
justificado, porque Jesús vino para justificar al pecador arrepentido
EL PUBLICANO:
Se aisla del fariseo y se pone de lejos, en actitud de
humildad
Levanta sus ojos al cielo, al lugar de donde espera su
aceptación
Se golpeaba el pecho, confesando su condición de
pecador
Ruega a Dios para que escuche su oración, porque sabe
que es pecador y no merece el favor de Dios
Luego, viene la lección de Cristo en el verso catorce al
exponer dos actitudes religiosas totalmente opuestas: “Os digo que este
descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se
enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. La oración sin humillación no recibe respuesta
positiva por parte de Dios. La altivez de espíritu recibe rechazo de Dios; y el
creerse superior a los demás no demuestra sinceridad ni contrición de espíritu,
ni amor al prójimo.
La parábola no menosprecia la oración, sino que nos
enseña cuál debe ser nuestra actitud al dirigirnos a Dios. Jesús en el Sermón
del monte amonesta cuál debe ser nuestra relación con nuestro hermano: “Por
tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene
algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate
primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda (Mateo 5:23-24).
No olvidemos que
el Sermón del Monte es la doctrina que nos hace acreedores justificados y
dignos de la ciudadanía del Reino de los cielos. Las bienaventuranzas y
doctrina de Mateo 5-7 son los requisitos para alcanzar la vida eterna. Por último, Jesús deja claro en la Parábola del
fariseo y el publicano que la religión vacía de principios y de amor al
prójimo, no vale nada, y que nadie es mejor que los demás, y que al orar,
debemos pedir por nuestra justificación por la fe que es en Cristo Jesús.
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