IANUS, IANUARIUS, ENERO
Amadeo Albuquerque Lara
Ianus o Jano es el dios romano de los comienzos, por
eso se celebraba en el primer mes del año. También Ianus es el dios de las
puertas, pues en latín “ianua” significa puerta. De manera que “ianuarius” es
el adjetivo que significa “de las puertas” y de ese adjetivo se deriva el
nombre de nuestro primer mes del año: ENERO. El idioma inglés conserva la
etimología del adjetivo latino para el primer mes del calendario: January
Ianus o Jano se representa con dos caras opuestas: una
que mira al pasado y la otra, al futuro. Sin duda, muchos de nosotros no nos
hemos dado cuenta que enero tiene el significado del pasado y el futuro. Como
humanos, tenemos temor a los comienzos; le temblamos a lo desconocido. Al
comenzar un año, no sabemos a qué nos enfrentamos. Cuando iniciamos el año dos
mil veinte, nunca nos imaginamos que habría un cambio drástico en nuestra
manera de vivir y de comportarnos.
Jamás nos imaginamos que cubriríamos nuestro rostro
con una mascarilla, que en nuestros bolsos o bolsillos íbamos a guardar una
pequeña botella de alcohol para desinfectarnos las manos. No tuvimos la mínima
idea que al entrar en una tienda tendríamos que pararnos sobre una alfombra con
cloro, para desinfectar nuestros zapatos; que nos iban a apuntar en nuestra
frente con un termómetro electrónico para medir la temperatura, que nos iban a
rociar las manos con agua de cloro o alcohol; que iban a limitar la entrada guardando
una distancia de dos metros. Sin embargo,
todo esto lo hemos aceptado por el bien de nuestra seguridad sanitaria.
Pero vino lo peor, poco a poco empezamos a darnos
cuenta que algunos de nuestros vecinos fallecían por la infección del coronavirus,
que a algunos de nuestros familiares se le había muerto un ser querido.
Entonces empezamos a imaginar que la sombra de la muerte rondaba en nuestra
cercanía. También tuvimos que distanciarnos de nuestra propia familia; los
hijos protegían a los padres y los padres a los hijos. Se acabaron las visitas
a nuestros familiares. Fue algo terrible, le tuvimos pánico al contacto con los
demás.
Por lo tanto, el año 2020 fue el año del terror,
también fue el año de las teorías de la conspiración sobre el origen del
maligno virus. Un país culpaba a otro, empezaron a decir que el virus no lo
habían transmitido los murciélagos, sino que se había escapado de un
laboratorio; que había sido inventado para acabar con los adultos mayores o
para reducir la población mundial. Y hasta el momento, no sabemos la verdad
sobre el origen del temible coronavirus.
Ha habido una guerra de teorías entre los expertos;
unos dicen que vamos a vivir con la presencia de este virus; otros dicen que el
contagio llegará a su fin cuando la población haya sido vacunada. Sin embargo,
todo esto permanece en hipótesis. Sólo nos queda seguir cuidándonos,
obedeciendo las reglas dictadas por los expertos de la salud.
Mientras tanto, el dios Jano o Ianus permanece con sus
dos caras opuestas: una que mira al pasado lleno de infecciones, con hospitales
repletos de infectados o con alto número de recuperados. En tanto que la otra
cara que mira al futuro nos inspira temor por las experiencias vividas, pero
también con la esperanza de que este año será mejor.
Para los que somos creyentes cristianos, confiamos en
que Dios cambiará las cosas para bien en este año. Y estas esperanzas nos dan
ánimo para vivir bajo la protección divina, la que nos ha permitido la
oportunidad de vivir las primeras horas de este nuevo año 2021 y que así
continuará protegiéndonos hasta que lleguemos al final de nuestra existencia,
porque la amenaza futura no es solamente el coronavirus, sino que también le
tememos a una guerra nuclear; al mal manejo humano que ha producido el
calentamiento global, la extinción de los bosques y la contaminación de nuestro
planeta Tierra.
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