ANTES QUE LA GRAMÁTICA, ESTÁ LA SOCIEDAD PATRIARCAL
Amadeo Albuquerque Lara
La ideología feminista y los grupos sociales que
defienden la igualdad de género opinan que la gramática española, junto con las
gramáticas de las lenguas naturales del mundo, deben pasar por una reforma de
manera que se genere un lenguaje no sexista, o lenguaje inclusivo que
visibilice a la mujer. Este tipo de lenguaje, opinan ellos, debe eliminar el
uso del masculino como incluyente del género femenino. Ejemplos: en vez de los
pronombres personales él, ella, nosotros, vosotros y ellos, deben usarse las
formas “elle”, “nosotres”, “vosotres” “elles”.
Pero esta
propuesta desfigura la morfología de nuestro léxico, y de la estructura misma
del español, sin sentar las bases morfosintácticas para las nuevas reglas de
formación de palabras. En estas condiciones, estaríamos enfrentados ante una
variante dialectal del español. Haría falta una serie de planteamientos
teóricos en los campos de la fonología, de la morfología y la sintaxis. Sin
estos planteamientos teóricos, estaríamos poniéndole “vigas de arriostres” al
edificio del lenguaje, sin establecer el fundamento para un cambio gramatical.
Se trata, entonces, de una tarea gigantesca que no la podrán llevar a cabo las
feministas, ni los defensores del lenguaje no sexista, o del lenguaje
inclusivo. Por tanto, no se trata de sustituir letras en el tratamiento de
géneros gramaticales.
Estos grupos proponen que en vez de las terminaciones
“o/a” como marcadores de los géneros gramaticales masculino y femenino,
respectivamente, se sustituyan con el signo de la arroba (@), o por la letra
“x”, o por la letra “e”. Así, por ejemplo, en vez de “los/las” se escribiría
“l@s”, “lxs” o “les”, para ambos sexos. Algo que cabe destacar es que estos
grupos confunden el concepto de género gramatical de las palabras, con el sexo
de las personas. Los morfemas de género los define la gramática; el sexo de los
seres vivos los define la biología. Pero quienes proponen estos cambios no son
ni lingüistas en su mayoría, ni tampoco biólogos sociales o sociobiólogos.
El argumento que exponen estos grupos es que la
gramática española, en nuestro caso, discrimina a la mujer y exalta al hombre.
Dicen ellos que el lenguaje sexista invisibiliza a la mujer. Mi tesis en este
escrito es que quienes invisibilizan a la mujer son las sociedades
patriarcales, de donde proviene la discriminación contra las mujeres. El
machismo lo ha creado nuestra sociedad, en pleno consentimiento de hombres y
mujeres; pero ahora unos grupos sociales se proponen imponer el feminismo en
contra posición del machismo, lo cual conduciría al otro extremo, en vez de
solucionar la injusticia social.
El doctor Ignacio Bosque, académico de número de la
Real Academia Española, y Ponente de la Nueva
Gramática de la lengua española, apoyado por las otras 25 academias (ASALE),
escribió sobre el SEXISMO LINGÜÍSTICO Y VISIBILIDAD DE LA MUJER (Marzo, 2012), escrito
que propone que es la sociedad la que discrimina a la mujer. El doctor Bosque
presenta varias premisas, pero voy a transcribir, parcialmente, sólo la primera
y la conclusión:
“La primera premisa verdadera es el hecho cierto de
que existe la discriminación hacia la mujer en nuestra sociedad. Son
alarmantes, en efecto, las cifras anuales de violencia doméstica, y se siguen
registrando situaciones de acoso sexual no siempre atendidas debidamente por
las autoridades competentes. Existen todavía diferencias salariales entre
hombres y mujeres. Se atestiguan también diferencias en el trato personal en el
trabajo, que a veces se extienden al grado de capacitación profesional exigible
en la práctica, así como a las condiciones requeridas para acceder a puestos de
responsabilidad.
“De estas premisas
correctas, en cierta forma subsumidas en la última, se deduce una y otra vez en
estas guías una conclusión injustificada que muchos hispanohablantes (lingüistas
y no lingüistas, españoles y extranjeros, mujeres y hombres) consideramos insostenible.
Consiste en suponer que el léxico, la morfología y la sintaxis de nuestra lengua
han de hacer explícita sistemáticamente la relación entre género y sexo, de
forma que serán automáticamente sexistas las manifestaciones verbales que no
sigan tal directriz, ya que no garantizarían “la visibilidad de la mujer”. (Dr. Ignacio Bosque, Real Academia Española, 2012).
Hay quienes dicen que la RAE es machista, debido a sus
respuestas a las propuestas de cambios gramaticales; pero no es la morfología
de pronombres, artículos, adjetivos o sustantivos la que tiene que visibilizar
a la mujer, sino la sociedad misma. ¿De
qué sirve que se cambien las reglas de formación de palabras en nuestra
gramática, si la sociedad sigue discriminando a la mujer? La mujer sieuge
siendo víctima en las relaciones de pareja, según el número exagerado de
feminicidios (no “femicidios”); sigue siendo discriminada en los puestos de
trabajo, el salario de las mujeres es menor, aunque tenga mayor preparación y más
altos títulos académicos que los hombres. Los puestos de gobiernos siguen ocupados en su
mayoría por hombres. Son las mujeres las que ocupan la mayoría de los oficios
domésticos y sus empleadores las visten de manera diferente, para disminuirlas
de los demás miembros de la familia. Y así sucesivamente. Por tanto, por lo
visto hasta aquí, no es la gramática la culpable de la invisibilidad de la
mujer, sino el trato injusto contra la mujer implantado por la sociedad
patriarcal. Ya queda dicho que tal injusticia ha sido fomentada por hombres y
mujeres, cuando a los niños varones se los saca de la cocina, porque es propio
de mujeres; cuando a los niños varones se los impide jugar con muñecas, porque
eso es propio de niñas, etc. Así se va creando el ambiente propio del machismo,
de la superioridad del hombre sobre la mujer.
En conclusión, no es la Real Academia Española (RAE),
ni las demás academias del mundo las que tienen que cambiar las reglas del
idioma, ni la gramática de las otras lenguas del mundo tampoco, sino la
sociedad o sociedades del mundo las que tienen que cambiar el androcentrismo y
el machismo empedernido y la invisibilidad de la mujer. Además, el lenguaje
manifiesta esta tendencia androcéntrica, porque tanto el habla como la lengua
son producto de quienes ostentan este concepto social.
Por tanto, la reforma debe proceder de la semántica
social, de la psicología social, de la ética y la moral en los centros de
estudio, comenzando con los niveles de prescolar, primaria, secundaria y de
educación superior, para que nuestros niños, jóvenes y adultos podamos darle el
lugar que le corresponde a la mujer y para que haya equidad en los diferentes
estratos de nuestra sociedad, incluyendo las instituciones de los Estados, así
como Entes legislativos de los gobiernos del mundo. Todos debemos entender que
el hombre no es dueño de la mujer ni tampoco es el hombre el que debe disponer
cuándo terminar con la vida de su compañera, amiga, o vecina. Ya se ha
demostrado, además, que las leyes no se aplican por igual.
Tampoco la imposición del feminismo soluciona el
problema de la desigualdad de los sexos, en el trato social, laboral y
judicial. Tampoco un cambio en los marcadores de género masculino/femenino de
nuestra lengua española, ni de las otras lenguas del mundo, acabará con tanta
discriminación y misoginia. La
visibilidad de la mujer no la da la gramática de una lengua, cualquier lengua,
sino la educación adecuada, las leyes justas y su justa aplicación.
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