UNA MADRE QUE SÍ DEJÓ HERENCIA
Amadeo
Albuquerque Lara
Este
estudio analítico de unas hipótesis acerca de las lenguas romances, se propone dar
a conocer al lector la amplia bibliografía existente sobre el tema de las
lenguas indoeuropeas, de la lengua latina en especial, y que el latín hablado,
conocido como vulgar es la madre de las lenguas romances, En consecuencia, en
el desarrollo de mi estudio, me referiré, a las posturas del fallecido Yves
Cortez, así como de algunos escritores españoles, quienes proponen algunas
raras hipótesis de que las lenguas romances no provienen de la lengua latina,
que el euskera es la antigua lengua de Europa y que en la región vascuence
apareció la humanidad.
Mi
tesis es que las lenguas romances, románicas o neolatinas provienen del latín
vulgar, que son un subgrupo de la rama itálica que proviene de la familia de
lenguas indoeuropeas, y que el latín vulgar resultó de la caída del imperio
romano de occidente (476 d.C.), cuando el latín clásico dejó de ser la lengua
oficial del imperio y se transformó en lo que hoy conocemos como el latín
vulgar. Como consecuencia, al constituirse en la lengua hablada, pero no
escrita, se fue fraccionando en las diferentes regiones del sur de la península
y por lo tanto, este fraccionamiento dio origen a diferentes dialectos que se
fueron diferenciando uno del otro. Esto fue el origen de las lenguas romances,
origen que pretenden desconocer los defensores de las hipótesis a las que he
hecho referencia en el primer párrafo de este escrito.
Me ha
llamado la atención que recientemente (1984-2009) han aparecido varias
hipótesis sobre unos extraños orígenes de las lenguas romances y de las lenguas
europeas, como la hipótesis de Jorge María Ribero-Meneses (Valladolid, 1945),
quien sostiene que el euskera actual es el resultado de la evolución de la más
antigua del mundo, de la cual provienen las restantes europeas, así como que
los vascos son los habitantes más antiguos del continente europeo; otros
autores dicen que las lenguas romances se originan del catalán, pero hay otros
que dicen que provienen del íbero, como lo afirma la escritora Carme Jiménez
Huertas (San Justo Desvern, España, 1958); pero el fallecido francés Yves
Cortez (Filólogo de vocación, ¿?- 2009) defiende su hipótesis de que las
lenguas romances se originan del italiano antiguo o proto-italiano, sin citar
ningún texto de ese italiano, y por eso, Julio Hubard (1962), dice: resulta que
las “Hijas más viejas que su madre”;
ni tampoco los otros escritores críticos exponen textos de donde supuestamente
vienen las lenguas romances.
También,
a principios del siglo diecisiete, Don Francisco de Quevedo (1580 - 1645)
afirmaba, en su libro España Defendida, (1609
y 1612). que la lengua de España tiene más afinidad con el hebreo, porque a
diferencia del griego y el latín, no se declina:
“nuestra grammática, que es la propia hebrea en
declinaziones de nombres i en conjugaziones de verbos, i por eso mas elegante
que muchas”.
Y luego
defiende que la lengua de España es anterior a la lengua latina:
“Llamo lengua propia despaña la que mesclaron con la
suia los romanos, penos i moros; despues la propia de los españoles, de la qual
pocas reliquias, sin rrazon despreziadas, apenas guarda la antiguedad, pues
solas tenemos las que perdono el tiempo en algunos libros, i aun esas no
sabemos si son çiertas” (p. 47, ff. 53r-54r). (Citado por Antonio Azaustre Galiana, en Bulletin
Hispanique, 2012).
Por lo
tanto, el español es más antiguo que el latín, según Quevedo, inclinado más a
la alabanza de la lengua de España, como lo demuestra el título de su libro.
Otro autor que afirma que el español es anterior al latín es Gregorio López
Madera (1562), en su exaltación de las virtudes y cualidades de la monarquía
española. Así que, los autores modernos aficionados a la filología clásica, no
están solos en sus afirmaciones que las lenguas romances no vienen del latín y
muchas otras teorías de la más diversa índole, pero con un marcado sesgo
político, laudatorio, nacionalista o regionalista.
Por su
parte, Carme Jiménez Huertas, afirma que el latín vulgar no existió. Además,
dice que las lenguas romances provienen de una lengua madre con característica
aglutinante; pero no la nombra. Posteriormente voy a demostrar que el latín
vulgar sí existió, pues Jerónimo de Estridón, (siglo IV), tradujo la Biblia
Vulgata Latina de las lenguas originales al latín vulgar. Además, Fray Luis de
León fue acusado por la Santa Inquisición, por haber traducido al romance el
libro bíblico, “El Cantar de los cantares”
(1560 y 1561). Por lo tanto, existe la evidencia.
Además,
Stephen Brown, traductor profesional por 40 años, ante la pregunta sobre el
origen de las lenguas romances, el 7 de diciembre de 2017, contesta que las
lenguas romances provienen del latín vulgar:
“Vulgar
Latin, which was spoken but not written, came from Latin, which came from
Latino-Faliscan, from Italic, from Proto-Indo-European”
(“El
latín vulgar, el cual era hablado, pero no escrito, vino del Latín, el cual
vino del Latino-Falisco, del italic, del Proto-Indo-Europeo”)
Luego,
este traductor enumera la siguiente lista completa de lo que él considera como dialectos
romances:
(Apulian, Aragonese, Aromanian, Asturian, Bolognese,
Catalan, Northern Corsican, Southern Corsican, Emilian, Extremaduran,
Franco-Provençal, French, Friulian, Galician, Gallurese, Italian,
Judaeo-Spanish, Ladin, Leonese, Ligurian, Lombard, Magoua, Milanese, Mirandese,
Mozarabic, Neapolitan, Norman, Occitan, Picard, Piedmontese, Portuguese,
Romagnol, Romanian, Romansh, Southern Sardinian, Northern Sardinian, Sassarese,
Sicilian, Spanish, Tuscan, Umbrian, Venetian, Walloon).
Por
todo, él nombra 43 dialectos que más tarde se redujeron a un número menor de
lenguas romances, y que se constituyeron en lenguas oficiales en sus
respectivos países. Y a continuación explica que
“all
came from dialects of Vulgar Latin (such as Ibero-Romance, Occitano-Romance,
Gallo-Romance, Proto-Romanian, Proto-Italian)”.
(‘Todas
vinieron de dialectos del Latín Vulgar (tales como el Íbero-romance, el
occitano-romance, el galo-romance, el proto-románico y el proto-italiano”).
La
Cámarabilbao, afirma lo siguiente:
“Entre los idiomas que agrupan las lenguas romances
podemos encontrar las siguiente: en el grupo galorrománico están el francés y
el arpitán, en el grupo italo-rumano están el rumano, italiano y el siciliano,
en el grupo occitano-románico están el occitano el friulano y el catalán, en el
grupo iberrománico están el navarroaragonés, el español, el asturleonés, el
gallego y el portugués”. (Historia de las lenguas romances).
A
continuación, la Cámarabilbao establece una corta cronología del latín vulgar:
“Entre el 200 A.C. y el 400 aproximadamente:
diferentes formas del latín vulgar.
Entre el 500 y 600: estas formas comienzan a
distinguirse entre sí.
A partir del 800: Se reconoce la existencia de las
lenguas romances”.
Debemos
suponer que de esta clasificación de lenguas romances, los filólogos citados en
el primer párrafo de este artículo, y que la mayoría de ellos son filólogos de
vocación), han tomado como base para formular su respectiva hipótesis sobre “el
origen de las lenguas romances” o, como lo plantean ellos, “Las lenguas romances no provienen del latín”.
Pero en
una revisión que hice del “Journal of Romance Studies”, desde los años 2001 al
2019, no encontré ningún artículo académico que se refiera a los postulados
teóricos de los escritores Ribero-Meneses, de Yves Cortez ni de Carme Jiménez
Huertas; pero sí encontré una afirmación acerca del lugar y época en que se
hablaba romance y de los intercambios culturales, lo cual tiene el propósito de:
“informar nuestro entendimiento de los
intercambios culturales en las partes de la Europa medieval, en donde las
lenguas romances se hablaban”. Además de afirmar lo anterior, los autores
académicos Simon Gaunt y Julian Weiss, de la Universidad de Liverpool,
advierten sobre las opiniones modernas acerca del ‘Mundo románico’
“significa que las ideas modernas acerca de lo que
pudo haber constituido el ‘Mundo romance’ en el pasado con frecuencia son
influidos por modernos intereses políticos, culturales e ideológicos”. (Cultural
traffic in the medieval Romance world. Volume 4, Issue 3, 2004)
Y
exactamente es lo que demuestran los críticos que suponen que las lenguas
romances no vienen del latín. En sus argumentos hay sesgo político,
nacionalista, laudatorio e ideológico muy significativo. Por eso, sus hipótesis
no encajan en el campo académico, ni histórico, ni demuestran profundas raíces
de investigación.
Por
esta razón, a continuación, voy a citar a algunas autoridades de gobierno, así
como a afamados filólogos españoles, políglotas, historiadores y paleógrafos,
quienes afirman con claros ejemplos textuales que las lenguas romances
provienen del latín vulgar.
Por
ejemplo, el Ayuntamiento de
Chozas (León, España) sostiene que en León aparecieron las primeras líneas del castellano, citando el documento, bautizado
como 'Nodicia de Kesos' y fechado el 24 de enero del año 959. Afirma además,
que un monje despensero del monasterio de San Justo y San Pastor, en La
Rozuela, “garabateó” las primeras quince líneas de lo que sería el castellano o
leonés.
Volviendo
a los documentos de los siglos IX al XII, el Archivo Histórico Nacional,
presenta el original del Cartulario de Valpuesta: “Cuando el latín vulgar se volvió castellano”, Editorial Siloé
(siglo IX) en el cual constata que un monje copiaba, muy temeroso, el informe
de bienes recibidos por el monasterio del arcedianato de Santa María de
Valpuesta, en lo que hoy es el nordeste de la provincia de Burgos, pero copiaba
las primeras palabras del castellano o romance. Es decir, son los monjes de
estos monasterios citados los que primero plasman por escrito las primeras
palabras o líneas de lo que sería el romance castellano, según han documentado
filólogos, historiadores y paleógrafos, especialistas en documentos medievales;
por lo tanto, el que las lenguas romances provienen del latín vulgar, no es
“dogma”, como han querido desestimar los citados autores de hipótesis a partir
de 1984.
Pero
en la época del eminente doctor en filología hispánica, Ramón Menéndez Pidal,
lo comúnmente documentado eran las Glosas Emilianenses y las Glosas Silenses,
también producto de glosas de los monjes de los monasterios de San Millan de la
Cogolla y de Santo Domingo de Silos, respectivamente. En todos estos casos, son
los “scriptorium” (escritorios) de los monasterios los primeros en documentar
los “balbuceos” del romance.
Yves
Cortez, se supone, apoya la hipótesis del eminente filólogo Jorge María Ribero-Meneses,
(Valladolid, 1945), expuesta en su libro, que el latín y demás lenguas
europeas, y como consecuencia, las lenguas romances provienen del euskera,
aunque no sin ocultar un sesgo nacionalista; porque según él, la humanidad
tiene su origen en el norte de la Península Ibérica, la región vascuence. Pero no demuestra, aunque lo afirma en el título de su libro, que el castellano
proviene del vasco, aunque se contradice al expresar que el castellano se originó en Castilla y León.
De manera que las hipótesis de Ribero-Meneses e Yves Cortez afirman hechos
diferentes: euskera como cuna de la humanidad, contra Italiano antiguo:
hipótesis de Cortez.
Este
filólogo, Ribero-Meneses, se presentó ante la UNESCO con documentos que según
él, señalan la fecha del nacimiento del castellano.
“En octubre del año 2002 impugnó ante la UNESCO el
itinerario del denominado «Camino de la Lengua Castellana» presentando como
soporte científico ante este organismo internacional varios centenares de
documentos altomedievales que demuestran que la lengua castellana no nació en
el siglo XI en la Rioja sino en época muy anterior y en la región epónima del
Castellano: Castilla. Sostiene también que el norte de la península ibérica fue
cuna de la primera civilización y que su lengua -el euskera actual- es el
resultado de la evolución de la más antigua del mundo, de la cual provienen las
restantes europeas, así como que los vascos son los habitantes más antiguos del
continente europeo”.
De tal
manera que este autor desconoce la existencia del desaparecido
proto-indoeuropeo, o proto-indogermano, los cuales han sido reconstruidos mediante
el método comparativo, según las lenguas indoeuropeas descendientes, que lo
sobrevivieron, por eminentes gramáticos comparatistas, quienes tomando el
idioma sánscrito, realizaron comparaciones fonológicas y gramaticales con el
griego y latín; y además, fueron fundadores de la gramática comparada y
reconstructiva, entre ellos cito a los siguientes:
William
Jones (1675-1749) célebre en particular por su redescubrimiento de la familia
de las lenguas indoeuropeas; Franz Bopp (1791-1867), iniciador de la filología
comparada y catedrático de sánscrito en 1821, Rasmus Kristian Rask (1781-1832),
lingüista danés, pionero en la gramática comparada; Jacob Ludwig Karl Grimm
(1785-1863), fundador de la gramática histórica. August Schieicher (1821-1868),
autor de Compendio de gramática comparada
de las lenguas indoeuropeas (1861-1862) y Friedrich Karl Brugmann
(1849-1919), profesor de sánscrito y lingüística comparada
Entonces,
la hipótesis de Ribero-Meneses de que el idioma vasco da origen a las lenguas
europeas, queda fuera del contexto histórico; y que afirme que el latín como
lengua europea proviene del euskera, sin realizar estudios comparativos y
reconstructivos, se sitúa fuera del ámbito de la gramática histórica y
comparada, y además ignorando una vasta bibliografía sobre el estudio de las
lenguas indoeuropeas.
“Ribero
Meneses muestra ’El verdadero origen de
los vascos: la primera Humanidad’, en su libro que presentó en Donostia-
San Sebastián en junio de 2007”. Sin embargo, Ribero-Meneses no afirma que las
lenguas romances provienen del italiano antiguo, sino más bien que “el euskera
actual es evolución de la más antigua del mundo”; es decir, que el euskera es
la lengua original de Europa. Tampoco este autor afirma que el euskera haya
sido una lengua hablada por autóctonos iletrados. Por supuesto, las lenguas
como el latín vulgar eran habladas por gente de poca cultura, pero no por eso
deben ser menospreciadas. Un articulista que cita la obra de Cortez, escribe:
“En 2007 el ingeniero-urbanista y lingüista Yves
Cortez publicó este libro en que el autor plantea una tesis afín a la de
Ribero-Meneses en cuanto a una lengua hablada por los autóctonos, iletrados en
su mayoría, distinta del latín, que era la lengua de comunicación “culta”. (El blog “Instituto
Lingüístico de Invierno”)
Me
llama la atención que el ingeniero Cortez se base en una tesis afín a la de
Ribero-Meneses, porque su hipótesis difiere en mucho; y segundo, él acepta la
existencia de una lengua hablada por iletrados, distinta del latín “culto”. Es
decir, la tesis de Cortez no demuestra que sea el resultado de un exhaustivo
estudio comparativo y reconstructivo entre el latín vulgar y la evolución de
las lenguas romances.
La
hipótesis del francés Yves Cortez, plantea la posibilidad de que las lenguas
romances no provienen del latín. Más bien, dice él, estas lenguas latinas
provienen del italiano antiguo o paleo-italiano, pero en su escrito no presenta
ningún texto de ese proto-italiano al que se refiere. Sin duda, Cortez observa
que el idioma italiano permanece más cerca al latín. En cambio, en el idioma
español existen innumerables documentos, como los citados de los monasterios y
de los libros del filólogo de profesión y académico, Ramón Menéndez Pidal en
los cuales se encuentran abundantes huellas de esa lengua madre: el latín
vulgar, que Cortez y los otros prefiere ignorar.
En su
pequeño libro de 12 capítulos, Cortez pretende demostrar que las lenguas
romances no presentan huellas de la lengua latina, porque ésta tenía
declinaciones, que no tenía preposiciones, que aquel tenía nombres y pronombres
neutros y que la gramática era totalmente diferente. Cito textualmente lo que
dice Cortez:
“Sin
embargo, si unas lenguas evolucionan a partir de otras, deberíamos poder
encontrar las huellas de tal evolución. En otras palabras, las lenguas hijas
deberían portar en sí mismas las huellas hereditarias de la madre”.
Me
sorprende esta afirmación, pues según renombrados estudiosos de la lengua
española, aseguran que el 70% del vocabulario español proviene del latín
vulgar. Además, él ignora que las lenguas habladas por personas sin
escolarización, sin saber leer ni escribir, evolucionan con mayor rapidez que
las lenguas escritas. Por eso, el ingeniero Cortez duda de la pronta evolución
que sufrieron las lenguas romances, incluyendo la lengua materna que él hablaba:
el francés.
Plantear
lo dicho por Cortez es querer ignorar la evolución de las lenguas al pasar de
los años, no de milenios. Hay un sinnúmero de ejemplos en el vocabulario del
castellano incipiente, y del español actual, que demuestran que el vocabulario,
la sintaxis y otros rasgos morfológicos, fonéticos y semánticos, se encuentran
presentes en las lenguas romances, como huellas del latín vulgar o “sermo
rústico”. Por ejemplo, la palabra latina focum
(«fuego» en español) es fuoco en
italiano estándar, foc en rumano y feu en francés. Así podría citar muchos
ejemplos, en los cuales se observan las huellas del latín vulgar, no clásico.
La
autoridad académica y filológica queda demostrada en su currículo y en varios
de sus libros de don Ramón Menéndez Pidal:
“Filólogo e historiador español. Verdadero iniciador
de la filología hispánica, creó una importante escuela de investigadores y
críticos. Fue discípulo de Marcelino Menéndez Pelayo en la Universidad de
Madrid, donde se doctoró en 1893. Miembro de la Real Academia desde 1902, presidió
esta institución a partir de 1925”.
“Menéndez Pidal incorporó a los estudios
lingüísticos y literarios de su país los métodos comparatistas e historicistas
europeos, con lo que sentó las bases de la moderna filología hispánica y se
convirtió en uno de los más prestigiosos romanistas de la época”.
Menéndez Pidal, como investigador y experto en
filología hispánica, propició el surgimiento de una nueva generación de
investigadores como Américo Castro, Dámaso Alonso o Antonio García Solalinde.
Escribió varios libros y ensayos, como
“La España del Cid (1929), en la que manifestó su
dimensión de historiador. Aportación fundamental a la ciencia filológica fue su
Manual elemental de gramática histórica española (1904), (1924), Orígenes del
español (1926), La lengua de Cristóbal Colón y otros ensayos (1942), España,
eslabón entre la cristiandad y el Islam (1956) y El padre Las Casas y su doble
personalidad (1963).
Estas
obras de don Ramón Menéndez Pidal han demostrado a lo largo de varios años, los
orígenes de las lenguas romances. También es meritorio el respaldo que la Real
Academia Española de la Lengua (RAE) ha dado a los documentos de los
Cartularios de Valpuesta.
Desconozco
si Yves Cortez tuvo en su bibliografía a estos fundadores de la gramática
histórica y comparada, todos investigadores y profesores de prestigiosas
universidades europeas; o de los filólogos e historiadores de la lengua
española, o prefiere ignorar semejante aporte al estudio de los orígenes de las
lenguas europeas y romances. La verdad es que Cortez confunde el antecedente
latín vulgar con el latín clásico, escrito y hablado por gente culta. Cortez
dice que el latín es lengua muerta, pero el caso es que el latín clásico, como
lengua muerta, no es la madre de las lenguas romances, sino el latín vulgar que
sobrevive en sus hijas: las lenguas romances, las cuales heredan sus rasgos
gramaticales, fonéticos y morfosintácticos.
No he
leído a ningún autor, especializado en lenguas romances, que afirme que tales
lenguas provienen del latín clásico. Siempre se han documentado los cambios
fonéticos y morfosintácticos que han experimentado las lenguas romances, en su
evolución a partir de los Cartularios de Valpuesta (siglos IX-XII, de las
Glosas Silenses y Emilianenses; y según Anne Cenname de la Universidad de
Almería, UAL, Departamento de Filología, las jarchas, consideradas primeras voces
de la Iberia medieval, escritas en un dialecto arábico-andaluz; y las cantigas,
que eran acompañadas de instrumentos, ejecutadas y cantadas de pueblo en pueblo
las aventuras de los héroes, especialmente en Galicia y Portugal; además de los
libros El Cantar de Mío Cid (siglo
XII), atribuido a un juglar mozárabe
y Milagros de Nuestra Señora (siglo XIII) del riojano Gonzalo de Berceo,
solamente para mencionar unos cuantos.
Estas
son muestras o “huellas” del latín vulgar, que es la madre que sí dejó herencia
y muy rica, al romance, producto de la evolución fonética y morfosintáctica.
Sin embargo, no he visto ningún documento que muestre la existencia de ese
“italiano antiguo” que haya dejado herencia de una evolución semejante a la
demostrada por los eminentes investigadores, filólogos e historiadores que he
citado.
Cortez
se pregunta por qué las lenguas romances tienen preposiciones, cuando el latín
no las tenía. Afirmación que demuestra que este autor sigue señalando al latín
clásico como “lengua madre”, cuando a ésta hay que ubicarla en el latín común o
vulgar.
No
sería de esperar que todas las lenguas romances poseyeran declinaciones, pues
éstas ya no son necesarias debido al papel sintáctico que ejercen las
preposiciones, las cuales pasaron a desempeñar la función gramatical de los
casos del latín clásico. Por otro lado, debemos reconocer los avances
gramaticales que ha habido a partir de mediados del siglo pasado, por la
aportación de la gramática generativa introducida por el afamado lingüista
estadounidense, Noam Chomsky (Estructuras
sintácticas, 1957). Este autor y Charles J. Fillmore (Gramática de casos, 1968), han señalado las funciones del caso
abstracto, en las diferentes funciones sintácticas y semánticas,
características que han diferenciado al español al distanciarse de la lengua
madre: el latín vulgar.
Es más, posteriormente voy a citar fragmentos
del texto de la Biblia Vulgata Latina, la cual fue traducida por Jerónimo de
Estridón (382 d.C., (conocido como San Jerónimo) de los textos hebreo, y griego
al latín vulgar, trabajo encargado por el papa Dámaso I; por tal razón, esta traducción
se llama “Vulgata Latina”.
Al leer
el texto de la Vulgata, aun sin saber latín se notan y se entienden la mayoría
de las palabras, que fueron heredadas al español, sin mencionar las otras
lenguas romances. En el texto se nota la presencia, además del léxico,
preposiciones, conjunciones y la incipiente sintaxis, como la posposición del
verbo; elementos que el señor Cortez y la escritora Carme Jiménez Huertas
prefieren desconocer como herencia del latín vulgar.
Es
evidente que una lengua natural evoluciona a partir del habla común, con sus
diferentes registros, practicada y compartida por sus hablantes. Una lengua
escrita permanece en libros y documentos históricos, literarios, legales,
religiosos o poéticos. Por eso, Cortez y Jiménez afirman que esta evolución
sería muy lenta, de muchos siglos. Pero si la lengua materna de Cortez es el
francés y la de Jiménez Huertas es el español, de larga experiencia de años,
deben reconocer que su lengua materna ha evolucionado comparada con el habla de
su niñez a esta época. Por ejemplo, el idioma inglés en un período menor de
cien años ha perdido la aspiración de las palabras “when, what, where, y
whatever, con la excepción de “who, whom y whose”; sólo para citar estos pocos
ejemplos. En tanto que el español ha perdido la aspiración del sonido [h] en
algunos casos, y en otros, la “h” ha pasado al sonido [j], como las palabras
“halar”/“jalar”; así como las palabras “historia y hasta”. El caso del vocablo
“historia” proviene del griego que lleva un espíritu áspero en el primer sonido
vocálico [i] para indicar aspiración y por eso se representó con el sonido [h],
en español; mientras que la preposición “hasta” es producto del cambio de “f”
(fasta) en “h”, en su evolución fonética.
Refiriéndose
al castellano, léase la Gramática
Castellana (1492) de don Antonio de Nebrija y notará los cambios que han
ocurrido tanto en el vocabulario como en la morfología, la ortografía y la
sintaxis a partir de 1492 hasta principios del año 2019, en solamente 527 años.
Esto es para no mencionar documentos de los siglos IX al XXI. ¿Reconocerán el
crítico Jorge María Ribero-Meneses, el Ingeniero Cortez y la Licenciada
Jiménez, los cambios que se han registrado en estos once o doce siglos de
historia de solamente el idioma español?
A
continuación, transcribo las palabras del experto en textos medievales:
“El sacerdote franciscano Saturnino Ruiz de Loizaga
(Tuesta, Álava, 1939) pasa por ser el mayor especialista vivo en el tema. Este
experto en temas medievales, teólogo, paleógrafo y archivero del Vaticano vive
hoy en Roma. Desde allí explica: “Muchos de estos vocablos constituyen las
primeras indicaciones o menciones del idioma castellano. Sin lugar a dudas, las
primeras voces escritas en lengua romance se encuentran en el Becerro de
Valpuesta”, que
es lo mismo que el Cartulario de Valpuesta, documento ya citado.
La
declaración más cristalina de Cortez se encuentra en esta cita:
“Como
sabemos todos aquellos que hemos estudiado lenguas clásicas en el bachillerato
o en la universidad, el latín, al igual que una gran parte de las lenguas
indoeuropeas, es una lengua desinencial. Los sustantivos se declinan en casos
dependiendo de la función gramatical que deben desempeñar en la oración.
Ninguna lengua romance declina sus sustantivos, con la excepción del rumano que
posee un sistema de casos muy reducido’.
Otra
declaración en favor de los textos de los Cartularios y de las Glosas, es la
del sacerdote franciscano, teólogo y paleógrafo; así como el respaldo de la
Real Academia Española de la Lengua:
“Sin ánimo de controversia, el teólogo y paleógrafo
alavés no duda en confrontar los papeles de Valpuesta con las Glosas
Emilianenses, reivindicadas tradicionalmente como origen del español: “Ramón
Menéndez Pidal pensaba que las Glosas habían sido escritas en la segunda mitad
del siglo X; pero esa datación no se puede sostener hoy. Las Glosas
Emilianenses son probablemente de la segunda mitad del siglo XI, mientras que
varias actas del cartulario de Valpuesta se redactaron en el siglo X y puede
que alguna en el siglo IX”.
“La Real Academia Española (RAE) tomó cartas en el
asunto hace seis años. En noviembre de 2010 editó en dos volúmenes los Becerros
Gótico y Galicano de Valpuesta, en colaboración con el Instituto Castellano y
Leonés de la Lengua. Los autores del trabajo sostienen en él que los documentos
del monasterio burgalés incluyen “términos que son los primeros vestigios del
castellano y los más antiguos encontrados hasta ahora”. Desde el otro lado del
teléfono, el entonces vicedirector de la RAE José Antonio Pascual, que lleva
actualmente las riendas del Instituto de Historia de la Lengua de La Rioja,
explica así la relevancia de los Cartularios: “Hasta el siglo XIII
prácticamente no se escribe en lengua romance, así que estos documentos, que
son de los siglos IX, X, XI y XII, son importantísimos, ya que en esos siglos
van surgiendo muchas palabras y grafías, muchos gestos de escritura que van
detectando cómo es el romance de esos momentos”.
Opuestos
a las hipótesis planteadas por Cortez, Jiménez Huertas y Ribero-Meneses, he
presentado las valiosas contribuciones al origen de las lenguas romances, tales
como el paleógrafo, sacerdote franciscano, Saturnino Ruiz de Loizaga; así como
la autoridad de la RAE, y la eminencia en filología hispánica, Ramón Menéndez
Pidal.
Para comprobar que el latín vulgar hereda de
forma transparente: el vocabulario, las preposiciones y la incipiente sintaxis,
reproduzco literalmente los primeros ocho versículos del evangelio de Juan,
según la Vulgata Latina, traducción de Jerónimo de Estridón (finales del siglo
IV), experto en lenguas clásicas:
1 In
principio erat Verbum, (En el principio era el Verbo)
et Verbum erat apud Deum, (Y el Verbo era con/por/cerca de Dios)
et Deus erat Verbum. (Y Dios era el Verbo)
2 Hoc
erat in principio apud Deum. (Éste era en el principio con Dios)
3 Omnia
per ipsum facta sunt : (Todas las cosas son hechas por él)
et
sine ipso factum est nihil, quod factum est. (y sin él nada es hecho, de lo que es hecho)
4 In ipso vita erat, (en él era/estaba la vida)
et vita erat lux hominum : (y la vida era la luz de los hombres)
5 et lux in tenebris lucet, (y la luz en
las tinieblas resplandece)
et
tenebræ eam non comprehenderunt. (y las tinieblas no la comprendieron, no la
apagaron)
6 Fuit homo missus a Deo, (Fue un hombre
comisionado/enviado por Dios)
cui nomen erat Joannes. (cuyo nombre era Juan)
7 Hic venit in testimonium (Vino aquí en testimonio)
ut testimonium perhiberet de lumine, (para que diera testimonio de la luz)
ut
omnes crederent per illum. (para que los hombres creyeran por él)
8 Non erat ille lux, (No era él la luz)
sed
ut testimonium perhiberet de lumine. (sino para que diera testimonio de la luz).
Jerónimo
de Estridón no tradujo la Vulgata al italiano antiguo, ni al euskera, ni tampoco
al íbero-romance, sino al latín vulgar, y en estos ocho versículos encontramos
preposiciones, conjunciones, algunos casos y declinaciones como huellas de los
casos y declinaciones del latín clásico heredados por el latín vulgar; así como
muestras de la incipiente sintaxis que heredó el romance.
Se
pueden identificar muchos rasgos heredados del latín clásico por el latín
vulgar, tales como:
Flexión
nominal, como huella de las declinaciones, flexión pronominal y verbal y
sintaxis de los casos, la concordancia y el orden de las palabras.
Esto se
observa en un pequeño trozo tomado del latín vulgar, no del clásico. Si el
señor Yves Cortez y demás críticos de las lenguas romances, no los quieren
reconocer, es porque prefieren ignorar la evidencia filológica y lingüística.
Incluso, prefieren pasar por alto el testimonio histórico, filológico y
gramatical de expertos filólogos, de expertos en gramática comparada y
reconstructiva, de expertos en lenguas clásicas, así como de renombrados
paleógrafos e historiadores medievales.
En
conclusión, el filólogo Jorge María Ribero-Meneses no afirma que el euskera es
el origen de las lenguas romances; más bien sostiene categóricamente que el
castellano nació en territorio de Castilla y León. Por otro lado, el
paleógrafo, sacerdote franciscano, Saturnino Ruiz de Loizaga confirma que según
el Archivo Histórico del municipio de Chozas, León, las primeras líneas en
romance castellano o leonés, son la contribución de los monjes copistas, con el
apoyo del investigador Matías
Díez Alonso.
Mientras
que la Real Academia Española (RAE) apoya los documentos de los siglos IX al
XII conocidos como los Cartularios de Valpuesta, como los primeros balbuceos
del castellano romance, también como producto de informes de bienes recibidos
por los monasterios.
Entonces,
son las glosas de los monjes copistas, sentados en sus escritorios, los
primeros en documentar los primeros vestigios del romance castellano o leonés; son
las jarchas, de herencia mozárabe y las cantigas, en lengua románica, junto con
las Glosas Emilianenses y las Glosas Silenses, son también contribución de los
monasterios de San Millan de la Cogolla y de Santo Domingo de Silos.
Queda
de esta manera demostrado que las lenguas romances provienen del latín vulgar o
hablado y no del latín clásico, el cual era del dominio de escritores y
hablantes cultos. También queda demostrado que el latín vulgar sí es una madre
que dejó herencia a sus hijas: las lenguas romances: castellano, catalán,
italiano, francés, provenzal, rumano, leonés, andaluz, extremeño, murciano,
aragonés, valenciano, gallego y portugués. Por último, queda demostrado que
existen innumerables documentos de los primeros vestigios del romance
castellano, atestiguados por eminentes estudiosos y fundadores de la filología
clásica e hispánica, así como de la máxima autoridad del idioma español, la
Real Academia Española de la Lengua (RAE).
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