POR QUÉ EL VERBO SER ES
DIFÍCIL DE CONJUGAR
SUS VARIADAS RAÍCES
Amadeo
Albuquerque Lara
La mayoría de los verbos
españoles conservan uniformidad común al conjugarse, aunque los que presentan
irregularidades no resultan tan complicados. Pongamos algunos ejemplos de
verbos irregulares, como dar, tener, poner, caer, satisfacer, conducir, etc.
Por mucho que su raíz cambie, no se distancia mucho de su raíz de infinitivo.
El verbo “dar”, en presente de indicativo es “doy, das, da, damos”, etc.; en
pretérito indefinido en el que se comporta con visible irregularidad: “di,
diste, dio, dimos”, etc.; el presente perfecto: “he dado, has dado, ha dado,
hemos dado”, etc. El verbo “tener”: “tengo, tienes, tiene, tenemos”, etc.
pretérito indefinido: “tuve, tuviste, tuvo, tuvimos”, etc. Así podría seguir
poniendo ejemplos de verbos irregulares en los cuales se puede identifica la
raíz aunque sea irregular, queda por lo menos la primera letra de su raíz. Otro
verbo difícil de identificar su raíz al conjugarlo en sus diferentes modos y
tiempos es el verbo “ir”: “voy, vas, va, vamos”, etc. y el pretérito indefinido
se confunde con las formas del verbo “ser”: “fui, fuiste, fue, fuimos”, etc.
Pero seguiré refiriéndome a la irregularidad del verbo “ser”, para ser
consecuente con el tema.
Cuando conjugamos el verbo
“ser” nos encontramos con diferentes formas, las cuales no nos permiten
identificar la raíz si lo comparamos con el infinitivo. Por ejemplo: “soy,
eres, es, somos”, etc.; en pretérito indefinido, “fui, fuiste, fue, fuimos”,
etc. Con estos pocos ejemplos nos preguntamos: ¿de dónde salen las formas “es”,
“eres”, “fui”, “fuiste”, “fue”, etc?
Las principales razones por
qué el verbo “ser” tiene diferentes raíces, se deben a su etimología. Este
verbo toma sus formas en sus diferentes modos y tiempos del indoeuropeo, del
latín clásico y del latín tardío o llamado vulgar. Es interesante observar la
evolución para la formación del infinitivo del verbo latino sedere, que significa sentarse. Sedere evoluciona al castellano con la pérdida
de las letras “d” y, “e” final, por lo que queda la forma “seer”. Más tarde, se fusionan las dos “ee” y se produce nuestro infinitivo “ser”. Por otro lado, la forma proveniente del indoeuropeo y del
latín clásico “esse” origina la raíz “-es”,
por la fusion de las dos “ss” y la
pérdida de “e” final. Por lo tanto,
el verbo “ser” se origina de dos verbos latinos: “sedere” y “essere”. Esta
última forma viene del latín clásico “esse”.
Pero preguntémonos: ¿de
dónde vienen las formas conjugadas: “soy, eres, es, somos, sois, son”?
Obviamente, vienen de la conjugación latina del verbo “ser” en presente: sum, es, est. sumus, estis, sunt. Pero
las formas “eres, era, eras, erais” se originan del futuro imperfecto latino: ero, eris, erit, erimus, etc.; y del
pretérito imperfecto latino: eram, eras,
erat, eramus, etc. En tanto que las formas: “fui, fuiste, fue, fuimos”,
etc. provienen del pretérito perfecto latino: fui, fuisti, fuit, fuimus, etc. En tanto que las formas españolas: “fuera,
fueras, fuera, fuéramos,” etc. provienen del pretérito pluscuamperfecto latino:
fueram, fueras, fuerat, fueramus, etc.
Por otro lado, el futuro y
el condicional tomaron el infinitivo del verbo ser más las formas conjugadas
del verbo haber. Así, el futuro español “seré” se formó de ser + he, con
pérdida de la “h” muda; el condicional simple, del infinitivo del verbo ser +
el imperfecto del verbo latino habere:
“ser + habebam”, esta última forma,
ya evolucionada: –ía. Por lo tanto, se forma el condicional “ser + ía”:“sería”.
Como es fácil de observar, el futuro imperfecto y el condicional simple en
español son producto de la evolución del latín llamado vulgar en su paso al
castellano. Recordemos que el romance castellano, así como las otras lenguas
romances, evolucionan a partir del latín hablado por estar más expuesto a los
cambios fonéticos y morfológicos.
En conclusion, la
irregularidad que presenta el verbo “ser” en español en sus diferentes modos y
tiempos al ser conjugado es muy especial debido a los préstamos que hace de los
diferentes modos y tiempos del latín clásico y del latín llamado vulgar, al
cual prefiero referirme como latín hablado o tardío, por cuanto la palabra
“vulgar” refiriéndose al latín hablado, resulta peyorativa o despectiva. No
quiero finalizar esta breve nota sin citar al gramático Barthol Lovaina, quien
al referirse a la lengua de España en el siglo XVI la catalogó como “lengua
vulgar”, pues así tituló su obra: Gramática
de la Lengua Vulgar de España (1559), continuando con el criterio academicista
de que la lengua del pueblo es “vulgar”. Por lo tanto, prefiero evadir el
término peyorativo de “latín vulgar”, puesto que era la lengua del pueblo y de
donde se originó el español que hablamos ahora.
Muy interesante tu explicación, algo que mucho no conocíamos. Deberías vertir toda esta sabiduría en un libro o folleto para beneficio de los jóvenes que tanto necesitan ese tipo de enseñanza.
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