LUGARES ALTOS Y ALTARES DE ISRAEL
Amadeo Albuquerque Lara
Los “lugares altos” en tiempos del Israel antiguo eran
centros de adoración pagana, especialmente, en tierras cananeas. El contacto
del pueblo de Israel con los cananeos, al llegar a Canaán, operó cambios en la
manera de adorar. Los lugares de adoración de los cananeos estaban situados en
colinas o collados, conocidos como lugares altos. Por eso, me interesé en
realizar este estudio sobre estos LUGARES ALTOS.
Observemos el cambio que hay entre los altares
edificados por Abram después de haber entrado en tierras al norte y centro de
Canaán, y los lugares de adoración de Israel en tiempos de Salomón y los demás
reyes que lo sucedieron, a pesar de que Dios les había advertido que
destruyeran todos los lugares de adoración pagana y sus ídolos.
LOS ALTARES DE ABRAM
El primer altar en Siquem (Gén 12:4-7)
Abram fue llamado por Dios en la tierra de Ur de los
Caldeos. Junto con su padre Tera, Terah o Teraj, su esposa Sarai, y su sobrino
Lot, más el ganado y sus servidores, salieron con rumbo norte, bordeando el
desierto. Pero estando en Harán, murió
Terah, padre de Abram. Sin embargo, tiempo después, Abram continuó su viaje
hacia el sur. Cuando llegaron a Siquem, establecieron un campamento de
descanso.
En Siquem, Abram experimentó su primer encuentro con
Dios muy significativo, porque Dios le prometió a Abram que a él y a su
descendencia le dará la tierra de Canaán. Por tal razón, edificó un primer
altar en el encino de More (Génesis 12:4-7). Génesis nos adelanta que el
cananeo habitaba esas tierras, por lo que fue su primera experiencia con un
pueblo enemigo de Dios y que practicaba ritos paganos.
Una costumbre de estos pueblos paganos era edificar
altares a sus dioses en lugares altos, en montes o collados. Esta es la razón
de mi estudio sobre los altares en “Lugares Altos de Israel”. Por eso, comienzo
con el viaje de Abram desde Ur hacia el norte, primero, y luego en Harán sigue
hacia el sur, en busca de Canaán.
La biblia no detalla si este primer altar de Abram lo
edificó sobre un lugar alto, pero Siquem fue un lugar de adoración de los
cananeos, en el monte Balatah, entre el monte Ebal y el monte Gerizín, según
estudiosos de la Biblia; y probablemente era un lugar alto o collado. Veremos
que años más tarde, en tiempo de los reyes, fue un lugar en donde habitaban los
hijos de los profetas, y el lugar en donde Israel proclamaba a ciertos reyes,
por ejemplo, Roboam, hijo de Salomón y a Jeroboam, hijo de Nabat, entre otros (1
Reyes 12:1-31).
En su viaje siempre al sur, rumbo a Canaán, Abram pasó
de Siquem a un monte al oriente de Betel y plantó su tienda, entre Betel y Hai.
Aquí edificó el segundo altar a Jehová e invocó a su Dios. Después de un tiempo
de descanso de su gente y el numeroso ganado, Abram siguió hacia el sur, hasta
el Neguev.
No sabemos cuánto tiempo habitó Abram y su gente en el
Neguev, pero la Biblia nos dice que hubo gran hambre en la tierra, razón que lo
obligó a emigrar a Egipto. Hasta aquí Abram había seguido las instrucciones de
su Dios, pero al llegar a Egipto se olvidó de edificar altares para adorar a
Dios y comienzó a mentir respecto a su relación con su esposa Sarai. Abram
obligó a su esposa a que dijera que ella y Abram eran hermanos, por temor a que
los egipcios lo mataran para quedarse con Sarai, pues era de especial atractivo
físico. En efecto, Faraón tomó a Sarai por esposa, pero Dios impidió esa unión,
porque lo hirió con grandes plagas. Pero, sigamos con los altares de Abram.
Con todas sus riquezas de plata, oro y ganado, Abram
salió de Egipto y regresó al Neguev. Ya en estas tierras, Abram recobró su
devoción al Señor, y regresó a Betel, reconstruyó el altar que había edificado
antes e invocó el nombre de Jehová. Sin embargo, como las posesiones de Abram y
Lot eran muchas, mucho ganado de ambos, decidieron separarse para evitar las
inconveniencias entre los pastores de Abram y Lot. Lot escogió las llanuras del
Jordán, mientras que Abram siguió hacia Canaán.
Tercer altar de
Abram en Hebrón (Gén 13:14-18)
Después de la separación de Abram y Lot, Dios le
confirmó a Abram que a él y su descendencia dará todas las tierras que alcance
con su mirada. Este nuevo encuentro con Dios, impulsó a Abram a edificar un
altar a Dios en el encinar de Mamre, que estaba en Hebrón. Aquí Abram
estableció también su tienda. Según el relato bíblico, parece que ninguna tribu
local había ocupado el altar que Abram había edificado cuando se dirigía hacia
el Neguev.
El cuarto altar de
Abraham en el monte Moriah (Gén 22:1-4)
En este altar voy a
destacar la importancia bíblica de la prefiguración. En los capítulos
siguientes, Abram le recordó a Dios que no le ha dado un hijo entre él y Sarai
su mujer, el hijo de la promesa. Para tal fin, Dios le cambió los nombres de
Abram a Abraham y de Sarai a Sara Después de esto nació Isaac, el heredero de
la promesa, pero ya con el hijo, Dios le da un mandato muy difícil de cumplir.
Dios le dijo a Abraham que sacrificara a su único hijo Isaac en el monte
Moriah.
Este mandato, para un
ser humano pareciera ilógico, antinatural y hasta pagano, pues era semejante o
igual a las prácticas paganas de esas tierras. Pero Dios, al comprobar la
fidelidad de Abraham, cambió el sacrificio de Isaac por un cordero, Abraham
llamó a ese lugar “Jehová proveerá”. Aquí la Biblia deja en claro que este sacrificio
fue en un monte, un lugar alto. El sacrificio en este monte se convirtió en una
prefigura del sacrificio de Jesucristo en la cruz del calvario. Es más, años más tarde, Salomón edificó el
primer Templo al innombrable JHWH (Yavé) sobre este monte Moriah. Pero este
monte recobra mayor importancia, porque en una de sus laderas estaba ubicado el
Gólgota o Calvario, en donde Jesús fue crucificado y muerto, como sacrificio
insustituible por todos los pecadores. Digo “insustituible”, porque él es el
Cordero de Dios.
El monte Moriah
adquiere un simbolismo muy especial, porque aquí Abraham recibió el mandato de
sacrificar como holocausto a su único hijo, a Isaac, el hijo de la promesa;
pero Dios cambió la ofrenda del holocausto. En vez de Isaac, Dios ordenó que
sacrificara al cordero que estaba enredado por los cuernos. Pero el Cordero de
Dios, el unigénito Hijo de Dios no tuvo sustituto. Esta vez no hubo ninguna
persona que llevara sobre sus hombros el pecado de todos nosotros.
LOS LUGARES ALTOS ABOMINABLES DE LOS
REYES DE ISRAEL
Un lugar alto es
abreviatura para designar un centro de adoración pagana. Sin embargo, el
profeta Samuel y el rey Salomón también construyeron lugares altos (1 Sam
9:12–25; 1 Reyes 3:4). Antes que Salomón construyera el Templo en Jerusalén,
los israelitas adoraban a Dios en altares en los collados o colinas. Dios no
condenó esta práctica, porque el pueblo de Israel adoraba al verdadero Dios;
Sin embargo, muy pronto, el pueblo de Israel cambió a su verdadero Dios por
dioses paganos en los lugares altos.
El rey Salomón
construyó el Templo al único Dios, en el monte Moriah, conocido como el monte
Sion; pero también construyó muchos lugares altos para adoración a los dioses
de sus múltiples esposas y concubinas. Dios ordenó a los reyes que sucedieron a
Salomón que destruyeran todos esos centros de adoración pagana, pero ni Salomón
ni todos sus sucesores acataron este mandato.
Sin embargo, hubo
reyes como Josías y Ezequías, por ejemplo, quienes cumplieron con este mandato.
En 2do Reyes 23:4-20 “El rey Josías ordenó que sacaran del templo todos los
objetos que se usaban para adorar a Baal, a Astarté y a todos los astros del
cielo. Los sacerdotes, y su jefe Hilquías, y los encargados de cuidar el templo
cumplieron sus órdenes. Luego el rey ordenó que quemaran todo en los campos de
Cedrón, en las afueras de Jerusalén, y que llevaran las cenizas a Betel”.
Otro rey que derribó
los lugares altos fue Ezequías, rey de Judá. En 2do Reyes 18: 4 se dice: “El
hizo lo recto ante los ojos del SEÑOR, conforme a todo lo que su padre David
había hecho. Quitó los lugares altos, derribó los pilares sagrados y destruyó
la imagen de la diosa Asera. También hizo pedazos la serpiente de bronce que
Moisés había hecho, porque hasta aquellos días los hijos de Israel le quemaban
incienso; y la llamaban Nehustán”.
Pero, como hemos
dicho, ni Salomón ni todos sus sucesores cumplieron con el mandato divino de
destruir los centros de adoración pagana. En el segundo libro de Reyes cuatro
veces se dice que Uzías, su padre, abuelo e hijo, no destruyeron ‘Los lugares
altos: 2do Reyes 12: 3, 14: 4, 15: 4 y 15:35. Es más, Manasés fue el rey más
perverso de los reyes de Judá. En el libro segundo de los Reyes, capítulo 21,
la Biblia dice que “hizo lo malo ente los ojos de Jehová, según las
abominaciones de las naciones que Jehová había echado de delante de los hijos
de Israel”. Manasés volvió a edificar los lugares altos que su padre Ezequías
había derribado. Además, construyó altares a Baal e hizo una imagen de la diosa
Asera, como había hecho Acab, rey de Israel. Es más, leemos que Manasés adoró a
todo el ejército de los cielos, sacrificó en el fuego a su hijo y construyó
altares paganos adentro del Templo, que fue dedicado sólo para la adoración de
Dios. Por tanto, los altares en los lugares altos fueron un desafío del culto
pagano contra el mandato del Dios de Israel.
LOS MONTES SIN
ALTARES, EN EL NUEVO TESTAMENTO
En cuanto a los montes
o collados, los evangelios narran que Jesús, antes de iniciar su ministerio
subió a un monte a orar, conocido como el Monte de la Testación. Luego, Jesús
tomó a Pedro, Santiago y Juan a un monte, en donde se transfiguró delante de
ellos. Este monte se conoce como el Monte de la Transfiguración. Ya en el
ejercicio de su ministerio, Jesús sube a un monte cercano para predicar el
Sermón del Monte. Este monte es conocido como el Monte de las Bienaventuranzas,
en Mateo capítulo 5: “Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose,
vinieron a él sus discípulos. 2 Y abriendo su boca les enseñaba” […]. Pero en
ninguno de estos montes Jesús edificó altares, ni los llamó “lugares altos”,
como fueron llamados en el Antiguo Testamento.
Jesús subía a un monte
a orar, en muchas ocasiones. Y un poco antes de su arresto, Jesús subió al Monte
de los Olivos a orar, al Jardín de Getsemaní (Mateo 26:36-46), en donde instruyó
a sus discípulos sobre los acontecimientos finales, y en donde hizo su oración
final de entrega al Padre. Pero el último monte en donde Jesús dio su vida por
el rescate de la humanidad, fue el lugar de la Calavera o Gólgota o monte
Calvario, el cual estaba en la ladera del simbólico y prefigurativo Monte
Moriah. En el Antiguo Testmento, en este monte, el patriarca Abram estuvo a
punto de sacrificar a su único hijo Isaac, pero la ofrenda del holocausto fue
sustituida por un cordero; sin embargo, en el Monte Moriah del Nuevo
Testamento, no hubo sustituto. El Cordero de Dios fue la Ofrenda del
sacrificio, por los pecados de la humanidad.
Por tanto, los montes
no tenían nada de malo, sino el motivo de la adoración. En el Antiguo
Testamento, Abram o Abraham edificó altares, y posiblemente, en lugares altos.
Y en los evangelios, el Señor Jesús buscó los montes, para predicar y para
orar.
CONCLUSIÓN
Concluyo aquí que el
patriarca Abram o Abraham instituyó la adoración a Dios en altares destinados
exclusivamente para confirmar el pacto con su Dios. Los altares de Abram se
edificaban reuniendo piedras en montones. Aunque la Biblia no detalla si estos
altares se edificaban en lugares altos. Pero sí, Abram buscaba montículos o
collados, como en el caso del primer altar en Siquem, el cual había sido centro
de adoración cananea, en el Monte antiguamente llamado Balata, y actualmente
llamado Tell Balata, por arqueólogos. Sin embargo, en ningún lugar de la Biblia
se dice que Abram adoró los ídolos de los cananeos, como lo hizo Salomón para
complacer a sus mujeres paganas.
El único lugar en
donde Abraham no construyó altares, fue en Egipto, ya que más bien mintió a los
egipcios diciéndole a Sarai que dijera que ambos eran hermanos, para evitar su
propia muerte. Sin embargo, cuando Abram salió de Egipto y regresó al Neguev,
decidió regresar a Betel para reconstruir el altar que antes había edificado
para adorar y para confirmar el pacto y la promesa que Dios le había hecho de
entregarle la tierra de Canaán a él y a su descendencia.
Por último, queda
claro que no había ningún mal en adorar en un lugar alto, monte o collado. La
perversidad estuvo en los reyes que, en vez de derribar estos centros de
adoración pagana, más bien los edificaban.
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