domingo, 19 de enero de 2025

 

MINISTERIO DE LOS DIÁCONOS

Amadeo Albuquerque Lara

En las iglesias cristianas evangélicas se reconocen varios ministerios para el fortalecimiento espiritual, educativo y social de los miembros de las iglesias locales. El Nuevo Testamento nombra los principales ministerios. El apóstol Pablo le señala a la iglesia de Corinto esos ministerios: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas” (1 Corintios 12:28 - Reina-Valera 1960). Destacado es mío.

Entre los ocho ministerios que Pablo nombra, están “los que ayudan”. Este ministerio concuerda con el de los diáconos. El libro de los Hechos de los Apóstoles menciona el nombramiento de siete diáconos con el fin de ayudar a los apóstoles en el servicio de las mesas en favor de las viudas y necesitados que asistían a las iglesias, especialmente, en la Iglesia de Jerusalén. La queja vino de parte de los griegos, debido a la marginación de sus viudas.

La palabra “diácono” proviene del griego διακονος, diakonos; y del griego pasó al latín “diaconus”: servidor. Este concepto es el que toman los apóstoles para nombrar a los primeros diáconos en la Iglesia de Jerusalén, pero había características espirituales y sociales que estos diáconos tenían que poseer.

Requisitos para la elección de los diáconos: 1) de buen testimonio; 2) llenos del Espíritu Santo, y 3) llenos de sabiduría.

“Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo” (Hechos 6:3). Éstos no tienen otro oficio más que de servir a las mesas; mientras los apóstoles se dedican de tiempo completo a predicar el Evangelio de Jesucristo, y a la administración de la Iglesia de Jerusalén. Sin embargo, hay dos de estos siete diáconos que se destacan como evangelistas, predicadores y administradores del bautismo. Se trata de Esteban y Felipe. Pero ninguno de los siete diáconos elegidos por la Iglesia recibe autoridad sobre los apóstoles. Los diáconos son servidores, y los apóstoles predicadores y administradores. Otra función de los diáconos, no es bíblica.

El martirio de Esteban por lapidación

Esteban es el primer mártir muerto a pedradas por predicar el Evangelio de Jesucristo, y porque estaba “lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo” (Hechos 6:8). Estas virtudes espirituales y de popularidad del diácono Esteban provocó el odio y el celo de los líderes religiosos judíos, de tal manera que soliviantaron al pueblo para que Esteban muriera apedreado.

Este martirio de Esteban ocurrió entre los años 32-34 d. C. y en esta lapidación consentía el entonces perseguidor de la Iglesia, Saulo de Tarso a los pies del cual pusieron las ropas de Esteban.

Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel” (Hechos 8:1-3).

Pero Saulo sería “instrumento escogido para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre” (Hechos 9:15-16). Saulo, ya convertido al Evangelio, vino a ser el apóstol Pablo para la conversión de los gentiles y fundador de muchas iglesias del Asia Menor y sus vecindades. Sin duda la conversión de Saulo de Tarso fue la última obra impulsada por el Espíritu Santo que heredó el diácono Esteban a la Iglesia de Jesucristo en Jerusalén; y de hecho para la posteridad de cristianos bíblicos.

El ministerio de Felipe, diácono, evangelista y elocuente predicador

Felipe es el otro diácono que se destacó como evangelista y elocuente predicador del Evangelio de Jesucristo. La primera obra evangelizadora de Felipe se narra en el libro de los Hechos de los Apóstoles acerca de la magna obra en Samaria, ciudad despreciada por los judíos:

Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían estos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad” (Hechos 8:4-8).

En Samaria, Felipe predica a Cristo y hace muchas señales de sanidad; incluso, Simón el mago, quien engañaba a muchos en Samaria, de tal manera que de él decían que era el gran poder de Dios. Pero Felipe estaba lleno del Espíritu Santo y por su predicación y señales, Simón el mago se convierte, se bautiza y está al lado de Felipe. Pero la Iglesia de Jerusalén abrigaba dudas de que los samaritanos hubieran sido convertidos a Cristo. Por eso, los apóstoles Pedro y Juan son enviados a Samaria.

“14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; 15 los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; 16 porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. 17 Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo” (Hechos 8:14-17).

El evangelista Lucas, quien escribió el libro de los Hechos, es muy cuidadoso al describir el ministerio de los diáconos. Aquí en Samaria, son los apóstoles Pedro y Juan los que llegan a confirmar la fe de los nuevos creyentes, y a imponer las manos sobre ellos para que recibieran el Espíritu Santo. Felipe el diácono aunque estaba lleno del Espíritu Santo, solamente había oficiado el bautismo en agua. En ninguna manera Felipe se coloca sobre la autoridad de los dos apóstoles enviados por los apóstoles que estaban en la Iglesia de Jerusalén.

La segunda obra evangelizadora del diácono Felipe se narra en el mismo libro de los Hechos. Se trata de la instrucción y bautizo del tesorero y alto funcionario de la reina de Etiopía. Pero este hombre ya estaba en los planes de Dios para su salvación: era devoto que venía a Jerusalén a adorarlo; y además, era un asiduo lector del profeta Isaías. Adoraba a Dios y estudiaba su Palabra, pero no tenía quién se la explicara. Esa fue la misión encomendada al diácono Felipe.

Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. 27 Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, 28 volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías” (Hechos .

El resultado de este encuentro fue la conversión del tesorero y alto funcionario de la reina de Etiopía. Pero no sólo se convirtió este insigne hombre, sino que también le pidió a Felipe que lo bautizara. “Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?” (Hechos 8:36). Se cree que este nuevo creyente comenzó la obra y la organización de iglesias en Etiopía. El eunuco era un devoto que había venido a adorar a Jerusalén y que leía la Biblia hebrea; pero Dios preparó a Felipe para que lo instruyera, lo ayudara a comprender el mensaje del pasaje del profeta Isaías, el cual él leía, y lo condujera a la conversión y bautizo en agua.

Pero Felipe no se quedó ahí, satisfecho de haber ganado a un personaje importante. Después de la conversión del eunuco, Felipe mientras pasaba por otras ciudades, anunciaba el evangelio de Jesucristo. “Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea” (Hechos 8:40).

Características espirituales, sociales y de fidelidad de los diáconos

Estos relatos destacan la obra evangelística y de consolidación de las personas que se convertían al evangelio. Eran diáconos, pero ellos estaban llenos del Espíritu Santo y de sabiduría. El Nuevo Testamento es muy estricto al describir las características espirituales que debe tener una persona para ser diácono. Ya en el libro de Hechos hemos leído que el diácono debe ser de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría. Pero también hay otros requisitos para el diácono, las diaconisas, y para las esposas de los diáconos. Dice Pablo a Timoteo que antes de nombrar diáconos dignos del evangelio, que sean sometidos a prueba para demostrar que son irreprensibles:

Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas; 9 que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia. 10 Y estos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles. 11 Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo. 12 Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas. 13 Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús” (1ra Timoteo 3:8-13).

Al examinar estas características espirituales, obligan a valorar el ministerio de un diácono. No es sólo para que sirva a las mesas; es que debe ser ejemplo en la iglesia local, en el aspecto espiritual, moral y de humildad y mansedumbre. Debe saber gobernar a sus hijos y sus casas, y deben ser sometidos a prueba primero y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles. Es de notar que esto de saber gobernar a los hijos, es una tarea muy difícil hoy en día por las leyes de la llamada “nueva psicología” y por las leyes en ciertos países, si desde muy tiernos no son instruidos en la Palabra de Dios; porque ahora los hijos amenazan a sus padres cuando éstos quieren imponerles la disciplina cristiana; pero también eso depende de cómo los hijos hayan observado la disciplina en el hogar y en la iglesia. Las iglesias locales también cargan con la responsabilidad de educar a los niños en la Escuela Bíblica Dominical.

La Biblia también se refiere al ministerio de diaconisas y mujeres en general: Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo. El apóstol Pablo menciona a la diaconisa Febe, en la epístola a los cristianos judíos y gentiles de la iglesia en Roma: “Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo” (Romanos 16:1-2) .

Pablo recomienda a Febe como diaconisa, entre los santos de la iglesia en Cencrea, y que ella ha ayudado a muchos, incluyendo a Pablo. Es decir, es una diaconisa que cumple con la tarea de los diáconos y con las características espirituales. Ella es “digna de los santos”. El apóstol Pablo siempre se refiere a los miembros de las iglesias como “santos”. Hoy en día, algunos creyentes evaden esa calificación, porque dicen: “yo no soy santo o santa, ni mucho menos”. Sin embargo, debe ser una de las características principales de los cristianos y de un diácono o diaconisa, según las enseñanzas del Nuevo Testamento.

CONCLUSIÓN

Ha sido el objetivo de este estudio ahondar sobre el ministerio del diaconado en las iglesias. Asimismo, tiene el objetivo que la oficialidad de las iglesias cristianas locales se apeguen a los mandatos del Nuevo Testamento para el nombramiento de diáconos y diaconisas. Porque los diáconos son ayuda para el pastor de la iglesia local, en la administración del bautismo y la Santa Cena; pero si un diácono demuestra conocimientos doctrinales de la Biblia, y demuestra dones del Espíritu Santo, que esté involucrado en las tareas de la iglesia, en la asistencia a las sesiones de información que realiza la iglesia (no debiera decirse “sesión de negocios”), también puede ejercer la predicación de la sana doctrina bíblica, bajo la cuidadosa observación del Pastor.

El Nuevo Testamento no enseña que los diáconos ejerzan autoridad sobre el pastor de la iglesia local, ni de que se constituyan en junta directiva de la iglesia; ni mucho menos que le inicien un juicio al pastor. Esa es función exclusiva de la iglesia en asamblea, la que debe ejercer funciones de disciplina. Esa práctica del diaconado con autoridad sobre el pastor, no es bíblica. Tampoco el Nuevo Testamento enseña que para ser pastor de una iglesia local primero debe ser diácono, como imponen algunas iglesias desviadas de la instrucción bíblica. El ministerio del pastor es uno, y el de los diáconos es otro. Es el pastor quien ejerce autoridad sobre los diáconos, con la aprobación de los miembros de las iglesias; especialmente tratándose de las iglesias bautistas que observan las enseñanzas del Nuevo Testamento.

Desafortunadamente, algunas iglesias locales se han llenado de tradiciones y prácticas que no están basadas en la Biblia. Esas añadiduras humanas a los mandatos de la Biblia las desaprobó el Señor Jesús en sus encuentros con los fariseos. La Iglesia católica también cayó en esa práctica, la cual ha dado mayor autoridad a la tradición, antes que a la Palabra de Dios. Y ojalá que nuestras iglesias cristianas evangélicas vuelvan a las enseñanzas de la Biblia, sin añadiduras humanas.

lunes, 6 de enero de 2025

 

SEIS DE ENERO, ¿DÍA DE REYES?

Amadeo Albuquerque Lara

El Nuevo Testamento no registra el dato de los tres reyes magos. El evangelista y apóstol Mateo afirma lo siguiente: “Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magosdiciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (Mateo 2:1-2). Pero ninguno de los otros tres evangelios canónicos se ocupa de la visita de estos hombres sabios, sin duda astrónomos, pues mencionan la aparición de una rara estrella, la cual los impulsó y los guió hasta donde estaba el niño recién nacido. Destacado es mío.

Sin embargo, los evangelios apócrifos, sin canonicidad y sin la aprobación de las iglesias católica y evangélica, se ocupan con minuciosos detalles de la visita y adoración de estos raros personajes, que la tradición cristiana ha nombrado como “La adoración de los Reyes Magos” el seis de enero. Pero la realidad es otra. El evangelio apócrifo llamado “El Evangelio Armenio de la Infancia” relata el nacimiento de Jesús el seis de enero, y la visita de los magos tres días después, acompañados por un ejército de doce mil personas entre príncipes, magos y reyes de tres países: Persia, India y Arabia. Todo este ejército acampado en las afueras de la ciudad de Jerusalén, lo cual llenó de temor tanto al rey Herodes, como a la población.

XI 1. Y José y María continuaron con el niño en la caverna, a escondidas y sin mostrarse en público, para que nadie supiese nada. Pero al cabo de tres días, es decir. el 23 de tébeth, que es el 9 de enero, he aquí que los magos de Oriente, que habían salido de su país hacía nueve meses, y que llevaban consigo un ejército numeroso, llegaron a la ciudad de Jerusalén. El primero era Melkon, rey de los persas; el segundo, Gaspar, rey de los indios; y el tercero, Baltasar, rey de los árabes. Y los jefes de su ejército, investidos del mando general, eran en número de doce. Las tropas de caballería que los acompañaban, sumaban doce mil hombres, cuatro mil de cada reino. Y todos habían llegado, por orden de Dios, de la tierra de los magos, su patria, situada en las regiones de Oriente. Porque, como ya hemos referido, tan pronto el ángel hubo anunciado a la Virgen María su futura maternidad, marchó, llevado por el Espíritu Santo, a advertir a los reyes que fuesen a adorar al niño recién nacido. Y ellos, habiendo tomado su decisión, se reunieron en un mismo sitio, y la estrella que los precedía, los condujo, con sus tropas, a la ciudad de Jerusalén, después de nueve meses de viaje (Evangelio Armenio, XI).

Esta visita multitudinaria comenzó su viaje nueve meses antes que naciera el niño Jesús por mandato divino, cuando el ángel anunció a María que daría a luz al Mesías, según lo afirma el citado Evangelio apócrifo. Otro dato importante es que esta narrativa registra el nacimiento de Jesús en una cueva que los pastores de la región usan para resguardar del frio del invierno a sus rebaños de ovejas. Resulta que la hora del parto le viene a María en un lugar despoblado, y tienen que refugiarse en esa cueva, en donde también hay un pesebre. Sigue la narrativa que quien asiste en el parto a María es Eva, la “madre de la humanidad” (IX 1. Y, cuando José y nuestra primera madre vieron aquello, se prosternaron con la faz en el polvo, y, alabando a Dios en voz alta, lo glorificaban, y decían: Bendito seas, Dios de nuestros padres, Dios de Israel, que, por tu advenimiento, has realizado la redención del hombre; que me has restablecido de nuevo, y levantado de mi caída; y que me has reintegrado en mi antigua dignidad. Ahora mi alma se siente engrandecida y poseída de esperanza en Dios mi Salvador (Evangelio Armenio, IX). Así que el nacimiento de Jesús sucede el seis de enero, y esa fecha la registra el escrito apócrifo para la adoración de los magos y reyes de los tres países citados anteriormente.

No obstante, me llama la atención que tanto católicos, como evangélicos y protestantes, celebran estos acontecimientos que no los registra el Nuevo Testamento, y que sólo se encuentran en los evangelios apócrifos, especialmente, el Evangelio Armenio de la Infancia; pero sin ningún respaldo canónico. Los datos apócrifos son los siguientes: tres reyes magos vienen a adorar al niño Jesús el seis de enero; pero la fecha que registra el escrito apócrifo para la adoración de los magos y reyes de los tres países citados anteriormente, es tres días después del nacimiento. Pero también aceptan los nombres de los tres magos: Melchor, Gaspar y Baltazar. También aceptan el color de la piel de cada uno: uno de ellos es negro y los demás son blancos.

El Nuevo Testamento no menciona el número de los magos, ni la fecha de la adoración, ni el nombre de los magos, ni los nombres de los países de donde proceden, ni del color de la piel de ellos. Pero en el cuadro del nacimiento de Jesús en las iglesias evangélicas aparecen los tres reyes con sus tres regalos: oro, incienso y mirra; pastores y animales. Sin embargo, ni los evangelios canónicos, ni el evangelio apócrifo citado mencionan la presencia de animales alrededor del pesebre; pues la cueva estaba vacía mientras los pastores estaban en el campo cuidando sus respectivos rebaños.

Por último, no estoy a favor de que no se celebre el nacimiento de Jesús, ni el relato de la adoración de los magos; pero sí no estoy de acuerdo que se acepten los datos de los evangelios apócrifos, mezclados con el relato de los dos evangelistas que narran el nacimiento del Mesías: Mateo y Lucas. Mateo es un judío que escribe para judíos; y Lucas es un gentil que escribe para quienes aman a Dios; pues menciona como el destinatario de su evangelio a un personaje alegórico llamado Teófilo: amigo de Dios.

Los otros dos evangelistas del Nuevo Testamento no se ocupan del nacimiento físico de Jesús. Marcos comienza su evangelio, con el ministerio de Jesucristo; y Juan se interesa por demostrar la divinidad y eternidad del Verbo hecho humano; o sea, Dios hecho carne, o Dios en forma humana.

Es mi propósito que esta información sirva para que los pastores de iglesias y quienes escriben las historias de los dramas navideños, eliminen de sus tramas narrativas los datos y personajes que no pertenecen a los relatos del Nuevo Testamento. Dejemos que la tradición siga sin rumbo y sin respaldo canónico.

REFERENCIAS

Evangelio de Mateo, capítulo 2, RVR 1960

Evangelio de Lucas, capítulo 2, RVR 1960

Evangelio armenio de la Infancia (Anónimo, y apócrifo)