"LA POESÍA CASTELLANA" Rubén Darío, (El Salvador, 1882)
Amadeo Albuqurque Lara
Amadeo Albuqurque Lara
Comparto un
comentario sobre el poema “La poesía castellana” de Rubén Darío, como un
tributo lingüístico en ocasión de los 153 años de su nacimiento (1867 – 1916).
Rubén Darío fue un poeta desde niño. Muy temprano en
su niñez empezó a escribir poemas con temas familiares y de la cultura que
compartía. Sin embargo, no voy a referirme a esos poemas de la niñez, sino a
uno muy especial de su adolescencia. Se trata del poema “La poesía castellana”
escrito en el El Salvador, en 1882, cuando apenas tenía quince años de edad.
Pero me llama la atención que Google no lo registre en
su motor de búsqueda; pero más raro es todavía que los escritores y estudiosos
darianos no le den el valor que tiene. No voy a elucubrar las razones del
porqué, pero es una lástima.
El poema “La poesía castellana” tiene 47 estrofas en
las que imita el léxico, la ortografía y la sintaxis de la época de cada poeta,
comenzando con los siglos once y doce hasta el siglo diecinueve. El
conocimiento que Rubén tenía del estilo, métrica, ortografía y vocabulario de
cada escritor y su época es maravilloso. Por razones de espacio y para ahorrar
el tiempo de los lectores, sólo voy a transcribir una estrofa de los primeros
poetas de los siglos doce hasta el quince, para que gocen del ingenio de
nuestro Rubén.
Rubén comienza el poema “La poesía castellana” con el
poema del Cantar de Mio Cid, de los siglos once y doce. Observen cómo imita la
producción literaria de un trovador y su interpretación popular por juglares de
esos siglos.
Fablávase
rvda et torpe fabla
cuando
vevía grand Cid Campeador,
e
lvego quando le fiçieron trovas,
ben
sopieron trovas le far.
A continuación, lo parafraseo en español actual:
(Hablábase
ruda y torpe habla
Cuando
vivía el gran Cid Campeador,
Y
luego cuando le hicieron trovas,
Bien
supieron hacerle trovas.)
La siguiente prosa que imita Rubén es de la época del
rey Alfonso X El Sabio; notemos que mientras nuestro poeta llama al castellano
de los siglos once y doce “lengua ruda y torpe”, sin embargo, ensalza la prosa
del siglo trece, del rey Alfonso, con los adjetivos “clara”, “letrada”,
“artizada”, “deleytosa”, “admirada” y “precyosa”, según la estrofa que sigue.
Façia ya assaz clara e
assaz letrada prosa
el sabio rey Alphonso, e era bona cosa:
ca ovo ya artizado e era deleytosa
e ovo de ser admyrado
ca foé assaz precyosa.
(Hacía ya también clara y también letrada prosa
el sabio rey Alfonso, y era buena cosa: porque hubo ya
era artística y era deleitable
y hubo de ser admirado, porque fue también preciosa).
Del estado de
lengua de los siglos once y doce al trece, ha trancurrido un siglo de evolución
del castellano, pero Rubén percibe ese cambio lingüístico con la precisión de
un filólogo.
El siguiente poeta es don Juan de Mena. principios y
mediados del siglo quince, trova que Rubén considera “con gracia no poca”,
“tyernas”, “querellosas” y “muy dignas”. A continuación, una estrofa dedicada a
este poeta.
Lvego
Johan de Mena con graçia non poca
fiço las trovas tyernas, querellosas,
e
fveron entonce ya mui dinas cosas
trovas
que cantava la su dolçe boca.
(Luego
Juan de Mena con gracia no poca
Hizo
las trovas tiernas, querellosas,
Y
fueron entonces ya muy dignas cosas
Trovas
que cantaba la su dulce boca.)
Para la época de don Juan de Mena han transcurrido
cinco siglos en la evolución del romance castellano y así lo capta en su
ingenio nuestro poeta Rubén. El adolescente Darío nunca estudió en una
universidad, pero desde niño había leído la Biblia, El Quijote, las Mil y una
noches, etc. Es decir, Rubén fue un encomiable autodidacta, con un cerebro
capaz de interpretar, conservar y reproducir lo que leía. Rubén fue un
devorador de libros e intelectual precoz, admirado por muchos, rechazado por el
gobierno de turno de su país natal, pero bienvenido por gobiernos e
intelectuales extranjeros.
Darío en su poema “La poesía castellana” continúa su
recorrido por los siglos dieciséis, diecisiete hasta el diecinueve. Y para
finalizar, en la penúltima estrofa de su largo poema de 47 estrofas, menciona a
José María Heredia (Santiago de Cuba, 31
de diciembre de 1803; † Ciudad de México, 7 de mayo de 1839), Ricardo Palma.
(Lima, 1833 - Miraflores, 1919) y José Manuel Marroquín Ricaurte.
A los diecinueve años se fue a Chile y, aunque al
principio sufrió menosprecio, con su libro Azul saltó al reconocimiento del
afamado escritor español, don Juan Valera, quien le dio el espaldarazo
literario. Desde entonces Rubén Darío fue reconocido como el padre del
movimiento literario llamado Modernismo y como Príncipe de las letras
castellanas.
Y para finalizar, aunque Darío apenas comenzaba su
carrera literaria, sus poemas demostraban la erudición tanto en la poesía, como
en la lengua castellana. Sin embargo, Rubén empezó a conocerse a nivel
internacional con su libro Azul escrito en 1888, en Chile. Pero fue don Juan
Valera, quien en una carta elogiaba la
calidad de la obra de nuestro poeta. A partir de Azul las obras de Darío
circularon por el mundo literario, especialmente en Chile, Argentina y España.
Queda aquí expresado mi tributo lingüístico a nuestro ilustre poeta Rubén
Darío, por el poema de su adolescencia: “La poesía castellana”.