jueves, 18 de noviembre de 2010

Alonso Palomino, La Celestina y El Lazarillo


Ningún escritor de valía puede dar un salto a la vida literaria si no es sobre los hombros de quienes lo precedieron en la historia. Vida y Amores de Alonso Palomino  refleja la influencia del Arte de Amar, o del Ars Amandi de Ovidio; La Trotaconventos y La Celestina, así como de El Lazarillo de Tormes en versión modificada. Se trata de una novela picaresca, al estilo de La Celestina y El Lazarillo de Tormes, con las cuales se ha de comparar en este estudio. Carlos Alemán Ocampo es un estudioso de la lengua, y como tal, se ha interesado no solamente en los temas más representativos de la literatura española y de la nicaragüense, sino que ha profundizado en el lenguaje que utilizan los personajes populares. Vida y amores representa la oralidad del “Platicador de recuerdos”, en el ocaso de su vida.

Por la misma razón, resulta difícil hablar de Celestina como personaje aislado del resto de la literatura española. Juan Luis Alborg afirma que “… son abundantísimas sus deudas con la literatura de la Antigüedad y de sus imitaciones medievales y renacentistas”. (p.559).   Las otras obras clásicas que hay que tomar en cuenta para entender este arte de amar tan deseado y codiciado, sin duda que es Trotaconventos de Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita como la mejor alcahueta, cien años antes que Celestina: “Busqué trotaconventos qual me mandó el Amor,/ de todas las maestras escogí la mejor;”/ (Estrofa 697) y Pánfilo en busca de la vieja Anus como mediadora para seducir a Galatea son antecedentes literarios de Calisto y Melibea. “Fallé una tal vieja qual avía mester,/ artera e maestra e de mucho saber;/ Doña Venus por Pánfilo non pudo más fazer/ de quanto fizo aquésta por me fazer plazer.” (Estrofa 698) ¿Qué mejor inspiración para los amores y placeres de Alonso Palomino? Trotaconventos para el Arcipreste; Doña Venus para Pánfilo; Celestina para Calisto; y la Clorinda y la Gertrudis para Palomino.

Esta novela de Alemán Ocampo es digna de comparar no solamente con las ya señaladas en el título de este estudio, sino con las obras que las precedieron. Sin embargo, semejante empresa la consideraría ajena a mis propósitos. Baste por ahora dedicar unas cuantas comparaciones literarias de estas tres obras.  Primero, las tres son de carácter picaresco, aunque con Lazarillo se defina el verdadero género; Segundo, la intención de Palomino, Celestina y Lázaro es mezclarse con los distintos estratos de la sociedad; Tercero, Vida y amores y Lazarillo contienen un carácter anecdótico y burlesco; Cuarto, las tres obras pertenecen al género novelesco, pues La Celestina ha sido considerada por sus críticos como novela dramática, según  Leandro Fernández de Moratín;  en tanto que Buenaventura Carlos Aribau, la llamó «novela dialogada», clasificación que causó la crítica de María Rosa Lida de Malkiel, pero novela al fin.

I.   Entre la Edad Media y el Renacimiento Español
La Celestina es una obra que se ubica entre la Edad Media y el Renacimiento español. Manuel Criado de Val la califica como “la última y decisiva culminación de la literatura medieval; con ella se abre asimismo el largo período de la literatura clásica española” (Introducción:19). La primera edición de Burgos data de 1499, bajo el título de Comedia de Calisto y Melibea, pero sin el nombre del autor y sin la página titular. Esta edición consta de dieciséis actos, pero posteriormente se publica en Sevilla, en 1501, otra edición con el nombre de Tragicomedia de Calisto y Melibea, con veintiún actos, más una carta titulada “El auctor a un su amigo”. La obra ha sido objeto de la crítica en cuanto al autor se refiere, por cuanto el mismo Fernando de Rojas afirma que encontró un manuscrito que él resumió como el primer acto, al cual añadió los otros quince a la edición de Burgos y que por último añadió cinco para completar los veintiuno, tal como se lee actualmente.

            A. El oficio de la seducción
         ¿Por qué Calisto busca a la prostituta Celestina para que seduzca a Melibea? Porque además de haber antecedentes literarios en este arte de la seducción como la ya mencionada Trotaconventos, queda comprobado por esas experiencias que la seducción no sólo pertenece a los hombres sino a las mujeres, especialmente las que saben fingir y engañar. Éstas son excelentes seductoras entre mujeres porque nadie mejor que ellas conocen los sentimientos femeninos. Por lo tanto, en Palomino son las mujeres las que se encargan de buscarles los placeres a las demás. “La Clorinda me consiguió varias chavalas del pueblo, todas muchachas de la escuela, hasta iglesieras. Me advertía: -Te gusta tal y tal, pues no andés detrás de ella que la vas a conseguir,” (p. 50). El mismo oficio de la vieja a quien Amor recomendó al Arcipreste, o el de la “puta vieja” Celestina. Solamente que la Clorinda se conservó sólo para Palomino y no se sabe que haya sido alcahueta para otros. En los personajes de La Celestina el sexo es si no la única, la principal vía hacia la realización de la existencia del ser, por eso Vida y Amores de Alonso Palomino se convierte en un tratado del comportamiento sexual entre él y sus mujeres, porque Palomino es un maestro de la sexualidad y por eso es perdonado por sus ‘infidelidades’.
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            B. El placer carnal y sus consecuencias
Mientras La Celestina es un libro pesimista, por cuanto no hay felicidad para los hombres ni para las mujeres, pues su única liberación es la muerte trágica, Palomino vive el placer y se vanagloria de saberlo producir a sus amantes. En cuanto a tragedias amorosas entre Palomino y sus amantes, la única registrada por decepción amorosa es la de la Lolita Zeledón, después que Palomino volvió al mercado con la Gertrudis por mandato de la Clorinda; luego, la de la Juanita Picado cuando un amante la acuchilló en el mercado Boer, después de haberse separado de Palomino; por último, la Gertrudis muere aplastada por pedazos de concreto cuando el terremoto de 1972. Pero si hemos de encontrar tragedia en Vida y Amores, tres de sus mujeres encuentran la muerte de forma trágica, pero la Clorinda es la excepción, pues ésta muere por causas naturales.

C. Los ardides para introducirse en la sociedad
En tanto que Celestina se hace pasar por vendedora de peines, alfileres, ovillos de hilo, afeites, hierbas e incluso oraciones para el dolor de muelas, Palomino, por iniciativa de la Clorinda, ofrece remedios y oraciones a los pobres, pero para hacerles el favor, por compasión. Sin embargo, en su consultorio ofrece consejos y demostraciones de cómo mejorar las técnicas del sexo a la gente de distintos estratos sociales cuando él se aprovecha para dar una lección real del cómo y del hacer. Aquí encontramos una gran diferencia entre Celestina y Palomino, puesto que la vieja Celestina ya se encuentra retirada de sus actividades sexuales y sólo visita los hogares en beneficio de sus clientes; en tanto que Palomino se encuentra en plenos goces de los placeres aunque simula hacerlo por el bienestar de su clientela.

Si La Celestina termina con un final trágico, Palomino mira hacia el pasado con satisfacción, en el ocaso de su vida, ya de regreso a su pueblo natal. El placer de Calisto es efímero cuando le dice a su amada Melibea: "Jamás querría, señora, que amaneciese" (Acto XIX), sin pensar que no vería ni el próximo amanecer. La Celestina busca el placer de los amantes, como intermediaria y experimentada en el placer, aunque ella ya no lo goce. Palomino es “prestado” por sus mujeres para que goce el placer sexual con otra mujer. Celestina había sido prostituta en su juventud, pero ya en su vejez sólo busca el placer de los jóvenes incautos; Palomino continúa disfrutando del sexo hasta poco antes de su muerte, cuando Isabel, ‘la sobrina carnal de la Clorinda’ le manifiesta: “– No se vaya a sentir incómodo, esto no es cosa suya, es de destino. Aproveche que es el último.” (p. 261).

II.  El inicio de la novela picaresca
El Lazarillo de Tormes se ha considerado como una obra anónima, aunque la crítica ha sugerido un posible autor o autores, sigue siendo anónima para la posteridad. La primera edición conocida es de 1554, es decir, 56 años después de la edición príncipe de La Comedia de Calisto y Melibea. El Lazarillo es una novela autobiográfica, contada en primera persona que destaca su carácter picaresco. Marcel Bataillon afirma que en la novela “Se aprecia que por una singular transmutación, un corpus tradicional de burlas y anécdotas dispersas cambia de estructura y de razón de ser” (Prólogo:39). El narrador se identifica como “Lázaro de Tormes, hijo de Tomé Gonçales y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca” (El Lazarillo: 63). Pero Lázaro aunque es un gran pícaro, dada su corta edad, no se especializa en el arte de amar. Nos interesa, sin embargo, su mala fortuna de ser lazarillo de ciego, criado de clérigo, criado de escudero o de fraile, o de buldero, o de capellán, o de alguacil. Mientras Lázaro va de amo en amo, Alonso Palomino va de mujer en mujer; de pueblo a mercados y de mercado a farmacia. Es en estos recorridos por las antiguas calles de Managua y por las pláticas en los mercados que Palomino encuentra a sus mujeres y se vuelve un experto en los placeres y la lujuria de la carne. También es en los recorridos por la calles de Toledo que Lázaro conoce a profundidad la pobreza extrema de sí mismo y de la sociedad española de la época y la apariencia de riquezas de la cual se burla en sus siete tratados.

A.  La vida del Pícaro
            Según Juan Luis Alborg, el pícaro es una persona que se opone “al pastor idealizado y al héroe caballeresco” (Tomo I, p. 751) y otros temas  tan exaltados en la literatura anterior: El Cantar de Mio Çid, los Cantares de Gesta, el Mester de Clerecía con sus sílabas cunctadas, las obras de Alfonso X El Sabio y el Auto de los Reyes Magos. Ya con el Arcipreste comienza a darse un giro en la literatura española, con el tema de la Trotaconventos. Entonces hacía falta un cambio diametralmente opuesto: una ‘filosofía vulgar’, un personaje popular sin ninguna cultura como presume en el Prólogo “que en este grossero estilo escribo”, y jactándose de las enseñanzas del ciego afirma: “y en muy pocos días me mostró jerigonza” (Tratado Primero); el pícaro tiene que ser astuto, roba para subsistir, es un anti–héroe, pues destaca por sus fechorías, es marginado por la sociedad y es un criado de personajes de diferentes estamentos de la sociedad a quienes critica duramente.  Américo Castro afirma que “Desde fines del siglo XV venían usándose los personajes de las clases más bajas como una especie de proyectil para ser lanzado contra la gente aristocrática y los valores encarnados por ellos secularmente” (Alborg, p. 757).  Por eso, Alemán Ocampo utiliza a Alonso Palomino como un pícaro que comete fechorías amorosas dentro de la sociedad, sin mucha astucia para conquistar, puesto que tiene a la Clorinda; pero desde el punto de vista social y religioso es un anti–héroe.

B.      Al servicio de cualquier señor
Alborg expresa que “la decadencia de la economía, pronto iniciada, y la pobreza de los campos empujaban hacia las
 ciudades a masas de gentes, dispuestas a buscar acomodo al servicio de cualquier señor o a vivir como se pudiera” (p. 752) Otra causa socio-económica en España es la aparición del parasitismo y la holgazanería como producto del regreso de expedicionarios venidos de América. Este entorno social empuja a Lazarillo a subsistir como sirviente de personajes que representan en su tiempo la mendicidad, la tacañería del religioso y la pretensión de pertenecer a la nobleza aunque se viva en la miseria. Esto para destacar a los tres personajes que Lázaro describe en tres diferentes tratados: El ciego, el clérigo de Maqueda y el escudero. Naturalmente, que el otro personaje que representa el embuste religioso es el buldero, de quien Lázaro se burla sin misericordia. Alonso Palomino busca los mercados para conocer de cerca la situación social y económica de su época, aunque no como sirviente de ningún señor sino como el amante fiel y amigo de confianza de las vendedoras del mercado.

Lázaro se presenta como un criado de ciego, huérfano de padre, abandonado por su madre a la merced de aquel mendigo que deambula por las calles de Salamanca y más tarde, por las de Toledo, ciudad que lo ve pasar miserias y desengaños, pero que también lo ve crecer y aún prosperar en sus años de juventud. Refiriéndose a esta ‘jerigonça’ de los vagabundos que Lázaro presume poseer, Marcel Bataillon expresa que  tales jerigonzas no se encuentran por ningún lado (Citado por Alborg). Sin embargo, Lázaro es un personaje de la baja sociedad, hijo de padres poco recomendables, mientras que Palomino es “descendiente de conquistador español” y nieto de una anciana religiosa (p. 12). En su niñez fue sacristán, visitador de billares, aunque asegura nunca haber pasado más allá de la puerta, ni mucho menos haber jugado. Por eso el narrador sabe muchas anécdotas y cuentos y conoce muy bien el lenguaje de sus personajes.

           

C. Lázaro y Palomino por las calles
Lazarillo va de amo en amo hasta completar los siete. Palomino va de mujer en mujer, quienes se hacen cargo de su existencia, tanto de la manutención diaria como de la complacencia sexual. Palomino comienza con las muchachas de Diriá, muchas de ellas iglesieras, muy discretas y al final muy agradecidas de que Palomino les haya evitado una vejez amargada por no haber experimentado el sexo. “Ellas me ven y me dicen adiós como agradecidas de que se les haya llegado la ancianidad y que por mí se van con su gozo,” (p.50). Sin embargo, Palomino se jacta de las muchas que tuvo: “Este viejo que ya nadie ve, que no parece, a muchas se las llevó adelante”, pero que esta vez reflexiona que “Me percato que no conté nunca nada de mis mujeres, las cercanas a lo largo de la vida” (Págs. 9-10). Por supuesto, en este estudio me  concentraré en esas mujeres “cercanas” que formaron parte de la vida sexual de Palomino. Esas mujeres que vivían urgidas: detrás del excusado en Diriá, detrás del mostrador de la farmacia, como la Lolita Zeledón, o después de un tiempo, al regresar ‘prestado’ a su mujer de turno. Palomino vive extenuado sexualmente no solo por la urgencia de sus mujeres, sino por aquellas que llegan a buscar consejo de cómo mejorar su relación con sus maridos. Sufre tanto desgaste que se le doblan las piernas, pero aún así siente la responsabilidad de cumplir.

El ambiente social en que se desarrollan las acciones de Lazarillo es un pueblecito pobre de la España del siglo XVI, cuya adolescencia y juventud la pasó trabajando como sirviente de amos de poca o ninguna cultura; pero como adulto termina como un modesto pregonero en las calles de Toledo. El Lazarillo de Tormes se desarrolla en una época de hambre y pobreza económica aspecto que se ve reflejado en todos sus amos, aunque más acentuado en el tratado del Escudero. Especial atención merece el pasaje en donde Lázaro escucha el lamento de una mujer cuyo marido lo llevan a enterrar: “– Marido y señor mío, ¿adónde os me llevan? ¡A la casa triste y desdichada, a la casa lóbrega y oscura, a la casa donde nunca comen ni beben!” (Tratado tercero). Este lamento Lázaro lo interpreta como que el muerto lo llevan a casa del Escudero, pues luego exclama: “– Oh desdichado de mí, para mi casa llevan este muerto!

III. Vida y Amores de Alonso Palomino
Vida y amores de Alonso Palomino es una novela picaresca, una muestra muy singular dentro de la narrativa nicaragüense. Su autor es el investigador, lingüista y académico, Carlos Alemán Ocampo. El personaje principal y narrador en primera persona, Alonso Palomino, ostenta un apellido sugerente y derivado de paloma y palomitas por el arte de ser mujeriego, pero niega actuar bajo los efectos de las Palomitas o hechiceras de su pueblo. Aunque él mismo acepta estar protegido por la Clorinda para que ninguna hechicera le haga daño. Palomino tiene muchas mujeres y no porque él las busque, sino porque a él se le ofrecen o lo piden prestado a su mujer de turno, la que muy resignada lo cede, lo comparte, sin guardarles rencor ni a él, ni a su beneficiada de turno. Entre estas beneficiadas está la Gertrudis, quien lo recibe prestado de la Clorinda; la Rosita, la Juanita Picado y la Lolita Zeledón lo reciben prestado de la Gertrudis; aunque siempre la Clorinda está de por medio para recuperárselo a la Gertrudis, hasta que finalmente la Gertrudis muere por el terremoto de Managua y Palomino regresa a su pueblo a pasar los últimos días que le quedan a la Clorinda a quien él mismo entierra para finalmente darse cuenta que con Isabel “por fin me llegaba el sosiego de mujeres” (p. 261). Palomino confiesa que ante la juventud de Isabel sus fuerzas se acaban.

Palomino, al igual que Lázaro describe el ambiente social y económico que se vive en los mercados. Además de sus amores, es un gran observador de cómo viven las personas que lo rodean. Es digno de mención la vida de uno de sus vecinos: “Había un señor, del cual nunca supe su nombre, que era el único que se nos adelantaba para salir. Caminaba silencioso y despacio por la calle, calculando su hora de llegada al punto de su trabajo. Salía sin comer ni siquiera una tomita de café. Seguro era solo porque nunca encendía fuego.” (p. 42). Lázaro pasa una vida de miseria (lacería) que le hace honor a su nombre. Para sobrevivir, tiene que robar o hacerle trampas a su amo de turno: al ciego le roba el vino y la longaniza, entre otras cosas; al clérigo, le roba el pan; pero al Escudero no tiene que robarle porque nunca hay comida en casa.

A. Palomino pasa “prestado” a otra mujer
Mientras Lázaro busca otro amo para ver si mejora su situación, Palomino corre otra suerte.  Palomino vive de lo que le ofrece su mujer del momento; y si cambia de mujer es porque pasa “prestado” a otra ‘para probarlo’, pero nunca por haber pasado hambre ni porque su mujer no lo haya deleitado. Su campo de acción es el mercado Boer, y su historia la guarda en unos papeles “para dejar constancia de todo esto” (p.26). Sin embargo, su punto fuerte no son los documentos para el lector, sino su plática con los oyentes: “Aunque me adelante un poco, lo voy a decir ya”. Este recurso de recordar lo pasado mientras nos adelanta otros hechos aparentemente relevantes para el acontecimiento narrado, representa el fluir de la conversación, así como el mantener la atención del oyente: la función apelativa del lenguaje. Su presencia en los mercados permanece en el dominio de los testigos que lo vieron actuar. “Todavía en los mercados se menciona de cuando anduve por esos lados y allí, Dios más que nadie lo sabe, fui tempranero siempre, cada mujer que fui teniendo, a las tres de la mañana me tenía en pie ayudando con las cosas.” (p.26). La expresión: ‘Cada mujer que fui teniendo’ comunica el peregrinar de un lado a otro, al igual que lo hizo Lázaro de amo en amo; o como Celestina que con el pretexto de vender peines, alfileres, ovillos de hilo, afeites, hierbas e incluso oraciones para el dolor de muelas, tiene acceso a diferentes hogares y de esa manera se roza con diferentes estratos de la sociedad.

B.   La vieja Managua de antes del terremoto de 1972
En Vida y Amores tenemos una radiografía de la vieja Managua de antes del terremoto de 1972. Los lectores que conocieron la ciudad se deleitan recordando el barrio Boer, El Fóker, San Sebastián, San Antonio, el mercado Boer, el mercado San Miguel, la calle Candelaria, la calle del Triunfo, la iglesia San Sebastián, la Catedral, el Parque Central, la Avenida Bolívar, la Calle Quince de Septiembre, el Palacio de Comunicaciones, los almacene Tina Lugo, la tienda Kika, Celia Pasos de Argüello, Casa Sengelmann, distribuidora de los radios Telefunken; los Trajes Pérez Santos, el Centro Destilatorio, el cine Tropical, el cine Trébol, el cine Boer; la Mecatera, la cárcel El Hormiguero, las radios Panamericana, Radio Mundial y Unión Radio; la empresa de buses Santa Fe, sólo para mencionar unos tantos. Sin embargo, los lugares por donde caminaba Palomino con más frecuencia era El Fóker, San Sebastián, San Antonio, la Calle del Triunfo, y la Calle Quince de Septiembre, según lo relata él mismo cuando en compañía de su mujer visita las tiendas ya mencionadas.

En los mercados conoce a otros estratos de la sociedad. En ocasiones tuvo que responder ante la Guardia Nacional, cuando cayó preso, a los periodistas que lo entrevistaron y con la gente rica que llegaba a pedirle ayuda para mejorar sus relaciones amorosas con su pareja.

Aunque no pretendo haber completado el análisis de la obra, he destacado algunos aspectos comparativos en la novela de Alemán Ocampo. Sin embargo, no puedo descuidar el lenguaje, y la crítica social.

            C. Los referentes del lenguaje de los mercados
Como queda dicho al principio, Carlos Alemán es un escritor y estudioso de la lengua, especialmente, de la variedad que se habla en Nicaragua. Por supuesto, el autor pone en boca de sus personajes este hablar del pueblo, así como los temas, pertenecientes a distintos campos semánticos: Utensilios o artículos de cocina y su medio de transporte. “Le sentí el cariño en el llamado para que le ayudara al acomodo de los platos, cazuelas y porras en el carretón.”(`p.30)  Como se trata de una mujer del mercado, estos son los objetos referidos. No solamente sus mujeres trabajan en el mercado, sino que viven humildemente en una cuartería. “… mientras caminábamos hacia el lado de “El Fóker”, cerca de la iglesia de Cristo del Rosario, a la cuartería donde ella vivía.” (p. 31). Tres grandes ejes del medio en donde se desenvuelve la novela son Diriá, los mercados y la cuartería. Por lo tanto, sus personajes hablan de este ambiente y su lenguaje es un reflejo de las experiencias vividas en esos lugares.

También hay otros referentes que pertenecen a otro campo semántico, propio de las mujeres del mercado: la carne, la verdura, los huesos, el azúcar “libreada, porque ella era comidera y no fresquera”. (p. 31). El eje central de este campo semántico son las ‘comideras’ del mercado: carne, verdura y huesos; el eje de las ‘fresqueras’ en este caso es el azúcar libreada; es decir, el azúcar comprada por libras y no por quintal. No se trata de comerciantes mayoritarias, sino de mujeres luchadoras, sin duda mujeres solteras; pues a excepción de la Gertrudis, no se mencionan los hombres de las demás.

Gertrudis fue la mujer que se hizo cargo de él en el mercado. A ella se refieren las alusiones en el párrafo anterior. A ella también le gustaba cantar y oír las canciones de Radio Panamericana, canciones de grandes amores. “… después de oír un poco la vi lagrimear, se limpió la cara con el delantal y me pidió que le cantara una canción.” Las costumbres de la gente del pueblo se reflejan en su lenguaje: “ … el chirrido de los resortes del catre y ella que salía del aposento y yo pensé que salía al patio para ir a orinar y no.” (p. 33). El delantal es el distintivo de las vivanderas y no podía faltar, aunque esta vez le sirve además como pañuelo que enjuga sus lágrimas. El narrador prefiere emplear el verbo ‘lagrimear’ en vez de llorar. Es el léxico del pueblo. Con los resortes del catre se comunica la humildad del aposento y el orinar en el patio revela el ambiente de la cuartería, en donde no hay un servicio privado en el cuartucho.

D. Muestra representativa del léxico popular
Hay también una enumeración de palabras de uso popular, las cuales el autor pone en boca de sus personajes, pero que sólo mencionaré unas cuantas: iyendo por yendo, zafado, boca floja por indiscreto, tempraneaba por levantarse temprano,  al suave por poco a poco, barata por  vehículo con altoparlantes, desapartó por apartó, largo por lejos, notición por noticia importante, alcanzaba por cabía, agarró por se dirigió, bullaranga, por bullanga, platicadera por pláticas, bailadera por baile, me dio mi preocupadita por preocupación, algunos me daban mis centavos, algo de dinero, tenamastes por piedras, hornado por horneado, mujerero por mujeriego, supiritada por excitada, compadecencia por compasión, un Palomino en esas vainas por en esas cosas, comideras por vendedoras de comida, fresquera por vendedora de refrescos,  despercudida por de tez clara, siguiéndoles la platicada por conversación, hamaqueando por meciéndose en hamaca, querendona por cariñosa, chancecitos pasajeros por aventuras amorosas, fachenta por fachenda, cuentera por chismosa, hielosa por helada, tuquitos por pedazos, me había quedado hecho humo por ausente o ensimismado, chachalte por ácido, garubas  por garúas, rateábamos por reatábamos, traido por disgusto o enemistad,  los últimos deslumbres del sol rayando el cielo por crepúsculo o atardecer, se le arrimó el hombre por acercarse, entre otros vocablos. En el habla popular es notorio el sufijo
era como platicadera y bailadera para indicar la acción repetitiva de platicar o de bailar respectivamente; o persona que hace o vende algo, como es el caso de comideras y fresqueras. Este recurso morfológico es común en el habla nicaragüense.

Otras palabras, aunque existen en el idioma español, el pueblo les da un nuevo significado como zafado, adjetivo que se le da a una persona indiscreta o que no guarda secretos; o el adjetivo sustantivado traido que sufre dos cambios: de significado ‘enemistad’ y de acentuación, en vez de hiato se conserva el diptongo. Compadecencia es una palabra derivada del verbo compadecer, forma que traiciona al hablante en vez del sustantivo compasión que no guarda más relación formal que la raíz o lexema.

Mientras otras se diferencian de la forma española solamente por una letra. El adjetivo hornado viene de la forma popular hornar, en vez de horneado y hornear, respectivamente. Iyendo es el gerundio del verbo ir usado por el pueblo en vez de yendo; por supuesto, iyendo traiciona por la presencia de la i del verbo ir. El adjetivo fachenta en vez de fachenda es otro ejemplo.

El adjetivo mujerero resulta más transparente para el pueblo que mujeriego, de aquí su preferencia. Sin embargo, el adjetivo supiritada es absolutamente de creación popular; el diccionario de la Real Academia Española lo registra como propio de Nicaragua con el significado de impetuoso o vehemente. Estas pequeñas muestras tomadas de la novela de Alemán Ocampo, demuestran algunas características del español popular puestas en boca de estos personajes.



E.   La crítica social en Vida y Amores
            Alonso Palomino tuvo que enfrentar la justicia policial y de la guardia de su época. En el caso del asesinato de la niña Milagritos, Palomino siempre esperaba lo peor para él. “El primer día tuve temor de verme salir amarrado y culateado como culpable.” (p. 61). Como la policía llegaba y salía de la cuartería para interrogar a quienes vivían allí, nuestro narrador presenta la situación vivida en esos días. “Apenas te veían la duda en la mirada, salían emocionados con la persona para un su lugar donde ellos terminaban de interrogar.” (p. 61). Es decir, antes de encontrar al culpable, los de la cuartería eran amarrados y culateados. En ese momento todos eran sospechosos.

            Otro aspecto social es la discriminación racial y social. Relatando el mismo asesinato de la Milagritos, el narrador afirma que “alguna gente había pegado de un negro que vivía en la cuartería de al lado” (p. 66). Hasta hace pocos años, la gente de origen  afro-caribeño era calificada de hechicera y de causar males a las otras personas. También se sospechaba de los gitanos: “Siempre hay ese sentimiento de que los gitanos sean los que hacen barbaridades en los lugares donde andan” (p.67). La gente de la cuartería tenía miedo hasta de hablar en voz alta en presencia de los gitanos. El otro sector de la sociedad calificado de practicar la brujería son los pueblos de Masaya, Diriá y Niquinohomo. Se dice de esos pueblos que en ellos “hay gente de ciencia, dotada y mejores curaciones y adivinaciones que los gitanos para encontrar el secreto de las cosas” (p. 67). En la novela destacan tres grupos sociales como practicantes de la hechicería: Los afro-caribeños de la Costa Caribe, los gitanos, y los pueblos de Diriá y Niquinhomo. Entre la población nicaragüense también se incluye Diriomo.

            Por último, la novela Vida y Amores… retrata la vida de la Rosita, la cual representa a las personas que se dedican a andar de pueblo en pueblo, en las fiestas patronales. “En la madrugada del tercer día de bulla se apareció la Rosita, después de varios meses de andar por esos mundos de las fiestas patronales” (p. 67). La Rosita es el prototipo de la mujer cantinera que lleva una vida nómada y mundana, sin ningún hombre que le ofrezca estabilidad. “Se quedaba en las cantinas de enfrente esperando que algún picado la llevara a bailar al malecón” (p.68). Incluso, esta vida ambulante le sirvió a la Rosita como coartada para librarse de los señalamientos de participación en el crimen de la Milagritos. “La Rosita decía que en esos días había ido a las fiestas de San Roque a El Viejo, Chinandega,” (p. 71). Esta versión resultó tan cierta de su presencia en las fiestas de San Roque, que hasta un busero de Chinandega la defendió. “Testimonió que la había venido enamorando en el camino. Y ese mismo hombre buscó al muchacho que andaba con la Rosita y vino a declarar” (p. 72). De manera que en estos ejemplos encontramos una verdadera muestra de distintos estratos de nuestra sociedad, de sus discriminaciones y costumbres.

            Carlos Alemán Ocampo es sin duda un gran observador e investigador de las costumbres y conductas de la sociedad nicaragüense. El hombre que se expresa en las narraciones en primera persona bautizado por el autor como Alonso Palomino es el prototipo del hombre mujeriego que se jacta de sus hazañas como el experto que enseña a sus mujeres a disfrutar de su vida sexual. En tanto que Lazarillo deambula por las calles de Toledo como criado de diferentes amos, Palomino vive en el ambiente de los mercados y camina por las calles de Managua empujando el carretón de la Gertrudis pensando en la canciones románticas de la Gertrudis o en los amores de la Clorinda, de la Lolita Zeledón, de la Juanita Picado o de la Rosita. En tanto que Celestina usa sus artimañas de vendedora de productos caseros para incursionar en la privacidad de los hogares para desempeñar su oficio de alcahueta entre jóvenes de la alta sociedad, pero que al final muere asesinada por sus criados, Palomino se queda en la memoria de las niñas viejas, de las que una vez fueron muchachas escolares e iglesieras que al llegar a su vejez, se sienten agradecidas por los favores sexuales de Alonso Palomino. Por eso, había que hacer un análisis comparativo entre estas tres obras: La Celestina, Lazarillo de Tormes y Vida y Amores de Alonso Palomino por sus parecidos literarios: Arte amatorio, criado de amos y amante de mujeres.

Bibliografía consultada:
ALBORG, Juan Luis. Historia de la Literatura Española. Tomo I. Madrid, Gredos, 1970.
ALEMÁN Ocampo, Carlos. Vida y Amores de Alonso Palomino. Segunda Edición. Managua, El Jaguar y la Rosa, 1994.
ANÓNIMO. Lazarillo de Tormes. Prólogo de Marcel Bataillon. Barcelona, Orbi.Fabbri, 1999.
ROJAS, Fernando de. La Celestina. La Comedia (o Trajicomedia) de Calisto i Melibea. Edición fonológica por Manuel Criado
 de Val. Madrid, Editora Nacional, s/a.
RUIZ, JUAN, Arcipreste de Hita. Libro de Buen Amor. Tomo I. Madrid, Espasa-Calpe, 1974.

El gerundio: diferentes funciones


El gerundio es una forma verbal que no suele ir acompañado de pronombre personal sujeto; sin embargo, indica la duración de la acción del verbo conjugado que lo acompaña. No puede funcionar como sustantivo, porque no tiene marca de número ni género. Sus funciones, según la gramática tradicional, incluyendo el punto de vista de la Real Academia Española, son las de ser adverbio, además de indicar la duración de la acción; pero también hay abundantes ejemplos en donde el gerundio, cuando proviene de un verbo transitivo, toma un sujeto y, además, acepta un objeto directo. Por eso, cuando se omite el verbo principal, la frase posee sentido y es gramaticalmente correcta. Ya veremos en detalle cada una de estas funciones.
El gerundio pertenece a las formas verbales no personales, igual que el infinitivo y el participio. El infinitivo, además de funcionar como verbo no conjugado, ejerce la función de sustantivo en la frase o la oración, y como tal, va acompañado de un artículo: el deber, el saber, “El ser y la nada”. En tanto que el participio solamente suele ir acompañado de un verbo auxiliar, para formar los tiempos compuestos: hemos estado, han dicho, etc. Algunos participios han dado origen a una forma adjetiva participial y tradicionalmente se ha dicho que son participios de doble forma. Esta doble forma consta de una forma regular y otra irregular: imprimir – imprimido – impreso;  Sin embargo, en este estudio nos enfocaremos en las funciones del gerundio.

Hay quienes no recomiendan el uso del gerundio por contribuir a la ambigüedad o la agramaticalidad si se usa indebidamente; sin embargo, si lo sabemos usar no hay por qué temer. El gerundio se recomienda cuando indica anterioridad o simultaneidad con respecto de la acción del verbo conjugado. No se recomienda cuando indica posterioridad de la acción del verbo principal, ni como adjetivo del sustantivo que lo acompaña. Sin embargo, en los usos modernos, hay innumerables ejemplos en donde el gerundio ejerce las funciones de adjetivo, ya veremos esto más adelante.

Ilustraremos estas funciones con algunos ejemplos tomados de la literatura. Por ejemplo, en El Cantar de Mío Cid, leemos en el inicio de lo que se conserva del poema: “De los sos oios tan fuertemientre llorando,/ Tornava la cabeça e estavalos catando;”… El poeta destaca la acción momentánea de llorar y de catar. Notemos que en la frase “llorando fuertemente”, el gerundio conserva la función de verbo modificado por el adverbio “fuertemientre”, por lo que podemos afirmar que desde los inicios del idioma, ya el gerundio se comportaba como un verdadero verbo. Un poco más adelante, el poeta utiliza el gerundio con función de frase adverbial: “Esto diziendo conpieçan la Razõ” 

Jorge Manrique en las coplas por la muerte de su padre, expresa:
Recuerde el alma dormida,/ avive el seso e despierte/  contemplando
cómo se passa la vida,/ cómo se viene la muerte/  tan callando;
En ambos versos el gerundio funciona como adverbio. En el tercer verso modifica al verbo “despierte”, mientras que en el sexto verso el gerundio ha sido modificado por otro adverbio (tan), pero a su vez, ambos adverbios modifican a la forma verbal “viene”. Qué manera más sutil, breve y sugerente de ambas acciones: “despierte contemplando” es una acción que alerta al lector a tomar una actitud enérgica; en tanto que en la oración:  “cómo se viene la muerte/  tan callando” nos ilustra la brevedad de la vida y la forma en se viene la muerte en forma silenciosa, en puntillas. El poeta maneja estas formas de manera magistral y sugerente. He aquí, pues, el gerundio en su función de adverbio.

Gustavo Adolfo Bécquer, en su Rima I, utiliza el gerundio con función de verbo transitivo: Yo quisiera escribirle, del hombre/ domando el rebelde, mezquino idioma,”Naturalmente, el verbo domar en su carácter transitivo toma dos argumentos: sujeto y objeto directo. Pero el sujeto en este caso debe ser humano, pues sólo los humanos podemos domar a alguien o algo. Pero lo que se doma, en este ejemplo, es “el rebelde y mezquino idioma”. El idioma recibe una nueva marca léxica que lo compara con una bestia o animal salvaje, o al esclavo de la gleba, al cual hay que domar.

Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, en Gozos de Santa María (2), expresa: “Dezirte he tu alegría/ rogándote toda vía,”. De nuevo, el poeta utiliza el gerundio con función de adverbio, para modificar al verbo principal “decir he”, que en español moderno sería: ‘Te diré tu alegría rogándote…’.

Podríamos seguir citando ejemplos de la literatura antigua, pero debemos dar un salto a la literatura contemporánea. Citemos unos cuantos ejemplos del poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas, reconocido internacionalmente como uno de los más importantes poetas, después de Rubén Darío. 

En el poema “La Sulamita” Martínez Rivas emplea una serie de gerundios: Flaca, secreta y rocallosa./ Sin hablar, cortando papeles/ y pegándolos. Hogareando./
Confiando sólo en su marido/ detestando los visitantes./” Al analizar la función de la mayoría de éstos, concluimos que cortando, pegando y detestando conservan su función transitiva, con dos argumentos principales: sujeto y objeto directo; en tanto que hogareando y confiando se comportan como intransitivos, pero todos ellos con función de verbo, no como adverbios. “Hogareando” es un verbo que encierra una multitud de quehaceres, propios de una mujer de hogar, alguien que prefiere estar sola, sin la molestia de un visitante inesperado.

En el poema “Petición de mano”, Martínez Rivas hace una demostración de usos del gerundio, como veremos:  “Sigue amor mío, síguete, sigámonos./ Sólo estando juntos podremos despistarles.” En este ejemplo, en la frase de gerundio “Sólo estando juntos” el equivalente sintáctico es la de una proposición condicional: ‘Sólo si estamos juntos’. Este ardid poético sirve para conservar el ritmo a su disposición.

En la estrofa siguiente, el poeta yuxtapone una serie de gerundios: “Déjalos bisbiseando, abriéndose/ y cerrándose, los labios de la Excusa” …; claramente, los tres gerundios funcionan como adverbios.

En la última estrofa del mismo poema, el poeta dispara otra ráfaga de gerundios, pero esta vez los gerundios no van acompañados de verbos conjugados, sino que ellos mismos retoman su naturaleza de transitivos, y como tales, asumen los dos argumentos de sujeto y objeto directo:
“¡Los muertos enterrando sus muertos!/ ¡Desenterrándolos/ y enterrándolos/

y volviéndolos/ a desenterrar!/”. Son cuatro gerundios que además tres de ellos forman versos por sí mismos. Otro ejemplo aparece en el poema “Beso para la mujer de Lot”: Así colmaste la copa de la iniquidad./ Sobrepasando el castigo./ Usurpándolo a fuerza de desborde.  Pecaríamos de desconocedores de la poesía de Martínez Rivas si aseveráramos que el poeta busca rima basándose en la terminación de los gerundios.
 
También hay algunos ejemplos de gerundios que Martínez Rivas emplea como adjetivo, en el poema “San Cristóbal”: la lluvia cayendo en el abismo.”
 El niño vio el reflejo del farol cruzando el río”, vió unos tizones apagándose,
mojados bajo el humo”.  Aunque hay pocos ejemplos de este uso en la poesía tradicional, en la prosa actual se está haciendo bastante común. Del poeta Carlos Arboleda, en su poema “Donde” tenemos otros ejemplos: Tuvimos un amor/ y una caricia/ y una luna brillando/ en la ventana/.


La historiadora, pedagoga, poeta y Maestra, Isolda Rodríguez Rosales en su poema “Tiempos de la Diosa”, utiliza también el gerundio con sus características transitivas: “tiempo de cambios,/ anunciando el momento,/ trayendo transformaciones". Qué bien cae el gerundio para conservar el ritmo que tanto importa en poesía, pero además las acciones del gerundio permiten la brevedad del verso, lo cual es otro recurso bien logrado.

Debemos concluir entonces que en la literatura española, desde sus inicios en pleno siglo doce o trece hasta nuestros días, el gerundio ha ocupado un lugar muy importante en poesía y ya no digamos en la prosa. Pero como hemos observado, en poesía el gerundio permite la concisión de las ideas, la brevedad del verso y la armonía del ritmo.

Masaya, Nicaragua
21 de junio de 2010, Solsticio de verano: el día más largo del año

Lenguas en contacto


“El 2008 es el año de los idiomas” “De manera que es urgente pasar a la acción. ¿Còmo? Alentando y elaborando políticas lingüísticas que permitan a cada comunidad usar su idioma materno de manera tan amplia y frecuente como sea posible,...” LA PRENSA, Edición 24787.

Lenguas en contacto es un término utilizado por los sociolingüistas para describir la cercanía de dos o más lenguas que por las necesidades culturales, políticas o económicas, intercambian vocablos, manera de nombrar las cosas o fenómenos o que imitan la sintaxis de la otra lengua, generalmente de mayor influencia, en determinada rama del saber. Así por ejemplo, el inglés ejerce mayor infuencia en el español en el campo de la computación, en el mundo moderno. Por ejemplo: ‘cliquear’, del inglés click: ‘resetear’, de reset; etc. O en el campo de la electrónica, en un nivel más amplio, como por ejemplo: ‘faxear’, ‘escanear’, ‘imeliar` y otros.

Por provenir del idioma inglés, a este fenómeno se los conoce como anglicismo y es criticado por los gramáticos, cuando en el idioma existen términos equivalentes; sin embargo, este fenómeno no sólo se ha introducido en el español, sino también en otras lenguas. Como consecuencia de estar dos o más lenguas en contacto, aunque en menor grado, todas ellas se influencian. En el idioma inglés también se hallan palabras como ‘sombrero’, ‘guerrilla’, ‘rodeo’, ‘machete’, etc. De manera que basta con echar una mirada a una y otra lengua en contacto para corroborar que éstas se influyen mutuamente.

            Para entender mejor este fenómeno lingüístico debemos empezar por definir lo que se entiende por comunidad lingüística. Según el lingüista John Lyons, comunidad lingüística es “toda la gente que emplea una determinada lengua (o dialecto).” (1970: 326); pero esta definición restringe el concepto a una comunidad que habla una sola lengua. Sin embargo, modernamente hay un buen porcentaje de la población escolarizada que es bilingüe o que se acerca al bilingüismo. Pero como la sociolingüística no se estanca en sus investigaciones, ha surgido otra definición de comunidad lingüística, la de Gumperz, citada por R. A. Hudson (La Sociolingüística: 36-37): “La comunidad lingüística: cualquier conjunto humano caracterizado por una interrelación regular y frecuente por medio de un cuerpo compartido de signos verbales y distinguible de otros conjuntos semejantes por diferencias significantes en el uso del lenguaje.”  Por lo contrario, cuando no se observan estas diferencias significantes en el uso del lenguaje, es cuando se produce el calco léxico, de significado o de sintaxis; es decir se imitan las palabras provenientes de una mala traducción, o se imita el orden de las palabras de la otra lengua, fenómeno que en otros contextos sociales ha dado origen a las lenguas “pidgin”; o sea que se utiliza el vocabulario de una lengua con la sintaxis de la otra.

            Las posibilidades de interrelación lingüística pueden ser variadas: la pronunciación, el vocabulario, el orden de las palabras o el significado. En Nicaragua no se observa tanto la influencia de la pronunciación, sino la del vocabulario y la sintaxis. Para adelantar unos ejemplos de vocabulario, señalaremos ‘correr’ para presidente: del inglés to run, en vez de postularse o lanzarse como candidato para algún cargo. En el aspecto sintáctico, tenemos ‘de acuerdo a’, del inglés according to, en vez de la forma española de acuerdo con, la cual es la estructura original. ¿Por qué ocurren estas imitaciones? Por dos razones sencillas: la primera, por traducciones inexactas; la segunda, por aparecer distinguido o snobista. Las escuelas y colegios tienen gran responsabilidad de enseñar el idioma desde los niveles más bajos de la enseñanza.

            Como educador con largos años de experiencia he observado que la enseñanza moderna ha descuidado algunos aspectos básicos del lenguaje, tales como el uso de las preposiciones, la distinción de verbos transitivos e intransitivos, el uso del subjuntivo y las propiedades léxicas. Aunque la lengua inglesa tenga algunas semejanzas gramaticales con la española, son más las diferencias entre ellas. Por lo tanto, quien se considere bilingüe debe observar las reglas gramaticales de una y otra lengua; de lo contrario, cometerá calcos o copias al carbón.

            En estos días de candidaturas para los diferentes cargos públicos, se ha vuelto a poner de moda el “correr para alcalde”, en vez de postularse para alcalde. Realmente, resulta ridículo escuchar a un personaje destacado utilizar palabras o frases que no se correspoden con las reglas de construcción española. El verbo correr no es sinónimo de postularse, sino que es claramente un calco del inglés.

            Otros ejemplos manifiestan un desconocimiento de las propiedades transitivas o intransitivas de los verbos. Por ejemplo, se oye decir “la ley espera por su aprobación”; el verbo esperar es transitivo y no admite la preposición por. Por lo tanto, se debe decir: la ley espera su aprobación. En la categoría de intransitividad de un verbo se encuentra el verbo abusar. En los diarios y noticieros televisivos y radiales se lee o escucha “El aprovechaba que la menor llegaba a su casa, para abusarla sexualmente”. En vez de “para abusar de ella sexualmente”. En el primer ejemplo, se da el caso de convertir un verbo transitivo en intransitivo; en el segundo caso, sucede lo contrario: se convierte un verbo intransitivo en transitivo.

Cambiar las propiedades léxicas, semánticas o sintácticas de una lengua revela desconocimiento gramatical y debe enfatizarse desde muy temprano en las escuelas. Cada gobierno de turno promete impulsar cambios en los planes de estudio tanto en el nivel de primaria como en el de secundaria, pero el resultado es el mismo. La prueba de Español en la universidad demuestra lo contrario y nos obliga a señalar estas debilidades en nuestros hablantes.

            El autor es ex-catedrático de la UNAN y la UCA, Managua.